sábado, 29 de octubre de 2011

NEGRITA PURA VIDA CAPITULO 21

- CAPITULO - XXI -
- LOS PADRINOS -
Colgó el teléfono. Había mantenido su conversación habitual con Anita. Donde le transmitió el deseo del matrimonio para que Negrita y Salvador apadrinaran a las pequeñas. En el transcurso de la misma le confesaba que necesitaba la presencia de Negrita especialmente. Lloraba amargamente cuando pensaba en aquel ángel. Confesándole que ella no podría resistir una situación como la de ella. Verle en España apadrinando a una de sus pequeñas le permitiría al menos amortiguar el dolor que le producía aquella situación. Gonzalo calmó a su pequeña, quien interrumpió en varias ocasiones la conversación por el llanto.
Confesándole que no había visto tan feliz a Negrita desde que tomo aquella decisión tan difícil. Finalizó la conversación asegurando, que Negrita volvió a nacer aquel día en la cala de su Caribe al aceptar su propuesta. Posteriormente, cuando ellos lo corroboraron, la felicidad inundó su vida. Ahora tenía la seguridad que sus dos niñas jamás pasarían por aquella maldición que recaía, durante más de dos siglos en su familia. Por fin su Dios se acordó de aquella pobre negra proporcionando una seguridad y una vida para su descendencia que jamás había podido soñar. Confesando a su Viejito que ya no temía “al Gringo”. Abandonó la cabaña para dirigirse a la cala. Allí tomaban su acostumbrado baño con las primeras luces de la mañana Negrita y Salvador.
Permanecía de pie ante aquella fotografía móvil cargada de colorido, de armonía, pero especialmente de magia. Los vio salir del agua cogidos de la mano como dos hermanos. Los contemplaba lleno de felicidad disfrutando de su afecto y cariño. Aquellos dos hijos adoptivos habían sido su salvación ante la pérdida de Ana. Pero por si fuera poco, el alma de su mujer se encarnaba en aquel cuerpo escultural de Negrita a la que consideraba, junto al Negro Langostero, sus hijos del Caribe. Mientras Gonzalo le ofrecía el albornoz les sorprendió con la noticia. La emoción embargó a Santiago. No encontraba las palabras para expresar toda la emoción y gratitud hacia El Viejito y eso que era una persona con buena labia. Pero cuando Gonzalo comprobó la expresión de Negrita.
Ésta se limitó a bajar la cabeza, su rostro cambió radicalmente de expresión, pero se cuidó de hacer ningún comentario. Aguardaría a la noche cuando se perdieran en la hamaca o pasearan por la cala para platicar sobre la jornada. Pero precisamente esa noche Negrita fue a visitar a su padre que se encontraba muy enfermo. Gonzalo se brindó a llevarle pero El Negro se le había adelantado. Comprendió que Negrita no quería platicar con él sobre las niñas. Estaba convencida que cuanto menos se relacionara con ellas mas fácil sería para ella pero especialmente para Ana y Carlos. Los había visto tan ilusionados con las niñas que creía que su presencia les molestaba. De ahí que nada mas comer, se aproximó a Su Viejito y dándole un beso en la mejilla se despidió sin fijar la fecha de regreso.
Gonzalo se ofreció para lo que deseara. Le regaló su celular y le comentó que esa misma tarde iría él a comprarse otro. Le llamaría para darle el nuevo número. Cualquier urgencia o simplemente porque le apeteciera platicar él estaría pendiente las veinticuatro horas del día. De nuevo sonriendo se abrazó a Su Viejito y esta vez le estampó un par de besos según la costumbre en España. Uno en cada mejilla. Se giró y abandonó la cabaña en compañía del Negro. A Gonzalo le hubiera gustado conversar con ella antes de su partida, pero era consciente que no lo deseaba. La notaba tensa, preocupada. Ciertamente su padre estaba muy mal, pero Gonzalo estaba seguro que su turbación no era consecuencia de la enfermedad del que llamaba papá.
