viernes, 13 de abril de 2012

EL PRIMER AMOR -2ª PARTE CAPITULO IV-EL TRASLADO

- CAPÍTULO CUARTO.

- EL TRASLADO.

Cuando tía y sobrina se personaron para iniciar su jornada laboral se encontraron con la sorpresa. Su primera misión. Trasladarse a París con Linda en un avión privado contratado por José. Instalarían a mamá en el hospital y ellas se podrían a trabajar codo a codo con el equipo contratado. No se podía esperar más. La nueva empresa se ponía en funcionamiento.

Una nueva casa de modas. "Modas Revaud" abría sus puertas. Parte del equipo llevaba las gestiones bastante avanzadas en la capital.

Lo primero fue instalar a Linda. Aquello parecía un hotel de cinco estrellas y al traspasar el umbral de la entrada se quedaron mirando a José. En sus rostros se reflejaban el asombro y admiración hacía aquel personaje e incrédulas ante los últimos acontecimientos vividos. Al cruzar sus miradas, toda la gratitud hacia ese hombre, se reflejaba en ellas.

Hospitalizada Linda, subieron al coche y se aproximaron a los pisos alquilados por la empresa, cercanos al hotel donde se alojaba él. Unos dúplex con despachos y talleres para el diseño en una planta y la vivienda en la otra. Caterine y Brisite se instalaron en uno de ellos y de inmediato se pusieron a trabajar. José se despidió hasta la hora de la cena y fue a su hotel, donde pudo asearse, descansar un poco y ponerse en contacto con su familia.

Aquella primera semana fue muy dura, estuvo entre la vida y la muerte en varias ocasiones y solo las inmensas ganas de vivir, al contemplar a su hija y hermana en tan buen estado, le mantuvo con vida. José iba y venía de París a New Ville para montar el negocio y al mismo tiempo, “visitar a su esposa”.

Al llegar el sábado, con anterioridad llamó a Silvia para reunirse en Lyón y de ahí partir juntos a París. Le contó lo sucedido por tanto cuando le preguntaran por su corazón saber que contestar.

Le chocó todo aquel tinglado montado. Su marido era una persona que iba siempre directa al grano y en esta ocasión lo rebuscó mucho. Pero su fe ciega en él, dio como buena la estrategia montada.

Al presentar a su esposa, sobrina y tía, quedaron maravilladas. “Que elegancia. “Que gusto más refinado”. Fueron los pensamientos rondando en sus cabezas al conocerle. De una altísima posición, de una cultura elevada y de una sencillez admirable. Se alegraron de verle repuesta y en tan buen estado de salud.

El día lo pasaron juntos y pudieron convivir, conversar y conocerse un poco más. El salón de modas iba perfilándose y muchos de los consejos de Brisite fueron aceptados por el consejo delegado de la empresa Revaud.

Esa mañana se acercaron a la clínica para visitar como todos los días a Linda recibiendo una grata noticia. Los médicos consiguieron controlar la perdida de defensas y la paciente comenzaba a admitir algunos alimentos líquidos. Su estado era crítico, pero las esperanzas eran ahora mucho mayores que a lo largo de esa semana.

José solía sentarse junto a Linda, mientras ella le tendía la mano y con la otra empleando casi toda la fuerza que le quedaba acariciaba la de aquel milagroso hombre. Se alegró de conocer a su esposa y también le sorprendió gratamente su sencillez.

Ya conseguía seguir una conversación, siempre y cuando no fuera muy prolongada. Con frecuencia se quedaba dormida, pero sin soltar la mano de José. A Silvia le chocó ver a su esposo de la mano de aquella paciente y se enternecía al mirarle y verle feliz de poder ayudar a esa buena amiga. En las veces que sus miradas se cruzaron, el cariño, el afecto y la ternura de la pareja iban reflejados. Los asuntos en España iban a las mil maravillas. Sus hermanos se habían hecho cargo de todo y aunque estaba de vacaciones no había ni un solo día que no se interesara por la marcha del negocio familiar.

Silvia le comentó que sus hijos estaban algo enfadados con él por haberlos abandonado cuando más tiempo disponía para atenderlos. Pero ella le defendió a capa y espada y ahora al ver la maravillosa obra de caridad se sentía orgullosa de ser su esposa. En una de las ocasiones que Linda mantuvo una pequeña conversación con Silvia le confesó sentir celos de ella por tener aquel marido tan maravilloso. Sonrió y aseguró a la paciente ser muy dichosa por haberse casado con aquel hombre. El aspecto aunque cadavérico de Linda mejoró notablemente en esa semana.

Los médicos y José mantuvieron una larga entrevista. Ya iba siendo hora de realizar algún tipo de ejercicio, por parte de la paciente. Aconsejaron que comenzara a realizar algún tipo de movimiento. José, cuya especialidad era la de recuperar enfermos con problemas de movilidad acordó con el equipo medico iniciar ejercicios suaves en la piscina y se comprometió personalmente a realizarlos diariamente.

