viernes, 15 de julio de 2011

NEGRITA PURA VIDA CAPITULO 3 - LA BATALLA

- CAPITULO – III -

- LA BATALLA

A primera hora. Gonzalo, en compañía de Alfredo, salía de nuevo a pescar. Coincidiendo en la hora Carlos preparaba, con su acostumbrada meticulosidad, la primera reunión con el responsable del personal del banco. Don Jaime. Un hombre amargado por su incompetencia. Era el único consejero que almacenaba una envidia enfermiza hacia Gonzalo. Se valió de su posición para llegar al consejo de la entidad. Su padre y varios familiares eran de los accionistas mayoritarios del banco.

Supo explotar su posición, pero sobre todo aprovecharse de la bondad de Gonzalo, para apuntarse muchos tantos que no le pertenecían. A pesar de ello nunca consiguió superar los celos hacia el personaje. Envidiaba su capacidad de trabajo, su inteligencia, pero especialmente ese poder, ese imán que ejercía en las masas. En la gente. Era pedir algo a sus empleados y estos se volcaban sin pedir la mínima explicación. Cualquier otro debía pelear, explicar y por último exigir, cuando no encontraban otra salida. Ese don de Gonzalo le corroía el cuerpo y el alma de envidia.

Carlos era consciente que don Jaime estaba deseando poder llevar las riendas en cualquier asunto que afectara a su suegro. Pues competencias suyas, si eran propuestas por Gonzalo, el consejo pasaba de las opiniones de don Jaime. Aunque jamás llegó a pasarle por la cabeza la respuesta que le dio esa mañana.

- Por favor. Don Jaime. No le estoy pidiendo ninguna indemnización ni siquiera una compensación por lo logrado por don Carlos en la última negociación con los americanos. Tan solo le pido que tenga un mínimo de ética hacia una persona que ha dedicado su vida en cuerpo y alma a la entidad.

Su nombramiento como Vicepresidente está solo a falta de la firma del presidente. El consejo lo aprobó por mayoría y lo único que solicita de la entidad es el sueldo que le corresponde como vicepresidente y el mantenimiento durante los diez meses que le quedan para jubilarse. Sin necesidad de personarse. Nada más. Ya le he comentado que don Gonzalo ha decidido jubilarse. La muerte de su esposa le ha afectado demasiado y es consciente que no podría rendir en su trabajo.

Una sonrisa cínica cargada de deseos vengativos, sin el menor motivo, brotó del rostro de aquel buitre.

Con la sensación de dominar la situación por primera vez y con el pánico en el cuerpo pensó. “Si Don Gonzalo lo deja me van a ver el culo”. Carlos sintió nauseas al contemplar aquella cara pero contuvo sus sentimientos. Se mordió los labios y escuchó atentamente lo escupido por esa alimaña. Adoptó la posición del abogado defendiendo a su cliente y se olvidó de sus sentimientos familiares.

- Querido Carlos. Me estás pidiendo caridad. Seamos serios. Tu suegro se ha ido voluntariamente del banco. Si pretende jubilarse deberá aceptar las consecuencias de una jubilación anticipada.

Lo de Vicepresidente, como se le va a nombrar a una persona si ha dejado voluntariamente la entidad antes de hacerse efectivo. Sé que eres un gran profesional. Te ruego que no plantees utopías y atengámonos a lo estrictamente legal. ¿Hay algo mas que desees plantear?

Carlos permanecía serio, controlando sus impulsos. Sonrió y también fue capaz de expresar toda la ironía en aquella sonrisa. Para finalizar el encuentro con una frase fría y seca. Dejando entre leer que la batalla solo se había iniciado.

- No. don Jaime me ha quedado muy claro. Volveremos a encontrarnos. Que pase un buen día.

Se levantó con elegancia y con una educación exquisita abandonó el despacho. Por dentro la sangre le hervía. Le hubiera gustado saltar como, cuando era pequeño, en el colegio donde lo hacía por cualquier cosa y se liaba a insultos y a ostias con el que fuera. Como le hubiera gustado lanzarle un hijo puta. Soltar su puño sobre la mesa del despacho hasta partirla y salir cerrando la puerta con tal virulencia que las bisagras se descolgaran en compañía de la puerta.

Bajó a la primera planta del edificio y se encaminó hacia el despacho del presidente. Previamente le recibió su secretaria que, tras la petición de entrevistarse y a pesar de no tener cita concertada, al escuchar que venía en representación de don Gonzalo tomó el interfono y anunció a su jefe la presencia de don Carlos. Don Emilio no dudó un solo instante. Estaba ocupado pero dejó cuanto tenía entre manos y ordenó a su secretaria que lo pasara al despacho. La empleada se levantó de su sillón e invitó a Carlos a acompañarle. Abrió la puerta y entró en el despacho para anunciar la presencia del yerno de don Gonzalo.

