sábado, 24 de septiembre de 2011

NEGRITA PURA VIDA CAPITULO 14 EL REGRESO

- CAPITULO - XIV -

- EL REGRESO –

Negrita recobró la conciencia tras dos horas tendida en el suelo. Un charco de sangre rodeaba su cuerpo. No podía respirar bien y le costaba apoyarse sobre el lado derecho, tanto inferior como superior. Consiguió salir del chiringuito para llegar como pudo hasta la cala. Escuchaba la música, percibía la luz del escenario, algo turbio por la inflamación de los parpados y de los pómulos. Le faltaban unos cuatrocientos metros para llegar al grupo cuando volvió a desplomarse.

La providencia, la suerte o el azar de la vida, quiso que en esos momentos pasearan por el lugar Anita y su esposo, para bajar la cena y paliar un poco el alcohol con el ejercicio. Venían desde la zona norte de la cala, iniciando el regreso, cuando Anita escuchó unos gemidos. Alertó a Carlos y la pareja se acercó al lugar de procedencia. Sobre la selva el cuerpo ensangrentado de Negrita permanecía boca abajo. Carlos le tomó en brazos y mientras la llevaba hacia la cabaña Anita comenzó a correr pidiendo ayuda.

De inmediato varios hombres se acercaron con una mesa y al llegar a la altura de Carlos tumbaron a la joven sobre ella y entre seis la condujeron hasta la cabaña.

- ¿Se ha vuelto a caer?

Las palabras de su padre le llegaron a enojar.

- ¡Pero papá! como puedes decir eso. Le han pegado una paliza. ¡No lleva ropa y los salvajes que han logrado la hazaña se han ensañado con la pobre criatura!

Varias voces, principalmente de mujeres emitieron de inmediato el autor de aquel atropello.

-Ese “gringo” es un cabrón”. No es la primera vez” “Un día la matará de una paliza”.

Los comentarios se sucedieron uno tras otro y Gonzalo no fue ajeno a los mismos. De inmediato la llevaron entre Anita y Gonzalo a la parte trasera del todo terreno. Carlos se puso al volante junto al Negro en los asientos delanteros, mientras Gonzalo y Anita atendieron a la paciente hasta su llegada a Limón.

En la puerta del hospital le esperaba el jefe de la policía junto a una dotación de agentes de la ley Alberto no había perdido el tiempo.

A petición de su padrino se puso en contacto con don Gilberto quien no tardo ni cinco minutos en ponerlo en conocimiento del ministro del interior moviendo éste de inmediato a su gente en Limón. Se presentaron antes de llegar ellos. Gonzalo les explicó lo que ya en parte sabían y sobre quien caía la sospecha de aquel atropello.

- Creo que aunque la rabia me embarga debemos cerciorarnos de los rumores y esperar a que Negrita se recupere.

Las fuerzas del orden estuvieron de acuerdo con Gonzalo aunque también tenían la seguridad del la autoría de los hechos. Ya el jefe local había dado orden a la policía secreta que con una dotación de agentes de Puerto Viejo llevara a comisaría al “gringo” hasta nueva orden.

En el comunicado que recibieron se hacía hincapié que si había alguien con él se le condujera también. Anita se identificó como médico, rogando poder colaborar con el personal del hospital. No pusieron inconveniente la presencia de Gonzalo daba pie a aceptar cualquier petición de él o sus familiares pues su generosidad lo aconsejaba. Así pues mientras curaban a Negrita y recobraba el conocimiento pudo encontrar una mano amiga a la que aferrarse con fuerza. Le daba ánimos asegurando que todo iba a ir bien. Al preguntarle quien había sido el autor de aquella canallesca y cobarde agresión respondió sin vacilar.

- Se presentó el “gringo” con tres de sus gorilas y decidieron divertirse a mi costa. Pero no lo comente con su papá, “el gringo” lo mataría si se le ocurre ir a por él.

