martes, 25 de octubre de 2011

NEGRITA PURA VIDA CAPITULO 20

- CAPITULO – XX -
- EL REGRESO A PUERTO VIEJO -
A primeras horas de la mañana la familia se encontraba en el aeropuerto de Barajas. Unas horas mas tarde regresaba el marido de Marta. Quien tuvo que retrasar la vuelta por problemas. Una huelga en el país de origen, le retuvo unos días más de los previstos. Las niñas contaban con doce días y se encontraban en compañía de sus padres y Marta en el aeropuerto para despedir a Negrita y Gonzalo. Ana abrazaba con fuerza a Negrita mientras unas lágrimas de felicidad, de gratitud, de cariño, mezclado con un cierto pesar por aquella tica que dejaba a sus dos retoños.
Por el contrario Negrita se sentía feliz. No pensó nunca que pudiera encontrarse tan bien dejando a sus pequeñas. Pero había conocido a esa familia y sabía perfectamente que aquellas criaturas iban a tener una vida infinitamente mejor a la suya. Sin el mínimo recuerdo o comentario sobre lo sucedido en Puerto Viejo. Pero especialmente la ausencia del miedo al tener la convicción que el “gringo” jamás descubriría lo sucedido. Ahora su razón de vivir era Su Viejito. Deseosa de dedicar todos sus esfuerzos en atenderlo y cuidarlo. Acordaron compartir la cabaña los tres. Juntos saldrían a pescar, a resolver los problemas que se presentaran con sus socios pero especialmente como le dijo Su Viejito. A vivir. A comprobar el eslogan del país. “COSTA RICA. PURA VIDA”.
La ultima conversación que mantuvieron mientras estuvieron hospedados en casa de Marta, Gonzalo le expresó su deseo de dedicarse a disfrutar del tiempo de vida que le quedaba. Habían llevado una vida demasiado intensa. Cada uno a su modo, y les había llegado la hora de cobrárselo. O como le llegó a decir
- Que la vida nos de algo a nosotros.
Negrita estaba encantada con la propuesta de Su Viejito, pues su único aliciente era compartir su vida con él. Sabía que no iba a ser con la intensidad que a ella le hubiera gustado, pero a decir verdad, después de todo ese tiempo junto a él le compensaba de sobra. Solo le preocupaba el “gringo”. Temía por Su Viejito. Consciente de lo vengativo que era.
No temía por ella, pues donde le podía haber hecho daño, lo había resuelto a la perfección.
El brazo de los asientos, el intermedio, lo retiró para coger la cintura de Su Viejito, mientras él le abarcaba con el brazo. Negrita recostó su rostro sobre los pectorales de Gonzalo. El rítmico compás de su corazón realizó la labor de una nana adormilándola hasta el punto de abandonarse al mundo de los sueños. Él le observaba. Contemplaba la belleza de su rostro, la sensualidad de unos carnosos labios que invitaban a besarlos, a mimarlos, a saborearlos para ocupar su mente con todos esos momentos vividos junto a la criatura que arropaba. La piel se le ponía de gallina al recordar el gesto realizado para complacerle.
El espectáculo, cargado de armonía, de ritmo de sensualidad, que le ofreció aquella noche cuando su familia se fue a Limón. Esa ducha acompañada de la canción de Delgadillo. Diversas escenas de su convivencia iban pasando una tras otra. Mientras el gesto de su rostro sonreía o palidecía dependiendo de la instantánea que circulara por su mente. Cuanto había sufrido aquella criatura en su corta edad. Pero ese sufrimiento lo extendió a ese pueblo, que cien años atrás llegaron a ese país cargado de ilusión, de afán por mejorar. Encontrándose con la explotación a todos los niveles de unas generaciones de desalmados. Pero sus pensamientos aun fueron más lejos. Que injustos habíamos sido, durante siglos y seguíamos siéndolo, principalmente los occidentales, con esa raza.
