martes, 18 de diciembre de 2012

EL PRIMER AMOR-TERCERA PARTE-CAPITULO XX-EL EMBARAZO




                                   -  EL EMBARAZO -

   El jet de la familia aterrizaba sin novedad en el aeropuerto de Lyón. Al descender del aparato no podían creer tanta intimidad. Por fin caminarían por las calles sin problemas. El chofer los esperaba. Se hizo cargo del equipaje mientras subían al vehículo y recostados en los asientos de atrás sonreían satisfechos de poder volver a casa, a la intimidad, a la tranquilidad cotidiana.
   En la puerta del jardín, la familia al completo les sorprendió. Por lo visto la tranquilidad y la intimidad deberían esperar. La fiesta estaba montada. Todos se sentían satisfechos de volver a tener entre ellos al jefe de la familia. Rieron, bailaron, conversaron en armonía hasta altas horas de esa madrugada. Luego, poco a poco, la familia se fue recogiendo en sus hoteles y la pareja, por fin, se quedó sola. 
   Eran las cinco de la madrugada cuando Caterine ponía en marcha la bañera con hidromasaje. Juntos y abrazados se quedaron por espacio de unos treinta minutos dejándose querer por las chispeantes burbujas de la bañera. Sus labios se unieron en repetidas ocasiones. En sus miradas, en su expresión se escribía la frase tan deseada. “Por fin solos”.  Se envolvieron en las toallas y casi si llegarse a secar sus cuerpos se dejaron caer en la cama iniciándose una apasionada y loca sesión de compartir sensaciones y deseos.
   - Sabes, no te lo he dicho, pero no he puesto ningún impedimento para no quedarme embarazada. Deseo locamente un hijo.
   José sonrió, no estaba bien volver a ser padre. Siempre le había expresado a su mujer que con su edad, el pequeño ó la pequeña sería quien verdaderamente lo pagaría. Un padre tan mayor no les suele gustar a los niños. Pero aceptó la pequeña trampa tendida por su compañera. Tal vez no prosperara nada, pues con su edad las posibilidades de un embarazo eran escasas.
   Esa mañana se quedó en su laboratorio, llevaba investigando sobre unas nuevas prótesis que revolucionarían el mundo de la ortopedia. Especialmente mejoraría notablemente la calidad de vida de cualquier tipo de amputación. Confiando ciegamente en conseguir la misma movilidad de una persona sin esa carencia. Estaba trabajando en el despacho cuando entró sigilosamente su mujer y tras besarle se despidió. Iba a ver a su tía Brisite para ponerse un poco al día y darle unos días de vacaciones. Su esposo tenía familia para aburrirse, pero a ella solo le quedaba su tía y su hermana. La situación de la firma Revaud eran inmejorables. Las ventas y las promociones iban en aumento cada mes. Las dos empresarias se metieron en el despacho y permanecieron horas contrastando información y planificando los siguientes meses. No llegaron a salir ni para comer y ya entrada la noche, Caterine, se despidió de Brisite deseándole unas felices y merecidías vacaciones. Le instó para tomarse más tiempo pero si bien le vendría bien esa semana para relajarse un poco, más tiempo no lo podría soportar. Su pasión era la moda y deseaba volver de nuevo a trabajar.
   Cuando Caterine entró en casa los aullidos y ladridos de varios perros le llamaron la atención, al preguntar al servicio le respondieron. “Cosa del Señor”. Sonrió, sin duda su querido esposo iría a probar sus descubrimientos con algún perro callejero. Al entrar en el cobertizo donde estaba ubicado el laboratorio lo encontró ocupado con un perro con las piernas traseras amputadas por un tren. Ya no se oía al animal, la anestesia comenzaba a causar su efecto. Se disponía a intervenirlo para aplicar las prótesis fabricadas cuando Caterine se puso ropa esterilizada y entró en el pequeño quirófano. Al cruzar sus miradas sonrieron, con un gesto se ofreció a su esposo para ayudarle. A lo pocos segundos ya le estaba pidiendo cosas.