Anita le tranquilizó disculpándose unos minutos para salir y notificar a la autoridad los autores de aquella “heroicidad”. El jefe de la policía, entró en compañía de Anita e interrogó a la joven para tomar de inmediato el teléfono y ponerse en contacto con sus subordinados de Puerto Viejo. Habían detenido al “gringo” y a tres de sus gorilas.

Las lesiones que presentaba la joven no eran tan graves como la última vez que paso por allí. Tenía diversas contusiones pero no había ningún hueso u órgano lesionado. Lo mas problemático, por el hecho de requerir una cura diaria y la incomodidad del lugar, eran sus glúteos. Estaban en carne viva. Tendría que estar en observación. Pero al menos por el momento no revestía gravedad. Anita salió de inmediato para notificar a los presentes los resultados de la primera exploración médica. La enfermera encargada de la sala en la que se encontraba Negrita portaba los resultados de la analítica y las placas realizadas. Todo daba la razón a la primera exploración del principal problema.

Las heridas de los glúteos. No quisieron correr ningún riesgo y acordaron mantenerle en la sala de cuidados intensivos, al menos durante unas horas, en observación.

Gonzalo trató de convencer a la familia para que regresaran a casa y descansaran, el mantendría la guardia junto a Negrita. Pero Anita, su pequeña no lo consintió. Intentó con todo su poder de persuasión convencer a su padre para marcharse él a descansar. Pero como vio claro que no lo lograría se unió a él justificando su calidad de médico. Gonzalo lo aceptó tener a un facultativo de la familia era una seguridad, al menos para él.

El Negro y Carlos regresaron a Puerto Viejo en compañía del la autoridad policial, que portaba la denuncia firmada por Gonzalo contra el “gringo”.

- Tengo una orden judicial para registrar su casa. Envíen de inmediato a un par de agentes y que procedan a su registro. Quiero el mayor número de pruebas contra esos degenerados. Van a pasar una buena temporada en la cárcel. Concluido el trámite se despidió de ellos y se apresuró a subir a la habitación, para seguir velando en compañía de su pequeña a Negrita.

A las dos horas se personó la enfermera que anteriormente atendió a Negrita en casa del “gringo”. Gonzalo tenía buena información sobre la sanitaria y no dudo en contratarle de nuevo para que se hiciera cargo de la joven hasta su recuperación. Antes de iniciar la conversación para su contratación le presentó a su hija. Ambas sanitarias conversaron largamente sobre el estado de la paciente y la necesidad de cuidar y extremar las máximas precauciones con sus heridas especialmente las de los glúteos.

Negrita permanecía tumbada sobre el lecho boca a bajo. Andaba algo adormilada por el cansancio, la paliza y los analgésicos. Pero consiguió seguir la conversación de las sanitarias. La parte más afectada y con mayor tiempo para su recuperación iban a ser esos tersos y sensuales glúteos. Aquellos salvajes se habían cebado en esa parte de la escultural anatomía de Negrita. E incluso Anita sugirió la posibilidad de aplicarle cirugía plástica. Gonzalo aprovechó la ocasión para abandonar la sala. Negrita estaba bien acompañada y nada mas llegar a la sala de espera del hospital, con el celular se puso en contacto directamente con don Julián.

El obligado trámite de pasar por Máximo no fue necesario, ya que esa noche don Julián le proporcionó su teléfono particular, en la cena que compartieron con sus familiares.

Era muy tarde pero deseaba zanjar el problema de una vez por todas. Permanecía en su fiesta aunque su estado no estaba para ningún tipo de negociación. Sin embargo Gonzalo le volvió a lanzar la misma propuesta anterior. Pagaría tres veces el valor del negocio, del chiringuito del “gringo”. Sabía por sus pesquisas anteriores que el negocio, le pertenecía a don Julián. Su economía no era boyante en los últimos tiempos.

