lunes, 17 de octubre de 2011

NEGRITA PURA VIDA CAPITULO 18 EL JUICIO

- CAPITULO – XVIII -

- EL JUICIO -

Ahora cuando alguien entraba en Puerto Viejo se quedaba pensativo. Nada había cambiado aparentemente, sin embargo percibía un ambiente totalmente nuevo. Se sentía la felicidad, la alegría de sus gentes. La magia del negro desenvolviéndose en sus labores cotidianas. Ese miedo impregnado, hacía escasamente unos meses en el aire de la localidad, se esfumó por arte de magia. De esa magia latente en cada rincón del pequeño cantón de Costa Rica. El baile, el canto y el ritmo acompañaban al Caribe. Ese mar que no era otro que el alma del Negro.

Se sentía en la propia piel la alegría de los niños correteando por el linde de la playa en los días festivos, o esos rostros con sueño, en las mañanas para acercarse a la escuela. Todo un lujo para aquellas criaturas liberadas de las labores en régimen de esclavitud en las plantaciones. El chino había conseguido liberarse de esa espina que dejaba caer, todos los días, su enorme culo en su sillón con la obsesiva intención de molestar e incluso abusar de algún angelito ingenuo que caía en sus manos. El aire que se respiraba parecía más puro. Los colores más vivos y la vida más intensa. Ahora el eslogan del país llegaba también a Puerto Viejo. “PURA VIDA”.

En las pausas para el desayuno, el almuerzo, la cena o la toma de una simple imperial salían a relucir todo aquel cambio en las conversaciones de los nativos. Aquel sencillo extranjero había logrado devolver a Puerto Viejo toda la alegría, el ritmo, pero sobre todo SU MAGIA, a ese pequeño rincón del mundo. La plaga de la droga había desaparecido prácticamente de la zona y con ella toda la corte que le acompañaba. El cáncer de Puerto Viejo, Don Julián y el Gringo estaban prácticamente fuera de juego y el control de la zona la ejercían los propios nativos con el apoyo incondicional del Ángel Viejito de Puerto Viejo. Pero Gonzalo no se limitaba a los medios económicos para proporcionarles locales de hostelería, o pequeños terrenos para su explotación.

Dedicaba su tiempo en visitarlos y echar una mano allí donde fuera menester. Había conseguido hacerse con las propiedades de don Julián. El control ejercido por las fuerzas del orden sobre aquel truhán en los últimos tiempos y especialmente las últimas semanas le obligó a vender todo y pensar en abandonar el país. Su familia salió de Costa Rica con anterioridad con el dinero. Mientras él se las agenciaba para despistar a la policía con la intención de reunirse con ellos. El Viejito pudo sacar un buen precio, pues el apremió de don Julián era grande. Pero su moral impidió aprovecharse de la situación. Nunca, ni cuando trabajaba para el banco, compraba algo por debajo de su precio real.

Pagó lo justo tras consultar con profesionales de la propiedad, y de inmediato puso al frente a nativos en régimen de asociados, como había hecho hasta la fecha.

Don Julián andaba inquieto, creía haber despistado a la policía secreta que lo vigilaba. Estaba en la puerta de embarque cuando dos agentes se aproximaron y tras comprobar su documentación, sobre él y el gringo recaía una denuncia presentada por los representantes del gobierno, lo trasladaron detenido ante el juez encargado de las investigaciones. Estuvo declarando por espacio de tres horas.

Finalizada la fase de declaración el juez ordenó su confinamiento en cualquier lugar de la capital, sin posibilidad de abandonarla y bajo vigilancia las veinticuatro horas. El “gringo llevaba seis meses en la cárcel, consecuencia de las primeras pesquisas llevadas a cabo. Cuando le sorprendió verse ante el juez acusado por diversos delitos. En las conversaciones que mantuvo con su abogado dedujo que le habían traicionado. Escogió su declaración, meticulosamente preparada junto a su abogado, con el propósito de además de reducir su pena, tener cubierta las espaldas en caso de retornar de nuevo a la cárcel. Dejando fuera de su declaración a un alto cargo de la policía implicado en el asunto.