   Transcurridas dos horas salían del quirófano, mientras el animal permanecía adormilado en la mesa de operaciones. Se metieron en la ducha, salieron envueltos con los albornoces y avisó a un joven médico, vecino y colaborador en sus investigaciones. Dejó las instrucciones necesarias y se marchó con su mujer para vestirse y bajar a cenar.
   Se encontraban en la sobremesa, cuando Joel, llegó todo alterado. Estaba rebosante de felicidad. El animal se había levantado y caminaba con naturalidad. El experimento había logrado su objetivo, pero se aconsejaba tener paciencia. Era la primera prueba, con éxito, con un ser vivo y la prudencia dictaba comprobarlo varias veces, pero sobre todo, era imprescindible, observar la evolución del animal. Caterine invitó al joven médico a acompañarles a tomar café y compartir unos minutos de distensión y tranquilidad.
   El trabajo los tenía ocupados casi todo el día, pero siempre a la hora de la cena se encontraban, charlaban sobre la marcha de ese día y luego se acostaban temprano, pues a José le encantaba madrugar. Era precisamente con las primeras horas de la mañana cuando mejor y más inspirado se encontraba.
   Brisite regresó de sus vacaciones y Caterine tuvo más tiempo para estar junto a su esposo. Al mes de su llegada, José fue invitado a París a un curso sobre técnicas quirúrgicas y de rehabilitación. Se lo ofrecieron en numerosas ocasiones y siempre las desestimó, pues deseaba estar junto a su mujer. Pero precisamente esa semana ella viajaba a China para la presentación de su nueva colección y como él deseaba presentar al mundo sus nuevos descubrimientos aceptó, aprovechando la ausencia de su esposa.
   Invitó a los médicos de La Fundación en Corea y a los de las Ciudades del deporte de España, regentadas por su familia. Quedarían impresionados les llegó a comunicar. Y eso dicho por el propio José era algo fuera de lo normal.
   Los organizadores se vieron desbordados por la demanda de facultativos a la conferencia, viéndose obligados a cambiar a una sede con mayor capacidad. Conscientes de no impartir ningún curso José desde hacía años. Iba a ser la primera, tras el intento de varias sociedades de conseguir la participación del famoso doctor, en más de diez años. La inscripción al curso se cerró una semana antes de finalizar el nuevo plazo, tras la ampliación de la sede. Constaba de cuatro sesiones. La primera la daría ese viernes por la tarde. El sábado se distribuirían en dos sesiones más, en jornadas de mañana y tarde. Por ultimo la cuarta sesión se impartiría en la mañana del domingo donde pensaba exponer sus nuevos descubrimientos.
   El palacio de congresos estaba a rebosar, esa noche del viernes. Hubo gente sentada en los pasillos pues no quedaba ni una sola butaca vacía. Fue una exposición brillante, su duración estaba prevista en dos horas. Se había iniciado a las diecisiete y eran las veintitrés. La gente continuaba escuchando aquel genio de la medicina. Realizaban preguntas de todo tipo contestadas con brillantez y con simplicidad. De nuevo la organización se vio obligada a intervenir, de lo contrario la gente hubiera seguido hasta la mañana siguiente. El tiempo transcurrido, para recoger sus papeles, levantarse, saludar, volver a hacerlo y salir del local, la gente permaneció en pie aplaudiendo.
   Abandonaba la sala con sus recuerdos. No había disfrutado tanto explicando algo desde aquellos lejanos años enseñando a su hermana Rita a leer, a multiplicar, o a dividir. Se marchó a su hotel y fue directo a la cama. Ni siquiera cenó, estaba cansado por el viaje y aquella maratoniana sesión.
   A muchos kilómetros de allí el sol llevaba unas cuantas horas fuera. Caterine abrió sus ojos y se dispuso a levantase. Cuando se incorporó sintió una desagradable sensación de angustia, se precipitó al servicio y arrojó la cena de la noche anterior. Brisite compartía habitación y le atendió al instante. Tras recuperarse, decidieron hacerle una visita al médico. Le aplicaron varias pruebas de urgencia. Finalizado todo el proceso analítico y de reconocimiento el facultativo sonriente le comentó.