Los saludos de cortesía para invitarle a sentarse en un sillón del despacho mientras él lo hacia en otro. Propiciando un ambiente más familiar y dejando la formalidad de la mesa del despacho. La conversación fue fluida sin la menor sensación de tensión o distancia pero cuando Carlos finalizó su entrevista, mucho más relajada que la mantenida con don Jaime, le dio la sensación de estar sacudiéndose las pulgas. Esperaba mucho más que un simple.

- Lo expondré en el consejo de esta tarde y le informare de inmediato. Salude de mi parte a Don Gonzalo y dígale que me gustaría personalmente darle mis más sinceras condolencias.

Al entrar en su lujosa casa Anita notó de inmediato toda la tensión que su esposo llevaba acumulada esa mañana. Jamás en sus casi veinte años de matrimonio le había visto así. Pero cada vez que en casa se hablaba del banco y del trato que este le daba a su suegro se encendía. “No saben valorar lo que tienen” “Los muy.....” Mil y un insulto brotaban de su boca y eso que era una persona extremadamente educada. Es cierto que hasta su mayoría de edad y en especial cuando su padre murió y le tocó ser el jefe de familia, había sido un muchacho impulsivo, mal educado e incluso agresivo.

Pero desde aquel fatal desenlace cambió por completo y se transformó en una persona reflexiva y refinada. Pero cuando salía a relucir asuntos del banco su inconsciente regresaba a su adolescencia y soltaba todo su repertorio censurado. Fue al encuentro de Anita con los brazos abiertos pero con un grito de desahogo.

- ¡Dios que hijos de puta! Pero ojala esta tarde me den la misma respuesta. Los voy a desangrar hasta la última gota. Sabrán lo que es recibir el pago con la misma moneda.

Anita, aunque con el rostro algo preocupado, sonreía

Deseaba volver a ver a su esposo con control. Pero se cuidó mucho de hacerle ningún comentario, le permitió desahogarse mientras lo abrazaba y esperaba que le contara los acontecimientos, si bien ya sospechaba alguna salida fuera de toda ética, de aquellas “alimañas”. Como solía decir. Anita, cuando su esposo le relató sus entrevistas de esa mañana y se percató que había recuperado a ese Carlos, dulce, cariñoso, atento y educado, comentó.

- Mi amor. Sabes que es cosa de don Jaime, verás como te llaman esta tarde concediendo a papá lo solicitado. Pues es lo mínimo que deben hacer por él.

Carlos no estaba tan convencido como su mujer. La conocía bien y en gran parte era como su padre. Por otro lado era un perfecto experto en la forma de actuar y respirar de esos buitres. Había trabajado con ellos, siempre a petición de su suegro y sabía de sus técnicas y artimañas para no soltar un solo euro aunque este fuera de lo más justo. Pero en el fondo se alegraba que fueran así, pues deseaba poderse medir con ellos. Recordaba cuando en el colegio se enfrentaba a chicos con tres o cuatro años mayores que él a puñetazo limpio. La situación era algo similar. Él contra aquella deshumanizada entidad.

No dudaba un solo instante en su victoria. Pondría cuerpo y alma en exigirles hasta el último euro que consideraba él que le habían escatimado a su suegro. Y las armas a emplear iban, dentro de la legalidad, por supuesto, por las mismas líneas, exentas de ética y humanidad, tan empleadas por las entidades financieras, olvidándose de todo sentimentalismo, y buscando el fin único y obsesivo de ese tipo de empresas. El dinero. Pero debía serenarse, olvidarse de su “yo” agresivo y convulsivo de su juventud. Asumir el papel que desempeñaba tantos años proporcionándole éxitos increíbles.

Además tal vez su mujercita tuviera razón. Por lógica la entidad debía comportarse mucho mejor que lo solicitado esa mañana.

- ¿Don Carlos?

“Malo”. Pensó de inmediato al escuchar la voz de la secretaria de don Emilio. No se equivocaba. La voz de aquella empleada era tensa, temerosa, estaba al corriente de todo y le dolía la decisión y actitud de sus jefes con aquel hombre que se había dejado el alma en el banco. Y por si fuera poco le tocaba torear aquel embolado. Casi pidiendo disculpas le comunicó que el consejo había adoptado la decisión de respaldar a don Jaime y que sintiéndolo mucho no se podía hacer nada.

Unas gracias de Carlos iban a finalizar la conversación. Pero aquella mujer en tono bajo le comunicó que había mucha gente que estaba en contra de esa decisión y que ella misma había hecho un comentario a Don Emilio que le sacó de sus casillas.

- Creo que incluso él no esta muy conforme. Lo siento de todo corazón.

Intentó decir algo más pero comenzó a llorar y colgó el teléfono. Carlos sintió un gran alivio. Había llegado su hora. Hay que atacar. Y desde luego que emplearía sus mismas técnicas. Nada mas dejar el teléfono fue en busca de su mujer.