La pérdida de los porcentajes por el contrabando y venta de droga habían bajado considerablemente y gran parte de sus propiedades se las había vendido a Gonzalo. Mientras las del español, su productividad y explotación, aumentaban día a día. Las suyas tenían verdaderos problemas para sacarles rentabilidad. La estrategia económica de su rival de asociarse con sus arrendados le permitía garantizar unas horas indeterminadas de trabajo. Sus socios eran los principales interesados en que la explotación saliera hacía delante.

Cuanto más productivas fueran esas tierras mas medios económicos les proporcionarían a sus trabajadores.

Pero lo que no llegaba a entender de aquel extranjero era el renunciar al cincuenta por ciento de sus ganancias para revertirlas en las tierras menos productivas. Si las lluvias, los huracanes, terremotos, pequeñas erupciones volcánicas, arrasaban alguna de sus propiedades el fondo que destinaba a imprevistos iba a parar de inmediato a subsanarlo y la cantidad de dicho fondo era considerable.

Pues el veinticinco por ciento del total de sus posesiones en Puerto Viejo se dedicaban a dicho fin.

Sus locales de turismo, sin romper con el entorno, lograron una calidad de servicio inigualable no solo en aquel cantón sino que era muy superior a los tradicionales y concurridas zonas en época seca de la península de Nicoya y mas concreto en las playas de Guanacaste.

Don Julián no quiso precipitarse en su respuesta, su estado no era el apropiado para negociar y por si fuera poco el “gringo” andaba por medio. Por ello quedó en resolverlo al día siguiente, cuando su mente se asentara.

Guardó el celular y regresó a la habitación para colocarse en una silla junto a Negrita mientras sus manos se entrelazaban con las de la joven. La estampa visionada por Anita le llevó a recordar tiempos lejanos. Cuando era pequeña y enfermaba por una gripe, un empacho, una intoxicación o un simple resfriado. Al llegar a casa su padre corría a sentarse junto a ella para acompañarle, darle la medicación o aplicarle paños frescos sobre su frente. Luego a pesar de su prolongada jornada y de tener que madrugar al día siguiente se pasaba la noche en vela.

Vigilando su sueño y atendiendo cualquier petición. Se emocionó al recordar sus años de infancia, adolescencia o juventud. Nunca consintió que su madre se levantara por las noches ni siguiera cuando aún le daba pecho. Él mismo la cogía de la cunita, para entregársela a su madre. En mas de una ocasión era el quien tenía que buscar el pecho de su mujer y tenderle el pezón al bebé para que se alimentase. Su madre le contaba que ni se daba cuenta que le había dado pecho esa noche. El Recuerdo de su mamá siempre atenta y cariñosa con papá.

Sin escuchar una sola queja del poco tiempo que su esposo dedicaba a la familia. El trabajo le absorbía el mayor tiempo del día. Pero por otro lado su tiempo libre lo dedicaba por completo a su familia. Vacaciones salvo los últimos años no las pudo disfrutar papá y de rebote mamá. Se aproximó a su progenitor con las lágrimas recorriendo sus mejillas. Posó los labios, primero en una, para repetir el mismo gesto sobre la otra. El cruce de miradas fue tierno, explicito. No eran necesarias las palabras para transmitirse lo que en eso momentos sus sentimientos revelaban sin necesidad de vocablos, de aclaraciones o del empleo de otro lenguaje que no fuera el expresivo.

Al llegar la mañana la enfermera se quedó con Negrita mientras padre e hija se desplazaron a un hotel cercano para ducharse, desayunar un buen plato de ensalada de frutas y cambiarse de ropa. Llamaron a la familia para confirmarles que evolucionaba bastante bien. De no surgir ningún problema esa noche regresarían a Puerto Viejo. Los primeros alimentos del día le proporcionaron también las primeras calorías. Padre e hija conversaron durante el desayudo. Anita le reveló los recuerdos llegados a su mente esa noche con los cuidados dados por él a Negrita.

