miércoles, 24 de junio de 2015

UN AMOR ETERNO NACIDO CON LA CREACIÓN. TERCERA PARTE. CAPÍTULO TRIGÉSIMO SEGUNDO-

CAPITULO TRIGÉSIMO SEGUNDO

LAS SEMIFINALES

 


   Ese fin de semana previo a las semifinales el matrimonio, Maureen y Pedro fueron invitados por Rajid a pasarlo en su velero. Viajar por la costa y dormir en la embarcación. Al celebrarse la competición de otras clases de embarcaciones Rafael no pudo asistir, aunque intentó que Teresa se apuntara prefirió quedarse con él, tendrían la noche para estar juntos y luego viajaría en la embarcación para seguir la regata.

   Rajid se había empleado a fondo en su imagen. Gastándose una fortuna en mejorar su aspecto cosa que logró indudablemente rejuveneciendo cerca de diez años. Era alto, corpulento y mantenía un estado físico más que aceptable. Las dos hermanas se quedaron maravilladas con el nuevo aspecto de su amigo. Sus invitados le ayudaron a subir las provisiones que había comprado a la embarcación. Cuatro componentes del grupo de sus amigos se ofreció para el servicio y mantenimiento de la nave esos dos días. Aunque la idea era comer en algún restaurante próximo al lugar donde amarrasen la embarcación.

   Para esa primera noche, lo tenía todo preparado, cenarían en cubierta, en la primera parada programada cercana a una localidad marinera no muy alejada de donde partieron. Los tres camarotes se repartieron uno para el matrimonio, otro para el servicio y el tercero para un amigo del anfitrión que lo compartiría con Pedro. Rajid como le había prometido un hotel de mil estrellas a Maureen esa noche estaba dispuesto a cumplir su promesa. Preparando dos hamacas en cubierta una junto a la otra para descansar uno cercano al otro. Cuando se lo comentó comenzó a reírse. No estaba falto de humor su amigo, aunque ese detalle romántico le enterneció. Pero tras la broma inicial sobre el comentario del local de mil estrellas, le aseguró que le tenía reservado el salón donde el sofá se hacía una enorme cama. Pero Maureen captando como buen Bribri las vibraciones de aquel marino, con una pícara sonrisa aseguró que prefería el hotel de mil estrellas.

   La mesa estaba servida, amarraron la embarcación en una preciosa cala cercana a la localidad y se dispusieron a cenar en armonía. Fue una velada encantadora con alimentos de primera calidad. Rajid había contratado personal competente. Sus amigos estaban dispuestos a proporcionar a sus invitados unas jornadas inolvidables. La sobremesa se prolongó algo más de lo normal recogiéndose en sus habitaciones ya entrada la madrugada. Maureen se quedó en cubierta contemplando aquella maravillosa habitación que aquel nativo del país le había proporcionado. Él se tumbó en su hamaca y ella le rogó que le hiciera campito, como suelen decir en su tierra, renunciando a la suya. Juntos tumbados contemplaron el maravilloso espectáculo de esa noche en el mar. Al firmamento no le cabía ni una estrella más.

   Cuando la claridad comenzó a dibujarse en el horizonte, abrazados contemplaron el increíble espectáculo del amanecer en aquellas latitudes. La incipiente corona solar iba emergiendo poco a poco del Índico. Con un tono rojizo pasó al amarillo hasta descubrir todo su contorno mientras abandonaba el agua. Se levantaron, la sonrisa intercambiada transmitían todos sus sentimientos. Ella entró en la embarcación para hacer una visita a roca y ponerse el bañador. Luego con la prenda para remojarse se lanzó al agua y nadó junto a Rajid que ya se recreaba en el océano. Luego con una manguera en cubierta se dieron una buena ducha para eliminar la sal, se vistieron y al salir el desayuno estaba servido en la mesa de cubierta. El resto seguía durmiendo.

    Cuando todos sus invitados se hicieron con el desayuno, Rajid conectó motores y salió de la cala, para una vez en alta mar desconectarlos y proseguir la navegación a vela. Entre su amigo Pedro y él manejaron aquel bello velero. Maureen en popa conversaba con Andrea. El anfitrión era una persona excepcional, ella estaba enamorada de su esposo hasta la médula y él la veneraba. Pero aquellas horas compartidas con aquel marino mercante fueron increíblemente bellas y románticas. Por supuesto que su marido no tenía nada que temer, pues el comportamiento de Rajid le hacía sentirse una mujer afortunada. Les quedaban dos días completos en la embarcación disfrutando del mar, de las calas increíbles y solitarias. En la última que pararon las dos caribeñas ante la soledad de su playa se lanzaron al agua, completamente desnudas. El detalle de Rajid, respetando a las dos señoras al girarse cuando se desprendieron de las ropas les llegó. Nadaron por espacio de una hora y por fin regresaron pues volvían a poner el barco en marcha para acudir al restaurante de una localidad cercana donde Rajid ya había reservado para sus invitados. Las mesas del restaurante parecían el trenzado de unos tentáculos que se repartían a partir de la cocina en diversos brazos terminando por unas cabañas completamente sobre el mar y el suelo transparente permitía comer mientras contemplabas la fauna y flora de aquella parte del mar. La sobremesa se prolongó y cuando fueron a navegar tuvieron que detenerse antes de lo previsto pues la noche comenzaba a cerrarse. Cenaron tarde y muy ligero, pues la comida fue abundante.  Una nueva noche bajo las estrellas, compartiendo la hamaca junto a un caballero.