- Anita eres como tu papi. Demasiado buena. Pero esa gente se va a enterar quien es Carlos. Quiero presentarles antes de la noche mi ultimátum y desde luego les va a costar algo más de lo solicitado. Tengo muchas mas armas de las que pueden imaginar para doblegarlos y sacarles hasta el último céntimo que le deben a papá, en mi opinión. El acuerdo con los americanos está a falta de la firma de los dos presidentes y papá me comentó que se realizaría dentro de dos semanas. Sé que había una entidad francesa interesada en la misma operación y con bastantes posibilidades. Su gran obstáculo para conseguirlo fue papá.

Estoy convencido que esa será mi última y gran baza. Perderían cientos de millones de euros y eso sin contar las perdidas que le ocasionarán las movilizaciones de los empleados en todo el país.

Anita le dejó hablar y cuando pensó que era el momento oportuno comentó.

- Carlos ten cuidado en las medidas de presión. Procura que una tercera persona no sufra las consecuencias. Sabes que eso a papá le afectaría mucho y aunque te ha dado libertad para negociar una situación así, aunque la acataría, le afectaría profundamente para el resto de su vida.

- Mi vida lo sé. Conozco muy bien a ese inteligente pero “bobo” en estas circunstancias. No iniciaré ningún movimiento hasta no asegurarme la baza de la financiera francesa. Con ese as en la manga será imposible rebatirlo ni con escalera de color. Pues iré de mano y será al as. Les haría retroceder años, y con escasas posibilidades de recuperarse. Ninguna empresa en la actualidad corre un riesgo de esas dimensiones. Cederán a todas mis pretensiones sin más.

Carlos telefoneó de inmediato a Gonzalo.

Conversaron largamente y consiguió información importantísima con respecto a la firma francesa y datos sobre el presidente de la norteamericana. En el espacio de unas horas tuvo resuelto su as. El presidente de la entidad norteamericana era un multimillonario que manejaba la entidad bancaria con la que se fusionaría la española como un negocio secundario. Su fuerte era el petróleo y su interés por una firma u otra era cuestión, como le comunicó el presidente de la entidad americana, de decidirse por el directivo del banco español que negoció con él. Don Gonzalo.

- Lo que aconseje don Gonzalo hará mi empresa le di mi palabra a él y si desea que firmemos con la francesa lo haré sin el menor reparo.

Le dio varios números telefónicos para mantenerle informado a través de sus empleados y le mandó sus más cordiales saludos para su cliente. Finalizando la conversación con una frase de halago hacia su suegro.

- ¡Don Gonzalo! Que hombre más increíble. No se encuentra gente con esa capacidad de negociación pero especialmente con esa calidad humana. Me sorprendió y no soy de los que se deja impresionar fácilmente. Déle un fuerte abrazo y cualquier cosa que desee ya sabe donde me tiene.

Carlos respiró. Ahora el resto sería cosa de niños. Contactó con todos los directores de comunidades autónomas de la entidad. Les expuso la situación y rogó coordinarse con él. No debían moverse hasta decidir una estrategia. De todos escuchó maldiciones hacia el consejo del banco y le mostraron su apoyo hasta las últimas consecuencias. Ya iba siendo hora de parar a esos prepotentes. “Es increíble. Comportarse así con don Gonzalo”. “Que nos harán a nosotros”. Llegó a escuchar en más de una boca. Cuando telefoneó a Alberto este saltó de la misma forma que lo había hecho él al llegar a casa.

Por supuesto que tenía su total apoyo. Pero no cayó en la cuenta de advertirle que no lo comentara con Gonzalo.

Antes de las veinte horas se personaba en el banco con varios sobres, con los mismos documentos, nominativos a cada uno de los miembros del consejo del banco. Llegó al despacho del Presidente, sabía que siempre que había consejo no abandonaba la entidad hasta muy entrada la noche. En un principio no quiso recibirlo. No se atrevía a dar la cara pero cuando Carlos iba a dirigirse al despacho del resto del consejo. Salió personalmente y le pidió entrar en el despacho. En esta ocasión se sentó tras su mesa.

Estaba claro el clima que deseaba mantener en esa conversación. Carlos le expuso paso a paso sus primeras actuaciones.

- Don Emilio. Hemos llegado a una situación que a mi suegro particularmente no le hubiera gustado. Pero su respuesta de esta mañana creo que está fuera de toda ética. Por supuesto que es una acción totalmente legal pero su comportamiento me obliga a tomar otro rumbo. Mi intención es actuar dentro de la legalidad, pero también deseo prevenirle que con las mismas armas empleadas por ustedes. Sin ética. Me han obligado a ello.

Unos instantes de silencio para mantener la expectativa. Especialmente para observar la reacción del directivo, pero sin darle tiempo a pronunciarse, añadió.

- Lo que le presento no es una solicitud. Es una exigencia.