Que injusto era el mundo, que injusto era él, y sin embargo a veces se sentía el protagonista, cuando lo único que había hecho fue tender la mano a unas cuantas personas. Desde luego eso no justificaba ni a su raza, ni a su mundo, ni a él mismo. Volvió a mirarle y la sonrisa que esbozaba, sin dejar el mundo de los sueños, le enterneció hasta tal punto que no pudo retener unas lágrimas. Siempre que sonreía esa criatura el recuerdo de su esposa acudía a su mente resultándole imposible retener el líquido salado. Una de las lágrimas cayó por accidente sobre el rostro de Negrita quien se sobresaltó y abrió sus grandes ojos verdes. Cruzó su mirada y pudo observar el cambio de expresión en Su Viejito, arrepentido por haberle despertado.
Volvió a regalarle una nueva sonrisa, se incorporó levemente para posar sus labios en la mejilla y a continuación adoptó la posición en su asiento.
- Perdone. ¿Quiere tomar algo?
Negrita asintió, para pedir un café con leche, mientras Gonzalo solicitaba un sándwich en compañía de una cervecita fría.
El valle central desnudo de nubes, mostraba a los pasajeros la mano del hombre sobre la naturaleza en aquel lugar. Alajuela, San José, Heredia, San Pedro y las cien poblaciones cercanas a la capital se divisaban perfectamente desde el airbus de la compañía española de aviación civil. Negrita se emocionó. Casi un año fuera de su tierra. Casi se le saltan las lágrimas.
Pero aunque en esa ocasión las evitó era consiente que cuando se aproximara a su Puerto Viejo le resultaría imposible retenerlas. Miró a Su Viejito para asegurarle lo primero que haría nada mas llegar a la cabaña.
- Saldré corriendo del carro y sin detenerme me desprenderé de mis ropas dejándolas caer durante el recorrido y al alcanzar mi Caribe me lanzaré a sus aguas hasta que la piel se me encoja.
En la escalerilla del avión dos coches oficiales aguardaban a nuestros viajeros. Don Gilberto no perdió el tiempo. Se informó de la fecha de su regreso y ahí estaba dispuesto a solucionar cualquier trámite que tuvieran que pasar.
Desde la misma escalerilla del avión les conducían en uno de los coches oficiales, escoltado por el otro hasta la escalerilla del reactor presidencial. El equipaje con los pasaportes sellados llegaban al mismo tiempo. A pie del avión se despidieron de don Gilberto quien les rogó en nombre del ministro del interior sus disculpas por no haber podido desplazarse al aeropuerto y darles la bienvenida. Gonzalo abrumado, con tanto cumplido y atenciones por parte de las autoridades de aquel país, llegó a comentar a Negrita estar convencido que ningún mandatario extranjero recibía tantas atenciones como ellos.
Por fin el Caribe y el cantón de Limón. El corazón de Negrita comenzó a acelerar su ritmo.
Hasta la época seca quedaban un par de semanas y los iba a disfrutar en la tranquilidad de la cala, de su Puerto Viejo del alma.
A pie de avión aguardaba le máxima autoridad policial del cantón con dos coches oficiales. Uno para transportarlos hasta casa y el otro con la protección asignada, mientras no localizaran al “gringo”. También aguardaba El Negro y sus diez hombres de seguridad para Gonzalo y Negrita, con tres vehículos que los escoltarían hasta la cabaña. El abrazo con El Negro se prolongó por espacio de varios minutos y lo mismo sucedió cuando se fundió con Negrita. Casi un año fuera de casa era demasiado. Los asuntos por casa iban a la perfección y le aseguró que Puerto Viejo volvía a recobrar vida y alegría tan apagada en los últimos años.
Nada más detenerse el coche oficial frente a la cabaña. Negrita bajó del coche y fue desprendiéndose de la ropa mientras corría como una desesperada hacia la playa. La primera pieza que perdió fueron los pantalones, mostrando aquel culito increíblemente atractivo y sensual.
- Viejo. Habéis obrado milagros ahí en España con las posaderas de Negrita. Han recobrado la perfección de antes.
- Negro. Se me está convirtiendo en un tipo verde.
