jueves, 21 de mayo de 2015

UN AMOR ETERNO NACIDO CON LA CREACIÓN. TERCERA PARTE. ESTER. CAPITULO VIGÉSIMO OCTAVO EL REGALO DE MAURREN

CAPITULO VIGÉSIMO OCTAVO EL REGALO DE MAURREN




    Ese jueves de finales de Mayo Ester se levantó muy temprano, a pesar de haberse acostado tarde. No eran ni las seis de la mañana cuando la ducha del cuarto de aseo de su habitación le delataba que andaba duchándose.

   Había quedado con Vicente a las siete en el comedor del hotel para desayunar juntos. Previamente ya habían conseguido los permisos necesarios para asistir a la casa de aquel viejo capitán de navío. Cuando ambos se acercaron a recepción para tener preparado un taxi cuando finalizase el desayuno uno de los recepcionistas le entregó una nota. Pertenecía al lobo de mar, era escueta pero muy reveladora.

 

    Mis compañeros vendrán a las siete de la mañana a desayunar a casa. Si lo deseáis tendremos algo para vosotros.

 

   No se lo pensaron ni un segundo. Mientras llegaba el taxi subieron a sus habitaciones y recogieron lo que tenían preparado para pasar el día con aquel pintoresco personaje. Cuando salían por la puerta principal del hotel el vehículo del servicio público los aguardaba. Dieron la dirección y a las siete y veinte se personaban ante la casa de aquel hindú. Siete eran los ancianos que preparaban en el porche principal la mesa y los alimentos con que reponer fuerzas a primeras horas de la mañana. Aquel hombre al ver a la pareja se emocionó, de inmediato ordenó, como en sus mejores tiempos de mando, poner dos comensales más en las mesas. Fueron presentados y aquellos ancianos se mostraban incrédulos ante las historias que su amigo, y capitán les había estado contando para convencerlos que fueran esa mañana, pero si era una niña. Si bien con el primer intercambio de palabras se percataron que no había exagerado en absoluto. El anfitrión preguntó si había logrado permiso de su tía y compartir su dirección para poderse en contacto. Ester lo afirmó pero se hizo la sueca y no le proporcionó de momento la dirección de su correo electrónico. Le supo mal insistir, pero desde luego esa niña no salía de su casa sin comunicárselo. Durante el desayuno se escucharon historias de todas las clases posibles. Desde sus aventuras en puertos hasta los días de gran peligro en la mar. Bromeaban sobre su capitán culpándole de todos los peligros a los que sometió a la tripulación en esos años de trabajo  por todos los mares del mundo. Pero se notaba que todos querían a ese viejo lobo. Cantaron canciones marineras que enseñaron a nuestros invitados. Ambos jovencitos no dudaron en entrar en el juego y cantar con ellos. Sacaron varios instrumentos musicales para hacerlos sonar. Cuando el ritmo de los mismos, al compás de la reducción del líquido en las botellas de alcohol se iban animando. Se iniciaron los bailes, los ritmos de toda clase, de bailes inimaginables, aprendidos sin duda en sus largos viajes por el mundo. Se llegaron a enterar que el marinero que menos países, había pisado sobrepasaba los cincuenta. Los diferentes ritmos los acompasaban con los distintos bailes y Ester bailó con todos aquellos ancianos que a pesar de la edad aún les quedaba energías para mover el esqueleto. Pero Vicente no se quedó corto. Entre descanso y descanso intercambiaban opiniones y consejos. Con aquel grupo se podía escribir todo un tratado de la mar, especialmente de esa bahía donde se celebrarían las regatas. Incapaces de asimilar la cantidad de información que andaban logrando. Ester se aproximaba a su portátil, que encendió nada más llegar a la casa para ir anotando toda aquella información. Consciente que podría perder si no lo iba guardando. Luego en las semanas venideras las analizarían con tranquilidad y las pondrían en práctica. Todo aquello valía casi tanto como un año de entrenamiento. A alguien se le ocurrió decir

 

   Yo me quedo aquí a comer y a cenar. Pero si esta pareja se queda a dormir aunque duerma en el suelo también me quedaré.