La noticia de apadrinar a las gemelas le tenía preocupada.
En sus manos el nuevo celular. No consintió que se lo empaquetaran. En el mismo mostrador se puso en contacto con Negrita. Había realizado bien el viaje pero como la carretera estaba en muy mal estado, El Negro se quedó con ella acompañando al enfermo. Le dio el número de teléfono y le deseo su pronta recuperación.
- Mi Viejito. No hay solución. Está muy malito. El doctor nos ha comentado que tal vez no llegue a mañana.
Cuando Gonzalo le dijo que se desplazaría de inmediato hacia la montaña. Negrita le pidió que no lo hiciera. Lo mismo dura una semana, un mes o un año.
- Estos negros viejos son como rocas, se resisten a caer. No se me preocupe Mi Viejito que le tendré informado y cuídese mucho. Le echaré de menos estos días sin su compañía. Sin los paseos por la cala, o reposando en nuestra hamaca.
Gonzalo había decidido olvidarse de los consejos de Negrita. Subió a su habitación para darse una ducha cambiarse de ropa y salir hacia la población montañosa, donde se encontraban sus “hijos”. Al llegar a las escaleras perdió el equilibrio y se desplomó rodando escaleras a bajo. El servicio se precipitó hacia su patrón y como no respondía uno de ellos salió fuera de la cabaña pidiendo auxilio.
De inmediato cuatro de los componentes de la patrulla de vigilancia, el resto acompañaban al Negro y a Negrita en su viaje, se personaron entrando uno en la cabaña y los otros tres colocándose alrededor de la misma. La secreta hizo acto de presencia. Uno de ellos entró en la casa con su arma desenfundada y al ver el percal la guardó de inmediato y se precipitó para examinar a don Gonzalo. Llamó a su compañero dándole la orden de ir de inmediato a por el carro y lo prendiera sin premura de tiempo. Todo daba a entender que podía ser un ataque al corazón. En menos de dos minutos el vehículo de los agentes secretos escoltado por otro vehículo, el de la patrulla de vigilancia, emprendían viaje hacía el primer médico.
Le aplicó las primeras urgencias mientras se personaba una ambulancia de carretera. Subieron a Gonzalo y escoltado por los dos coches emprendieron viaje a Limón a toda velocidad. El coche de la secreta con sirena y luz, abría paso. Nunca pensaron que alguien pudiera realizar el recorrido hasta la capital del cantón en tan escaso tiempo. Gonzalo se recuperó con la primera intervención del medico que le aplicó el primer tratamiento antes de subir en la ambulancia. Rogó que no avisaran a nadie, pero alguien se había adelantado.
En urgencias fue atendido de inmediato y el jefe de la policía del cantón le esperaba, pues sus subordinados se lo notificaron de inmediato. Gonzalo habló con él, suplicando que no avisaran a nadie.
Se encontraba mucho mejor. Le costó respetar la petición de aquel hombre. Sabía que debía notificar cualquier incidente al ministro pero esperó a recibir el primer parte médico.
Tras media hora el jefe del servicio salió para confirmar que solo había sido un susto. Pero para su seguridad era conveniente permanecer unos días en observación, donde le someterían a varias pruebas y controles. Adelantando las primeras medidas a adoptar por el paciente a partir de ese día. En primer lugar controlar más su alimentación pero sobre todo evitar situaciones de estrés.
A las tres horas de su llegada todo estaba controlado. La autoridad rogó que cualquier problema por pequeño que fuera se lo notificaran de inmediato.
Pasó a la sala de cuidados intensivos y tras despedirse y ofrecerse para lo que deseara regresó a su vivienda. Antes de abandonar se dirigió a sus agentes recalcándoles que fuera la hora que fuera cualquier variación en el estado de don Gonzalo le telefonearan.
A media tarde del día siguiente se personaba en el hospital El Negro. Un componente de la patrulla le notificó lo sucedido. Pero como se retrasó en informarlo se enfado por no haberle avisado inmediatamente.
