Esa noche, Bernard, Michel y José, en
compañía de varios trabajadores comenzaron el inventario de la bodega del
antiguo caserón. Eran cerca de las dos de esa madrugada cuando exhaustos
subieron al salón y mientras se servían unas copas conversaban sobre el
recuento. Podrían atender los pedidos por espacio de tres meses. Estaban en las
cocinas reponiendo un poco sus cuerpos con un buen desayuno cuando fueron
alertados. Los viñedos junto al Garona, los más importantes de aquella empresa
de vinos estaban siendo arrasados por el fuego. Se desplazaron en furgonetas y
comprobaron que grandes extensiones eran arrasadas por completo por las llamas.
La cosecha se había perdido y tardarían meses en volver a conseguir que esas
tierras volvieran a ser productivas.
Las primeras investigaciones apuntaban a un
incendio provocado intencionadamente. Alguien estaba interesado en que esos
terrenos no tuvieran el valor necesario para sus dueños. Bernard fue el primero
en apuntar que detrás de aquello estaban los tíos de José. Eran los más
interesados para que no se vendieran a la empresa Champagne, lo que no
permitiría levantar cabeza a Marie e hijo. Pero aunque estaban convencidos de
los autores de aquel fuego, poderlo demostrar sería prácticamente
imposible.
Esa misma mañana se presentaban en el
antiguo caserón sus tíos. Bernard intentó expulsarlos, mientras los amenazaba.
Pero José salió en auxilio de aquellos desaprensivos. Su actitud tenía
desconcertados a todos, su educación, su amabilidad y saber estar en todo
momento contrastaba con el antiguo José. Bernard adoraba aquel personaje, no
comprendía como una persona podía aguantar lo que estaba soportando. Pero José
era consciente que ahora lo más importante era hacerles creer que tenían la
situación controlada. De notar su debilidad se cebarían con ellos. Por ello en
tono pausado comenzó.
- Os agradezco vuestra presencia. Como
podéis comprobar las desgracias se están cebando con nosotros.
Los pasó al salón y se asombraron del buen
estado de aquella vivienda. Volvía al esplendor de unas cuantas décadas atrás
cuando los abuelos de José controlaban aquel imperio del vino. Pero lo que les
tenía atónitos era la actitud de su sobrino. Por fin uno de ellos se decidió a
intervenir.
- Sabemos lo de los campos y nos gustaría
tenderos una mano. Desgraciadamente esos terrenos no tienen el valor de antes
pero para que os podáis recuperar.
Prosiguió hablando con tal cinismo que
Bernard saltó en dos o tres ocasiones pero se vio frenado por su jefe. Cuando
lanzaron la oferta por esos campos José sonrió. Y con serenidad respondió.
- Os agradecemos vuestra ayuda y
colaboración pero esos terrenos ya los hemos vendido y lo cierto es que hemos
tenido un poco más de suerte que vuestra oferta.
José había montado una argucia legal por la
cual esos terrenos se habían vendido a la Ciudad de los deportes de Valencia. Por unas
cantidades desorbitadas. Los terrenos seguían siendo controlando por ellos e
hicieron creer que poseían un gran capital para hacer frente a cualquier
situación. Necesitaba transmitir seguridad, pero sobre todo, que sus tíos
nerviosos por la noticia cometiesen alguna torpeza que los descubriera.
Palidecieron pues sin los viñedos tendrían
problemas para abastecer a los clientes. Además, comenzaban a perder, al bajar
notablemente la calidad de sus caldos. No volvieron a pronunciar una sola
palabra. José haciendo gala de una tranquilidad y dominio de la situación
prosiguió charlando.
Los tíos abandonaron la antigua mansión con
el semblante serio estaba claro que no habían valorado al nuevo sobrino. El
dominio de la situación y su tranquilidad los agarrotó, de tal modo, que al
regresar a casa eran ellos los que se sentían derrotados.
La
seguridad, en todo momento, de José los desconcertó hasta tal punto que
pensaron que había algo que les permitiría salir de aquella situación. No
debían precipitarse, de momento la situación aparentemente la dominaban pero
tenían que descubrir que era lo que le hacía sentirse tan seguro a su sobrino.