Esa última palabra la pronunció con autoridad. Con tal firmeza que el presidente, que hasta el momento había permanecido impasible, cambió su expresión. Y de nuevo dejando ese tiempo sin permitir replica prosiguió.

- He aprendido mucho de sus técnicas persuasorias en diferentes situaciones en las que he trabajado para ustedes. Y ahora en las circunstancias actuales pienso aplicar para lograr mi exigencia y de paso darles a probar su propia medicina.

Una leve pausa para sacar del sobre correspondiente los documentos para su interlocutor.

- Como podrá leer con detenimiento tienen un plazo de una semana para aceptar estas condiciones. Comprobará que son nuevas. Pero aun así se quedan cortas con la deuda que tienen con este hombre. En primer lugar van a reconocer el cargo de Vicepresidente a Don Gonzalo con efecto retrospectivo de veinte años. Y me quedo corto. Es entonces cuando debieron nombrarlo. Por dicho concepto recibirá los atrasos correspondientes a la diferencia de sueldos.

A esto sumaremos las comisiones no percibidas, calculadas a la baja, de todas las transacciones realizadas y por las que hubieran tenido que pagar a corredores. Mas las gratificaciones ofrecidas por diversas empresas a mi suegro a las que renunció a favor de la entidad que preside, descontándola de la cantidad abonada por dichas empresas al banco. Por ultimo y como agradecimiento a sus cincuenta años de servicios una pequeña gratificación. Redondeando. Seis millones de euros. Puede comprobar el cálculo detallado de esa cantidad que como comprobara el estudio es a la baja.

El dinero se le abonará de inmediato cuando firmen las condiciones. Por ultimo mantendrá en el cargo de forma legal los diez meses que le restan para su jubilación sin tener que personarse a su puesto de trabajo. Finalizado el periodo se formalizará su jubilación.

Observó los cambios expresivos de don Emilio permaneciendo atento, no exento de alguna que otra anotación, a la exposición del abogado.

- Por ultimo mañana comenzarán las primeras acciones. Sabe que soy una persona directa. Usted bien lo sabe. Pero para evitar cualquier duda, en el resto del consejo, con ellas se convencerán.

Nunca voy de farol. No me gustaría perjudicar al banco pero si en esta primera semana y tras comprobar las acciones emprendidas no reaccionan tendrán noticias de otras. A don Gonzalo no le gustaría que le entidad pasara por ellas, sería destruir parte de su trabajo. Pero son métodos aprendidos de ustedes. Legales pero rastreros.

Se hizo un profundo silencio. Carlos mantenía su mirada en la de don Emilio quien la cruzaba para eludirla de inmediato. Por fin, en tono preocupado, comentó.

- Siento que nos tengamos que ver en los tribunales pero el equipo de abogados del banco estará preparado para defender a la empresa.

Pausa para observar la actitud de Carlos, que continuaba con su mirada fija y fría. Con seguridad el abogado esperaba que lanzara lo que le quedaba, para despedirse y proseguir su ruta por los despachos de los diferentes consejeros. Pero como no se producía rompió él el silencio.

- No. Don Emilio, en los tribunales no nos veremos.

Pausa eterna para que asimilase su respuesta y cuando lo creyó oportuno añadió.

- Sinceramente el problema lo han creado ustedes al negar la justa propuesta de esta mañana. Yo no estaba de acuerdo con ella. Pero era la petición expresa de mi suegro y aunque con reticencias no me negué a presentarla. Ahora si desean que la paz vuelva a nuestra relación mi exigencia la tienen en estos documentos. Analícenlos pero el plazo comienza hoy mismo.

De nuevo el silencio, roto en esta ocasión por el presidente.

- Por consideración a su suegro. Es posible que el consejo recapacite su decisión de esta mañana. Pero sus exigencias son descabelladas. Siento tener que ir en contra de una persona que ha supuesto tanto para nosotros. Pero la entidad está por encima de las personas. Por encima de mí. Carlos sonrió. Se levantó de su asiento y tras estrechar, no sin muchas ganas su mano comentó mientras tomaba la puerta.

- Dentro de una semana volverá a tener noticias mías.

Realizó el recorrido pertinente para dejar los sobres en los diferentes despachos

Entró en todos y lo hizo personalmente, salvo en el de don Jaime quien se negó a recibirlo, entregando el sobre a su secretaria.

Eran cerca de las veintidós horas cuando entraba en su despacho. No lo había pisado en todo el día y deseaba informarse de lo sucedido por allí. Se sorprendió al ver luz, pero cuando abrió la puerta quedó perplejo al ver a su secretaria trabajando sobre diferentes documentos. Le informó de todo lo acontecido durante el día en el despacho y le comentó que su suegro había tratado de localizarle.

Comprobó varias cosas, tomó diversos expedientes que le entregaba su secretaria y con ellos en la mano entró en su despacho para dejarlos momentáneamente sobre la mesa y ponerse en contacto con su suegro.