   - Lo suyo no es grave, aproximadamente en nueve meses desaparecerán las molestias.  
   Observó la cara de sorpresa y felicidad de la joven madre y con la sonrisa en su rostro, añadió.
   - Efectivamente señora. Va a ser madre.
   Sobrina y tía permanecieron abrazadas por espacio de varios minutos. No podía haberle dado una noticia más agradable. Comenzó a llorar como una chiquilla abrazada a su tía. Cuanto le hubiera gustado vivir ese momento junto a su esposo. Brisite le propuso telefonearle pero una noticia de esa índole no era para darla por teléfono. A su regreso lo primero sería, en privado, confesárselo. Ansiaba ese momento desde la buena nueva pero  especialmente disfrutaba al imaginarse la expresión de su marido.
   Faltaban unos días para volver a estar juntos. Planificaba, de forma distinta cada minuto. Como se lo diría, cuando y en que momento. Al salir de la consulta pasaron por una boutique de bebes y no pudo evitar la tentación de entrar, ir a la sección de bebes, y comprar algo para su futuro descendiente. La felicidad emergía de su cuerpo por cada poro de su piel. Era una mujer deslumbrante. Brisite le observaba. Estaba radiante. Físicamente era el retrato de su madre. Ahora recordaba como en muchas ocasiones su esposo se pasaba, minutos, atónito mirándole. Con toda seguridad recordaba a Linda. Había sido el primer amor de ese gran hombre y cuando se volvieron a encontrar pudo observar como se quedaba contemplando a su hermana. De la misma forma, con ese embobamiento, lo hacía últimamente con su sobrina. A Caterine nunca le observó anteriormente tan fascinante, como en esos momentos. De por sí era una mujer muy hermosa. Pero ahora, mirándole con detenimiento, se explicaba el porqué la gente, y en especial los del sexo opuesto, no podían evitar detenerse en medio de la calle para observarle. Vestía con una elegancia exquisita, pero al mismo tiempo con una sencillez envidiable. Ese aspecto lo copió de la primera mujer de su esposo. Jamás conoció a una mujer con tanta “Clase” como Silvia. Sin duda la profesión de su sobrina le permitió captar esa virtud. Cruzaron sus miradas. El rostro de Caterine expresó sorpresa al comprobar como su tía le miraba. De inmediato comprendió el gesto de su sobrina. Se detuvo y tomando las manos de su pequeña, comentó.
   - Eres idéntica a tu madre, y has captado la clase y sencillez de Silvia. Estás maravillosa. Precisamente estaba pensando en ello mientras te observaba. Tu felicidad la transmites en cada paso, en cada gesto, en cada movimiento.
   Sonrió, besó en las mejillas a su tía y prosiguieron paseando hasta el hotel.
   Ese sábado José deslumbró, aún más, si cabe, a su audiencia. Había preparado meticulosamente aquel curso. Empleó infinidad de novedades y a lo largo del día sus experimentados alumnos irrumpieron en aplauso con frecuencia. Él les suplicaba proseguir de lo contrario no terminarían ese curso intensivo en el tiempo estipulado. Pero no lo podían evitar. Se escuchaban comentarios tales como. “Es un fuera de serie”. “La academia sueca del Premio Nóbel se equivocó completamente al no concedérselo a él”. “He aprendido en dos sesiones con este hombre mas que lo logrado en toda mi carrera”. Cuando esa noche, la sesión debía haber finalizado a las veinte horas y pasaban de las veinticuatro, prometió sorprenderlos al día siguiente. La gente se quedó pasmada en sus asientos. “¿Que más podía contarles ese genio de la Naturaleza, que les pudiera sorprender más aún de lo que estaban?”. La organización trató en vano cortar la sesión. Hasta que un espontáneo subió al escenario, tomó el micrófono y dijo.