- Viejo Cabrón Es usted muy testarudo. Imagínese que le da el achuchón mientras viaja por esos caminos del infierno. No lo cuenta.
Pero inmediatamente fue hacia su cama y tomándole la mano comenzó a llorar como un chiquillo y sin parar de repetir.
- Viejito. Que nos iba a esperar sin usted. Se me ha de cuidar mucho más y dejar que le cuidemos. No voy a reñirlo mas pero hágame el favor de hacernos un poco mas de caso. Que iba a ser de Puerto Viejo sin su presencia. Usted ya no puede decidir por sí mismo. Viejito usted pertenece a todos nosotros. Es parte de Puerto Viejo y Puerto Viejo y su gente es parte de usted.
Gonzalo se emocionó. Su corazón se aceleró y al mismo tiempo los aparatos dieron la alerta. Todo el personal de servicio en ese departamento acudió y al comprobar que las constantes regresaban de inmediato preguntaron que había sucedido.
Al enterarse la enfermera jefe mandó salir a ese negro cabrón de allí inmediatamente. Antes Gonzalo le advirtió que no avisara a nadie.
- Usted va a ser bueno y no se preocupe de nada. Ya nos encargaremos de solucionar cualquier problema. Se ha de relajar y olvidarse de todo. Hasta aquí en Limón tenemos noticias de lo que usted supone para Puerto Viejo y la verdad es que la ultima vez que fui por allí, no hará ni dos semanas, lo encontré gratamente cambiado. No en su aspecto, pero si en el ambiente, en la gente. Usted ha conseguido el milagro que perseguían esos nativos desde hacía más de un siglo. Por lo tanto sea bueno y obediente y no nos de mas sobresaltos.
Transcurridas cuarenta y ocho horas desde su llegada a cuidados intensivos, como todo evolucionaba favorablemente le subieron a una planta y allí El Negro ya pudo estar con él. Esos dos días se personó el jefe de la policía interesándose y platicando con el enfermo. Le aseguró que si el ministro se enteraba de lo sucedido le iba a costar el cargo. Gonzalo le tranquilizó y le aseguró que lo único que hizo fue cumplir con lo ordenado por su jefe. Atender sus peticiones.
Fue abandonar la habitación el jefe de la policía cuando el celular de Gonzalo sonó. Tenía que ser Negrita pues era la única salvo El Negro que conocía el número. Efectivamente era ella y les notificaba que su padre había fallecido en ese preciso momento.
Gonzalo le dio el pésame para tomar el celular El Negro y expresarle sus condolencias. Relatándole el incidente sufrido por el Viejito. Negrita se desencajó pero El Negro le tranquilizó asegurándole que con toda probabilidad esa tarde volvían a casa.
- Ni se les ocurra venir. Mañana lo enterraremos aquí junto a su choza donde nació. Fue su última petición. Espero estar en casa por la noche y cuídeme mucho a Mi Viejito o se las vera conmigo.
Negrita entró en la cabaña con los brazos abiertos y con los ojos cargados de lagrimas resaltando mas si cabe el tono verde de sus ojos. Se abrazó a Su Viejito mientras comentaba.
- Se lo tengo dicho Mi Viejito. Debe cuidarse. Debe cuidarse.
Usted lo es todo para mí. Piense más en usted, pero sobre todo deje que le cuide. Poder atenderlo llena mi vida, y no hay nada en el mundo que me haga sentirme mejor. Ni siquiera mi Caribe. Mi Viejito sea bueno y deje que le atendamos.
- Mi Negrita. Pura Vida. Creo que el eslogan lo pensó alguna persona cuando la vio. Usted si que es Pura Vida.
La sonrisa de Negrita, esa que le hacía poner los pelos de punta y como no esta vez también lo logró, la mostró en todo su esplendor. Negrita no se separó de Su Viejito durante una semana. No consintió dormir en su cuarto, se colocó un sillón junto a su cama velándole por las noches. Durante el día como se levantaba y le permitían moverse sin hacer grandes esfuerzos ella le seguía a todas partes.
Uno de los mejores especialistas del país que residía en Limón se pasaba todos los días para observar la evolución del paciente. Transcurrida esa semana ya se le permitió hacer vida normal. Sin cometer excesos y controlando su dieta. Cuestión de la que se encargó personalmente Negrita. El doctor se dejó caer por Puerto Viejo todas las semanas y se sentía satisfecho con la evolución de su paciente, quien con ayuda de aquella criatura cumplía a rajatabla las normas y hábitos de conducta del enfermo. Por fin una de las noches que se perdieron por la cala para pasear como tenía por costumbre Negrita le explicó su reacción el día que partió para atender a su padre.
- Mi Viejito se que se me va a molestar. Por ello le pido que no me tenga en cuenta lo que voy a decir.
El último año ha sido el más maravilloso de mi vida y todo se lo debo a usted y a su familia. Quiero que comprenda que cuanto menos vea a las pequeñas será mucho mejor para todos. En la actualidad solo tengo una ilusión. ¿Sabe cual es Mi Viejito? Usted. Usted es lo único que me importa. Aunque no lo crea he borrado de mi mente a las niñas, se que van a tener la vida que jamás pude ni siquiera soñar. Mi presencia quiera o no quiera, Mi Viejito, pone en tensión a sus hijos.
Gonzalo le interrumpió. Conocía demasiado bien a su hija y aunque las dos chiquillas habían supuesto una bendición para su matrimonio, si en cualquier momento tuvieran que desprenderse de ellas para ir con su verdadera madre lo entenderían.
- Mira Negrita. No conoce a mi Anita. Le puedo garantizar que su presencia con las niñas le hace sentirse bien, pues tiene esa angustia de saber que se ha desprendido de ellas por una causa que, aunque no comparte con usted, lo entiende perfectamente. Y el no compartirlo es simplemente porque no se puede ni imaginar lo que ha sido su vida y ese temor fundado sobre ese cabrón.
La conversación se prolongó por espacio de dos horas, yendo de un extremo a otro de la cala. Los argumentos de uno y de otro se expusieron y Gonzalo fue convenciendo a Negrita que lejos de molestarles su presencia les reconfortaba, mitigando un poco ese remordimiento que les quedaba por “arrebatarle” a sus bebes.
Por fin fue Negrita la que decidió regresar pues su Viejito debía descansar, pero sobre todo tomarse la medicación. Iban de regreso a casa cuando el móvil sonó. Era precisamente su hija Ana. Alberto le telefoneo poniéndole sobre aviso del infarto sufrido.
- ¿Pero quien ha sido el chivato?
Ana se enfadó con su padre, pero al escucharlo y confirmarle el mismo, que todo había ido bien se tranquilizó. Don Gilberto se había enterado a la semana del incidente y de inmediato lo puso en conocimiento de Alberto quien le telefoneó de inmediato. Conversaron mientras regresaba a la cabaña. Para finalizar le aseguró que dentro de muy pocos días viajaría a España en compañía de los padrinos. Pero antes de colgar le obligó a prometer la devolución de los billetes.
Su yerno e hija los habían reservado.
Iniciaban en ese momento la comida cuando se personó Alberto con Ángela. Se encontraban en Nueva York cuando recibió la noticia y tras llamar a Ana sacó billete para San José. Sus amigos de Costa Rica se desvivieron para que llegase a Puerto Viejo lo más pronto posible. Se saludaron eufóricamente pero Gonzalo después de los saludos le echó una reprimenda y le aseguró que cuando se cruzara con Don Gilberto le iba a oír. Se alegró de haber ido, verlo en tan buen estado le tranquilizó. Se sonrió al ver el control al que era sometido su padrino por aquella encantadora mujer, que con un cariño enternecedor no le permitía infringir ni la más mínima salida de su dieta. Así como controlaba la medicación que debía tomarse en todo momento.

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