miércoles, 27 de junio de 2012

EL PRIMER AMOR-PARTE III-CAPITULO V- EL DESENLACE


      - CAPITULO V -

                                      - EL  DESENLACE -

   A la semana del trágico accidente, permanecían en la localidad la familia Revaud al completo junto a  José, Rita y Jorge. El resto regresaron a sus ocupaciones, pero el teléfono no dejó de sonar para informarse de la evolución de las accidentadas.
   El reloj de la sala de reanimación marcaba las nueve horas de esa espléndida mañana del incipiente verano. En intensivos, Silvia y Linda, pendiente de ellas, José. Caterine se acercó al hotel para darse una ducha, cambiarse de ropa y adecentarse un poco para relevarle y que él pudiera hacer lo mismo. Cuando Linda recobró el conocimiento. De inmediato avisó al médico de guardia de la circunstancia al tiempo que se ponía junto a ella y comenzaba a preguntarle. El doctor comprobó todos los aparatos al tiempo que animaba a José a no dejar de dialogar con la paciente. Mientras conversaba, sin poder evitar su profesión, fue leyendo lo que aquellos instrumentos médicos indicaban. La piel se le heló, aquellos aparatos no mostraban ningún signo alentador, por ello retiró su mirada y se dedicó de lleno a su primer amor.
   - José. ¿Sabes una cosa? Hay algo que no te he perdonado.
   - ¿A que te refieres? Mi vida.
   Linda sonrió y, no sin esfuerzo, le confesó que lamentaba que hubiese sido tan caballero aquel año en el restaurante del camping, cuando el alcohol había hecho mella en su cuerpo y no aceptara su petición. También se arrepentía por no proponérselo de nuevo aquella noche, cuando el efecto del alcohol desapareció. Su caballerosidad, su elegancia, su cariño y su amor lograron que deseara con todas sus fuerzas entregarse a él, pero no se lo propuso precisamente por respeto a su persona. De hacerlo quien sufriría las consecuencias posteriormente habría sido él.
   Linda continuó confesándose. Luego, cuando volvieron a encontrarse, lo deseaba como nunca había deseado a ningún hombre, pero entonces quien se oponía era su maravillosa y encantadora esposa. Silvia había sido una amiga tan generosa que el solo pensar en traicionarle le atormentaba. Le siguió descubriendo todas sus inquietudes e intimidades que por respeto a él y a su esposa nunca se había atrevido a confesarle, pero ahora intuía que se iba.
   - Tú sabes que esa sensación ya la tuve en esa semana critica, pero ahora es mucho más real. Le doy gracias al Señor por haberme permitido poder conversar contigo antes de abandonar este mundo. La v...
   Iba a continuar pero la presencia de su hija Caterine le interrumpió, deseaba saludarle y rogar que se abrazara a ella. Estaban las dos fundidas cuando expiró.
   - ¡Mama! ¡Mama!. José. Ha muerto.
   El médico de guardia y José acudieron de inmediato. Pero no había, ya, nada que hacer. Caterine se abrazó a José y rompió a llorar. Salieron de intensivos abrazados y tratando de consolarse uno al otro. En la sala de espera se encontraba su tía y su hermana con su esposo. Les comunicaron la noticia y mientras Rita abrazaba a su hermano y trataba de animarlo, Bety y Jorge se abrazaron a Caterine. Estaban todos tratando de animarse cuando avisaron con urgencia a José, Silvia se iba por momentos. Trataron de sacarle de esa nueva crisis pero tras más de quince minutos tratando de reanimarle. Todo esfuerzo fue inútil. Silvia había fallecido justo a los treinta minutos de haberlo hecho Linda. José cayó inconsciente a suelo, no pudo soportarlo, las dos mujeres de su vida se fueron para siempre. Le atendieron de inmediato aplicándole pruebas de todo tipo. Sus constantes vitales eran las correctas. El estado actual era consecuencia de un desmayo emocional. El médico salió a la sala de espera y expuso a los presentes lo sucedido. Caterine suplicó entrar a verlo, sus ojos estaban bañados en lágrimas. Su madre, Silvia y ahora José. En toda su vida no recordaba un día como aquel. Ni en los