El Negro Langostero se justificó, asegurando que no había macho que resistiera un cuerpo como el de Negrita. Luego Gonzalo aclaró su mejoría. Marta, una amiga de su hija y en realidad otra hija para él. Obraron milagros con una pomada nueva.
Mientras comentaban sus ojos se perdían en aquella armonía de movimientos que a la carrera se alejaba de sus lujuriosas miradas. Hombro sobre hombro prosiguieron su camino, más pausado que el de Negrita, hasta la playa. Cuando llegaron, ella nadaba en su Caribe. Gonzalo dejó al Negro sentado sobre la blanca arena para regresar solo a la cabaña. Fue directo al cuarto de aseo de la primera planta. Descolgó su albornoz y regresó a la playa para acompañar al Negro y esperar que Negrita concluyera su baño. En su camino fue recogiendo el pantalón, la blusa, las sandalias y el resto de prendas que había ido dejando en su carrera desesperada por alcanzar las aguas tranquilas y cristalinas, pero especialmente su reencuentro con la magia de esa parte del Caribe.
Transcurridos cerca de cincuenta minutos dejándose acariciar por las olas y sus aguas cálidas, decidió dar por concluido el baño e ir al encuentro de sus amigos. De nuevo se percibía esa sinfonía provocada por el ritmo de las olas, acompañadas por el canto de las avecillas, pero especialmente del movimiento de aquel cuerpo acercándose hacia ellos les elevó al último peldaño del paraíso. Con el albornoz abierto de par en par aguardaba la llegada de Negrita, para enfundarle y abrazarle con aquel pedazo de tela rizada.
- Mi Viejito. Negro. Cuanto tiempo sin percibir el placer de las caricias de estas aguas. Volver a Puerto, es volver a nacer. Es, PURA VIDA.
Estiró sus brazos para abarcar las cinturas de los dos y llevando uno a cada lado regresaron a la cabaña. Gonzalo y Negrita fueron a sus habitaciones respectivas mientras El Negro se encargaba de organizar al servicio de vigilancia y mandaba a las encargadas de atender la cocina y la cabaña que lo dispusieran todo para cuando don Gonzalo saliera. De inmediato se pusieron a la acción y no había bajado el señor cuando todo estaba dispuesto. Un poco tarde para los horarios en aquel rincón del mundo, pero la pareja debía adaptarse poco a poco.
La sobremesa no duró mucho. Gonzalo estaba cansado y optó por subir a su habitación y dormir un poco hasta la cena. Mientras los dos ticos platicaban amistosamente en el salón sobre esos meses de ausencia.
No conseguía conciliar el sueño y decidió salir al porche de su habitación y tumbarse en la hamaca. Desde donde podía ver el mar en ocasiones, cuando alguna brisa generosa retiraba el ramaje del arbolado ofreciendo el esplendor de los tonos blancos, amarillos y azules de aquella cala inigualable. A los pocos minutos contemplando el paisaje se quedó profundamente dormido.
Cuando Viejito despertó la fiesta estaba montada en la cala. Los lugareños prepararon una fiesta de bienvenida. Las langostas, los camarones, el pescado, la carne, la fruta, el vino y especialmente la cerveza abundaban. Todo ello acompañado por diversos cantantes y grupos de toda índole que amenizaron la fiesta. Negrita trató de sacar a su Viejito en tres ocasiones pero no lo logró.
Solo en su tercera intentona sonriendo le comentó.
- Negrita prefiero pasear por la cala y platicar.
Aceptó encantada y entrelazando sus manos iniciaron el paseo. En primer lugar se dirigieron hacia el norte para alcanzar el límite superior de la cala, para regresar a lo largo de los ochocientos metros de la bahía y alcanzar su parte sur. Cada vez que pasaban por la fiesta, picoteaban o tomaban alguna bebida para refrescarse un poco del calor de esa noche. Al alcanzar de nuevo la parte norte Negrita le propuso bañarse.
- Criatura no llevo bañador.
