jueves, 29 de diciembre de 2011

EL PRIMER AMOR - CAPÍTULO V EL DESAGRADABLE INCIDENTE

- CAPÍTULO QUINTO.

- EL DESAGRADABLE INCIDENTE.

Esa tarde se encontraba, parte de lafamilia, a veinte kilómetros de casa, recogiendo los campos de cebollas de unvecino. En la alquería quedaron el Coeter con dos de sus hijos. José y Rita.Uno para ayudar a su padre y la otra para preparar la comida y cena de ese día.Había sido un día agotador y una vez finalizada la faena, el Coeter, se puso ajugar una partida de cartas, mientras sus hijos desaparecieron para subir aldesván a estudiar. Había llegado Ana para repasar. El examen estaba en puertas.Les quedaba una semana.
La partida acababa de terminar. Estabaentrando la mesa y las sillas en casa, cuando se presentó Elisa con los librosde exámenes de ingreso de otros años. Ese día, la maestra venía algoprovocativa. Un corto vestido rojo permitía dejar a la vista sus esbeltas ytersas piernas, mientras un redondeado escote mostraba, en todo su esplendor,la parte superior de unos voluminosos y firmes pechos. Cuando el Coeter la vioquedó impresionado y no se cortó al decirle antes de saludarle.
- Mira que estas "buena". Putona.
Elisa no hizo caso de la grosería y preguntópor su mujer. Al no encontrarse en casa, solicitó ver a José.
Había bebido en exceso durante la partida y,no ingirió alimento alguno, por tanto sus escasos mecanismos de inhibiciónestaban anulados. Por su mente le vino la idea de tirarse a la moza y ni cortoni perezoso le invitó a acompañarle, su hijo se encontraba en el piso superiorestudiando. Estaba convencido de su marcha, en compañía de Rita y Ana, parajugar en casa de la niña.
Subía, por aquella estrecha escalera enpenumbras, en primer lugar, él detrás miraba sus muslos y su ropa interior que,por la acción de balanceo al subir las escaleras, dejaba al aire. Se excitóhasta tal punto que sin pensarlo puso el cerrojo a la puerta. Al percibir,Elisa, aquel temido sonido, se le aflojaron las piernas. Debía controlarse. Lamejor manera de dominar a un animal era no sentir miedo. Siguió subiendo aunquesu trabajo le costó, pues no encontraba fuerzas en su cuerpo. El ruido de lapuerta, alertó a los tres amigos escondiéndose de inmediato detrás de los fajosde paja para permanecer expectantes ante los acontecimientos. Elisa se alejó dela escalera y junto a una pared, de cara, preguntó sin titubear.
- ¿Dónde está tu hijo?
Aquel salvaje se había quitado la camisa ycomenzaba a desabrocharse los pantalones, acercándose a ella para replicar.
-El hijo. Te lo haré yo. Tía puta.
La joven maestra sacó fuerzas de donde creíano encontrarlas y cargándose de valor volvió a dar sensación de seguridad.
- Pero, buen hombre, no hace falta emplearla fuerza yo te ayudaré a pasar la mejor tarde de tu vida. Quítate con tranquilidadlos pantalones y prepara una manta sobre la paja.
Se quedó quieto. Frente a ella. Al observarcomo comenzaba a desabrocharse la blusa, su rostro se iluminó y prosiguióquitándose los pantalones, sin apartar la mirada de la maestra. Se había despojadode la blusa y como aquel hombre seguía vigilando sus movimientos se desabrochóel sujetador, permitiendo airear sus voluminosos y firmes pechos. Consiguiómantener la firmeza de su voz, para decirle.
- Prepara el lecho pichón mío.
Él, estaba desnudo con su miembro más tersoque un palo de escoba. Fue a por una manta y en el momento de darle la espalda,agarró una azada que había a mano y le propinó un golpe con el mango tirándoloal suelo. José salió de su escondite para tomarle la mano y acompañarle hasta una escalera de mano queunía el corral con el desván para regresar a su escondite junto a las niñas. ElCoeter se incorporó, estaba mareado por el alcohol y el golpe recibido. Nocaptó de nada de lo desarrollado a sus espaldas. Comenzó a buscarle maldiciendoy blasfemando. Elisa, consciente que descubriría a su hijo, desde el corral legritó.