Conectaron con sus familiares informándoles de la evolución de la enferma. A continuación, ocuparon el lugar de la enfermera, regresando al centro sanitario. Anita revisaba las contusiones y heridas de la paciente. La preocupación seguían siendo las heridas aún sangrantes de sus glúteos. El resto mejoraban con gran rapidez. Ahora, Anita, estaba mas tranquila. Los derrames vaginales habían sido controlarlos durante esa noche. De momento todo había recobrado casi la normalidad, con la excepción de sus glúteos. Aplicó, desinfectantes, pomadas, gasas y demás material para atender las heridas.

Pero en esta ocasión las atrocidades cometidas por aquellos salvajes se basaron principalmente en actos orales y toda clase de vejaciones imaginables. Golpes, si descontaban los recibidos en las posaderas, no se percibían en el resto del cuerpo.

Al medio día recibió la llamada de Alberto comunicándole que el responsable de la seguridad de Limón, en primer lugar, le había telefoneado para confirmarle que “el gringo” y sus tres gorilas estaban ya a disposición judicial, con la acusación principal de trafico y tenencia ilícita de drogas.

En el registro a la casa se encontraron quinientos gramos de cocaína repartida entre los efectos personales de los cuatro individuos y en un sótano construido en el recinto de la casa.

Posteriormente esa misma información se la confirmó en persona el ministro del interior.

- Padrino. Esté tranquilo el responsable de la seguridad me garantizó un mínimo de quince años de prisión para el “gringo” y sus secuaces. Al menos durante esa temporada los cuatro permanecerán fuera de circulación. Gonzalo agradeció el desvelo de su ahijado y gran amigo.

Al colgar el celular regresó a la habitación, abandonada con anterioridad para conversar, comunicando a los presentes su conversación. Pero dirigiéndose especialmente a Negrita. Con muecas de dolor sonrió, le tendió la mano para sentir el contacto de su Viejito y transmitirle su gratitud con una leve presión.

Carlos y El Negro se personaron a media tarde. Los facultativos del hospital al comprobar el estado de la paciente, pero especialmente de la atención especializada que disponía.

Anita y la enfermera estarían pendientes de su evolución y de las curas, le dieron el alta. La generosidad de Gonzalo volvió a manifestarse con el personal del hospital.

Estaban trasladando a Negrita a una ambulancia, optaron por este medio de trasporte por la necesidad de mantenerse en posición horizontal y boca abajo, cuando el celular de Gonzalo volvió a sonar. Era don Julián para concertar una cita en el “Chino”. Aceptó de inmediato y le propuso cenar en el establecimiento.

No le pudo asegurar la hora exacta que llegaría pero calculo personarse sobre las veintiuna horas aproximadamente. De retrasarse, le telefonearía con tiempo suficiente.

Negrita, Ana y la enfermera viajaron en la ambulancia mientras Gonzalo lo hizo, junto al Negro y a su yerno en el todo terreno.

El trayecto se realizó con lentitud. Cualquier movimiento brusco del vehículo lo acusaba en exceso Negrita. Fue un viaje mejor de lo esperado con la única excepción del último tramo del trayecto, la parte no asfaltada.

A Negrita especialmente le pareció interminable. Se detuvieron en la entrada de la cabaña y los empleados de la ambulancia transportaron a Negrita en camilla hasta la habitación.

Con la ayuda de Anita y la enfermera la pasaron de la camilla a su cama. Por fin se terminó aquel infierno interminable de unos veinte minutos de trayecto final. Instalada y atendida por la enfermera y su hija, Gonzalo partió solo al encuentro con don Julián. La cena fue distendida y el acuerdo ya estaba de antemano pactado, no se había realizado antes por voluntad de Negrita que prefirió seguir con “el gringo”.

Pero fuera este de circulación, al menos durante una buena temporada, fijó en cerrar el trato como siempre en la entidad bancaria.

Gonzalo regresó a casa eufórico. Había logrado, después de mucho tiempo, repescar a Negrita para su hogar. La felicidad se reflejaba en su rostro. El entusiasmo y la rapidez empleada en subir las escaleras, para acceder a la habitación preparada para Negrita lo confirmaban. Convencido que esa expresión triste que observaba en ella, cuando pensaba que él no le miraba, desaparecería para siempre.

