- CAPITULO V -
- EL DESENLACE -
A la semana del trágico accidente, permanecían en la localidad la
familia Revaud al completo junto a José,
Rita y Jorge. El resto regresaron a sus ocupaciones, pero el teléfono no dejó
de sonar para informarse de la evolución de las accidentadas.
El reloj de la sala de reanimación marcaba las nueve horas de esa
espléndida mañana del incipiente verano. En intensivos, Silvia y Linda,
pendiente de ellas, José. Caterine se acercó al hotel para darse una ducha,
cambiarse de ropa y adecentarse un poco para relevarle y que él pudiera hacer
lo mismo. Cuando Linda recobró el conocimiento. De inmediato avisó al médico de
guardia de la circunstancia al tiempo que se ponía junto a ella y comenzaba a
preguntarle. El doctor comprobó todos los aparatos al tiempo que animaba a José
a no dejar de dialogar con la paciente. Mientras conversaba, sin poder evitar
su profesión, fue leyendo lo que aquellos instrumentos médicos indicaban. La
piel se le heló, aquellos aparatos no mostraban ningún signo alentador, por
ello retiró su mirada y se dedicó de lleno a su primer amor.
- José. ¿Sabes una cosa? Hay algo que no te he perdonado.
- ¿A que te refieres? Mi vida.
Linda sonrió y, no sin esfuerzo, le confesó que lamentaba que hubiese
sido tan caballero aquel año en el restaurante del camping, cuando el alcohol
había hecho mella en su cuerpo y no aceptara su petición. También se arrepentía
por no proponérselo de nuevo aquella noche, cuando el efecto del alcohol
desapareció. Su caballerosidad, su elegancia, su cariño y su amor lograron que
deseara con todas sus fuerzas entregarse a él, pero no se lo propuso
precisamente por respeto a su persona. De hacerlo quien sufriría las
consecuencias posteriormente habría sido él.
Linda continuó confesándose. Luego, cuando volvieron a encontrarse, lo
deseaba como nunca había deseado a ningún hombre, pero entonces quien se oponía
era su maravillosa y encantadora esposa. Silvia había sido una amiga tan generosa
que el solo pensar en traicionarle le atormentaba. Le siguió descubriendo todas
sus inquietudes e intimidades que por respeto a él y a su esposa nunca se había
atrevido a confesarle, pero ahora intuía que se iba.
- Tú sabes que esa sensación ya la tuve en esa semana critica, pero
ahora es mucho más real. Le doy gracias al Señor por haberme permitido poder
conversar contigo antes de abandonar este mundo. La v...
Iba a continuar pero la presencia de su hija Caterine le interrumpió,
deseaba saludarle y rogar que se abrazara a ella. Estaban las dos fundidas
cuando expiró.
- ¡Mama! ¡Mama!. José. Ha muerto.
El médico de guardia y José acudieron de inmediato. Pero no había, ya,
nada que hacer. Caterine se abrazó a José y rompió a llorar. Salieron de
intensivos abrazados y tratando de consolarse uno al otro. En la sala de espera
se encontraba su tía y su hermana con su esposo. Les comunicaron la noticia y
mientras Rita abrazaba a su hermano y trataba de animarlo, Bety y Jorge se
abrazaron a Caterine. Estaban todos tratando de animarse cuando avisaron con
urgencia a José, Silvia se iba por momentos. Trataron de sacarle de esa nueva
crisis pero tras más de quince minutos tratando de reanimarle. Todo esfuerzo
fue inútil. Silvia había fallecido justo a los treinta minutos de haberlo hecho
Linda. José cayó inconsciente a suelo, no pudo soportarlo, las dos mujeres de
su vida se fueron para siempre. Le atendieron de inmediato aplicándole pruebas
de todo tipo. Sus constantes vitales eran las correctas. El estado actual era
consecuencia de un desmayo emocional. El médico salió a la sala de espera y
expuso a los presentes lo sucedido. Caterine suplicó entrar a verlo, sus ojos
estaban bañados en lágrimas. Su madre, Silvia y ahora José. En toda su vida no
recordaba un día como aquel. Ni en los peores momentos de la enfermedad de su
madre, ni los días de hambre y frío que pasaban al abrigo de unos periódicos.
Sabía que tenía que controlarse, de lo contrario con toda seguridad no le
dejarían pasar para estar junto a él. Cerró los ojos apretó fuertemente los
puños y se concentró en conseguir lo que deseaba. No se consumieron ni dos
minutos cuando su control era total, con una serenidad que asombró a todos sus
conocidos se dirigió de nuevo al doctor y al comprobar la tranquilidad y el
dominio de aquella mujer accedió a su deseo. Ahí, sobre el lecho se encontraba
la razón de su existencia, inconsciente, pero tan atractivo y encantador como
siempre. Le tomó la mano y con una dulzura increíble comenzó a hablarle. Pasaron
más de doce horas, y ella seguía a su lado hablando como si él le estuviese
respondiendo. En varias ocasiones entraron para que saliese a tomar algo, a
descansar, o simplemente airearse, pero se negó en rotundo. Allí seguía sentada
junto a su lecho, acariciando su mano con una suavidad increíble y hablando sin
parar. Ya de madrugada José abrió los ojos y pronunció su nombre. Caterine se
lanzó a sus brazos y lo besaba mientras llamaba a la enfermera. La sanitaria le
alentó a continuar conversando mientras iba a buscar al doctor. Así lo hizo y
su corazón por fin pudo funcionar sin sobresaltos, él le contestaba y ella lo
animaba.
- Te necesito más que al aire. José no me dejes. Ahora te necesito más
que nunca.
Trató de incorporarse pero Caterine le rogó esperar al doctor. Por fin
tras unos minutos se presentó. Ahora el interrogatorio lo llevaba el
facultativo. José había vuelto de aquel estado de inconsciencia, pero cuanto
trataron de incorporarlo y que se pusiera de pie, las piernas no le
respondieron.
- ¿Le ha sucedido esto otras
veces?
Preguntó el doctor. Entonces José le contó la enfermedad que padecía, el
parkinson se adueñaba a marchas forzadas de su cuerpo en los últimos meses y,
ya se había quedado bloqueado el día del accidente. Caterine estaba presente en
la conversación y sintió un helado escalofrío por todo su cuerpo. Lo ignoraba
por completo y aquella noticia no podía llegar en peor momento. Pero ni ella
misma se explicaba como se pudo contener y no exteriorizar ni la mínima
expresión. No era momento de flaquear no quería separarse de él y aguantó el
tipo como pudo.
En la sala de espera aguardaba el resto de la familia. Tanto Jorge como
Rita habían entrado a verlo y mantenían informado al resto. Por fin vieron
salir a los dos de la sala de reanimación. José iba en silla de ruedas
conducido por Caterine. Junto a ellos el doctor. Paso a los presentes a su
despacho para explicarles el problema del enfermo.
Cuando el facultativo les aseguró que con toda seguridad José no dejaría
la silla de ruedas, las muestras de dolor y sorpresa se sucedieron. Bety
abrazaba a su esposo, trataba de consolarlo, al tiempo que rogaban al Señor que
tuviera un poco de misericordia con ellos. Había sido un día demasiado trágico
como para soportar más sorpresas.
José, Rita, junto con Caterine fueron al hotel a descansar, mientras que
Jorge, Bety y Brisite se quedaron en el hospital para solucionar trámites. El
traslado de los cadáveres a New Ville, completar el papeleo de los seguros y
demás asuntos burocráticos. José habló con anterioridad con las hijas y hermana
de Linda y se pusieron de acuerdo para enterrarlas a las dos juntas en aquella
linda localidad al pie de los Alpes.
El gerente del hotel, avisó al cocinero, era cerca de las tres de la
madrugada, pero debían preparar algo para José y Caterine. No pusieron el menor
impedimento y el personal del hotel se comportó maravillosamente. Prepararon
unos caldos, un poco de carne asada, algo de fruta y lo subieron a la
habitación. Aunque no tenían hambre, comieron lo servido. En primer lugar era
necesario que sus cuerpos consiguieran alguna caloría y por otro lado después
del comportamiento del personal del hotel no era cosa de hacerles un feo. Las
calorías de los alimentos ingeridos repusieron sus cuerpos. Caterine ayudó a
Rita a cambiar y bañar a José para que se acostara y descansara un poco. Pudo
comprobar el cariño y la ternura que Caterine ponía en cada gesto de ayuda. Se
acordaba cuando él cambiaba a Linda para dar las clases de recuperación en el
agua y sus ojos se humedecieron. Al verlo se abrazó y lo besaba con tanta
dulzura que llegó a emocionarle. Cuando se separaron Rita se estrechó a
Caterine agradeciéndole su dedicación y cariño a su hermano. No pensaba salir
de la habitación, llegó a asegurarle. Se sentaría en uno de los sillones para
quedarse, junto a él, el resto de la noche. Discutieron amigablemente y por fin
Rita salió regresando al hospital, por sí hacía falta su ayuda.
Aproximó un sillón, colocándolo junto a la cama, tomó su mano con las
suyas y contemplaba a su bienhechor llena de felicidad y amor. José le rogó, le
suplicó la necesidad dormir, pero ante la negativa levantó la sabana y la
colcha de su cama, ofreciéndole una parte del lecho para acostarse a su lado.
No lo pensó dos segundos se descalzó, se despojó del vestido y en ropa interior
se acopló junto a él. Abrazada a su espalda le sorprendió el sueño a los pocos
minutos.
Al despertar constató, envuelta por una aureola de felicidad, continuar
en la misma posición. Él de espalda y ella abrazada a su cuerpo. No había
dormido mucho, pero no recordaba un descanso tan agradable como aquel. Cuando
José abandonó el mundo de los sueños se giró hacia su compañera y sin
pronunciar palabra se abrazaron. Permanecieron en esa posición, por espacio de
varios minutos, hasta la llegada de Rita llamando a la puerta. El permiso
correspondiente para entrar y con la ayuda de Caterine vestirlo para bajar
juntos a desayunar.
En el comedor se encontraron con el resto. El papeleo y los trámites
estaban resueltos y se disponían a reponer fuerzas. Avisaron a la familia para
reunirse en New Ville. Esa misma mañana partían los coches fúnebres hacia la
bella localidad. Desayunaron. Recogieron el equipaje lo acoplaron en los
maleteros y mientras Jorge, José y Caterine, portándolo en la silla se
acercaron a la recepción del hotel para liquidar la cuenta, el resto se
dirigieron a por los coches. Dejaron una importante cantidad para los empleados
del hotel, agradeciendo de corazón todas las atenciones hacia él y su familia.
En los coches fueron al hospital para salir tras la comitiva hacia New
Ville. Caterine rogó a su hermana conducir su coche, ella quería ir con José.
Así pues Bety y Brisite montaron en el coche de Caterine, Jorge fue en el suyo,
mientras Caterine y José lo hicieron conducidos por Juan.
Mantuvieron una larga conversación, recordaron momentos difíciles y
lloraron juntos la perdida de sus dos seres queridos. José le confesó su deseo
de no dejar New Ville. Estaba decidido a instalarse allí y pasar el resto de su
vida en su casa junto al lago. Mostró su preocupación, consciente que sus hijos
no lo iban a consentir y eso le tenía en tensión. Con esa dulzura
característica le confesó.
- Me gustaría atenderte, cuidarte y ofrecerte todo el cariño que le
diste a mama. Tengo una deuda contigo que haga lo que haga nunca podré
pagártela.
Caterine se expresaba con estas palabras mientras se acurrucaba en su
pecho y se abrazaba llena de admiración y amor hacia aquel hombre. Con la
sonrisa a flor de piel acariciaba con suma delicadeza sus cabellos suaves y
brillantes hasta dejar su palma de la mano mimando su rostro. Se miraron. Ella
aproximó sus labios. Ofreciéndole él, la mejilla a aquellos sensuales y cálidos
labios. Abrazada fuertemente a su cuerpo meditaba su decisión. Se dejaría las
presentaciones y se dedicaría exclusivamente al diseño. Esa labor la podía
hacer perfectamente en casa y dedicaría todo su tiempo a esa persona que
llenaba su vida.
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