 

   Todos se apuntaron y el anfitrión encargó de un restaurante cercano comida para todos sus invitados. Esa circunstancia privaría un poco de intimidad a ese lobo de mar en la sorpresa que le tenía preparada. Pero en el piso superior aquellos viejos no subían y tal vez en la habitación mientras todos durmieran la borrachera de la comida podrían perderse para tener algo más de intimidad.  

   Fue una mañana muy intensa pero de un enorme valor para la competición. Algunos andaban ya algo tocaditos del ala, pero Ester comprobó que el anfitrión no probó el alcohol. Estaba convencida por las ondas que recibía que no se fiaba de alguno de aquellos personajes y precisaba estar sereno para controlarlos. Por nada en el mundo se perdonaría que alguno de esos lobos pudiera no ya hacerle daño que desde luego no lo toleraría. Pretendía que ni siquiera pudieran llegar a asustarle con alguna acción bien de hecho o de palabra contra aquella niña.

   Tenía muy claro que era familia de su Maureen. Como le recordaba esa niña. Esos ojos, esa sonrisa, le llegaban al alma cada vez que los miraba o le veía sonreír. A pesar de los pesares aun le hacía estremecer aquella mujer. Cuando se hartaron de comer y beber recogieron las mesas y limpiaron el pórtico para volver a colocarlas y los servicios necesarios para cuando los camareros del restaurante les trajera la comida todo estuviese dispuesto.

  Pero el único que supo dar alguna orientación según el comportamiento de los animales fue, el anfitrión. El más joven de aquel frente de juventudes, sesenta y nueve años, les comentó que según el color de las nubes al atardecer se podría predecir con bastante acierto la climatología del día siguiente, e incluso en algunos casos la dirección e intensidad de los vientos. Al igual que permitía predecir la dirección de las corrientes. Ester prestó mucha atención a ese marinero, pues le permitía tener con antelación varios factores importantes a la hora de preparar e iniciar una regata. Estaba convencida que recopilando toda la información plasmada en su portátil junto a la última información recibida de ese marinero. A las que debía añadir las recopiladas hasta la fecha. Teniendo en cuenta la que podría seguir acumulando en esos dos meses que le quedaban para la competición. Iniciaría esa gran cita con las máximas posibilidades de triunfo. Estaba pletórica de felicidad sin duda los cielos le proporcionaron aquel encuentro.

   Por fin llegaron los camareros con la comida, todos se sentaron como niños a la mesa. Faltaba el vino y todos discutían quien se levantaba a por él. Iban a jugárselo a suertes cuando Ester llegaba con varias botellas repartiéndolas por las mesas. Los aplausos se escucharon en el pórtico. Hubo un marinero que no andaba muy católico que intentó abrazar a la joven pero el anfitrión le paró con brusquedad sentándolo en la silla. Ester iniciaba su ruego para que no se produjera ningún incidente pero la cosa no fue a más y todo volvió a sus cauces normales. Finalizada la comida e iniciada la sobremesa, la mayoría la dormía sobre sus sillas, o en las mecedoras e incluso alguno se dejó extender en el suelo. Solo dos marineros y el anfitrión conversaban con los jóvenes. Ester encontró el momento oportuno. La hora de su cita con su tía estaba próxima. Algo nerviosa y sin más dándole la mano al anfitrión se subió a la habitación, del piso superior. Colocó su portátil sobre la cómoda y conectó con su tía. Aquel viejo lobo de mar tenía los ojos tapados y permanecía sentado sobre la cama de cara al ordenador. Cuando escuchó su voz se le helaron las venas, su corazón se escuchaba con claridad en aquella habitación. No le cabía la menor duda que se trataba de ella. Cerca de treinta y séis años y aun recordaba su voz. Dulce, como todas las mujeres de Centro América, pero la suya era especial. Escuchó a Ester atentamente, su sentido de oído se agudizó a límites de una animal salvaje. No iba a permitir perder ni una onda de cualquier sonido que se emitiera en su habitación.