Verle con ese entusiasmo y felicidad acercarse a ella, posar sus labios en la frente y atropellarse en sus palabras para notificárselo le hizo sonreír. Pero solo ella era consciente que su compromiso con “el gringo” no finalizaba con la compra del negocio. Sus padres recibieron una fuerte suma de dinero cuando mamá se puso muy enferma y precisó atenciones médicas extraordinarias de las que “el gringo” se había hecho cargo a un interés muy elevado y con el compromiso de tener a Negrita a su servicio hasta que la deuda se saldara.

De no cumplir su hija con la palabra él los denunciaría. Al no poder pagar, meterían a su padre en la cárcel. Su madre murió a los seis meses de salir del hospital, por una complicación respiratoria, que no tenía nada que ver con la enfermedad que consiguió superar gracias al dinero del “gringo”.

Su padre enfermo no pudo trabajar quedando Negrita sin la posibilidad de liberarse de aquel degenerado. Cuando pasó a servir al “gringo” contaba con escasos doce años y en la actualidad estaba a punto de cumplir los dieciocho. Seis angustiosos años junto aquel cerdo cabrón. Cuando Gonzalo, extrañado por su reacción, le preguntó se tomó su tiempo.

La impotencia le impedía pronunciar palabra alguna y sus ojos comenzaron a humedecerse. La reacción de su Viejito le enterneció y consiguió calmar sus ansias de impotencia. Gonzalo tomaba una mano para besar su dorso, luego le cogía la otra y repetía la operación para finalmente con sus dos manos en las de ella le posaba sus labios en la frente. Mas calmada se decidió a confesar toda su historia. Pero antes de iniciarla le rogó que se sentara junto a la cama. Mientras Su Viejito iba a por la silla para acoplarse a su vera ella lo observaba con la sonrisa dibujada en el rostro.

Su mirada expresaba toda la dulzura y entusiasmo por aquel hombre. Era la compensación de los cielos y una bendición para toda su gente. Desde su llegada la zona estaba tranquila y la prosperidad de mucha gente se debía a la llegada de Su Viejito. Aún faltaba mucha gente, la que trabajaba con el otro buitre, don Julián. Pero Negrita era consciente que Su Viejecito trabajaba en ese campo como la hormiguita, poco a poco pero comiéndole el terreno a esos dos cabrones. Al “gringo” le había hecho emigrar precisamente en la época que mas movimiento tenía por la zona.

Había observado en su jefe el odio que profesaba hacia Su Viejito pero en todo ese tiempo jamás se atrevió a cruzar su camino con él. La otra cuestión que le tenía intrigada era el alejamiento tanto del “gringo” como de don Julián y sus secuaces del Negro Langostero. Antes de dejar Puerto Viejo se la tenían jurada y salvo el incidente en el chiringuito con su jefe al Negro ni se acercaron. No le había pasado desapercibida la presencia de la secreta siempre pendiente del “gringo” y la principal causa de abandonar Puerto Viejo.

Seguían habiendo demasiadas incógnitas por resolver pero su temor hacía “el gringo” podría asegurar que era innata. Pero ahora alguien se interesaba por ella, mejor dicho por su persona, por su gente. Y Su Viejito entró en su corazón. No había recibido nunca el cariño de sus padres, siempre con problemas de salud y trabajando desde la salida hasta la puesta del sol. Muchas veces su madre ni aparecía por casa. Don Julián la tuvo de compañera extorsionando a la familia hasta que la pobre mujer cayó enferma y éste la sustituyó por otra.

Desde su nacimiento el único afecto que había recibido en sus años de existencia se lo había proporcionado ese español. Su Viejito. Cuantas ideas, situaciones, sentimientos se dieron cita en su cabecita mientras Su Viejito se acoplaba junto a ella para poner todos sus sentidos en captar la historia que por fin se había animado a contar. Gonzalo no le interrumpió. Anita, al comenzar el relato se aproximó a los pies de la cama, se sentó en el colchón, evitando los pies de Negrita quien permanecía boca abajo, con sus posaderas recubiertas de productos farmacéuticos y gasas blancas.