peores momentos de la enfermedad de su madre, ni los días de hambre y frío que pasaban al abrigo de unos periódicos. Sabía que tenía que controlarse, de lo contrario con toda seguridad no le dejarían pasar para estar junto a él. Cerró los ojos apretó fuertemente los puños y se concentró en conseguir lo que deseaba. No se consumieron ni dos minutos cuando su control era total, con una serenidad que asombró a todos sus conocidos se dirigió de nuevo al doctor y al comprobar la tranquilidad y el dominio de aquella mujer accedió a su deseo. Ahí, sobre el lecho se encontraba la razón de su existencia, inconsciente, pero tan atractivo y encantador como siempre. Le tomó la mano y con una dulzura increíble comenzó a hablarle. Pasaron más de doce horas, y ella seguía a su lado hablando como si él le estuviese respondiendo. En varias ocasiones entraron para que saliese a tomar algo, a descansar, o simplemente airearse, pero se negó en rotundo. Allí seguía sentada junto a su lecho, acariciando su mano con una suavidad increíble y hablando sin parar. Ya de madrugada José abrió los ojos y pronunció su nombre. Caterine se lanzó a sus brazos y lo besaba mientras llamaba a la enfermera. La sanitaria le alentó a continuar conversando mientras iba a buscar al doctor. Así lo hizo y su corazón por fin pudo funcionar sin sobresaltos, él le contestaba y ella lo animaba.
   - Te necesito más que al aire. José no me dejes. Ahora te necesito más que nunca.
   Trató de incorporarse pero Caterine le rogó esperar al doctor. Por fin tras unos minutos se presentó. Ahora el interrogatorio lo llevaba el facultativo. José había vuelto de aquel estado de inconsciencia, pero cuanto trataron de incorporarlo y que se pusiera de pie, las piernas no le respondieron.
   - ¿Le ha sucedido esto otras veces?
   Preguntó el doctor. Entonces José le contó la enfermedad que padecía, el parkinson se adueñaba a marchas forzadas de su cuerpo en los últimos meses y, ya se había quedado bloqueado el día del accidente. Caterine estaba presente en la conversación y sintió un helado escalofrío por todo su cuerpo. Lo ignoraba por completo y aquella noticia no podía llegar en peor momento. Pero ni ella misma se explicaba como se pudo contener y no exteriorizar ni la mínima expresión. No era momento de flaquear no quería separarse de él y aguantó el tipo como pudo.
   En la sala de espera aguardaba el resto de la familia. Tanto Jorge como Rita habían entrado a verlo y mantenían informado al resto. Por fin vieron salir a los dos de la sala de reanimación. José iba en silla de ruedas conducido por Caterine. Junto a ellos el doctor. Paso a los presentes a su despacho para explicarles el problema del enfermo.
   Cuando el facultativo les aseguró que con toda seguridad José no dejaría la silla de ruedas, las muestras de dolor y sorpresa se sucedieron. Bety abrazaba a su esposo, trataba de consolarlo, al tiempo que rogaban al Señor que tuviera un poco de misericordia con ellos. Había sido un día demasiado trágico como para soportar más sorpresas.
   José, Rita, junto con Caterine fueron al hotel a descansar, mientras que Jorge, Bety y Brisite se quedaron en el hospital para solucionar trámites. El traslado de los cadáveres a New Ville, completar el papeleo de los seguros y demás asuntos burocráticos. José habló con anterioridad con las hijas y hermana de Linda y se pusieron de acuerdo para enterrarlas a las dos juntas en aquella linda localidad al pie de los Alpes.