   La jornada del domingo fue para ir regresando hacía la morada de Rajid donde había quedado con el resto de sus amigos para realizar la cena y presentar a sus invitados.     

   El lunes se presentó. Cuatro jornadas, en dos días separaban a Adel, Robert y Vicente de la final. Mientras que el miércoles y el jueves le llegaba el turno a Ester para buscar el mismo objetivo. La final olímpica.

   Las dos primeras regatas fueron muy reñidas pero en la tercera se aseguraron prácticamente la final y la última regata fue de trámite. Los tres amigos estaban clasificados para la gran final.

    De nuevo problemas para los permisos de embarcaciones que deseaban seguir la competición donde participaba Ester. Era conocida a nivel internacional y los medios españoles tenían muchas esperanzas con la joven regatista. Dominó de principio a fin, logrando su pasaporte para la final olímpica. Solo un fallo mecánico o algún despiste le privarían de la medalla, era muy superior al resto. Finalizadas las felicitaciones de familiares y del equipo, Ester quiso aislarse. Pidió permiso a Rafael y se fue a la playa. Necesitaba pasear, necesitaba estar sola, necesitaba conectar con su abuelo. Robert intentó ir pero de inmediato se dio cuenta de los deseos de aquella criatura que le había robado el corazón. Lo entendió perfectamente, estaba claro que deseaba conectar con su abuelo. Andaba muy cerca del sueño que le prometió a su yayo y necesitaba soledad, paz, silencio pero especialmente aire libre, húmedo, acompañado por la brisa marina. Sabía muy bien que la conexión con su abuelo se produciría mucho mejor por el linde de la playa.

   Varios medios de comunicación intentaban localizar a la joven para entrevistarle pero fue Vicente quien estuvo al pie del cañón para evitar que la localizaran, atendiendo él personalmente a los reporteros. Les rogó comprensión con su compañera, precisaba concentración total. Necesitaba aislarse y realizar las trazadas de la final mentalmente y para ello precisaba aislamiento total.

   Llegó a la playa, se descalzó, no tenía la palmera de su cala, se la colgó al dedo índice de su mano izquierda y comenzó su paseo marcado por el incomparable contorneo de sus caderas, que portaban la gracia y el ritmo de las mujeres del Caribe, sumándose la inocencia de una niña de diez años. Pasos sin el ruido, para dar otros con el chapotear del agua. Una brisa suave lanzando sus melenas rubias al viento. La luna reflejándose en la superficie del agua e iluminando los pasos de la joven. Andaba meditando, repasando su corta vida, repasando sus insuperables momentos con su abuelo. Casi setenta años después, su nieta estaba en condiciones de lograr un oro, y no solo era la consecución de esa hazaña. Pues de lograrlo sería la regatista más joven de la historia de las olimpiadas obteniendo una medalla de oro.

   Pero en esos momentos no comprendía muchas cosas que sucedían en torno a su vida. Observando sus años, había tenido un camino de rosas. Un abuelo como suyo no se daría nunca. Unos padres ejemplares, unos amigos inmejorables. Era una privilegiada. Por el contrario había visto demasiada miseria. Porque esos niños de los barrios marginales de Nueva Deli, tenían que andar por las basuras para encontrar algo que llevarse a la boca. Por el hecho de nacer en el seno de una familia sin recursos. El porqué de esa diferencia en el poder adquisitivo de la gente. Muy pocos almacenaban cantidades de dinero mientras que la mayoría andaban en trapos. Que sin razón era la raza humana. ¿Cómo se le podía considerar el animal inteligente? Si estaba destrozando su lugar de hábitat. Y occidente con los ojos tapados, y ella como todos ellos, ciega. Robert estaba haciendo algo maravilloso, pero continuaba con su vida cómoda, con las espaldas cubiertas. Lo mismo que Vicente. Eran chicos maravillosos con un gran corazón y fondo. Estaban aportando su granito de arena, Robert incluso su tiempo, que para ella, era mucho más importante que los medios económicos que aportaba. ¿Ella que había hecho? Donar un dinero. Fuera el que fuera. Cierto que era el primero que ganaba por sus propios medios. Pero. ¿Hubiera hecho lo mismo si dependiera su subsistencia de ello? También tenía las espaldas cubiertas y bien cubiertas. ¿Qué merito había en lo realizado? Precisaba respuestas y aunque confiaba plenamente en sus padres y sus amigos, precisaba escuchar a su abuelo. Él sabría darle una respuesta acertada a sus inquietudes. La olimpiada era importante, pero mucho más hacia donde iba su vida. Era muy joven pero no por ello se debía dejar llevar por la corriente. Cuantas veces su abuelo decía que si uno estaba convencido de algo debía luchar hasta el fin por sus ideales, aunque el torrente en contra fuera muy duro. Cuantas veces le contó el ciclo del salmón. Algunos no pasaban los primeros obstáculos, otros caían a mitad de camino, otros desfondados morían a metros de su objetivo o eran devorados por los osos. Pero ninguno renunciaba a luchar por llegar. En cuantos ejemplos se podía apoyar el ser humano para aprender un poco de la sabia Naturaleza. Necesitaba respuestas, necesitaba ponerse ya en marcha. Si había que dejarse los estudios se los dejaba, si la esencia del ser humano era la que pregonaba ese sabio el resto carecía de importancia. Pero cuantas veces había escuchado a su madre decir que su abuelo primero se formó, en lo que más le gustaba, en lo que le hacía sentirse libre incluso en el trabajo. Para luego dedicar su vida y su fortuna a los más cercanos. A todos era imposible llegar. Pero su grano de arena solucionó la vida de muchas familias. Robert aun sin terminar andaba haciendo algo parecido, pero seguía preparándose para tener mayor capacidad de ayuda. Para que los buitres no pudieran detener su obra. Otro ejemplo lo tenía en Vicente. Tenía muy clara cuál era su idea. La vela era su pasión y la ingeniería sería un buen instrumento para ayudar a muchos jóvenes cercanos a su entorno. Siempre que su madre le ponía esos ejemplos cercanos siempre insistía que aquello estaba bien pero la ayuda iba a los occidentales, que por muy mal que estuviesen no tenía nada que ver con lo observado por ella en algunos países, especialmente de África. E incluso en México donde el lujo cubría la miseria para la atracción del turismo. 