Al finalizar la historia un profundo silencio se adueño de la estancia. Incrédulos, abrumados, temerosos, horrorizados, hasta que fue Su Viejito quien rompió el momento.

-

- ¿Le tenia comprada como si fuera una esclava? ¡Dios santo! En el siglo XX y todavía andamos así. Mi Negrita, ¡Dios como he podido ser tan ciego!

Seguía pronunciando la frase mientras se levantaba posaba sus manos en la cabeza de Negrita y comenzó a llorar como un chiquillo. Anita emocionada como su padre se aproximó a la cabecera para abrazarse a ambos.

Algo mas calmado por el consuelo de su niña Gonzalo le aseguró que zanjaría de una vez y para siempre su dependencia del “gringo”

- Mi Viejito. No habría mayor alegría en mi vida si lo lograse. Desde el primer día que llegó, cuando me propuso su oferta El Negro Langostero, me hubiera ido con usted. Pero Mi Viejito, ándese con mucha prudencia el “gringo” no tiene sentimientos y sería capaz de cometer cualquier atropello.

Paró para tomar aliento y pensar la siguiente frase mientras saboreaba la sensualidad de la mano de Su Viejito acariciando sus cabellos.

No me perdonaría en la vida si a usted le pasara cualquier cosa. Y le aseguro Mi Viejito, que me sentiría culpable por ello y en deuda con todo mi pueblo de privarle del ángel enviado por Nuestro Señor.

Gonzalo le tranquilizó. Ese cabrón cuando abandonara la cárcel estaría para sopitas. Luego llamó a la enfermera.

- Cuídeme a Mi Negrita. Y usted no se me preocupe todo saldrá conforme a sus deseos y esperanzas. Hasta el chiringuito lo colocaremos entre los primeros de Puerto Viejo.

Besó de nuevo la frente de Negrita, se abrazó a su hija y se despidió para zanjar definitivamente el asunto con esos cabrones.

Iba con prisas no quería perder la oportunidad de resolverlo esa misma noche. Fue directo al “Chino”, propiedad que había intentado comprar en varias ocasiones desde que se instaló en Puerto Viejo. Sin éxito. Intentó conectar con don Julián por medio del celular pero no lo consiguió. Allí estaba como siempre don Máximo. Le expresó el deseo de platicar con don Julián. Pero aquel terrateniente se había tomado muy en serio las advertencias del ministro, pero sobre todo de las constantes amenazas del jefe de la policía del cantón de Limón. Esa misma noche le advirtió que no quería verlo con Don Gonzalo.

Su ministro estaba semanalmente interesado en la evolución de los acontecimientos por la zona de Puerto Viejo. Aquel personaje indirectamente le había llenado las arcas a toda la plana mayor del gobierno. Gonzalo se dio cuenta que eludía entrevistarse con él. Desconocía las presiones a las que era sometido, especialmente desde la llegada de los familiares de don Gonzalo. Pero se había percatado que cuando se trataba de un negocio y este era sustancialmente interesante siempre buscaba la forma de contactar.

No lo pensó dos veces y le contó a don Máximo cuales eran sus intenciones y su propuesta. Le dio el número de su celular y le rogó que le llamara en cuanto tuviera noticias. Antes de abandonar el chiringuito volvió a insistir.

- No se olvide don Máximo hasta cuatro veces estoy dispuesto a pagar el valor del pagaret para saldar esa deuda del padre de Negrita. Cuatro no se olvide. Cuanto antes, por favor.

Apuró su imperial. Pagó la cuenta y en su coche regresó a la cabaña. No podía asegurarle nada hasta que don Máximo no le llamará. Pero esperaba que la cantidad ofrecida bastara.