Las confesiones y localización de pruebas proporcionadas por aquel truhán condenaba a don Julián, apareciendo nuevos personajes. Entre ellos algunos mandos de la policía de Puerto Viejo. El caso tomó unas dimensiones no esperadas optando el juez por mantener al “gringo” en prisión hasta la celebración de la vista. Los nuevos acusados fueron pasando ante el juez para su interrogatorio y poco a poco de aquel pequeño hilo del principio, al tirar del sedal, fueron apareciendo diversos pececillos, a los que se le unía algún que otro pez gordo. El ultimo resquicio de truhanes estaban cayendo y Puerto Viejo iba a quedar limpio.

Ahora comenzaban a vivir una nueva etapa con un personaje nuevo, sabedores de no volverse a sentir humillados, explotados pero especialmente, esclavos. Los nuevos socios se dieron pronto cuenta que el concepto de patrón y arrendatario desaparecía de Puerto Viejo. Ahora la relación cambiaba de término y una sola palabra sustituía a las dos anteriores. La de socio. La política, iniciada por Gonzalo en el cantón, tuvo su continuidad con sus nuevos asociados y aquella zona comenzó a prosperar a mayor velocidad que el resto del país. Evitaron realizar construcciones que rompieran con el entorno natural de la zona. Circunstancia que entre los nativos provocó un mayor aprecio y respeto por el viejito español instalado en sus tierras.

Gonzalo telefoneaba todas las semanas a su hija y mantenía largas conversaciones con Negrita a quien iba informando sobre los acontecimientos en Puerto Viejo. Le confirmaron que eran dos bebes en gestación y que su evolución era inmejorable. Todo marchaba a las mil maravillas. Negrita le comentó en las conversaciones la renuncia de su hija, a las pequeñas en el caso que el “gringo” fuera encarcelado, para retornar a Puerto Viejo con sus bebes.

- Mi Viejito los desea con todas las fuerzas de su corazón, pero si en el último momento me arrepiento está dispuesta a renunciar a su sueño.

Pero una vez mas la enérgica y contundente respuesta de Negrita confirmando que su decisión estaba tomada desde que dejó Puerto Viejo devolvieron a Anita la emoción y el deseo de quedarse con los bebes.

Negrita confirmó a Gonzalo su felicidad por encontrar a esos padres para su descendencia. Y aunque ella le hubiera gustado criarlos. Con el “gringo”, aunque estuviese encerrado, no se podía fiar nadie. Ser consciente de la maternidad de Negrita le proporcionaría la energía y la astucia para escapar y hacer realidad su paranoia. De eso no tenía duda.

Ana andaba con su pancha postiza luciéndola por todas partes y todos sus conocidos le paraban para interesarse. La farsa funcionaba a las mil maravillas.

Siempre que se levantaba reflexionaba para no bajar la guardia en ningún momento y estropear todos los esfuerzos que estaba haciendo para conseguir el sueño de su vida. Negrita también lucía un buen bombo, pero no lo pudo exhibirlo como Anita. Tan solo dentro del amplio jardín del chalet. Allí daba paseos entre las plantas y el arbolado. Desde que el embarazo era evidente no pisó la calle para nada. Ni siquiera cuando alguna noche Ana y Carlos le propusieron salir a dar una vuelta. La imprudencia podía tirar por la borda los esfuerzos de unos y otros para que todo se desarrollara como lo habían planificado.

El día del juicio llegó. El numero de implicados ascendía a veinticinco personas.

Incluso llegó a salpicar a un alto mando de la policía central. Concretamente el encargado de Limón desde la capital. Intentaron implicar al responsable del orden en Limón pero se desmontó de inmediato la farsa. Cuestión que puso más problemas para los implicados pues éste al verse acusado por esos truhanes se tomo todas las molestias del mundo y estuvo trabajando con su equipo las veinticuatro horas del día durante el mes y medio que duraron las últimas pesquisas. Logrando pruebas de vital importancia para la acusación. Las dos veces que llegaron a cruzarse el “gringo” y don Julián las amenazas e intentos de agresión de uno al otro fueron continuos hasta que lograban separarlos.

El juicio duró cerca de los dos meses y la sentencia fue clara y contundente. La pena a los principales implicados se elevaba a más de veinte años de prisión. Esa misma tarde debían ingresar. Durante el traslado el “gringo” consiguió arrebatarle el arma a uno de los agentes y tras dispararle, ocasionándole la muerte, se dio a la fuga. El resto se incorporaron a la prisión correspondiente mientras se daba orden a todas las fuerzas para la caza y captura de “el gringo”. La astucia pero especialmente cierto alto cargo de la policía con el que el “gringo” mantuvo desde el principio de sus fechorías un contacto especial y al cual consiguió apartar de toda sospecha, le sirvieron para que este en agradecimiento le tendiera una mano.