 

   Tía Maureen te traigo un regalo especial, un regalo que sin duda levantará recuerdos, que te emocionará porque a quien te voy a presentar por la cámara, lo está ya. ¿No escuchas su corazón?

 

    Los ojos del lobo de mar quedaron libres para deleitarse con aquella increíble mujercita, era toda una dama. Mucho más bella. Los dos se quedaron inmóviles ante aquella pantalla. Era real y su mirada mitigada por la transmisión de las imágenes no permitía mostrar todo su encanto, pero a pesar de ello era inconfundible.

   Ella como una estatua trataba de adivinar esos rasgos que los tenía gravados en algún rincón de su corazón. Era mayor pero esa mirada pura la recordaba como si la estuviese viendo en esos momentos. De pronto lo vio claro, posiblemente le ayudara el interrogatorio al que le sometió su sobrina hacía tan solo unos días y sin más dilaciones volvió a recobrar el movimiento y su expresión para exclamar

 

    Rajid, usted es Rajid, aquel capitán mercante. ¿Cuánto tiempo ha transcurrido verdad?

 

    De nuevo su voz, de nuevo su expresión recobrada tras la sorpresa. Y se acordaba de su nombre. Comenzó a llorar como un chiquillo y contagió a todos los presentes.   

   Los hijos de Maureen le acompañaba y tras tranquilizarlos les rogó que le dejaran sola con su sobrina. Obedecieron de inmediato. Ester con un gesto de sus dedos mandó un beso a su tía. Posó sus manos sobre los hombros de aquel corpulento anciano apretando suavemente sobre ellos como dando ánimos para recuperarse de la emoción. Sin más dejó a los dos frente al ordenador y se bajó a conversar con Vicente y los dos marineros que quedaban en pie.

   Ambos eran conscientes que esas lágrimas eran de emoción controlada durante más de un cuarto de siglo y ahora salían a flote. Cuantas miradas de ternura se produjeron en ese periodo de tiempo de absoluto silencio. De compartir gestos, muecas, pero desgraciadamente esas ondas que eran capaces de captar no se producían, andaban demasiado lejos para viajar a esa velocidad. Pero estaban profundamente emocionados. Por fin comenzaron a comunicarse por palabras, los otros lenguajes al producirse por medio de una pantalla comunicaban muy poco. La palabra se hacía imprescindible si deseaban transmitir o escuchar algo. Primero fue ella pero pronto, salvado esos nudos formados por el impacto de aquellos momentos se decidió a lanzarse él. Le comentó el segundo viaje

 

  ¿Pero hombre de Dios yo regresé a los pocos días?

 

   Rajid le rogó que escuchara e inicio el relato que Julián le había dejado como legado a Ester. De nuevo los llantos de una felicidad indescriptible, de un cariño sin fin hacia el otro. Maureen no llegaba a comprender ese amor que aquel hindú había conservado, era increíblemente bonito y  le llenaba como no se podía imaginar.

    No dude que le esperaré en la próxima reencarnación mi Brahma me lo ha confesado en sueños y no tardaremos en reencontrarnos para vivir juntos esos tiempos que en esta vida nos han privado.

   No había duda su sobrina siempre le proporcionaba un regalo original por su aniversario, pero especialmente el que poseía más carga de sentimientos ningún otro le llegó como aquel de su sobrina.

  Se dieron su correo, su Skype y prometieron al menos conversar una vez al mes.

   Rajid esperaría ese día como esperaba y anhelaba su nueva vida que le permitiese compartir con ella, en su nueva reencarnación.

 

 

 

 

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