Las primeras palabras le desvelaron su torpeza al no haber advertido a Alberto. Gonzalo estaba al tanto de casi todas las maniobras de su yerno y temía por las personas del banco que optaran por hacer medidas de presión. Carlos le tranquilizó y fue describiéndole paso por paso todas las acciones a realizar y su convencimiento de no afectar a ninguna tercera persona. Hizo un alto en su exposición para aclararle que solo había una salvedad. Don Jaime, no seguiría en su puesto.

- Carlos. Sabes que no me gusta entrometerme en tus decisiones. Que cuentas con mi total apoyo me guste o no, pues así lo decidí. Pero me conoces lo suficiente para saber que perjudicar a una tercera persona por dinero no me compensa en absoluto.

Dio un respiro al teléfono, le dolía la reacción de los que consideraba compañeros de trabajo hasta hacía unos días.

Sonrió mientras a su mente acudía la siguiente reflexión. “Pero que carajo me importa nada. Sin Ana nada tiene sentido” Para inmediatamente disculparse ante su yerno.

-Haz lo que creas conveniente. Te di plenos poderes para actuar. Perdóname. No he dicho nada. Pero no deseo nada malo ni a mi peor enemigo.

Carlos sonrió, su suegro era capaz de perdonar al mismo diablo aunque le estuviese pinchando con el tridente. Le tranquilizó asegurándole que no sería él quien le perjudicara. Don Jaime mostraría su torpeza al consejo en esos acontecimientos y se darían cuenta de su ineptitud por primera vez en muchos años. Esa misma incapacidad para el puesto sería la causante de su salida del consejo.

- Querido papá. Sabes perfectamente que lo que te digo es así. Ya no le tiene para que le resuelva sus torpezas.

Conversaron largamente. Carlos consiguió convencerlo aunque sabía a ciencia cierta que a don Gonzalo le costaría asimilar la segura destitución de aquella ave de rapiña (con mi más sincero perdón hacia esos animalitos)

Conectó con los teléfonos particulares de los dirigentes de las diferentes comunidades y acordaron reunir a los comités de empresa de cada comunidad para exponer las medidas a emplear. La maquinaria estaba en funcionamiento.

Las primeras propuestas para los dos primeros días era una huelga de celo. Cumplir, con estricta corrección, las normativas de cada operación, transacción o atención directa a clientes. Conscientes de la ralentización de todas las gestiones.

Los primeros problemas se le presentaban a la entidad a las veinticuatro horas de la puesta en práctica de la medida. Los teléfonos no pararon de funcionar. La masa laboral estaba incondicionalmente con don Gonzalo, incluso los que no lo conocía personalmente sabían de las ventajas y beneficios que aquella persona había logrado para el personal

Era todo un mito, una leyenda en el banco. Los primeros nerviosismos de don Jaime afloraron a primeras horas de la segunda jornada. Telefoneaba a los responsables de las comunidades asegurándoles que les podía costar el despido. Pero con una corrección que aun le puso más nervioso comentaban que estaban haciendo todo lo posible. Cuando se puso en contacto con Alberto, este no asintió como la mayoría y en tono jocoso se atrevió a lanzarle.

- ¿Por ahí en Madrid, donde usted es el responsable, las cosas funcionan con normalidad?

Las palabras de Alberto le hicieron saltar. Era consciente que tras Galicia Madrid era la comunidad con más problemas y mayor conflictividad. Pero sabía, aunque no tenía pruebas, que Alberto sin la menor duda era, sino el principal, uno de los principales implicados en aquellas medidas de fuerza. Le aseguró que esa misma tarde en el consejo de la entidad presentaría una solicitud de regulación de empleo para varios empleados de Galicia, como impulsores de la situación y como ejemplo para el resto del territorio. Más que asustar a Alberto le agigantó.

- Corre a llorarle a don Emilio. Yo no tengo problemas con dejar la entidad me marcho con mi padre a pescar y seguro que tendré una calidad de vida infinitamente mejor que la de ahora. Pero “mi querido amigo”. No olvides de informarles que a partir de mañana cerraremos todas las dependencias del banco en Galicia. Y procura despabilar para que no se te cierren las que están más directamente bajo tu control.

No le permitió respuesta, le colgó y sintió tal grado de satisfacción que se fue al mueble bar y se atizó un lingotazo de Wiski, bebida que raramente probaba.

Los nervios estaban a flor de piel en aquel consejo.

El consenso, forzado por las circunstancias del último realizado, se rompió definitivamente esa tarde. Hubo más que palabras de recriminación por no haber aceptado la propuesta inicial, no solamente era justa, sino que, como podían comprobar, ahora se había quedado corta. Se lanzaron reproches unos a otros y fueron aflorando situaciones de gran perjuicio para el banco por las decisiones de don Jaime que siempre fueron tapadas y solventadas por don Gonzalo. Don Emilio tuvo que hacer valer su autoridad para que aquel consejo no terminase en una guerra campal. Se llegó a escuchar.