Fueron unos días encantadores. Silvia, aunque de otra manera, pasó un fin de semana en París maravilloso. Pero al llegar el lunes regresó a casa con sus hijos.

Los diseños presentados por Caterine y Brisite encantaron al equipo directivo y junto con los de otros diseñadores se dispusieron a preparar la presentación de la firma Revaud en París.

Ese lunes Brisite pasaría el día con Linda, mientras Caterine se desplazó en compañía del matrimonio al aeropuerto. Silvia cogía el vuelo a la capital española mientras la joven y José volaban a Lyón por asuntos de la nueva empresa. Le invitó a comer en un restaurante, pero le confesó su deseo de ir al apartamento y prepararle la comida. Así pues pusieron el coche en dirección a casa.

Nada más cerrar la puerta le ayudó a quitarse la chaqueta, luego personalmente le deshizo el nudo de la corbata. Sus ojos miraban fijamente a su amigo. Se notaba la chispeante mirada de una enamorada. Se dio cuenta. Le detuvo con delicadeza, con dulzura, muy característico en él. Impidiéndole continuar.

- Ve y cámbiate.

Comentó a la vez que se aproximaba al mueble bar para servirse una copa.

- ¿Te preparo una?

Tras la confirmación sirvió dos.

Caterine se había enamorado locamente de aquel hombre y sentía como el afecto y cariño hacia él aumentaban por segundos. Se sentía enormemente feliz a su lado. El solo roce de sus manos alteraba todo su cuerpo. Había ganado peso y las sesiones de peluquería, masaje y gimnasio mejoraron considerablemente su ya escultural figura. Hacía ejercicios físicos todos los días y su cuerpo adquiría la consistencia y dureza propia de una joven de su edad. Salió de la habitación con una blusa blanca bordada de una suavidad y transparencia escandalosas. Solo se había abotonado el botón del centro, dejando al descubierto su diminuta ropa intima y permitiendo airear aquellos redondos y firmes senos. Quedó impresionado. Cerró por unos instantes los ojos y pensó estar viendo a Linda entrando en su tienda aquel lejano verano. Se alteró, pero pronto consiguió controlarse. Sentados en los sillones del salón conversaron sobre asuntos de trabajo y como no de mamá. Caterine se pasó un poco con la bebida, pero especialmente al no haber comido nada desde la noche anterior. La cabeza se le fue y sus mecanismos de defensa fueron desapareciendo. Comenzó a expresar a José todo el cariño reprimido hasta el momento. En uno de los gestos, ella se había sentado sobre las piernas y abrazaba a su amigo mientras aquellos embriagadores pechos se perdían en su cara. Se daba cuenta que su parte animal comenzaba a reaccionar, su organismo comenzaba a alterarse y era consciente que Caterine también lo estaba percibiendo. Con el cariño que tanto había entusiasmado a la joven comentó.

- Mi pequeña, tengo tres hijos mayores que tú. Como hombre me atraes. Creo que está más que demostrado. Pero pienso que ese cariño y afecto que sientes por mi lo estas confundiendo con el amor entre parejas, o incluso simplemente con el sexo.

Entonces le alivió su corazón. Lo deseaba como hasta la fecha no había deseado a un hombre. Cuando pronunció esas palabras. Retiró a la joven de sus piernas, se puso de pie y tomando su cara, con las dos manos, comenzó a lanzarle un discurso que más bien parecía el de un padre a una hija, que el de un posible amante.

Los razonamientos y explicaciones de uno y de otro duraron hasta percibir sus pituitarias el olor a chamuscado. La comida se les había quemado. Sonrieron, ella se abrazó a él y trató de besarlo. Él posó sus labios en su mejilla e intentó calmar aquella pasión. Por fin, se puso algo más serio.

- Has conocido a Silvia. ¿Piensas que ella se merece que yo le sea infiel?

Esas palabras frenaron a la joven. Sintió vergüenza por su comportamiento. Se abrazó y al tranquilizarse, sacó unas latas, queso, mantequilla y otros alimentos de la nevera y prepararon entre los dos la comida.

Por la tarde sentados juntos en el sofá del salón comenzaron a plantearse los proyectos de la empresa de modas. Caterine le comentó que la firma Pierre Valery pertenecía a su padre y muchos modelos presentados por esa firma fueron diseñados años atrás por mamá. Durante la conversación se enteró que los modelos los registró Linda en su día. De inmediato cogió el teléfono y comenzó a contactar con los profesionales de la moda y con sus abogados para tratar de averiguar que posibilidades legales había para devolverle al señor Pierre el pago, con la misma moneda.

Cuando la tarde iba perdiendo su nombre regresaron a París y desde el aeropuerto se acercaron al hospital para que Brisite se pudiera duchar y relajarse un poco. A Linda le tocaba su primer baño. Así pues entre hija y amigo le llevaron a la piscina. Caterine ayudó a ponerse el bañador y luego salió, con su madre en la silla de ruedas, a la pileta. Allí le estaba aguardando José dispuesto a iniciar la primera sesión.

Linda cogida de los brazos de José comenzaba a dar sus primeros pasos en el agua, con alguna dificultad para mantener el equilibrio. Fueron varios ejercicios sencillos y de poca duración. Pero Linda termino cansada de aquel esfuerzo físico al que le sometía su amigo. Pero se sentía por otro lado enormemente contenta y feliz de haberse podido mantener aunque fuera por espacio de unos segundos ella sola de pie en la piscina.

Al terminar la sesión de trabajo y mientras su hija le vestía, comentó.

- Tengo la sensación, como si conociera esa mirada. Como si la hubiera visto anteriormente.

Se refería a José.

- Creo haberla visto, pero no recuerdo donde ni cuando.

El trabajo llegó a ocupar el tiempo de las dos mujeres y una de las tardes que le tocaba piscina, no se presentaron. Allí se encontró José solo ante aquella difícil situación. Ni corta ni perezosa dirigiéndose a su amigo le dijo.

- José ayúdame. No tengo el menor reparo en que me desnudes y me pongas el bañador.

Temblaba mientras iba quitándole la ropa. Su corazón latía con mayor rapidez. Cuando el cuerpo desnudo de cintura para arriba se encontró con su mirada, se estremeció. Aquellos pechos tersos suaves, redondos y cálidos que recordaba, eran en esos momentos dos bolsitas de té, además escurridas. Eran piel prácticamente. Sintió un dolor muy fuerte en su corazón, no podía dar crédito a sus ojos. Le costó rehacerse, pero con un gran esfuerzo lo consiguió. Linda no apartaba la mirada de su amigo, sabía que lo estaba pasando mal. Pero ella también se sentía algo violenta. Le desnudó completamente y le puso el bañador. No podría olvidar en su vida aquel cuerpo desnudo y el mal trago pasado.

- Doy asco. ¿Verdad?

Fueron las palabras que le sorprendieron. Se había quedado inmóvil. No sabía como reaccionar. Por fin se abrazó a ella mientras decía.

- Después de Silvia eres la persona que más aprecio en este mundo. No me preguntes porque, no sabría que contestarte, pero has de saber que eres maravillosa. Sigue con esas ganas de vivir y conseguiremos vencer a la enfermedad.

Sus ojos estaban bañados en lágrimas, cuando lograron verse entre las turbias miradas, se sorprendieron al comprobar como su pareja estaba en las mismas circunstancias. Se abrazaron y lloraron hasta desahogar toda esa tensión acumulada.

La clase se realizó con normalidad y al finalizar, José le ayudó a ducharse y vestirse. Cuando estaban preparados para regresar al hospital, Brisite llegó corriendo como una desesperada. Estuvo trabajando y olvidó la hora.

- ¿Da tiempo a bañarse o esperamos a mañana?

Cuando se enteró que José le había asistido para vestirse y desvestirse se quedó sorprendida. Los miró. ¡Han llorado! Exclamó en su interior, sin poder contener ese primer impulso se abalanzó sobre José y lo besó con verdadera ternura y cariño. Aquella persona no podía ser nada más que un ángel enviado del cielo. No le entraba en la cabeza que un ser de este planeta y más con la posición social realizara algo como aquello.

Ya en el hospital se les unió Caterine. Venía insultante de felicidad, había ideado una serie de modelos de los que ella misma estaba impresionada, pero su alegría fue superándose cuando el equipo consejero los aplaudió y admitieron para la colección de invierno. Linda percibió como su hija miraba a aquel hombre. Todos lo admiraban pero su pequeña lo hacía de una forma especial, sospechando, no sin razón, que sentía algo más que gratitud y admiración por él. Lo cierto es que no le disgustó. No le importaba la diferencia de edad. Aquel hombre sería maravilloso para cualquier mujer. Pero luego se entristeció. Era casado y tenía una mujer encantadora y por lo que pudo observar ambos se querían con verdadera pasión. En un momento, cuando no se encontraban en la habitación ni José ni Brisite, le comentó lo observado. Estaba en lo cierto, pero no podía evitar pensar en aquel hombre sin asociarlo a poseerlo y poderle ofrecer todo su ser. Conversaron largamente y Caterine le confesó el incidente en el apartamento.

- Es un auténtico caballero.

Comentó Linda cuando su hija le terminó de relatar la comida realizada en casa.

Los días pasaban y la salud de Linda iba cada vez a más. Lo estaba pasando muy mal, pero al ver el resultado, merecía la pena tanto sufrimiento. Su cuerpo iba adquiriendo carne, su pelo comenzaba a crecerle de nuevo y se encontraba con fuerzas para incorporarse y sentarse. Andaba ya sin problemas en el agua. Fuera de ella aún le costaba mantenerse en pie por sí sola.

Por fin llegó el día de regreso a New Ville. Linda debía ir a París un fin de semana al mes para los pertinentes controles y seguir estrictamente el tratamiento aconsejado por el equipo médico.

Cuando las tres entraron en el apartamento se abrazaron y lloraron hasta que no tuvieron fuerzas para más. Linda aún iba en silla de ruedas, pero avanzaba a pasos agigantados.

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