martes, 18 de diciembre de 2012

EL PRIMER AMOR-TERCERA PARTE-CAPITULO XIX -LA PAZ


   - CAPITULO XIX  -

                                           - LA PAZ   -

   Aquel día se recordará en la historia, tal vez del país no, pero de aquella región, con toda seguridad. De nuevo la actitud del pueblo, conmovido por la valor y la entrega del “Salvador”. Dio, una vez más, a los dirigentes de ambos bandos, una gran lección.
  Al entrar el matrimonio por la puerta del hotel, anhelando caer sobre el lecho y dormir hasta la mañana siguiente, fueron abordados por parte de los dirigentes. Allí estaban esperando. Chang y su familia. El líder de los guerrilleros y una pequeña representación de su plana mayor, incluido el dirigente opositor a mantener el pacto de la guerrilla, rompiéndolo unilateralmente con ese intento de atentado. No era fácil decidir a quien atender primero. Pero siguiendo su intuición, se aproximó a la recepción del hotel y rogó la presencia del director. Fue atendido al momento. Solicitó un salón donde reunirse con todas esas personas. Invitó al grupo a entrar y con la chispa tan característica en él comentó mientras entraba detrás del grupo.
   - Todos buscamos lo mismo. La paz para este país. Así pues pongamos nuestras cartas sobre la mesa y tratemos de acercar posiciones, cediendo unos y otros para conseguir el objetivo buscado. Vivir en paz.
   Entraron en el salón con algo de reticencia, pero ninguno se atrevió a declinar la invitación de aquel personaje. Se habló con cortesía pero no faltos de tensión y de posiciones encontradas. Pero gracias a la presencia de José los planteamientos se expusieron con respeto mutuo. No intervino prácticamente en la conversación, pero su presencia actuó de moderador. Los planteamientos no tardaron en acercarse. En realidad nunca estuvieron tan lejos como en un principio se podía suponer. Pero si bien una de las partes tenía poder de decisión la otra no. Sin embargo, la parte con poder, a raíz de los sucesos de ese día, se unió mucho más y estaban dispuestos a concederle a José la paciencia necesaria para llevar las negociaciones sin prisas. Pero como él decía, paso a paso. Les comunicó su deseo de conseguir su apoyo y ayuda en el nuevo proyecto iniciado. La manifestación multitudinaria. Les pareció una magnifica idea pues si algo influía en la parte gubernamental eran los apoyos masivos del pueblo. A la postre era quien luego les votaría. José solicitó un margen de tres meses de plazo, como mínimo, para realizarla dicha. Hubo quien deseaba correr más, pero los razonamientos de José, y los primeros procesamientos por los abusos de poder en la región le dieron fuerza para mantener sus planteamientos. Se despidieron y prometieron trabajar codo a codo, para conseguir lo más pronto posible una verdadera paz. Al menos, ahora, la esperanza, era mucho mayor. Cuando Chang se disponía a partir José le rogó hacer los esfuerzos necesarios, en su viaje a la capital, para lograr sacar del gobierno algún gesto con la guerrilla.
   Por fin solos en la habitación, se dejaron caer sobre la cama y no fueron conscientes cuando cerraron sus ojos y quedaron profundamente dormidos. Sin cubrirse con las ropas de cama y completamente vestidos se quedaron a los pocos segundos en el séptimo sueño.
   Durante ese último mes el matrimonio trabajó incansablemente buscando soluciones, hablando con las autoridades y con la gente sencilla. Pero esa mañana del viernes, por fin, el gobierno daba señal de su buena voluntad y tomaba la iniciativa en el proceso de paz. Fue Chang quien le telefoneó, alborotado y lleno de satisfacción.
   - José pon si tienes a mano el canal gubernamental. El primer ministro va a dar una rueda de prensa. Estoy seguro será de tu agrado.