Salvó el cordón policial establecido gracias a sus informaciones. Llegó hasta Golfillo en la avioneta de unos turistas amigos personales del mando en cuestión y pudo perderse esa misma noche en Panamá.

La noticia de la fuga del “gringo” tras el asesinato del policía que lo custodiaba saltó en todos los noticieros del país, tanto en la prensa escrita, como en la radio o la televisión. Gonzalo y el Negro, cenaban en el porche de la cabaña mientras escuchaban la noticia. La información sobre la fuga del “gringo” les puso sobre aviso y El Negro se encargó de organizar entre su gente un dispositivo de seguridad para el Ángel Viejito de Puerto Viejo.

Nadie se excusó y todos se organizaron para realizar una guardia que garantizara las veinticuatro horas al día la seguridad del Viejito.

Cuando Gonzalo habló con la familia y se lo comunicó a Negrita le cambió el color de cara. Carlos no se detuvo con la sorpresa. Sin consultar a su suegro llamó a Alberto y le puso en antecedentes de lo sucedido en Costa Rica. No había terminado de hablar con Carlos cuando ordenaba a su secretaria que le pusiera en contacto con don Gilberto. Finalizada su conversación con Carlos, atendió al directivo costarricense. Sabía la noticia y ya se había puesto en contacto con el ministro del interior para que pusiera de inmediato una vigilancia en torno a don Gonzalo y Negrita, pues con toda seguridad ese asesino se personaría por Puerto Viejo.

Alberto sonrió, no había duda que los temores en un principio de proporcionar información privilegiada a don Gilberto con la clara intención de proteger a su padrino, eran infundados. Aquel hombre estaba pendiente de su gran amigo las veinticuatro horas al día y cualquier incidente que pudiera afectarle ya estaba él adelantándose para prevenir cualquier problema. Cuando colgó tras agradecer sus desvelos se puso de nuevo en contacto con Carlos para tranquilizarlo. Mostró su asombro por la rapidez de actuación de aquel personaje. De nuevo Carlos tomó el teléfono para comunicar a su suegro las gestiones realizadas por Alberto y don Gilberto. Como se encontraba en el chalet de la sierra Gonzalo pudo conversar también con Anita y Negrita.

Lo hicieron por espacio de cerca de dos horas. Animó a Negrita y le expresó su deseo de verla pronto. Luego llamó al Negro para que redujera o suprimiera la vigilancia pues el gobierno ya se había hecho cargo.

- Viejito. Ya lo sabemos hemos visto a varios de la secreta merodear por aquí. Pero mi gente no se fía de nadie. Me han comentado que ese cabrón se escapó gracias a un alto jefe de la policía que estaba implicado y no salió en el juicio. Hemos decidido mantener la vigilancia paralela a ellos el tiempo que haga falta. Hay más de seiscientas personas que están dispuestas a sustituir a la gente que se vaya relajando.

En la actualidad tenemos a más de quinientas personas para controlar su entono. Se han formado grupos de diez en turnos de cuatro horas. Unas sesenta personas por día, lo que equivale a una guardia cada diez días más o menos. Nadie esta dispuesto a que ese cabrón pueda acercarse a usted a menos de cinco kilómetros.

Gonzalo estaba abrumado por el comportamiento de toda esa gente y mostró su opinión al asegurar que estaban exagerando un poco. Pero el Negro le confirmó que el número lo podían triplicar si contaban con las mujeres y los niños.

- Mi Viejito aquí todos daría su vida por usted. Puede que por su madre o su padre no lo hicieran pero por usted están todos dispuestos a lo que sea.

Ha salvado al Puerto Viejo que siempre hemos soñado los lugareños.

Gonzalo le felicitó por sus desvelos expresándole sus deseos de mostrar su agradecimiento personalmente a los diferentes grupos que iban a dedicar parte de su tiempo en su protección. De inmediato tuvo respuesta. El primer grupo acudió a la cabaña para recibir en persona el agradecimiento del Ángel Viejito del Caribe. El portavoz de los lugareños le aseguró que si el “gringo” se atrevía a caer por allí lo interceptarían, afirmando que no saldría vivo de la zona.

