Al presentarse en la Fundación , la gente no
podía dar crédito a su liberación. Se armó un gran alboroto, y pronto, toda la
ciudad era consciente de la iniciativa tomada por la guerrilla. No tardaron en
presentarse los cónsules de España y Francia, así como la máxima autoridad
política de la ciudad. Y. ¿Cómo no? La presencia del comandante en jefe de las
fuerzas gubernamentales hacía acto de presencia en los salones de la Fundación. José
convocó una rueda de prensa. Las televisiones de varios países permanecían
expectantes y no menos los medios radiofónicos y de prensa. Pero no quiso
comunicar nada sin reunirse con Chang. Lo hicieron en el despacho de dirección.
La conversación fue fluida y en algunos momentos algo tensa. Chang tiró mano
del teléfono en varias ocasiones y por fin tras duras negociaciones optaron por
realizarla, aunque le pusieron algunas condiciones. José las sopesó viéndose
obligado a aceptar, pero como contrapartida logró el desplazamiento, del primer
ministro, a la localidad de la
Fundación esa misma tarde para reunirse y discutir el plan de
paz. Salieron conversando amigablemente y con el semblante sonriente. Debían
dar muestras de serenidad, pero sobre todo de credibilidad. Las cámaras
fotográficas se disparaban. La televisión captaba los primeros planos de los
rostros de los conferenciantes. Los comentaristas relataban la relajación en
los rostros y el talante jovial de los personajes. Pero no se aventuraron a
adelantar acontecimientos. Al tomar posesión en los asientos el silencio se
rompía por el clic de las cámaras. José comenzó a relatar con bastante realidad
lo sucedido. Omitió parte de su discurso pensado para la parte dura de la
guerrilla con el propósito de convencerles de su imparcialidad. Pero esos
apartados los pactó con el primer ministro a condición de su presencia para
negociar esa misma tarde. Su habilidad natural consiguió reflejar la buena
voluntad de la guerrilla para conseguir la paz en la zona. Pero mostró la
firmeza de las fuerzas gubernamentales. Petición expresa del primer ministro.
Fue una rueda de prensa dura. Se desenvolvía mucho mejor sin ocultar datos,
pero gracias a los grandes esfuerzos de concentración, realizados a lo largo de
cerca de noventa minutos, salió airoso dejando satisfechos a todos. Finalizada
la rueda de prensa, a los pocos minutos, en la calle comenzó a organizarse una
manifestación espontánea, en apoyo de aquel personaje y a su plan de paz para
la región. Hubo vítores para la guerrilla y las fuerzas del orden comenzaron a
tomar posiciones. Chang advirtió a su amigo su temor de finalizar sea manifestación por cauces
violentos nada favorecedores a su propuesta de paz. Pudiendo crear heridas de
difícil curación. Sin pensarlo dos veces, salió a la calle, a su derecha iba
Caterine, a su izquierda su amigo, quien desoyendo los consejos de sus asesores
le apoyó para tratar de orientar aquella incipiente manifestación. Estaba
orgulloso de su amigo Chang, se estaba jugando mucho, incluso la vida. En un
vehículo descapotable y provisto de megafonía alentaba a la gente a
manifestarse pacíficamente. Sin proclamas sin signos, y en silencio. La gente
aceptó de inmediato la propuesta de aquel hombre. Hubo momentos de tensión como
consecuencia de algún grupo extremista, pero el Señor estaba de parte de José y
el mismo pueblo les obligó a callar. El vehículo marchaba al frente de la
improvisada manifestación. El aumento del número de participantes se producía a
cada paso. La gente salía a los balcones, para inmediatamente bajar y unirse.
Estaban hartos de peleas y de abusos. Deseaban ciegamente la paz. Sabían el
valor de la misma y los problemas ocasionados en el anterior enfrentamiento. Su
nivel de vida había subido de forma espectacular en esos últimos años y en gran
parte se lo debían al personaje. Unas mil personas componían la incipiente
manifestación, pero cuando llegaron al centro de la ciudad, frente a la sede de
gobierno de la villa era difícil de determinar el número, de personas
congregadas. Alguien pronunció la palabra, Paz, y de inmediato toda la gente
comenzó a vitorearla. Cuando Chang y José se asomaron al balcón del edificio
oficial de la ciudad, la gente guardó un silencio sepulcral. Dejó pasar unos
segundos para asimilar esa paz e inició un discurso de impactó hacía los
sentimientos de los presentes. Los medios de comunicación no perdieron detalle
del acto improvisado por el pueblo y por el personaje, admirado y querido por
todos. El discurso lo finalizó con las siguientes palabras.