Consciente de las dificultades de don Julián que poco a poco le iba vendiendo propiedades y cada vez presionaba menos con el precio. Regresó junto a la cama de Negrita. Se sentó junto a la cabecera entrelazando su mano a la de ella. Retirándose a la sala de espera cuando la enfermera iniciaba las curas pues la desnudaba por completo para atender a la multitud de contusiones y heridas que tenía repartida por todas las partes de su escultural cuerpo. Negrita sonreía cuando su Viejito abandonaba la habitación. Para comentar a continuación con la enfermera.

- Mi Viejito es bueno. Muy bueno.

Sobre las dos de la madrugada su celular comenzó a vibrar, lo había puesto sin sonido, pues advirtió a don Máximo que le llamara a la hora que fuera. Efectivamente era él. La negociación fue dura. Desde la cárcel “el gringo” exigía diez veces más de la cantidad. Don Gonzalo comprendió la estrategia de esos truhanes y desde luego no estaba para que le tomaran el pelo por mucho que deseará liberar a Negrita. Le pidió que don Julián atendiera su llamada.

En un principio no quiso transmitir la petición. Entonces Don Gonzalo le insinuó que acudiría a su abogado. No se produjo la reacción deseada y pasó a la acción asegurando que pondría en conocimiento de la policía el asunto. Consciente que solo le supondría abonar únicamente la deuda en cuestión. Percibió como bloqueaban el auricular del teléfono para no ser escuchado y casi de inmediato la voz de don Julián atendía el aparato. La conversación ahora era directa, sin intermediarios y aunque con dificultades fue conducida por los derroteros que le interesaba a Gonzalo.

Don Julián se justificaba con la negativa del “gringo” a proporcionarle el pagaret.

- Jamás se desprenderá de su Negrita, don Gonzalo. Usted no conoce al “gringo” es obsesión la que tiene por esa criatura.

Gonzalo se cansó de las evasivas de su interlocutor y optó por la estrategia de la presión.

- Es lo último que le diré. Si antes de dos días no tiene resuelto el problema con el “gringo” pondré en manos del ministro del interior y de sus abogados el asunto.

Fueron sus últimas palabras. Algo subidas de tono.

Impropio en él, pero tal y como se había desarrollado la conversación se convenció que precisamente aceleraría la presión de don Julián sobre el “gringo”. Obligando a los acontecimientos a precipitarse con mayor rapidez.

Sin duda el cambio de estrategia provocó unos resultados fulminantes. Don Julián tras las amenazas de Gonzalo presionó al “gringo” hasta conseguir la confesión del paradero del dichoso pagaret. Eran dos pedazos de cabrones pero no tontos.

Consciente de la fuerza del español con las autoridades. No quisieron tentar su suerte y tensar más la cuerda. De romperse les acarrearía, no solo perder la deuda, sino todo cuanto tenían. En contra de su voluntad pero forzado por la situación “el gringo” indicó a don Julián el lugar donde depositaba el documento.

A las dos horas del último contacto con don Julián, se ponía en comunicación de nuevo. Tenía muy claro que sujetaba la sartén por el mango pero no quiso forzar su ventaja. Si con lo acordado lograba liberar a Negrita se daba por satisfecho.

Aunque Gonzalo estaba convencido que podía apretarles y lograr zanjar el asunto con solo liquidar la deuda. Tras la conversación don Julián se apartó del asunto y dejó a don Máximo que se encargara de todo.

La cita fue de nuevo en el “Chino”. En su puerta, pues aunque la luz comenzaba a despuntar por el horizonte el reloj marcaba poco más de las cinco de la madrugada. Llegaron prácticamente al mismo tiempo. Don Máximo aparcó su vehículo y subió en el todo terreno de Gonzalo. Siguiendo las indicaciones llegaron al lugar indicado por “el gringo”.

Recogió la documentación. No empleó más de dos minutos, para regresar junto a su acompañante que aguardaba en el vehículo. Tomaron rumbo a la cabaña. Se detuvieron en su entrada y sin parar el motor descendieron para entrar y subir a su habitación. Conectó el portátil a la línea telefónica, buscó la página de su banco en Internet y ordenó la transferencia correspondiente. Don Máximo telefoneo a don Julián quien le confirmó el ingreso en su cuenta de la cantidad estipulada. El documento lo guardó en la caja fuerte y acompañó a don Máximo de nuevo al lugar de encuentro para recoger su coche.

Se despidió, puso el vehículo a la máxima velocidad posible para circular por aquel camino y regresó junto a los suyos. Entró con suma precaución a la habitación ocupada por Negrita. En esos momentos se quejaba mientras su hija y la enfermera le atendían. Su pequeña le tranquilizó, los analgésicos comenzaban a perder su eficacia. Se había despertado como consecuencia del dolor y le aclaró que la enfermera estaba preparando la medicación para calmar los dolores con una nueva dosis.

Al ver a Su Viejito, el dolor pasó a un segundo plano y con el rostro algo desencajado sonrió. La expresión de preocupación en Gonzalo desapareció con la aclaración de su niña y abriendo sus brazos en signo de triunfo comentó.

- Lo hemos conseguido Negrita. Lo hemos conseguido. Ese cabrón no volverá a molestarle.

No estaba muy convencida pero sonrió mientras se abrazaba a su bienhechor. Luego cogida a su mano fue recuperando el sueño a la par que los analgésicos cumplían con su función.

Esa mañana era la fijada para resolver la compra del chiringuito en la entidad bancaria.

No había pegado ojo en toda la noche pero no fue impedimento para personarse a la hora acordada.

Antes pasó por el negocio. El Negro había buscado personal para atender el chiringuito mientras Negrita se recuperaba. Nada mas ver a su amigo se sentó junto a él para reponer fuerzas. Conversaron sobre la resolución del asunto con el “gringo” confirmándole que se dirigía a la entidad bancaria para cerrar el trato de la compra del negocio.

El Negro Langostero se levantó de su asiento e invitó a su amigo a realizar la misma operación. Sin darle tiempo a reaccionar se abrazó con aquel personaje mientras sus ojos se humedecían y alababa a su Dios por haberles proporcionado la dicha de cruzarse con aquel hombre. Sin duda le había rescatado del hoyo en el que se metió, donde la única salida era la muerte. No contento con ello consiguió regresarlo a su Puerto Viejo del alma. Donde las esperanzas de retorno se habían cerrado para El Negro Langostero.

Pero más importante que su estado personal era el logro de recuperar la esperanza de vida, la magia y la alegría del negro de Puerto Viejo.

Negrita se recuperaba a marchas forzadas. Verse liberada del “gringo”, pero especialmente saber que compartiría junto al Negro Langostero su vida con su Viejito le hicieron sentirse la mujer más afortunada y feliz del planeta. Pero a pesar de todos los acontecimientos y las perspectivas de futuro en su interior el miedo, ese que le acompañaba desde el mismo día de ver por primera vez la luz del mundo, persistía en su alma.

Conocía demasiado bien al “gringo” para saber que no olvidaría el asunto.

Y ahora su temor aumentaba pues estaba convencida que el personaje tendría un nuevo objetivo. Su Viejito. Lo que le hiciera a ella poco importaba pero a su Viejito. No lo resistiría.

Pero toda esa mezcla de sentimientos felices, de preocupación por el futuro se juntaban con esa promesa de las autoridades de disponer al menos de quince años de tranquilidad y sosiego.

Ahora cuando abriera los ojos por la mañana se vería en su nuevo hogar, descansando comiendo, viviendo bajo el mismo techo que su bienhechor. De SU VIEJITO con mayúsculas. Cuando se tumbaran en la hamaca por las noches no tendría necesidad de regresar a casa del “Gringo” incluso se podría quedar junto a su ángel durmiendo en la hamaca hasta que ese sol, ese sol emergiendo del caribe, calentara sus rostros.

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