- Mi amor otro día será ahora no tengotiempo. Debo partir.
Como un loco se lanzó hacia la escaleratratando de alcanzarla, pero antes de alertarle la había retirado y no le quedóotro remedio que bajar por donde subieron. Al llegar a la puerta intentóabrirla pero el cerrojo estaba puesto y la llave girada. Iba en pelotas y lospantalones estaban arriba. Jamás se oyó lanzar tales blasfemias en todo elplaneta. Cuando consiguió la llave y bajar, Elisa se encontraba lejos de laalquería.
Los niños permanecieron abrazados, muertosde pánico, no se atrevían casi ni a respirar. Por fin José salió y trató deaveriguar donde se encontraba su padre. Tras recorrer la casa, con sumo cuidadoy sigilo, le oyó roncar en su habitación. Se había tumbado a dormir laborrachera. Subió a por sus compañeras y salieron despacio y sin hacer ruido.Cuando pusieron los pies en la carretera comenzaron a correr y no pararon hastallegar al cruce de la avenida. Allí en la civilización pudieron respirar yrecuperarse. Sus corazones latían a un ritmo infernal y en sus rostros se dibujabaa la perfección el pánico vivido esa tarde. Ahora lejos del lugar del incidentey recuperado, en parte el miedo escénico Rita comenzó a llorardesconsoladamente. Ana reaccionó al instante abrazándose a su amiga tratando decalmarle. Mientras ella se desahogaba con lágrimas y lamentos.
- ¡Dios mío! Es un cerdo, un auténticoanimal. Lo odio.
Entrecortadas por el llanto y la impotenciano decía otras palabras, mientras su amiga se desvivía por tranquilizarle.
- No ha ocurrido nada gracias a Dios.Además, estaba borracho y en ese estado uno no sabe lo que hace.
Por fin logró su objetivo. Aunque no estabamuy segura de conseguirlo gracias a sus consuelos. Mas bien el llanto y susgritos liberaron la tensión. Pero lo importante se repetía mentalmente era quesu amiga estaba mejor. Se juraron no contárselo a nadie. Añadiendo un nuevo secretoa compartir.
Después de dejar a Ana en casa, abrazadosregresaron a la alquería. Comenzaba a anochecer y Rita debía tener preparada lacena. Rezaban con la esperanza de encontrar a su padre durmiendo y Dios escuchóa esos asustados chiquillos. Dormía y el resto de la familia no había llegado.José con sumo cuidado, para no despertar a su padre, puso la mesa y ayudó a suhermana a pelar patatas y cebollas. Batió huevos. Y entre los dos, cuando supadre despertó, tenían todo preparado.
- ¿La inútil de tu madre no ha vuelto aún?
Al encontrarse con la negativa. Volvió apreguntar.
- ¿Y la cena? ¿Está preparada?
Una afirmación le llevó a dar una nuevaorden.
- Yaeres una mujer y va siendo hora que aprendas a servir a los hombres. Hoy mebañaras tú.
Precisamente ese día, la petición de supadre era lo peor que le podía haber pasado. Su progenitor le daba asco,después de lo sucedido esa tarde, y ahora tenía que bañarlo. Las lágrimas lecaían por sus rojas mejillas y cuando se disponía a entrar en el cuarto debaño, su madre cruzaba el umbral de la entrada, con el resto de la familia. Elcielo se le abrió. Corrió hacia ella, le besó y le comunicó que papá leesperaba. Al verle llorar le preguntó.
- Nada mama, quería que lo bañara. Y no secomo es un hombre desnudo.
Fue la primera vez que oía blasfemar a sumadre mientras entraba en el cuarto de baño. Pero un impresionante bofetón seescuchó desde su interior mientras se oía rugir.
- Que sea la última vez que me levantas lavoz. Puta. Solo una puta tiene ese descaro. Tu obligación es atender a tumarido y no estabas. No ibas a pensar que me iba a duchar solo.