- Negro. Usted sabe bien que la venganza no entra en mis parámetros. Bastará con informar a la autoridad para su detención.

Ha salvado al Puerto Viejo que siempre hemos soñado los lugareños.

Gonzalo le felicitó por sus desvelos expresándole sus deseos de mostrar su agradecimiento personalmente a los diferentes grupos que iban a dedicar parte de su tiempo en su protección. De inmediato tuvo respuesta. El primer grupo acudió a la cabaña para recibir en persona el agradecimiento del Ángel Viejito del Caribe. El portavoz de los lugareños le aseguró que si el “gringo” se atrevía a caer por allí lo interceptarían, afirmando que no saldría vivo de la zona.

- Negro. Usted sabe bien que la venganza no entra en mis parámetros. Bastará con informar a la autoridad para su detención.

Gonzalo agasajó al representante de la ley y le ofreció un suculento aperitivo que le sirvió de comida, pues pudo degustar dos impresionantes langostas pescadas esa misma mañana, un enorme plato de camarones en salsa picante y una gran variedad de verduras y frutas para finalizar.

Por fin pasado el medio día el representante de la ley abandonó la cabaña siendo portador para sus superiores y su propia persona del más sincero agradecimiento.

Las primeras horas de la tarde las pasó en su hamaca de la playa. La época de las lluvias estaba llegando a su fin y la cala perdería la intimidad que durante ese periodo había reinado.

Se recreó contemplando el Caribe y los diferentes animalitos que a esas horas se dejaban ver, como iguanas, dos clases diferentes de monos, cangrejos ermitaños con caparazones de todos los colores y una variedad de aves que con sus sonidos y conversaciones alegraban el lugar. Solo pudo distinguir de vez en cuando al cuerpo de seguridad montado por los lugareños y cuando pasaban junto a él le saludaban con reverencia y adoración. No quisieron entablar conversación aunque les hubiera gustado, pero El Negro les había advertido que cuando se encontrase en su hamaca nadie le molestara de no ser requerida su atención. Mientras contemplaba el romper de las olas meditaba.

“Dentro de poco no se podrá disfrutar de esta calma, el turismo vendrá y tendremos que esperar hasta el regreso de las lluvias”. Pero Gonzalo sabía que pronto nacerían los bebes y se iría a su España para estar junto a Negrita y su hija. Ir por su tierra le gustaba pero no soportaba estar más de una semana fuera de su Puerto Viejo. Pensaba en Negrita. Como le comprendía ahora cuando hablaba de su Puerto Viejo y especialmente de su Caribe.

Una mañana el celular le despertó no eran aun las cinco de la mañana pero en España eran cerca de las trece horas. Era Anita confirmándole que el parto estaba próximo. Según los cálculos de Marta nacería dentro de la siguiente semana.

Era viernes, Nada mas colgar el teléfono para hablar con su familia se conectó a Internet y buscó de inmediato pasaje para España en la fecha más pronto posible. Le dieron billete para el domingo. De inmediato llamó al Negro para notificárselo. El dispositivo de control se puso en marcha. El día de su partida de Puerto Viejo tres vehículos componían la comitiva. Dos de escolta y en el otro él con el Negro. Para unírseles uno más con personal de las fuerzas de seguridad. En Limón. Al avión subieron, además de Gonzalo, el Negro, tres de sus hombres y dos agentes de la policía. Prácticamente casi copan el pasaje de ese viaje.

Al llegar al aeropuerto de Alajuela dos coches oficiales esperaban al personaje con su grupo de apoyo. Un agente solicitó su equipaje y el billete, encargándose de todos los tramites sin necesidad de pasar por el pago del impuesto de inmigración ni facturación. Le llevaron directamente al avión que le conduciría a España. Dos agentes del orden permanecieron en la escalerilla del avión para controlar al personal que iba a embarcar. Otros dos agentes permanecían observando a todas las personas que pasaban el control de equipaje de mano y por ultimo otros dos controlaban la entrada de la puerta de embarque designada. El control fue total. Sin duda cualquier malhechor que estuviese fichado por la policía en ese pasaje no viajaría con toda seguridad.

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