sábado, 24 de diciembre de 2011

EL PRIMER AMOR-CAPITULO 4-LOS PRIMEROS PASOS EN EL SEXO

   - CAPÍTLO CUARTO.

                           - LOS PRIMEROS PASOS EN EL SEXO -

   La primavera tocaba a su fin. Los últimos coletazos del año escolar perdían intensidad y las pruebas de ingreso esperaban a los niños españoles para dar por concluida una etapa. De la escuela de la señorita Elisa se presentaban al examen, en presencia del inspector del ministerio, Ana, Adrián, José y Pedro. Pero en la relación llegada al ministerio figuraba un nombre más. El de Rita Carbonell. Su hermano se empeñó en conseguirlo y no paró en su lucha hasta lograrlo. A pesar de no asistir a clase la pequeña no iba, ni mucho menos, en peores condiciones. José se había volcado durante el curso en ayudarle para salvar sin dificultades el examen. La propia señorita Elisa consciente de las dificultades de la pequeña para poder estudiar y conocedora de su ilusión le ayudó. No todo lo deseado pero segura de afrontar con éxito la prueba de final de etapa.
   Pero esas fechas coincidían con la faena dura en el campo. El trabajo era de sol a sol y tanto José como Rita tenían dificultades para estudiar. Allí, donde iban se llevaban los libros y durante los descansos los devoraban.
  Faltaban dos semanas y José advirtió a Elisa la imposibilidad de ir a clase, el trabajo del campo era lo primero, y si el próximo curso quería ir a la escuela no le quedaba otro remedio que estar allí esos días. Su maestra le prometió acercarse por la alquería para entregarles unos libros, donde estaban recopiladas las pruebas de ingreso de cursos anteriores.
   Esa tarde Ana se presentó en la alquería. Tenía la edad del hermano mayor de José, sus pechos comenzaban a marcarse a través de su ropa. Se había puesto una hermosa blusa y una falda que realzaban su figura. Buscaba a José, para aclarar dudas. Marta fue quien le atendió.
   - ¡Rita!
  Su presencia no se hizo esperar. Atendió el ruego de su madre para ir en busca de su hermano al campo del cementerio. Donde se encontraba trabajando con su padre y hermanos. Como le llevaría una media hora invitó a la joven a entrar en casa y le sirvió una limonada. Rita cogió la bicicleta y partió a toda velocidad para comunicarle a José la presencia de Ana. Al contárselo a su padre, entre gritos, insultos y quejas aceptó con una condición. Rita debía sustituirlo. Aceptó encantada, era capaz de hacer cualquier cosa por él. Así pues, José montó en la bicicleta para iniciar la contrarreloj hasta la alquería y reunirse con su amiga. Tras saludarse subieron al desván, lugar preferido de José, y su sala de estudios. Extendió una manta sobre las balas de paja y tumbados sacaron los libros. Le explicaba todas las dudas a su amiga. Ella le observaba encandilada. Había hecho una gran amistad con él, se sentía muy a gusto a su lado y captaba a la primera todas sus explicaciones. En un momento dado él le preguntó.
   - ¿Tienes alguna duda más?
   Se sonrojó un poco pero luego con una picara sonrisa comentó.
   - No sé cómo es un chico desnudo.
   La pregunta le dejó perplejo, en ese momento se dio cuenta que él también sentía curiosidad por el asunto, pues aunque tenía hermanas esos temas en casa era tabúes e incluso cuando eran bebes y los cambiaban no permitían al resto de los hermanos estar presente.
   - La verdad.
   Comenzó titubeando.
   - Yo tampoco se como es el cuerpo de una chica desnuda.
   Sus corazones se aceleraban por momentos habían oído comentarios de los mayores pero nunca lo habían visto. Ana tomó la iniciativa y comenzó a desabrocharse la blusa. Pronto aquellos incipientes pechos quedaron al aire. José sintió que su cuerpo se alteraba. Alargó su mano y con una dulzura exagerada tocó con la yema de sus dedos uno de los pechos de su amiga, el suspiro profundo de su compañera le asustó y retiró rápidamente la mano. Ella, sin pronunciar palabra tomó su mano y la volvió a colocar sobre el pecho. Acarició alrededor del pezón y cuando su pulgar e índice lo mimaban, Ana se dejó caer sobre la manta y se abandonó al placer producido por las caricias. Sus respiraciones eran sofocantes, sus corazones se aceleraban a ritmos insospechados. Él se tumbó junto a ella y