Intentó contestarle pero de nuevo seencontró con un nuevo bofetón. No se volvió a escuchar ni una sola palabra. CuandoMarta salió del cuarto de baño sus ojos estaban llorosos y su cara marcada porlas dos bofetadas propinadas por aquel salvaje. Cuando el padre se sentó a lamesa y comenzó a comer, la tropa se dispuso a devorar los alimentos preparados.
A ella no le entraba la comida, tenía talnudo en la garganta que era incapaz de ingerir alimento alguno. Se arrepentíapor no haber entrado a bañar a su padre, pues habría evitado los bofetonesrecibidos por su madre. Se sentía culpable y deseaba ponerse a fregar cuantoantes para disculparse. Tal vez si no hubiera sucedido aquel incidente esatarde no le habría importado tanto bañarle. Pero después de aquello el solomirarlo le producían nauseas. Su padre no era santo de su devoción, pero a raízde aquella tarde, le costaría mirarle a la cara. Fue una cena de las mássilenciosas que se recordaban en casa. La otra noche con Ana también lo fue,pero en esta ocasión se palpaba la tensión.
Mientras unos salían al porche a comentar lajornada y descansar antes de meterse en la cama. José atendía a los animalespara que pasaran la noche con la mayor limpieza y tranquilidad posible. Estabaen la cuadra realizando la faena cuando su padre entró y le comunicó que, comotenía ese dichoso examen, podía ir a clase esa mañana, pues el trabajo estabamuy adelantado
- Cumpliendo con tus obligaciones diariasbastará.
Terminó diciendo mientras volvía al porchecon los vecinos reunidos a conversar sobre la recogida de la cebolla.
Rita y su madre se encontraban en la cocinaponiéndola en orden. Al juntarse en el fregadero la pequeña se disculpó. Lecomunicó su inquietud durante la cena y se sentía culpable de los bofetonesrecibidos. Se abrazó a ella mientras su pequeña lloraba desconsoladamente.Marta se sentía orgullosa de sus dos hijos. Quería a todos, pero Rita y Joséeran algo especiales. Parecía mentira que fueran hermanos de los otros. Tansencillos, tan obedientes, tan seguros, tan inteligentes y en especial elcariño que le profesaban.
- Lo cierto es que ya va siendo hora desentarnos a hablar de algunos temas. Estas entrando en una edad que...
Durante el tiempo que estuvieron fregandoMarta le miraba y su rostro mostraba toda la ternura de una madre hacia sumayor.
Esa mañana José se levantó como de costumbrecuando iba a clase, lo primero eran los animales y así lo hizo. Se estabadesarrollando de una forma escandalosa, iba a cumplir ocho años pero tenía laestatura y el cuerpo de un muchacho de tres o cuatro años más, era fuerte comoun toro y con unos rasgos varoniles que le proporcionaban una gran presencia.Cuando todo estaba listo, se duchó se puso su ropa de los domingos y con loslibros en la mano se encaminó hacia la escuela. En el patio se encontró con Anay se saludaron, sus miradas reflejaban todas esas preguntas, sin respuesta, quesus mentes dejaron correr en sus cabecitas durante la noche. Al entrar en claseElisa miró a su alumno preferido y le esbozó la más dulce y tierna sonrisa queaquel niño había recibido hasta la fecha. Toda la mañana trabajaron sobre lostemas de exámenes anteriores y la maestra se maravillaba con aquel niño. Nohacía ni una sola falta de ortografía y contestaba a todas las preguntas conmayores detalles que los libros utilizados en el aula. Cuando le preguntabadónde había conseguido esos datos, él contestaba haberlos sacado de labiblioteca, para ampliar sus conocimientos. Se lamentaba por no presentarlo acuarto de bachiller y su revalida, sin duda la pasaría sin el menor problema,con la salvedad del latín. Pues sabía que el inglés lo estaba trabajando eincluso ese verano había pensado comenzar con el francés. Al llegar la hora delrecreo la maestra rogó al niño quedarse durante el mismo. Ana se esperó tambiény cuando la maestra le comentó ser un asunto personal entre José y ella, seencontró con la sorpresa de la contestación del pequeño.
- Sabemos del tema que quiere hablarnos.Ella, junto con mi hermana, estábamos escondidos en el pajar.