¿Quién estaba detrás de esa empresa valenciana? ¿Por qué la calidad de los
caldos de las bodegas del antiguo caserón superaba con creces sus caldos? No
podían abastecer a muchos clientes, pero al aumentar la demanda y no haber
suficiente abastecimiento los precios de los caldos de Marie se dispararon de
forma desorbitada. ¿Por qué la mayoría de sus empleados comenzaba a apoyar más
a su cuñada y sobrino, cuando no hacía ni un año que los tenían a todos en
contra? Pero especialmente llamó su atención la actitud de Michel una persona
fiel como pocos a ellos y ahora parecía que se alejaba de su lado. Los hermanos
planearon una nueva estrategia. Carolina, sobrina de uno de ellos por parte de
su mujer, se presentó esa mañana en el antiguo caserón. Cuantos recuerdos
gratos y tristes le llegaron a su mente al cruzar el umbral de aquella puerta.
Era una mujer encantadora, dulce, cariñosa y
de un inmenso corazón. Había y estaba, enamorada de
José. Era su primer amor y desde
jovencita lo veneraba como a un ídolo. Era consciente que él se aprovechaba de
esa circunstancia. Aquel hombre le había humillado, maltratado y despreciado siempre,
aún así, lo adoraba con toda las fuerzas de su ser. Cuando salió a recibirla
ella se abalanzó sobre sus brazos. Él permanecía sorprendido, no conocía, o no
recordaba nada de esa mujer. No sabía dónde colocar sus manos. Fundida a su
cuerpo besaba su rostro con una ternura excitante. A comprobar la pasividad de
su pareja, la felicidad que su rostro reflejaba al entrar cambió radicalmente.
- ¿No te acuerdas de las amigas?
José estaba sorprendido y aunque no sabía de
quien se trataba se disculpó, tomó su mano y con una delicadeza que estremeció
el cuerpo de aquella mujer depositó sus labios en su mano.
- El trabajo me tiene tan ocupado que hasta
he perdido el recuerdo de mis amigos.
La conversación se animó entre los dos. Carolina
sentía como todo su ser se encogía y la felicidad inundaba hasta el último
rincón de su cuerpo. La forma como le hablaba, los detalles exquisitos de su
gran amor la desconcertaron. ¿Sería verdad lo que la gente comentaba de José?
Pronto comprendió que estaban en lo cierto al decir que ese José no era el de
antes. Rieron y conversaron por espacio de unos cincuenta minutos y como tenía
que visitar los viñedos le invitó a cabalgar junto a él mientras realizaba la
visita a los terrenos. Cuantos recuerdos le llegaron al entrar en las
caballerizas, cruzó en numerosas ocasiones su mirada con la de él y pudo
comprobar como la sonrisa estaba siempre a flor de piel de aquel nuevo José.
Al regresar a casa se extrañó del
interrogatorio al que le sometió su tío. Aquello le chocó en exceso, pero no
hizo preguntas, contestó a todas. Las respuestas revelaban la posición
económica inmejorable de su sobrino y cuñada. Carolina, ante la actitud de sus
tíos decidió desde ese momento averiguar que tramaban. Una tarde estando en el
salón tomando el té de las cinco, la puerta de la biblioteca estaba abierta,
pudo escuchar la conversación que mantenían sus tíos.
- ¿Has conseguido sacarle algo a Carolina?
No espero respuesta y de inmediato añadió.
- No me explico que tras incendiar los
campos, hayan podido levantar cabeza. Tenemos que averiguar quien les esta
apoyando económicamente. La maquinaria que han comprado les esta permitiendo
recuperarse. Les llueven los pedidos y nos están ganando terreno con una
rapidez impensable. Le quitamos la madre y sus caldos son superiores a los
nuestros. Le robamos la mansión y han hecho del antiguo caserón un hogar que
mejora en mucho al anterior
- Mi querido hermano.
Replicó, al tiempo que preguntaba.
- Nos hemos equivocado al intentar sonsacar
información de José. Michel adora a Carolina y con toda seguridad de haber
entrado por él la hubiéramos conseguido nuestro propósito. Debemos cambiar
nuestra estrategia y concertar una cita entre Michel y Carolina. Es urgente
averiguar los puntos débiles y atacarles por ahí. De lo contrario todos los
esfuerzos de estos últimos años los tiraremos por la borda.
Carolina estaba perpleja ante lo que estaba
escuchando. Le estaban utilizando para atacar a la persona que más adoraba en
este mundo. Sintió tal rabia en su interior que sin pensarlo dos veces
telefoneó a José y quedó en verse esa misma noche. Había algo muy importante
que no se podía contar por teléfono.
José con la ayuda de Bernard averiguó más
sobre aquella mujer. No recordaba nada y temía herir sus sentimientos.
Llegó en su automóvil y tras recogerlo se
perdieron en un encantador club a las afueras de Bordeaux. Lo que Carolina le
contaba parecía increíble, con razón Bernard le aseguraba que esa mujer estaba
enamorada de él. De lo contrario jamás se habría decidido a traicionar a su
familia. Pudo comprobar su honradez. Sintió su mirada, su expresión y adoración
por él, por ello se propuso comportarse con ella como acostumbraba a obrar. Con
la máxima honradez posible. Aunque le resultara difícil y amargo para ella.
Pero en ningún momento iba a aprovecharse de esa situación, que aunque
ventajosa podría herir los sentimientos de alguien. En concreto de esa mujer
que les estaba ayudando. Le confesó que admiraba su valentía, su calidad humana
y al tiempo, que con sus manos abarcaba sus mejillas, le comentó.
- Mi querida amiga. Espero que lo que te
voy a decir no rompa nuestra amistad. Hoy sé que tengo una amiga incondicional
a mi lado, pero has de saber que mi corazón no sé dónde lo tengo, pero no esta
contigo.
Dejó un espacio de tiempo en absoluto
silencio. No pasaron muchos segundos cuando le comenzó a hablar de Michel.
Aquel hombre le adoraba y ella estaba haciendo con él, tal vez, lo mismo que él
estaba haciendo con ella. Carolina se fundió en un prolongado abrazo. Valoró su
sinceridad y honradez confesando que se sentía orgullosa de poder compartir
su amistad con él.
Con la primera claridad del día entraban en
el antiguo caserón. Ella se había pasado de bando, no deseaba volver junto a
sus familiares directos, le habían defraudado hasta límites insospechados. Al
entrar en la casa se cruzaron con Michel. El joven sintió como todo su cuerpo
se aflojaba y una felicidad, que solo se podía sentir, inundó su ser. Ver ante
él al amor de su vida le dejó desarmado. Pero cuando se aproximó y se abrazó a
su cuello pensó que las piernas no le responderían. José con discreción dejó a
la pareja a solas y se metió en las cocinas para reponer fuerzas.
El abandono de su sobrina atenazó más si
cabe a sus tíos. Estaban que saltaban y ese nerviosismo rompió la cuerda por el
lugar más flojo. Cuando recriminaron, por una tontería, a los fieles siervos
que quemaron los viñedos por orden suya, dos de ellos hartos de la actitud de
sus jefes saltaron y denunciaron en gendarmería lo ocurrido. Aquello ocasionó
un gran escándalo pero aunque las cosas se estaban clarificando la situación de
Marie y su hijo estaba llegando a límites delicados. Los bancos comenzaban a
presionarles los intereses del préstamo solicitado para adquirir la maquinaria
necesaria no los podían cubrir. Cuando más ahogado estaba llegó el milagro. Los
primeros ingresos provenientes de Valencia, de la Ciudad del Deporte, le
permitió calmar a los bancos y abonar las nominas de sus empleados a los que
les debía varios meses. La primera dificultad grave la salvó satisfactoriamente
pero era consciente que el juicio y las posibles indemnizaciones tardarían
meses, sino años. Aunque los pedidos aumentaban de forma increíble no podía
atenderlos por falta de espacio y medios. Solicitar nuevos prestamos, estaba
fuera de toda posibilidad. Bernard llegó a pedir a Marie que vendiera la Ciudad de los Deportes de
Valencia y con ese dinero hacer frente a las necesidades del momento hasta que
la justicia finalizase su investigación. Pero se negó en rotundo, prefería
perder todo antes que vender lo que les había salvado de la ruina.
La justicia comenzó a moverse, pero Marie
sabía que aquel camino sería largo y duro. Ahora se alegraba de haber tomado la
decisión de emplear sus reservas, para atender una situación como la que estaba
pasando, en la construcción de la ciudad del deporte. Pues había salvado en ese
momento critico su holding.
Michel confiaba cada vez más en José y
especialmente desde que Carolina parecía que le hacía algo más de caso. Aún
así, no quiso desvelar su secreto y aunque metía la materia prima en los
barriles con la madre original no se lo comunicó a nadie. Con los ingresos de
los pedidos comenzaron a reconstruir los campos junto al Garona. Asegurando
poco a poco el abastecimiento de sus bodegas.
Los tíos de José se estaban viendo cada vez
más agobiados. Hacía unos meses que parecía que tenían todo controlado y ahora
todo se les iba por la borda. Consiguieron la información necesaria para de
nuevo acudir a la trampa y la violencia para perjudicar a su cuñada y evitar
que los hundiera como lo estaba haciendo.
Personalmente se presentaron en uno de los
almacenes de Marie, donde tenían preparada la más importante remesa de pedidos,
instalaron varias cargas de explosivos en sitios estratégicos e hicieron saltar
por los aires miles y miles de botellas vendidas y cobradas en parte. Aquello
volvería a crear verdaderos problemas a sus familiares.
Estaban reunidos en el salón del caserón con
el semblante serio por la situación. Nunca habían visto a José, desde su
retorno, tan abatido. Bernard volvió a proponer la idea de vender la ciudad de
los deportes, era la única posibilidad para salvar esa situación tan delicada.
Pero de nuevo Marie se negó.
Michel se había integrado en aquella
familia. Había conseguido los favores de Carolina permitiéndo ser el hombre
más feliz de la tierra. La actitud de su jefe era la de un auténtico amigo.
Esos meses conviviendo casi a diario le despejaron de cualquier duda que
pudiera tener, estaba claro por quien se inclinaba. Sin pensárselo dos veces
quiso dar una pequeña esperanza al grupo y confesó la razón por la que los
caldos de la bodega antigua superaban a las de sus tíos. Les explicó como, tras
escuchar las intenciones que tenían, consiguió transportar con ayuda de unos
amigos todos los toneles con la madre a las bodegas del caserón. Pero no solo
se contento con revelar su maniobra para el cambio de toneles, se decidió a
contarles el secreto que su padre le confió antes de morir.
- Papá me aseguró que durante la guerra
mundial se tapiaron varias bodegas y me relataba historias de cuando era
pequeño y jugueteaba con sus amigos recorriendo las bodegas del caserón.
Aseguró recordar al menos tres plantas donde se almacenaban millones de
botellas y en la actualidad existía una, siendo está, según noticias, la más
pequeña.
Carolina permanecía expectante ante la
confesión de Michel y al finalizar su relató se lanzó a sus brazos, sintiéndose
el hombre mejor recompensado del mundo por una acción. Se levantaron, casi al
unísono de sus sillas, bajaron y dedicaron el resto de la noche en busca de esa
posibilidad. Cuando comenzaba a despuntar el sol localizaron la pared que se
había levantado. Con unos picos la derribaron y ante sus sorprendidos ojos,
pudieron comprobar una inmensa bodega. La recorrieron y pudieron respirar
tranquilos, el abastecimiento estaba asegurado al menos durante dos años. Pero
no quedó ahí, unas escaleras que descendían comunicaba con otra de dimensiones
aún mayores. No podían dar crédito a la suerte. El abastecimiento a los
clientes estaba asegurado, el imperio se había salvado y podrían devolverle la
pelota a sus rencorosos familiares. Pero José ante la sorpresa de todos comentó
que no merecía la pena perder el tiempo con esas personas. Las energías se
debían guardar para luchar por lo que tenían. Por recuperar lo más pronto
posible los campos del Garona.
El trabajo en los viñedos fue agotador.
Todos se volcaron en conseguir que esas tierras que eran la materia prima del
holding volvieran a la productividad de unos años atrás. Realizaron horas
extraordinarias sin esperar compensación alguna. Todos estaban en deuda con su
nuevo jefe y su comportamiento. No fue labor de unos días, pero con paciencia y
constancia consiguieron volver a poner a flote aquellos interminables campos
del cultivo de la vid. Cuando las vacas gordas regresaron aquella familia se
acordó de todos los que arrimaron el hombro.
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