   Estaba hecha un lio. Deseaba conectar con su yayo, seguro que le ayudaría a tomar una decisión. De inmediato recapacitó.

 

“Ya, ya lo sé abuelo. Soy yo quien la debe tomar, pero una reflexión tuya me ayudaría mucho.”

 

   De pronto el entorno se oscureció por completo, su cuerpo continuaba con el paseo pero su espíritu inició ese viaje a esa otra dimensión donde seguro que encontraría la palmera para dejar su calzado y caminar junto a su yayo. 

    Esos prolongados silencios junto a él. ¡Cómo los adoraba! Miraba de reojo a su abuelo comprobando la sonrisa en su rostro. Sabía perfectamente todo aquello que le inquietaba y de pronto se sintió cómoda, liberada de toda presión o preocupación. Sabía perfectamente lo que tenía que hacer. Se detuvo, de inmediato lo hizo su abuelo. Se giraron y abrazándose, con todo el amor que sé profesaban el silencio se rompió    

 

   Gracias abuelo ya sé lo que tengo que hacer

 

   No se había producido ni una sola palabra entre los dos hasta esa última frase pero, estaba segura de la decisión tomada. Antes de separarse comentó que le esperaba al día siguiente. Mientras se abrazaban escuchó.

 

    ¿Lo has llegado a dudar algún momento?

 

   Estaba claro que no. Él estaría junto a ella para ganar el oro. Y aquello supondría una ayuda a sus ilusiones, a sus intenciones.

   Adel era consciente que se clasificarían los dos por eso en las semifinales se empeñó en realizar mejor tiempo que su joven amiga para demostrarse a sí mismo que era capaz de hacerlo. Esas derrotas en competiciones mixtas le tenían comida la moral. Al ser el recorrido el mismo para categoría masculina que femenina se empeñó en realizar mejor tiempo tanto en semifinales como en la final.

   Pero cuando esa primera semifinal finalizó, no solo Adel, todo el mundo de la vela sabía quién ganaría el oro femenino ese fin de semana. Le había sacado más de dos minutos. Fue increíble, la regata perfecta. Ni un solo fallo, ni un solo despiste. Por supuesto que Adel se clasificó en primer lugar pero salió de la competición como ausente se había entregado como nunca. Había estudiado hasta el límite todas las condiciones, había hecho prácticamente lo mismo que su amiga y sin embargo los destrozó a todos en tiempo. No cabía duda que la ventaja de aquella pequeña era su abuelo que navegaba con ella. Al menos él jamás dudaría de ello.

   La otra semifinal la ganó también con autoridad Vicente seguido de Robert. Si bien el tiempo también era bastante inferior al logrado por la campeona española. Casi todas las delegaciones se lamentaban de no haber adoptado la decisión de la delegación española en esos tres meses de preparación en esas aguas les estaba dando un resultado increíble. Las quejas que en un principio aparecieron en España por el excesivo coste se despejaron, primero con el detalle de acudir a la villa olímpica y principalmente por los resultados que estaban obteniendo todas las clases. Se habían disputado dos, con dos representantes y se habían logrado un bronce y una plata. Llevaban camino de lograr otras dos en la clase Laser. De no surgir ningún problema esos dos representantes subirían a los cajones. Es más, pocos dudaban que el himno español sonaría en la final femenina.

 

 

 


 

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