Ella sonrió y le aseguró que ella tampoco, pero allí no había problema en bañarse como fueron traídos al mundo.
Fue ella la primera en tomar la iniciativa y desprendiéndose de sus ropas se zambullo en las cálidas aguas del Caribe. Gonzalo reaccionó un poco mas tarde pero por fin auque con reparos siguió a Negrita. Flotaban a unos veinte metros de la orilla, separados por unos cinco, mientras platicaban de lo que iban o dejarían de hacer al día siguiente. Mientras nadaban crol el silencio entre los dos era absoluto, pero si el estilo era braza o espalda la conversación se reanudaba. Negrita estaba especialmente sensible esa noche y nadó hacia la orilla con la intención de sentirse segura. Gonzalo le siguió. Con la estabilidad asegurada se dejaron acariciar por las olas.
Ella fue acercándose lentamente hacia a él.
Los cinco metros del principio se convirtieron en cuatro, a los cinco minutos, en tres, a los tres en dos, y por fin sus cuerpos se rozaban. La plática proseguía con naturalidad. Gonzalo no se percató de la maniobra de Negrita que se aproximaba cada vez más a Su Viejito, y la aceleración de su corazón provocó que sus palabras se entrecortaran. De inmediato, evitando el roce, llevó sus manos a los hombros mientras le interrogaba.
- Mi Negrita. ¿Se encuentra bien?
Sentir sus fuertes manos acariciando su piel le hizo perder el control. Aproximó su cuerpo al de él e intentó besarle.
Gonzalo quedó desconcertado. El calor de aquellos pechos oprimiendo su cuerpo y su sexo tan cercano al suyo le alteró, e inmediatamente comprendió sus intenciones.
Separó su cuerpo de aquel paraíso colocó sus palmas en las mejillas de ella y con una dulzura que consiguió derretirla un poco mas comentó.
- Mi niña. Hay gente joven en la fiesta. Eres una mujer libre y sabes muy bien que ese tipo de relación entre nosotros no es posible.
Permanecieron en esa posición platicando largamente y al final Negrita se convenció una vez más que nunca accedería su Viejito a perderse dentro de ella. Se volvieron a abrazar pero en esta ocasión aunque sus cuerpos desnudos se fundieron en uno, el gesto, exento de sexo, estaba cargado de afecto y cariño. Se separaron tras posar Gonzalo sus labios en la frente y de la mano abandonaron el agua para secarse un rato en la orilla y luego cubrir sus cuerpos con la ropa.
Les hubiera gustado correr desnudos por la playa hasta llegar a la cabaña, ducharse y ponerse otras ropas, pero la presencia de los invitados lo impidió. Paseando, con las ropas mojadas, llegaron a la casa se ducharon y nuevas prendas de vestir cubrían sus cuerpos para incorporarse a la fiesta. Mientras Gonzalo platicaba con la gente ella fue a mover su cuerpo con aquel incomparable ritmo de los instrumentos de percusión de un grupo de nativos que golpeaban con intensidad. Platicó, bailó y paseo con chicos y chicas de su edad pero aquel fuego, aquella necesidad de sexo que hacía unos instantes parecía apremiar a sus hormonas había desaparecido por completo.
Al día siguiente se mantuvieron algo más de lo normal en la cama.
El viaje la fiesta y especialmente la dificultad de acoplarse al nuevo horario no les permitieron madrugar. Aún así a las nueve ya estaban por el chiringuito que atendió Negrita antes de su partida a España. Ahora lo manejaba un matrimonio y sus dos hijas. El Negro los contrató con las mismas condiciones que el resto. Salvador le presentó al patrón pero Gonzalo de inmediato le rectificó. Socio. Se desvivió por atenderles pero fue Negrita quien se puso al otro lado del mostrador y mientras preparaba el café con leche le comentó a Su Viejito.
- Señor, Tengo un bizcocho tierno y dulce. ¿Quiere probarlo?
Hizo una pausa, igual a la que recordaba de él cuando se cruzaron la primera vez y añadió.
- Lo siento señor. Me temo que metí la pata y aquí, en su tierra, tenga el mismo significado que en México.