   Sin colgar el teléfono se aproximó al televisor y tras conectarlo pulso el botón. En ese preciso instante hacía su presencia en rueda de prensa el primer ministro, escoltado por su homólogo de defensa. La entrada la hicieron con parsimonia, con los rostros felices y seguros que, tras esa rueda de prensa, la popularidad del gobierno subiría enteros. Unas primeras palabras del primer ministro y luego cedió el micrófono a su compañero de gobierno. Con voz serena y firme aseguró el estudió por el consejo de estado del plan de paz presentado por el “Salvador” y como muestra de buena voluntad se concedía la libertad a los diez guerrilleros detenidos. De inmediato las cámaras recogían en ese mismo instante la salida de los guerrilleros de la prisión militar, donde eran abrazados por sus familiares y mostraban su satisfacción.
   A partir de ese instante José fue consciente de la posibilidad de éxito del plan de paz. Sin la mínima duda el gesto del gobierno permitiría acercar mas las posiciones, cediendo primero uno y luego los otros. Ahora la posibilidad de paz se podía palpar.
   - Gracias Chang.  
   Colgó el teléfono, se fundió en un abrazo con su esposa y mientras las muestras de cariño entre la pareja se sucedían sus ropas fueron  paulatinamente desapareciendo de sus cuerpos.
   A las pocas horas de la notificación por televisión la plana mayor de la guerrilla se reunía y aceptaba encantada el reto lanzado por el gobierno. Pero en su anuncio fueron un poco más lejos. Mientras las negociaciones se mantuvieran no se cometería ninguna acción contra el gobierno. Iniciaban una tregua asegurando mantenerla hasta finalizadas las negociaciones. De llegar a un acuerdo entregarían las armas y renunciarían a la lucha armada.
   El primer encuentro entre representantes gubernamentales y la guerrilla se fijó en la suite del hotel donde se alojaba nuestro matrimonio. Moderando la reunión “El salvador”. La situación parecía tener visos de una solución no muy lejana. Pero, un vez más, fue decepcionante. El gobierno no estaba dispuesto a negociar si no deponían las armas y aquella condición era inaceptable por parte de la guerrilla manteniéndose, los dirigentes del país, firme en esa primera premisa. La reunión duró más de dos días, pero ante la imposibilidad de avanzar. José optó por dar un margen de tres semanas para reflexionaran sobre sus posturas. Era consciente y tenía puesta su fe ciega en la  manifestación. Convencido de conseguir flexibilizar posiciones tras la misma y seguro de avanzar en las negociaciones. Estando la paz más cerca.
  Los responsables de la concentración aseguraron a José la superación más optimista. Pero cuando ese Jueves, previo al lunes señalado, se publicaron en todos los periódicos y diferentes personalidades hablaban en la radio y en la televisión sobre la actitud mantenida por el “Salvador” cuando el pacto de paz estuvo en un tris de desaparecer, unido al llamamiento a dicha manifestación organizada por él, llegaron a temer por el control de aquel acontecimiento. Se asustaron y no sin razón. La magnitud adquirida se les podía  escapar de las manos. No le agradó en exceso que su intervención, evitando el atentado, se explotara como reclamó. Pero debía aceptar la iniciativa de los demás y aunque un poco a regañadientes se resignó.
   La prensa solicitaba su presencia para entrevistarle. La radio y la televisión lo mismo. Ante la expectación mostrada por todo el mundo  convocó a los medios de comunicación a una rueda de prensa en su hotel. De nuevo uno de los salones de mayor tamaño se veía invadido por todos los profesionales de la información. Las preguntas, las admiraciones, y el ensalzamiento del personaje salieron a flote en las entrevistas mantenidas con los medios de comunicación. Habló por espacio de varios minutos pero en resumen dejó bien claro el protagonismo del pueblo. Al igual que lo fue aquel día amargo frente al restaurante. Con toda seguridad no se hubiera podido evitar una masacre de no haber sido por la gente de la calle. Y ese lunes lo iba a demostrar, de nuevo, a todo el mundo.