continuó acariciando con la misma delicadeza del principio. El ruido de una puerta sorprendió aquel agradable momento, se incorporaron y ella colocándose la blusa en su sitio la abotonó rápidamente y con el libro en las manos, simularon leerlo. Cuando se dieron cuenta lo tenían del revés y como nadie hacía acto de presencia rompieron en una histérica risa liberando toda la tensión de ese momento. Transcurrieron unos segundos, retornaron de nuevo a satisfacer esas ansias infinitas por descubrir sus inquietudes. José se desabrochó el pantalón, se lo quitó y a continuación bajó sus calzoncillos hasta las rodillas. Ana miraba, aquel apéndice colgado, maravillada. Nunca se había imaginado algo así. Cuando su mano lo tocó, el susto fue monumental, aquello se hinchaba y aumentaba de tamaño. Debía ser un castigo por el pecado cometido. Él que había cerrado los ojos, pues le daba vergüenza la situación, al sentir como su compañera retiraba la mano los abrió y suplicó continuar. Pero la elevación del apéndice duró poco, pues las voces de sus hermanos y padre se escuchaban en el pórtico. Como una bala se subió los calzoncillos y se puso los pantalones. Con la respiración jadeante se pusieron a leer el libro. "OH maravilla de la Naturaleza aquello había sido el paraíso" Esos pensamientos rondaban en las cabezas de los dos chiquillos. Fue Rita quien se presentó en el desván y aproximándose a la pareja se sorprendió.
   - Estáis colorados y no podéis respirar bien.
   Se levantó enfadada, regañando a su hermano, al tiempo que abría la ventana del desván y les decía.
   - ¿Con el calor que hace, cómo no has abierto la ventana? Desde luego no me explico como podías aguantar con este calor. No me extraña que estéis sofocados.
   Se encontraba abriendo ventanales en esos momentos les daba la espalda, se miraron y con una sonrisa picara esperaron a que la recién llegada se sentara junto a ellos.
   Repasaron varios temas hasta que los llamaron a cenar. Ana, tras la insistencia de Marta, les acompañó. Aquella noche su padre no abrió la boca, no podía haber pasado nada mejor. La faena iba muy bien y los precios de la cosecha eran de los mejores de esos últimos años. El décimo estaba a punto de llegar y la mano de obra para el campo asegurada.
   Alex y Jaime se brindaron a acompañar a Ana. A los dos les había gustado la amiga de su hermano. Así pues tras el consentimiento de su padre los cuatro se fueron paseando por el camino hasta su casa. Los dos mayores se peleaban por conversar con la joven, que se asombraba por la diferencia de educación entre aquellos rudos jóvenes y su compañero de clase. Las frases groseras, las brusquedades y el elevado tono de sus voces contrastaban con la educación refinada y hasta exquisita de su amigo. Pero siguiendo su instinto femenino tonteó con los dos para observar su reacción. Él se limitó a bajar la mirada y proseguir la marcha junto a ellos. Cuando se iban a despedir les dio la mano y besó a José en la mejilla. Pretendía dar media vuelta y subirse a casa pero la voz ronca de Alex se lo impidió.
   - ¿Y a nosotros solo nos das la mano? 
   Ana, sonrío, besó aquellas sudorosas y sucias mejillas y desapareció. De vuelta a casa aseguraron que no se lavarían la cara en el resto de sus vidas.
   José caminaba junto a ellos pensativos con lo sucedido esa tarde. "Tengo que averiguar todo lo referente al sexo. No puedo permanecer pasivo ante una cosa evidente y natural, por muchos secretos que la gente mayor se lleve.” Éstos y otros pensamientos relativos a lo mismo ocupaban la mente del niño.
   Cuando Ana se metió en la cama no podía creer lo sucedido aquella tarde. Estaba entusiasmada y al igual que su amigo deseaba conocer todo lo referente al sexo.
   Las primeras averiguaciones sobre el tema fueron bastante desconsoladoras. La madre de Ana lo presentó como algo malo y pecaminoso. Los hombres vivían para aprovecharse de las mujeres y le aseguró que cuando tuviese más edad le explicaría lo que tendría que sufrir como mujer. Estaba desconcertada, su primera experiencia, había sido maravillosa. Tampoco sabía si aquello había sido sexo, pero jamás lo podría olvidar y desde luego nunca lo recordaría como una mala experiencia.