- Tu gran problema, a parte de tu ineptitud son los celos que le tienes a don Gonzalo” De nuevo la intervención de don Emilio encauzó la razón de aquella reunión, aunque también sirvió para ver mas claro ciertas situaciones en el banco desapercibidas por la mayoría del consejo. Así como ir descubriendo cual era la verdadera dimensión de esa persona a la que estaban perjudicando señalando al responsable de haber llevado a la entidad a esa situación.

- Estamos aquí para resolver la crisis que se nos presenta.

Sentenció el presidente para ir preguntando a cada responsable cual era la situación para la jornada siguiente. El consejo se quedó perplejo al comprobar que todas las oficinas del país cerrarían las dos últimas jornadas de la semana. Y que tras la nueva exposición de don Carlos con la dirección optarían por suspenderla, prorrogarla o tomar otras medidas. A una semana de la firma definitiva con la entidad norteamericana esa situación podría influir negativamente.

- La central de Madrid, al menos la principal, abrirá mañana.

Aseguró con un tono de voz elevado no exento de un miedo indescriptible. Fue pronunciar la frase y de un sector, sin poder determinar a su autor se escuchó. “¿La abrirás tu personalmente?”.

Terminado el consejo don Emilio se refugio en su despacho, y lo primero que hizo fue tratar de despejar las enormes dudas que le invadían. Telefoneo personalmente al presidente de la entidad americana, quien le hizo esperar más de media hora y por fin cuando consiguió ponerse en contacto confirmó sus temores y suposiciones.

- Don Emilio. La última palabra para la firma la tiene don Gonzalo, y ha de saber que solo firmaré ese acuerdo en presencia de él y con su consentimiento.

Pausa para atender un asunto urgente y prosiguió sin darle pie a intervenir al presidente español.

- Como me imagino que sabrá hay otros padrinos para la novia. Desconozco los problemas que pueda tener con ese hombre pero le aseguro que si lo deja escapar mañana mismo me presento allí personalmente para lanzarle una oferta.

Don Emilio en actitud de sumisión le aclaró la intención de don Gonzalo de dejar el trabajo y jubilarse.

La muerte de su esposa le había afectado demasiado. La noticia dejó perplejo al americano que desconocía el fallecimiento de la esposa del directivo. Ahora con mayor motivo le apoyaría hasta el final. La conversación se cerró con un.

- Bueno don Emilio dentro de tres o cuatro días mi interlocutor me confirmará si don Gonzalo desea que firme con ustedes o con otro padrino. Si todo marcha con normalidad la semana que viene nos veremos en mi rancho para firmar el acuerdo, pero no se olvide de venir acompañado por don Gonzalo de lo contrario será mejor dejarlo.

Estaba desencajado. No había sabido valorar a don Carlos y eso que había tenido unas brillantes actuaciones a favor del banco y siempre por expresa petición de don Gonzalo, pues cuando él trató de contratar sus servicios para la entidad se negó en rotundo. Ahora comprendía perfectamente la seguridad de aquel hombre cuando comentó que tendría conocimiento de las próximas medidas. Retomó el teléfono para ponerse en contacto con él. Pero el teléfono comunicaba. En esos momentos el empresario americano hablaba con él para dar su más sincero pésame, rogando le transmitiera a don Gonzalo sus condolencias.

Se ratificó en su decisión de solo firmar en presencia de él y que contara con su total apoyo.

- Don Carlos, ¿Podemos vernos?, Desearía dejar zanjado este asunto lo antes posible. Nos vemos en mi despacho dentro de una hora.

Carlos sonrió, mantuvo unos segundos de silencio, para comentar.

- Ahora me es imposible voy a salir con mi esposa. Si lo desea dentro de tres horas nos encontramos. Terminamos de cenar y acompañó a mi mujer a casa. Pero si no le importa nos reuniremos en mi despacho está mas cerca de casa.

Aquello era casi humillante, y con esa intención lo planteó Carlos, pero don Emilio reaccionó a tiempo.

- Un directivo del banco acudirá para resolver nuestras diferencias.

Iba a lanzarle cuatro impertinencias, pero pensó que con la respuesta dada a la citación era suficiente. Sintiéndose satisfecho por su control. A don Gonzalo no le gustaban los malos modos y sabía con seguridad que de haber saltado se enteraría. Esos buitres aprovechaban cualquier situación para lanzarla a la cara tarde o temprano. Cuestión que le tenía sin cuidado pero seguro que se lo recriminaría a su suegro.

Fue lo único que le frenó, pues estaba demasiado caliente con aquellas personas.

Lo comentó con Ana quien no entendía como podían comportarse de esa forma con su padre. Les había entregado toda su vida había sacrificado a su familia y ahora se lo pagaban así. No le entraba en la cabeza el desarrollo de los acontecimientos pero se alegraba que su marido hubiera tomado las riendas. Convencida que les haría tragar al menos en parte lo que le hicieron a papá.

Llegó más de cuarenta y cinco minutos tarde a la cita. Deseaba encontrase con ellos en situación desesperada.

Consciente que ya conocían parte de su estrategia. Pero se guardaba una nueva baza. En su conversación con los directivos franceses, esa tarde, le ofrecieron veinte millones de euros y un cargo honorífico remunerado. Muy por encima de las cantidades que percibiría por su jubilación durante el resto de su vida. Aunque sabía que Gonzalo no aceptaría nunca la oferta de los franceses pensaba emplearla en el momento adecuado contra aquellos buitres. Encontró solo a don Jaime sumamente nervioso aguardando en la sala de visitas de su despacho.

Cristina su secretaria se había encargado de atender sus peticiones e incluso simuló varias llamadas a su jefe, alegando que tenía el móvil desconectado, cosa que era cierta, pero ella no lo sabía. Carlos siempre que salía con su mujer a cualquier sitio se desconectaba de todo. Siempre decía que ese tiempo era para los dos. Se saludaron con cortesía y entraron en el despacho. Una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en el rostro de su interlocutor. Pensaba que Carlos actuaría como otro buitre más y sin dilaciones se lanzó a proponerle algo fuera de lo acordado con don Emilio.

- Le traigo un cheque por valor de un millón de euros. Va nominativo a su nombre. Si cerramos este asunto con sus peticiones del primer día. Nadie se enterará, esto quedará entre nosotros dos.

Carlos se levantó con elegancia, rompió en su cara el cheque y con caballerosidad le ordenó abandonar su casa. Le había ofendido en lo más profundo de su persona y no deseaba mantener ni un segundo más esa conversación. Pero especialmente no soportaba su presencia. Don Jaime trató de solucionar la situación pero Carlos se adelantó le comunicó a su secretaria que atendiera a don Jaime indicándole la puerta y salió del despacho sin atender las suplicas de aquel directivo.

Sabía que si se giraba una vez más le estamparía un puñetazo en las narices. Pasó la peor noche de su vida. No pudo pegar ojo. Tal vez lo mejor hubiera sido descargar su agresividad con aquel indeseable, seguro que hubiera dormido como un bendito. Pero cuando reflexionaba un poco se convenció que eso habría disgustado a su suegro. “Tengo que centrarme” se repetía una y mil veces “llevo años controlando mi temperamento en situaciones mucho más difíciles y esta la tengo controlada totalmente, pero es superior a mí. No puedo con esa persona en particular.

Le telefonearon muy temprano. No serían las siete de esa mañana cuando don Emilio suplicó encontrarse. Cuando quisiera, donde quisiera. Pero precisaba resolver el malentendido. Carlos no habló durante esa conversación, solo al final comentó

- Dentro de una hora en su despacho.

Iba a colgar cuando don Emilio añadió.

- Ya sé que para usted no significa nada pero don Jaime ha presentado su dimisión y se la he admitido.

Carlos no añadió nada colgó y se dejó caer sobre su cama. Saboreaba su triunfo. No iba a presionar mas ni siquiera le contaría la propuesta francesa.

Pero no sabía que ya la conocía. Mientras se vestía para acudir a la cita pensó en Alberto. Tal vez lo condene pero va a conseguir lo que don Gonzalo no logró hasta el final. Sin duda con él en aquel puesto de responsabilidad todos los que le apoyaron incondicionalmente en esa semana se sentirían protegidos por el nuevo directivo.

El encuentro fue cordial, se entrevistaron como la primera vez en los sillones dejando la fría mesa del despacho apartada. La última propuesta la aceptaban sin condiciones.

Antes de sellar sus manos para despedirse don Emilio rogó la presencia de Gonzalo en la firma, pues así lo exigía Mr. Breckel. Carlos comentó que no era decisión suya. Pero conocía demasiado a su suegro y aunque estaba seguro que accedería lo dejó en el aire hasta consultar con él. Iban a despedirse cuando Carlos comentó.

- El comportamiento del banco no ha sido el correcto. Pero me voy a permitirme darle un consejo. El puesto vacante de Vicepresidente debería pensar muy en serio concedérselo a Alberto de Salazar, su representante en la comunidad gallega.

Cubriría en parte el vacío que deja don Gonzalo, especialmente en darle un poco mas de humanidad a la entidad. De paso con su nombramiento borraría las tensiones internas de los comités de empresa.

No hubo mas palabras don Emilio se comprometió en ingresar a don Gonzalo la cantidad estipulada y resolver los trámites necesarios para el cambio de cargo y remuneración de su empleado. Desde su despacho dispuso todo para cumplir lo acordado con Carlos y a la media hora la cuenta de su suegro había aumentado considerablemente

Telefoneó personalmente a Alberto pidiéndole que tomase el primer avión a Madrid. Esa tarde se reunía el consejo y querían hablar con él.