- Así pues. ¿Visteis todo los tres? ¿No? Enprimer lugar deseo darte las gracias personalmente a ti. Encanto de niño.
Lo cogió entre sus brazos y le propinó dossonoros besos en sus cálidas mejillas mientras añadía.
- De no haber sido por ti, Dios sabe lo quehubiera pasado. Eres un cielo.
Iba a reanudar la charla con los niñoscuando nuevamente aquel diablillo le volvió a sorprender.
- Tienes unos pechos verdaderamente bonitos.
La frase del renacuajo le dejó perpleja, nocomprendía que aquel niño, de tan solo siete años, saliera con un halagó de esanaturaleza. Sonrío y volvió a besarlo con el cariño de una madre
- ¿Me dejáis hablar o no? Debéis tener enconsideración el estado de embriaguez de tu padre pues en esas circunstanciasuno no sabe lo que hace. De no haber sido por eso me hubiera visto en laobligación de denunciarlo. Pero nos puede pasar a cualquiera que se exceda conel alcohol, hacer algo de lo que nos arrepentiríamos después. He perdonado a tupadre, pues no era consciente de lo que hacía y vosotros debéis hacer lo mismoy no darle más vueltas al asunto. Yo que he sido la víctima lo he olvidado porcompleto.
La maestra se estrujaba el cerebro pararestar importancia al incidente y de esa forma quitar dramatismo a unasituación que podía provocar algún trauma en aquellos inteligentes peropequeños seres.
De nuevo José sorprendió a Elisa con unapregunta.
- Deseamos saber cosas sobre el sexo. Losmayores siempre contestan con evasivas incluso con tonterías. No he encontradonada sobre ese tema en la biblioteca y cuando creí tener algo la bibliotecariame contestó que no se permitía a los niños llevarse ese tipo de libros.
Elisa no salía de su asombro. Aquellosmocosos haciéndose preguntas de esa índole y sin saber muy bien el porqué dejócaer una pregunta.
- ¿Os ha ocurrido algo con el tema por elque preguntáis?
Sus rostros se sonrojaron de formaescandalosa y graciosa. El poder de asombro de la maestra parecía no tenerlímites. Les había sucedido algo, pero el recreo se terminaba y quedó con ellosen casa de Ana al salir de clase esa tarde. Además, advirtió a José.
- Procura traer a tu hermana Rita. Deseoreflexionar con los tres.
La clase se desarrolló con normalidad, menospara Elisa que no podía explicarse como aquellos niños plantearan esascuestiones. Recapacitando se dio cuenta que ella también con la edad de Ana yase lo planteaba y era cierto. Los mayores contestaban con evasivas o decíantonterías como decía José. La madurez, la inteligencia y las salidas, de aquelmuchacho, le sorprendían cada segundo pero también se divertía enormementerecordando todas las situaciones vividas junto aquel prodigio de la Naturaleza. Comoera posible que una criatura tan maravillosa hubiera salido de un padre comoaquel. Era algo que no le entraba en la cabeza y así se pasó el resto de lamañana hasta que el timbre del fin de las clases le volvió a la situación. Ledio los libros con los exámenes de ingreso de otros años para que los repasarajunto a su hermana. Los vio salir por la puerta del colegio y le hizo graciaver como nada más cruzar la valla Ana le daba la mano y abandonaban la escuelacogidos.
Cuando los cuatro entraban en casa de Ana,su madre se disponía a marcharse, había quedado con unas amigas. Conversó conElisa y le rogó que le disculpara y ante cualquier cosa que necesitará, lotomara sin problema. Si no lo encontraba se lo podía preguntar a su hija.
- No olvide prepararles merienda, en ladespensa y en la fresquera hay de todo. Pero como le he dicho Ana sabe dondeestán las cosas. No tenga el menor reparo. Como si estuviese en su casa.
Se disculpó una vez más por no podersequedar, cerró la puerta tras de si y abandono el hogar.
Sentó a sus tres alumnos en el tresillo,mientras ella lo hizo frente a ellos en una silla.
- Espero vuestras preguntas.