Gonzalo comenzó a reír mientras extendía sus manos para coger la suyas y con la sonrisa dibujada en sus labios comentó.
- Aún se acuerda. Mi Negrita. Aún se acuerda.
Desayunaron mientras platicaban con el matrimonio y tras despedirse fueron a la playa para sacar la barca e intentar pescar alguna langosta, pues el vivero junto a la cabaña estaba vacío tras la fiesta de esa noche. Negrita fue subir a la barca y desprenderse de la ropa, cubriendo su cuerpo con un diminuto tanga. Gonzalo se despojó solo de la camisa, para a continuación ponerse de inmediato la gorra.
El Negro ya salió de casa cubriendo tan solo su parte inferior con bermudas. Se acercaron hacia los caladeros más ricos. La andana estaba preparada para dejarla en el agua. Mientras los hombres se preparaban para la pesca, Negrita se lanzó al agua. Nadó dejándose llevar por el balanceo rítmico y suave del Caribe. No estaban lejos de una pequeña isla, habitada por mil variedades de aves, reptiles, simios y especialmente de insectos. Negrita nadó hacia ella y no había alcanzado su playa, cuando una lancha le siguió de inmediato a cierta distancia. La patrulla de vigilancia no perdía comba y permanecía atenta a cualquier situación de los personajes a vigilar. Negrita no se percató de su presencia y al alcanzar la playa, se quitó la única pieza que cubría su cuerpo.
Se tumbó y tomó el sol, como le había aconsejado Marta. Aquella vigilancia resulto reconfortante y sugestiva para los jóvenes componentes de la patrulla. El espectáculo de esa mañana compensó cualquier sacrificio. Tenían orden de no acercarse, es más a ser posible pasar desapercibidos. Pero aquellos jóvenes no resistieron la tentación de aproximarse a Negrita para platicar. Al verlos llegar se colocó la diminuta pieza y aguardó sentada su llegada. La conversación se prolongó hasta que vieron llegar a don Gonzalo nadando, y como sabían que el otro grupo de la patrulla andaría detrás de él se despidieron de Negrita y regresaron a la carrera al lugar donde habían dejado la lancha para proseguir con su cometido.
Faltaban unos metros para estar a la altura de ella cuando le interrogó por los personajes que le acompañaban. Al acláraselo de inmediato comentó.
- Por su bien espero que los que me seguían a mi, no los hayan visto. De lo contrario tendrán problemas.
Negrita cambió de expresión y se apresuró a pedirle que intercediera por ellos. Sabía que Su Viejito lo haría sin dudarlo. Le invitó a pasear por la playa. Pero como tenían sed, el paseo fue corto y decidieron lanzarse de nuevo al agua para alcanzar la barca y beber algo. Cuando regresaban a Puerto la pesca no había ido mal. Repusieron en parte el vivero junto a la cabaña.
Al llegar a casa el personal que la atendía advirtió al señor que su hija había estado llamando todo el día. Entonces Gonzalo se acordó que se le olvidó avisar de su llegada sano y salvo. Subió a su habitación cogió el celular y se puso de inmediato en contacto con Ana. Se llevó un buen rapapolvo pues estaba muy preocupada. Solo cuando consiguió contactar con alguien y le informó que habían llegado bien se calmó. Le dio noticias de las pequeñas y mostró a su padre la bendición que había supuesto esas dos criaturas en sus vidas.
- Papi espero que puedas organizarte para venir al bautizo de los dos renacuajos. Como las Navidades están próximas hemos pensado que sería ideal realizarlo una semana antes de Navidad. Así matarías dos pájaros de un tiro. Asistir al bautizo y pasar las Navidades con nosotros. Nuestro deseo es que Negrita sea la madrina junto a Marta. Los padrinos hemos pensado en Alberto y Salvador. Supongo que vendréis.
Gonzalo se disculpó por su imperdonable olvido y le aseguró que estarían allí en Diciembre para celebrar primero el bautizo y luego La Navidad.

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