- Os doy las gracias, porque
el pueblo conseguirá la paz. Os ruego el
regreso a casa de la misma forma. En silencio. Mostremos al mundo con nuestro
comportamiento cual es nuestro único y último objetivo. Vivir en paz. Como os
pedí al principio no quiero aplausos. El silencio y el civismo es el mejor
homenaje para este gran pueblo.
Con un increíble silencio se
deshizo la manifestación. Los informadores estaban perplejos ante el poder de
comunicación del “Salvador”. Ese hombre volvía a sacar al pueblo de un posible
enfrentamiento. Cuando la plaza quedó vacía le temblaban las piernas. Miró a su
amigo y uniendo sus manos en un apretado saludo se congratulaba del triunfo logrado.
- Sin duda es la primera
batalla ganada al gobierno para conseguir el objetivo del plan de paz.
Le aseguró mientras se
abrazaba entusiasmado, por tener la dicha de compartir con ese hombre su
amistad. Regresaron en coche al cuartel general del ejército. Donde Chang tenía
su despacho y dentro de unas horas recibirían al primer ministro. La espera se
hizo larga al no tener a Caterine a su lado. Ella y Neus optaron por regresar a
la Fundación
y pasar la tarde hasta su regreso.
Un helicóptero del ejército
aterrizó en el patio interior del cuartel. Chang aguardaba a pie del aparato a
la segunda autoridad del país. Una compañía presentaba los honores militares a
tan alta autoridad. Tras las correspondientes presentaciones se desplazaron
conversando hasta el despacho del comandante. Ambos dirigentes permanecieron
reunidos por espacio de unas horas. José aguardaba pacientemente. Por fin un
soldado le avisó para acudir donde le esperaba su amigo y el representante del
gobierno. Los saludos y presentaciones oportunas dieron inició a una dura
negociación. José insistía en la necesidad de mostrar un gesto a los
guerrilleros. El gobierno tenía la posibilidad de demostrar al pueblo su
intención de terminar de una vez por todas con la inestabilidad. Y que mejor
muestra, liberando a los guerrilleros detenidos. Pero pronto se dio cuenta de
no ser negociable, al menos por el momento, ese tema. Expuso los problemas de
abusos existentes en la región, siendo uno de los detonantes para conseguir la
guerrilla el apoyo popular. La negociación fue enormemente dura. José empleó
sus dotes de negociador para progresar, pero no estaba por la labor de ceder en
nada.
Cuando se despidieron tan solo
consiguió la promesa de investigar las irregularidades comentadas y transmitir al gobierno las inquietudes y los
planteamientos del plan de paz. Mientras regresaba a la Fundación para reunirse
con Caterine los ánimos los tenía por los suelos. Convencer de nuevo a la otra
parte para mantener la serenidad y no romper la tregua, no iba a ser fácil. No
le había dando armas para planteárselas como contrapartida a sus cesiones. La
guerrilla prometió parar toda acción hasta ver el resultado de las
negociaciones con el gobierno. Y ahora solo les podía ofrecer la buena voluntad
del primer ministro en investigar esas irregularidades y la promesa de una
nueva reunión en la capital la próxima semana. Tal vez esa esperanza de una
nueva reunión le permitiría un pequeño margen de maniobra para detener
cualquier acción perjudicial o irreversible para la aplicación del plan de paz.
Cuando Caterine vio a su
esposo se lanzó como una chiquilla a sus brazos. Pero cuando pudo ver su rostro
se entristeció. Lo intuyó de inmediato. Las negociaciones no fueron como
esperaba y deseaba su marido. Se abrazó con toda su ternura, besándole con
verdadero afecto y cariño, evitando todo sentimiento de pasión. Consciente del
estado de ánimo de su esposo. Por eso, se limitó a estar junto a él. Intuía lo
sucedido y, por tanto, lo mejor era no preguntar. José le miró. Sonrió. Tenía
una mujer maravillosa y le conocía a las mil maravillas. Se abrazó y decidieron
irse a un restaurante a cenar. Fue ella quien eligió el local. Tranquilo,
alejado del centro de la ciudad, y ambientado con música de un piano controlado
por unas expertas manos encargadas de deleitar a los comensales con melodías
del momento. A cada cruce de mirada con la de su esposa, la dulzura de su
rostro, el cariño brotando de su sonrisa le fueron levantando el ánimo, hasta
tal punto de olvidar por completo los problemas del día.
Durante la sobremesa, se
levantó, tomó la mano de Caterine y le invitó a bailar en la pequeña pista
cercana al piano. El baile no era precisamente una de las actividades
preferidas. Pero sin duda su esposo deseaba compensar su delicadeza al no
preguntarle nada sobre lo ocurrido en esa reunión, a pesar de ser una mujer muy
curiosa. Y embriagada de amor y pasión por él le susurro al oído.
- Te quiero cada segundo más.
Se iniciaban los primeros pasos
de baile. Se deslizaba por la pista sintiendo su calor, su fragancia, la
dulzura de su voz acariciando su oído. Le estrecho fuertemente entre sus brazos
mientras comentaba
- El compartir mi vida contigo
estos últimos meses ha supuesto una de las etapas más maravillosas y deliciosas
de mi vida. Te quiero.
Ella se abrazaba con más fuerza
a su cuerpo. Una sensación placentera recorría su silueta desde los pies a la
cabeza. Adoraba a ese hombre como a nada ni a nadie había querido en su vida.
Atento hasta el mínimo detalle, capaz de captar cualquier necesidad pero sobre
todo su capacidad de perdón con todo el mundo. Esa incapacidad de su esposo de
odiar era algo que le cautivaba de forma especial. Abrazada a él hasta tal
punto de resultar difícil determinar donde se iniciaba un cuerpo y donde
acababa el otro. A su cerebro le llegaron ondas de otros tiempos. Recordaba a
ese desconocido en aquella sala del hospital. No tuvo el menor reparo en
conversar con ella. Era la primera vez que no se sentía rechazada desde hacía
mucho tiempo. La cortesía y educación cuando le hablaba. Abrazada a él sonrió.
En esos momentos le vino a su mente el enfrentamiento con los empleados del
hotel pretendiendo echarle. No recordaba otro momento de su vida tan enfadado
como aquel. “Dios”. Como adoro a este hombre. Fue una velada encantadora. Los
recuerdos inundaban su mente y se sentía enormemente feliz. No permanecieron
mucho tiempo, debían regresar al hotel y descansar. Al día siguiente debía
viajar a la población donde Caterine y Neus fueron retenidas para exponer a la
otra parte la conversación y los pequeños avances conseguidos con el primer
ministro.
No iban a poder estar juntos,
pues se pasaría el día reunido con los diferentes grupos. Conversaron y se
convencieron mutuamente sobre la conveniencia de viajar solo. Optó por coger el
avión para evitar excesivas horas fuera de su compañía. Les hubiera gustado
viajar juntos pero las circunstancias en soso momentos mandaban Resignándose
ambos con lo más conveniente.
El hermano de Chang le
esperaba en el aeropuerto. Se saludaron y José fue sincero con su amigo. No se
había avanzado casi nada, pero mostró su interés para conseguir apoyó al menos,
hasta la siguiente reunión.
Ese día fue de los más duros
en su larga vida. Le costó convencer algunos componentes, tenían toda la razón.
Habían cedido en mucho y la parte gubernamental en nada. Pero gracias al
hermano de Chang consiguió mantener las cosas en calma hasta su nueva reunión
con el primer ministro.
Quedaban cinco días y era
necesario presentar pruebas patentes, a la parte gubernamental, que de no mover
fichas los perjuicios en cuanto a popularidad en aquella importante región
disminuirían considerablemente. Contactó con una empresa para realizar un
estudio en tres días y reflejar en papeles todo lo sentido por las gentes de
aquella nación. No podía presentarse sin algo para hacerles reflexionar al
menos y buscar la posibilidad de ceder
en algo con rapidez. Cada día transcurrido el tren de la paz iba pasando y no
quedaban muchos vagones. Regresó a casa agotado, pero contento. Con la
excepción de una de las facciones de la organización revolucionaria, el resto
aceptaron sus propuestas. Pero la batalla estaba ahora en el otro bando. Si el
gobierno no se movía el otro grupo no tendría paciencia.
En el aeropuerto le esperaban
Neus y Caterine. Habían pensado ir a cenar a un lugar tranquilo. Pero antes le
acompañaron hasta el cuartel general de ejército. No había tiempo y la parte
gubernamental debía y tenía la obligación de reaccionar.
La conversación con Chang duró
un par de horas. José insistía.
- Precisamente de tiempo,
andamos escasos.
Debían moverse con rapidez,
pero al mismo tiempo midiendo los pasos dados.
- Estamos en un campo minado.
Hay que salir pronto de él, pero sabiendo muy bien donde pisamos.
Añadió cuando se despedía de
su amigo y regresaba junto a sus compañeras para relajarse y llenar sus
hambrientos cuerpos. De nuevo fue una velada encantadora. Aunque a José no le
agradaba mucho trasnochar reconoció a sus compañeras la necesidad de esas dos
últimas noches de tranquilidad. De no haber contado con ellas con toda
seguridad habría explotado. Aquella situación era excesivamente tensa como para
aguantar sin un pequeño relax. Decidieron regresar andando. Las dos cogidas de
su mano paseaban orgullosas por el paseo principal de la ciudad. La felicidad
de esos momentos compensaba todos los sudores de ese día.
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