El silencio se hizo por unos segundos hastaque Ana con el desparpajo que le caracterizaba se lanzó. No pensaba perderaquella oportunidad tan deseada y buscada. Sin el menor reparo preguntó.
-¿Porqué se les hincha y endurece el pito alos chicos cuando se lo tocas?
"Dios Santo". Soltó en su interiorla sorprendida maestra, aquello superaba todo lo previsible por ella, pero noera momento de decepcionarlos se llenó de valor y de serenidad y con unadulzura y naturalidad brillante les comenzó a explicar la primera, ycomprometida pregunta.
Cuando finalizó los tres se sentían segurosy sin el menor temor a volver a preguntar a su maravillosa maestra. Se le veíaen disposición a contestar y aclararles todas sus dudas. Rita tomó la palabra.
- Yo asistí a mi madre con otras vecinas alnacimiento de mi hermana Elena y pude ver como la mujer tiene tres orificios.
Los explicó y cuando se refirió al último,por donde salen los bebes, la maestra guardó unos segundos de silencio paraescoger las mejores palabras para sus alumnos y por fin comenzó la explicación.
- El tercero es la vagina y por ese conductoes por donde se introduce el pene para la procreación de la especie y a eseacto se le denomina copular.
Prosiguió explicándoles todo el proceso dereproducción humana, lo que era la masturbación, así como el ciclo de la mujer,e incluso algunos métodos anticonceptivos.
- Fue Ana la que planteó la siguientepregunta
-¿Es cierto que si un niño hace el sexo seva de cabeza al infierno?
Elisa no era creyente pero respetaba a laspersonas que si creían. Con la misma dulzura y cariño que les había estadoexplicando lo anterior le comentó.
- No sé si habrá infierno o no, pero de loque sí os puedo asegurar es que cualquiera que lo haga sin una verdaderaentrega al otro tiene que ser consciente que no esta obrando correctamente.
- ¿Nosotros podemos practicar el sexo?
"Este José no para de ponerme en uncompromiso. ¡Dios! Que madurez tiene este mocoso."
- Pienso que todo tiene su momento y serequiere una madurez para todo en esta vida.
La exposición del tema se prolongó porespacio de una hora larga, con las oportunas interrupciones para enriquecerlacon más preguntas. Elisa comenzaba a sentirse más segura, gracias a la madurezde aquellos críos. Pero especialmente a las preguntas que iban formulando.Mucho mas relacionadas con sus aclaraciones señal inequívoca que iban comprendiendo y asimilando el enfoque dado.
Hubo un comentario de Rita que le llamópoderosamente la atención y que estaba temiendo. Fue cuando en el transcurso dela conversación comentó
- Mi padre me da asco.
De inmediato le recriminó. Reflexionó a laniña como lo había hecho esa mañana con los otros dos. La lección que debíanaprender de aquello no era el rechazo a la persona sino más bien al exceso dela ingestión de alcohol. Culpable principal de aquel incidente. Mientrasrazonaba con la niña le lanzó una pregunta directa.
- ¿Has visto a tu padre fijarse en otramujer alguna vez?
Lo cierto es que Elisa tenía razón su padreno solía ir detrás de otras mujeres como había observado en algún vecino de lahuerta. Bajo, ese punto de vista estaba en lo cierto. Además, la maestraprosiguió que eso le podía pasar a cualquiera y debía olvidar el incidente yasimilar la lección de la causa que lo provoco. Rita se abrazó a Elisa y le comentó al oído
- Te quiero tanto como a mama.
Ella con la sonrisa en los labios añadió.
- Y como a papá.
La niña frunció el ceño, sonrío y respondió.
- Y como a Papa.
Abrazó a la pequeña con la ternura de unamadre. Aquellos mocosos eran capaces de emocionarle como hacía tiempo que nohabía conseguido hacerlo nadie. Los adoraba y sería capaz de cualquier cosa porellos.
Al entrar en casa, estaba agotada. Norecordaba sentirse tan cansada desde hacía mucho tiempo. La tensión de esatarde le había derrotado física y psicológicamente y no se quitaba de su menteal pequeño. “Llegar a decirme que tengo uno pechos preciosos" Desde luego.¡Que crío!







No hay comentarios: