martes, 28 de junio de 2011

PRÓLOGO (Negrita pura vida)

                                                                  PRÓLOGO (negrita pura vida)

NEGRITA...

¡PURA VIDA!





- PRÓLOGO –


Programas de denuncia tanto en radio como en televisión. Documentales. Películas. Libros. Artículos en periódicos, en semanarios, o en revistas. Horas y horas hablando, visionando o escuchando sobre el holocausto judío.
Particularmente desde que nací he leído, visto y escuchado sobre aquella aberración. Y son ya más de cinco décadas. Para ser exactos medio siglo y dos años. Últimamente y hablo de los últimos diez años, sin dejar a los judíos, hemos sido bombardeados constantemente con las limpiezas étnicas en guerras suicidas y puntuales en el tiempo. Donde el hombre se ha comportado como la criatura más irracional del planeta. Y como soy de los convencidos de la existencia de vida en otras galaxias, me atrevería a decir del universo. Olvidando, tal vez por lo cotidiano, por norma, por costumbre, por antigüedad, e incluso me arriesgaría a sentenciar, por seguir con una estructura mental similar al movimiento nazi. Del mayor holocausto en la historia de la Humanidad hacia una raza, que ha sufrido durante siglos y hoy en día continúa con su humillación, su persecución, su esclavitud... No te equivocas. Acertaste. "El negro".
Este relato es un homenaje a todos esos seres humanos. Con todo mi cariño, mi suplica de perdón, y mi reconocimiento hacia ellos.
Pero antes os contaré una anécdota, traducida en una frase, que me impactó profundamente. Y fue precisamente, esa situación, ese momento y ese hecho. La fuente de inspiración necesaria para escribir estas hojas.
Antes de desvelaros la frase en cuestión, es conveniente entrar en el momento y en la situación, que rodearon su lanzamiento al viento. A ese viento cálido, embrujado, acogedor, cautivador y mágico del Caribe. Más concretamente en las noches de Puerto Viejo y sus aledaños.
Buscábamos, como pardillos europeos, cenar algo. A las veintidós horas. Pobres ilusos. Cenar. A las diez de la noche en la estación de lluvias en el Caribe, al sur de Costa Rica. Bajamos del todo terreno, concretamente en la localidad de Puerto Manzanillo, a escasos kilómetros de Puerto Viejo. Una rudimentaria construcción de dos plantas sobre una playa blanca acariciada por el Caribe. En la primera, una barra americana arropada por unas cuantas mesas sobre la misma playa. En la segunda, el restaurante. Cinco personas en las inmediaciones del bar. Todas de raza negra y una de ellas empleado del establecimiento. Al preguntar si se podía cenar una suave sonrisa se dibujó en aquellos rostros. Un gesto cariñoso. Fuera de cualquier mofa. Es mas percibí en aquel gesto la sensación de culpabilidad al no poder complacernos. Uno de ellos, de mediana edad, figura cansada y castigada, por la interminable jornada de trabajo en el mar, aseguró que a esas horas no nos atenderían. Pero casi de inmediato. Sin dar tiempo a formular otra pregunta añadió como justificando su respuesta.
"PERO SUBAN Y PREGUNTEN. NO VAYAN A CREER QUE EL NEGRO NO QUIERE TRABAJAR".

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