Alberto no sabía nada. Pero no comentó la circunstancia en casa pues pensaba que iban a por él y eso alteraría a su padrino. Se despidió de todos alegando tener una reunión, no comería y cenar no estaba muy seguro. En taxi se presentó en el aeropuerto para tomar el primer vuelo a Madrid.

Carlos iba directo a casa. En el trayecto, andando hasta el aparcamiento, telefoneo a Ana para que preparase un equipaje ligero, pasaba a por ella para tomar el primer vuelo a Galicia y encontrarse con papá.

Por fin la pesadilla se había resuelto y como preveía totalmente favorable. Un te quiero se pudo escuchar claramente a través del móvil.

Al llamar a la puerta les atendió Marta abrazándose a ambos casi al mismo tiempo, para una vez soltada su presa comentar.

- Ese golfo de padre que tienes en compañía del otro golfante se ha ido ha tomar un vinillo por ahí no creo que tarden mucho.

Les hizo pasar a una de las habitaciones y de inmediato les preparó el baño con todos los utensilios necesarios para darse una buena ducha y adecentarse un poco.

Antes de salir se disculpó pues iba a la cocina a preparar alguna cosilla más para la comida. Ana trató de persuadirla. No debía molestarse saldrían a comer por ahí. Papá les debía una buena invitación. Pero Marta no consintió y soltando dos o tres burradas les dejó que se ducharan y arreglasen mientras ella ponía dos cubiertos más en la mesa y preparaba unos pulpos que tenía para la noche.

Cuando el matrimonio salió duchado y arreglado, entraban en ese preciso momento los dos amigos. Se saludaron y Carlos comentó, con su suegro, que mirase su cuenta por Internet.

Se aproximó al ordenador que permanecía encendido en el cuarto del señoriíto Alberto. Buscó su cuenta y quedó perplejo al comprobarla.

- ¿Y esto?

Pronto le fue aclarado todo. Se abrazó a su yerno mientras lo felicitaba, este pidió que no lo hiciera tan pronto. Había una condición impuesta por Mr. Breckel. Solo firmaría el acuerdo con el banco con el consentimiento y presencia de don Gonzalo. No le sorprendió, aunque no le apetecía nada la idea de ir de trabajo, sabía que esa acción la tenía que hacer pues así lo acordó con el dirigente norteamericano. Al comprobar la reacción de su suegro respiró pues pensaba que le afectaría mucho más.

Durante la comida comentaron esa semana de negociaciones. Al preguntar Carlos por Alberto no supieron darle una respuesta concreta, solo la que él les había confirmado.

Iban a levantarse para tomar el café en el salón cuando Carlos salió al jardín. Estaba impaciente por hablar con Alberto. Consiguió conectarse con él confirmándole su reunión con el consejo del banco dentro de una hora.

- Me van a dar el pasaporte, pero seguiré luchando y si me largan te aseguro que no lo sentiré.

Carlos sonrió, para comentarle a continuación.

- Tal vez te den una sorpresa. Pero bueno amigo telefonea en cuanto tengas noticias y si puedes llegar a casa esta noche hazlo celebraremos la resolución de Gonzalo. Han cedido en todas nuestras peticiones.

Se despidieron sin poder Alberto reaccionar del todo. Entonces la reunión con el consejo no iba con las intenciones de reprimenda, pero si no era así porque le había llamado personalmente el presidente. Ahora estaba más nervioso que antes pero era un hombre acostumbrado a fuertes tensiones, salsa diaria de la vida de un empleado de banca.

Cerca de las veinte horas el móvil de Carlos recibía una llamada de Alberto.

- Eres un sinvergüenza, un malvado y un mal amigo tenerme en ascuas hasta el final. ¿Lo sabías?

La conversación prosiguió por espacio de unos minutos y luego le aseguró que le llamaba desde el aeropuerto, su avión hacia Galicia partía en escasos minutos. Carlos le estaría esperando en el aeropuerto para luego irse a cenar por ahí.

- Ah y ráscate el bolsillo flamante Vicepresidente porque pagas tu.

Tras colgar comentó con los presentes la inminente llegada de Alberto al aeropuerto.

Gonzalo les propuso ir a cenar al bar del puerto y acordó adelantarse con Marta mientras Carlos y Ana iban a por el viajero. Así lo hicieron y a la hora exacta de terminar su conversación con su amigo salía de casa.

- No sé si felicitarte o darte el pésame

- Esto ha sido obra tuya Carlos.

- En tan poca estima crees que te tengo para entregarte a esos buitres. No amigo mío te lo has ganado a pulso. Han perdido a un “tonto” para que le resolvieran los muertos y lo han sustituido por otro.

Rieron un buen rato mientras subían al coche con el propósito de reunirse con la familia.

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