   Por fin llegó el día clave. Desde primeras horas de la mañana en las grandes ciudades comenzaba a ver movimiento. En los lugares de inicio la gente se iba agolpando. Poco a poco la inmensa parte de las poblaciones se concentraban en los lugares previstos. Pero, y especialmente, en la ciudad donde estaba ubicada la Fundación, la marcha pacifica tuvo que iniciarse dos horas antes. Pues la gente no tenía sitio en el lugar de concentración. Aquello era impresionante. Todos en silencio, con manos extendidas al cielo y, en sus palmas, dibujada la palabra paz o simplemente una paloma. En alguna que otra pancarta se podía leer, menos posiciones y más soluciones. Todos los medios de comunicación relataban lo vivido en las diferentes ciudades del país. Pero la manifestación presidida por José era increíble, nadie se atrevía a asegurar su número. Asombrando a las autoridades el comportamiento cívico de la población. No hubo noticias del menor altercado. Y si en algún lugar alguien intentó aprovechar la circunstancia, la masa lo acalló de inmediato. Ambos bandos no podrían ser insensibles a las demandas y exigencias del pueblo. Ahora las negociaciones avanzarían como no lo habían hecho en esos casi tres meses. Al unísono enviaban sendos comunicando cediendo en sus posturas y dispuestos a negociar sin condicionantes de ninguna clase. Todos los esfuerzos realizados por el matrimonio tenían su recompensa. Estaba claro, la paz, no se les podría escapar de las manos.
   En el corto espacio de tiempo entre ese día clave  y el pactado para la reanudación de las negociaciones. Todos los presos por motivo políticos quedaban en libertad y casi al mismo tiempo la guerrilla entregaba las armas al ejército gubernamental. Tal vez la reunión estaba de más, pero ese día estaba José en la puerta del edificio del gobierno. Casi no hubo ni que leer los documentos, ambas partes estaban dispuestas a firmar un pacto de cooperación y de investigación en los casos donde se cometieron atropellos. Al término de las conversaciones, y tras la firma del documento donde se comprometían, por fin a dejar las hostilidades e iniciar un camino de cooperación, se quedó en rendir homenaje al mediador. Aquel personaje, extranjero, que tanto contribuyó a la paz y el progreso de esa gran nación.
   A José todas esas ceremonias reconociendo sus méritos no le agradaban. Pero no podía desairarlos, después de haber aceptado su mediación y sus consejos. El pueblo estaba invitado a la ceremonia brindada por la nación al doctor Don José Carbonell.
   Esa mañana Caterine estaba radiante, consciente que aquel día no iba a ser del agrado de su esposo, pero se sentía orgullosa de su marido. Les chocó ver en una actitud romántica y de pasión a Neus y el hermano pequeño de Chang. Ahora no cabía duda la joven no regresaría con ellos.
   La gran plaza estaba abarrotada desde las primeras horas de la mañana, las cuatro grandes avenidas que morían en ella iban rellenándose de gente de forma espectacular. Aquello, no lo esperaban, pues aunque se anunció con una semana de antelación tampoco se dio mucha propaganda por expreso deseo del homenajeado. Del hotel donde estaban alojados hasta la tribuna preparada para el evento no habría más de quinientos metros pero cuando intentaron llegar hasta su destino les costo más de dos horas. Los vítores, y expresiones de afecto les obligaban a parar constantemente, protegidos por una nube de policías avanzaban a duras penas entre la multitud. En la tribuna aguardaban pacientemente el presidente de la nación con el gobierno en pleno y el líder de la guerrilla con sus consejeros. Cuando, al fin, consiguieron llegar, se aposentaron en los asientos reservados. Comenzaron los discursos para entregarle a continuación la máxima condecoración de la nación. Luego le cedieron la palabra. Fue corto en su discurso pero no se olvido de nadie a la hora de agradecer todo ese apoyo recibido. Finalizó con la siguiente frase.
   - Esta gran batalla, quien la ha ganado siempre es el que más ha sufrido. El pueblo.
   Saludo con la mano mientras la otra sacaba un gran pañuelo blanco para enjugar las lágrimas que revoltosas surcaban sus mejillas. Se abrazó a los dos líderes y les dio las gracias por su colaboración en nombre del pueblo. Luego se aproximó a su esposa y se fundieron en un prolongado y cariñoso abrazo. De allí emprendían regreso a casa. Su tripulación los esperaba en el aeropuerto. Pero de nuevo el trayecto hasta éste se hizo eterno. La gente deseaba verlo pasar y trataban de tocar sus manos.

































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