   El gerente del hotel, avisó al cocinero, era cerca de las tres de la madrugada, pero debían preparar algo para José y Caterine. No pusieron el menor impedimento y el personal del hotel se comportó maravillosamente. Prepararon unos caldos, un poco de carne asada, algo de fruta y lo subieron a la habitación. Aunque no tenían hambre, comieron lo servido. En primer lugar era necesario que sus cuerpos consiguieran alguna caloría y por otro lado después del comportamiento del personal del hotel no era cosa de hacerles un feo. Las calorías de los alimentos ingeridos repusieron sus cuerpos. Caterine ayudó a Rita a cambiar y bañar a José para que se acostara y descansara un poco. Pudo comprobar el cariño y la ternura que Caterine ponía en cada gesto de ayuda. Se acordaba cuando él cambiaba a Linda para dar las clases de recuperación en el agua y sus ojos se humedecieron. Al verlo se abrazó y lo besaba con tanta dulzura que llegó a emocionarle. Cuando se separaron Rita se estrechó a Caterine agradeciéndole su dedicación y cariño a su hermano. No pensaba salir de la habitación, llegó a asegurarle. Se sentaría en uno de los sillones para quedarse, junto a él, el resto de la noche. Discutieron amigablemente y por fin Rita salió regresando al hospital, por sí hacía falta su ayuda.
   Aproximó un sillón, colocándolo junto a la cama, tomó su mano con las suyas y contemplaba a su bienhechor llena de felicidad y amor. José le rogó, le suplicó la necesidad dormir, pero ante la negativa levantó la sabana y la colcha de su cama, ofreciéndole una parte del lecho para acostarse a su lado. No lo pensó dos segundos se descalzó, se despojó del vestido y en ropa interior se acopló junto a él. Abrazada a su espalda le sorprendió el sueño a los pocos minutos.
   Al despertar constató, envuelta por una aureola de felicidad, continuar en la misma posición. Él de espalda y ella abrazada a su cuerpo. No había dormido mucho, pero no recordaba un descanso tan agradable como aquel. Cuando José abandonó el mundo de los sueños se giró hacia su compañera y sin pronunciar palabra se abrazaron. Permanecieron en esa posición, por espacio de varios minutos, hasta la llegada de Rita llamando a la puerta. El permiso correspondiente para entrar y con la ayuda de Caterine vestirlo para bajar juntos a desayunar.
   En el comedor se encontraron con el resto. El papeleo y los trámites estaban resueltos y se disponían a reponer fuerzas. Avisaron a la familia para reunirse en New Ville. Esa misma mañana partían los coches fúnebres hacia la bella localidad. Desayunaron. Recogieron el equipaje lo acoplaron en los maleteros y mientras Jorge, José y Caterine, portándolo en la silla se acercaron a la recepción del hotel para liquidar la cuenta, el resto se dirigieron a por los coches. Dejaron una importante cantidad para los empleados del hotel, agradeciendo de corazón todas las atenciones hacia él y su familia.
   En los coches fueron al hospital para salir tras la comitiva hacia New Ville. Caterine rogó a su hermana conducir su coche, ella quería ir con José. Así pues Bety y Brisite montaron en el coche de Caterine, Jorge fue en el suyo, mientras Caterine y José lo hicieron conducidos por Juan.
   Mantuvieron una larga conversación, recordaron momentos difíciles y lloraron juntos la perdida de sus dos seres queridos. José le confesó su deseo de no dejar New Ville. Estaba decidido a instalarse allí y pasar el resto de su vida en su casa junto al lago. Mostró su preocupación, consciente que sus hijos no lo iban a consentir y eso le tenía en tensión. Con esa dulzura característica le confesó.
   - Me gustaría atenderte, cuidarte y ofrecerte todo el cariño que le diste a mama. Tengo una deuda contigo que haga lo que haga nunca podré pagártela.
   Caterine se expresaba con estas palabras mientras se acurrucaba en su pecho y se abrazaba llena de admiración y amor hacia aquel hombre. Con la sonrisa a flor de piel acariciaba con suma delicadeza sus cabellos suaves y brillantes hasta dejar su palma de la mano mimando su rostro. Se miraron. Ella aproximó sus labios. Ofreciéndole él, la mejilla a aquellos sensuales y cálidos labios. Abrazada fuertemente a su cuerpo meditaba su decisión. Se dejaría las presentaciones y se dedicaría exclusivamente al diseño. Esa labor la podía hacer perfectamente en casa y dedicaría todo su tiempo a esa persona que llenaba su vida.   








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