   José tuvo peor suerte. Su padre le contestó con dos blasfemias diciendo. “Eres muy pequeño para pensar en ponértela dura”.
   - Además, los niños que hacen cosas de esas se van de cabeza al infierno.
   Su madre fue menos expresiva.
   - Ya te llegará la hora y sabrás lo que hay que saber.
   Otra tarde José fue a casa de Ana, pero estuvieron controlados por su madre, que no abandonó la habitación. Cuando Ana le acompañó al portal para despedirse le preguntó sí sabía algo más sobre el tema que les inquietaba. Se quedaron iguales o peor que antes. Pero si los mayores no querían contárselo, tal vez, lo mejor sería ver esas revistas que algunos chiquillos del colegio manejaban y llevarlo a la práctica.
   Cuando a la siguiente tarde se reunieron en la alquería, Rita se apuntó a estar con ellos. Concluida su tarea podía acompañarles en el estudio sin problemas. Ana realizó un gesto de desagrado cuando se enteró, pero José le comentó que Rita era maravillosa y tal vez pudiera aclararles algo sobre el tema.
   En el desván repasaban los diferentes temas pendientes para la prueba de ingreso. Uno preguntaba a los otros y planteaban el estudio como una competición entre los tres divirtiéndose de lo lindo. Ana era la que más dificultad tenía en especial cuando trabajaban las matemáticas a pesar de tener cuatro años más que José y dos más que Rita. Pero se sentía tan animada por sus compañeros que cada día ponía mayor interés por conseguir dominar esa maldita asignatura.
   Por fin se tomaron un respiro. Fue su hermano quien preguntó.
      - ¿Sabes algo sobre el sexo?
   Rita se ruborizó por la pregunta, mientras mostraba su interés por el tema últimamente, asegurándoles en el transcurso de la conversación, que no había visto nunca a un chico desnudo. Cuando Ana aseguró que ella si, el interrogatorio sobre el asunto no se hizo esperar. El rostro de la joven se sonrojó de forma escandalosa, Rita se extrañó pero al ver a su hermano ruborizarse comenzó a sospechar. Confesaron la experiencia mantenida unos días atrás y quiso apuntarse. José sintió curiosidad por descubrir el misterio de cintura para bajo. Pues la otra tarde solo mostró la otra mitad de su cuerpo. Ana se bajó las braguitas, unas azules de volantes, y se levantó lentamente la falda. El incipiente bello del pubis quedó al descubierto y el niño se sorprendió al comprobar un pequeño culo delante. Esta vez no se atrevió a poner la mano pues estaba su hermana y eso le cortaba algo. Tampoco el espectáculo duró mucho, pues de inmediato se bajó de nuevo las faldas y se subió la prenda interior.
   - José enséñaselo a tu hermana.
   Se apresuró a decir. Él se ruborizó, pero se bajó los pantalones y los calzoncillos y de nuevo su miembro quedó al descubierto. Ana lo cogió con la mano y comentó a su amiga.
   - Mira como se hace grande y se levanta mientras se pone como una piedra. 
   Ana movió sus dedos sin querer y José dio un profundo suspiro. Ella se asustó y le preguntó si le había hecho daño.
   - Al contrario me gustaría continuar.
   Las dos niñas se sonrieron y de inmediato él se sonrojó escandalosamente para subirse los calzoncillos y los pantalones de inmediato. Rita entró en la dinámica de la curiosidad por el tema, pero por lo comentado lo peor era preguntar a los mayores.
   - Yo sé.
   Comentó, cuando la situación se calmó un poco.
   - Que  los niños se forman en la barriga de la madre y salen por el conejillo, cuando crecen lo suficiente, pues en el parto de Elena estuve presente para aprender a traer niños al mundo. Desde luego me impresionó, pero es algo maravilloso. Casi tiro la primera papilla, pero conseguí superarlo y cuando recapacité sobre lo sucedido me di cuenta que verdaderamente es milagroso. Nosotras tenemos tres orificios uno por donde c.. , otro por donde m... y el tercero por donde salen los niños.
   Bueno, por fin, comenzaban a averiguar algo sobre el asunto. Rita se sentía orgullosa por haber podido explicar algo a su inteligente hermano y se sentía tan feliz que se abrazó a los dos.
   Durante varios minutos permanecieron unidos y la felicidad inundaba sus pequeños seres.
   Al separarse reanudaron el estudio. 





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