   - Estamos abusando de este hombre, se le nota cansado. Dejémosle descansar y mostrando nuestro agradecimiento mientras abandona el local.
   Comenzó a aplaudir y los presentes se pusieron en pie para acompañarle, lanzar vítores en todos los idiomas y no se movieron hasta que abandonó el recinto. En los pasillos, en las cafeterías cercanas, en los clubes próximos al palacio de congresos no se escuchaban otros comentarios que la intervención de ese científico español arraigado en Francia. Era increíble, no sólo los avances logrados en el campo de la ortopedia y la rehabilitación, sino la forma de exponer las cosas y mostrarlas con tanta sencillez que todo el mundo, incluso no siendo de la profesión, podía comprender. Las innovaciones en los métodos y forma de dar aquel curso fascinaron al más experimentado. Verdaderamente el precio de aquel curso había sido ridículo al comprobar la calidad del conferenciante.
   Antes de acostarse telefoneó a su media naranja, lo hacía todas las noches. Percibió en sus palabras que la felicidad le desbordaba. Al comentárselo, reaccionó tarde. No sabía que responder. Tras unos segundos de titubeo le aseguró que su visita era muy provechosa. Todo le rodaba muy por encima de sus previsiones. Para terminar con un cumplido. Al colgar el teléfono se lamentaba de su torpeza. Pero era inevitable expresar esos sentimientos que inundaban hasta el último rincón de su ser.
   - Tía. ¿Sabes? José ha notado algo. Ese hombre me conoce mejor que a sus propios hijos. Que difícil es ocultarle algo y sorprenderlo. Lo capta todo, incluso a través del teléfono.
   - Cariño, no te olvides que es investigador y de lo mejor del mundo. Esas personas ven a través de las paredes. Es un don especial que muy pocas personas poseen y tu marido es uno de ellos.
   Ese día era la presentación de la colección y esa enorme felicidad rodeando a la diseñadora la transmitió a sus modelos y al público presente, convirtiéndose en el mayor éxito de todos los tiempos en una presentación de colecciones de moda en ese país. Las felicitaciones, los contratos, las nuevas invitaciones para otras ciudades se presentaban en la oficina montada por la firma Revaud.
   La expectación de ese domingo en el palacio de congreso era impresionante. Con una antelación de varias horas el recinto estaba a reventar. No había sitio ni en los pasillos. Los organizadores estaban asustados. Si, por desgracia, sucedía cualquier incidente aquello podía convertirse en una verdadera catástrofe. En tiempo récord, se montaron unas grandes pantallas de televisión en unos aparcamientos cercanos y miles de sillas se instalaron ante aquella pantalla. Una gran masa de estudiantes de medicina, de las facultades parisinas, se dio cita. La habilidad de uno de los organizadores, consiguió salvar una situación crítica y de paso unos ingresos extras de gran importancia.
   La sesión se inició ante un silencio sepulcral. La presencia de varios animales en el escenario chocó a los presentes. Conforme exponía las nuevas técnicas de esas prótesis los presentes alucinaban por la sencillez y eficacia de esos descubrimientos. José miraba constantemente a su público, temía haberse quedado solo. Era tal el silencio que en varias ocasiones pensó que no tenía a nadie delante. A lo largo de cerca de cuatro horas mostró, todos los materiales y desplegó sus más sofisticados métodos para exponer con claridad y contundencia esos nuevos hallazgos. Esa masa, cercana a la decena de millar, permaneció atenta a la exposición incrédula por la capacidad de aquel sabio. Finalizada su exposición los presentes tardaron en reaccionar, no podían salir de su asombro. José se quedó en medio del escenario sorprendido. Sin saber que decir. Al fin decidió a romper aquel cortante silencio.
   - Bueno si tienen alguna pregunta o duda. Estoy para ello.
  Los aplausos desbordaban el recinto.  Le recordó su último día en Corea, cuando el pueblo le brindó aquel homenaje. Preguntas había sin lugar a dudas para pasarse una semana contestando. Pero en esta ocasión los organizadores consiguieron, por la imposibilidad de atender a todos finalizar el curso.
   En los despachos del palacio la organización agradecía al conferenciante sus inigualables lecciones. Quisieron cerrar nuevos cursos y conferencias, pero José con la cortesía que le caracterizaba les rogó que enviaran a casa las peticiones y contestaría a todas. Pero advirtió que no era muy partidario de esos cursos. El tiempo lo precisaba para dedicarlo a sus dos pasiones, su mujer y la investigación.
   Al pagarle solicitó la extensión del cheque a nombre de La Fundación. La cuantía aumentó considerablemente, conscientes que todas las previsiones económicas se superaron con creces y no era justo dejar todo ese dinero en la organización. El éxito era consecuencia del personaje y quisieron hacerle participe de esos ingresos extras. Se disculpó por no quedarse a la comida de clausura. Pero los organizadores estaban al corriente  pues antes de aceptar dar el curso lo advirtió. Les hubiera gustado tenerlo, rendirle el aplauso y homenaje de todos los presentes. Pero su mujer regresaba de Asia y quedaron en encontrarse en el aeropuerto de Lyón. Mucha gente confirmó su asistencia a esa comida por verle y aplaudirle.
   Se fue a su habitación, allí recibió la llamada de Caterine confirmándole que el avión tenía una demora de unas horas. Antes de acostarse y descansar unos minutos llamó al restaurante donde se celebraba la comida y prometió acudir a la sobremesa y rendir su agradecimiento a todas esas personas que pacientemente le soportaron los tres días.
   El semblante de los organizadores cambió por completo, no solamente era un gran científico, como persona se superaba. Al anunciarlo a los comensales irrumpieron en un estrepitoso aplauso.
   Descansó tan solo media hora, pero para él fue suficiente. Había estado en esa situación muchas veces a lo largo de su vida y era capaz de recuperarse perfectamente en tan corto espacio de descanso.
   No habían servido los postres, cuando entraba en el restaurante. De inmediato la organización salió a recibirlo y con humor y buen sentido de la oportunidad uno de los organizadores tomó el micrófono y comentó.
   - Vamos a ofrecerles el mejor postre. No se come, ni se bebe, pero escucharlo es sin duda el mejor manjar y el mayor placer que cualquier persona puede sentir. Con nosotros. El doctor Don José Carbonell.
   Los comensales, sin excepción, hasta los más ancianos que su trabajo les costó, se pusieron en pie, e irrumpieron en un prolongado aplauso. Cuando tras unos largos quince minutos la gente se sentó. El silencio se adueño del comedor. José tomó la palabra y en tono de perdón y con humildad comenzó diciendo.
   - Ante todo les ruego me disculpen, por no haber podido compartir con unas personas tan agradecidas esta comida. Mis más sinceras disculpas.   
   Prosiguió su discurso, con una humildad y sinceridad que llegó a todos los presentes. No se extendió en exceso y mostró su admiración por todos los que habían convivido con él esas tres jornadas de trabajo y dedicación a los demás. Finalizó con una de sus frases preferidas.
   - Nuestra profesión es ante todo. Entrega a los demás. El verdadero genio, el verdadero médico, no es aquel que sabe curar. Para mí es mucho más importante saber atender al enfermo en todas sus necesidades. Y sabéis también como yo que en la mayoría de los casos nuestros pacientes precisan más de nuestro cariño y comprensión que de aliviarles del dolor.
   Prosiguió con otras reflexiones que provocó en muchos de los presentes emocionarlos profundamente. Dio las gracias, elevó una copa de champagne y brindó, especialmente por esos profesionales que dedican, aunque solo sea parte de su tiempo a las personas más necesitadas y con poco recursos. Salió del local profundamente emocionado por la acogida dispensada. Regresó al hotel, hizo las maletas, le llevaron al aeropuerto y en el jet de la familia regresó a casa.






No hay comentarios: