domingo, 5 de octubre de 2014
UN AMOR ETERNO NACIDO CON LA CREACIÓN- SEGUNDA PARTE- ANDREA- CAPÍTULO 32- EL GRAN ACONTECIMIENTO DE TALAMANCA
Andrea preparaba los dos últimos exámenes. En
tres días el curso habría finalizado y regresaría a casa. Deseaba conversar con
Julián cara a cara y confesarle lo bien que se encontraba y lo mucho que le
debía. Tenía muy claro su futuro, por cierto muy prometedor, pues ya en ese
primer curso varios profesores se habían fijado en la joven no solo por su
capacidad intelectual, sino por su capacidad de análisis, de crítica y su modo
de argumentar las cosas. Amén de poseer un gran conocimiento sobre plantas con
acción terapéutica, donde tanto su abuelo como Julián le habían acompañado en
su descubrimiento. Ahora para tener completas sus perspectivas de esos momentos
debería encontrarse con su amor eterno. Ese amor que el Señor le tenía
designado desde la misma creación y que le perduraría hasta la eternidad.
Convencida que existía y que no tardaría en encontrarlo.
El abuelo y Julián andaban inmersos en el
acontecimiento de Talamanca. Todo estaba estudiado hasta el último detalle se
formaron dos grupos de cuatro equipos repartidos de la siguiente forma. En el
grupo A estaría compuesto por 1-Bribri, 2-Gatazo, 3-Térraba y 4-Bocotás.
Mientras que en el otro grupo B, lo formaban, 1-Cabécar,…
2-Boruca,
3-Guaymi y 4-Quitirrís. La primera jornada, el lunes por la mañana se
disputaban 1 A contra 2 A y 3 A contra 4 A. Esa misma tarde con idéntico
calendario se disputaban los partidos del otro grupo. El miércoles, por la
mañana se enfrentarían el 1 A contra el 3 A y el 2 A contra el 4 A. Por la
tarde exactamente igual pero con los equipos del grupo B. Por fin el viernes se
celebraría el último partido de la liguilla. Con el siguiente reparto por la
mañana 1 A contra 4A y 2 A contra 3 A. Por la lo mismo pero con el grupo B. El
sábado se esperaba una representación de los jugadores que habían acudido a
Costa Rica para el spot publicitario. En un principio se había acordado la
asistencia de al menos un jugador de cada equipo español. Pero aquellos
profesionales cuando pudieron observar el ambiente y las expectativas de aquel
pueblo quisieron homenajear también a los cuatro equipos que no disputarían las
finales. Esa tarde temprano se presentaba todo el equipo participante en el
spot y estuvieron grabando por aquellos incomparables parajes. Antes en la
finca del abuelo fueron recibidos por la familia y agasajados con todos los
honores. Ya en la tarde el tercer clasificado del grupo A se enfrentaba al
tercero del B y el cuarto de A al cuarto del B. Dando la oportunidad que todos
los equipos jugaran en mismo número de partidos.
Esa noche mientras el abuelo se reunía e invitaba
a cenar a los jefes de las distintas tribus en su casa, acordarían las líneas a
seguir para presentar las reivindicaciones de los indígenas al gobierno. Julián
en compañía de los jóvenes y los niños de la familia fueron a cenar a Maxi´s en
compañía del grupo de jugadores y técnicos que se habían desplazado hasta aquel
rincón de Costa Rica. Cenaron como auténtico reyes indígenas y el marisco fue
el plato dominante. A la mañana siguiente de nuevo en el complejo deportivo el
primer partido. El segundo clasificado del grupo a contra el segundo del B para
disputar su último partido y a continuación la gran final y el reparto de
premios y regalos. El final fue apoteósico los propios jugadores colocados en
seis filas iban repartiendo todo aquel material entre los chiquillos. La prensa
nacional y la televisión se habían desplazado e incluso alguna emisora española
grababa el acontecimiento con esas seis figuras del fútbol español.
La comida de fraternidad y de inmediato
todos de regreso a casa.
Julián se perdió. Deseaba aislarse y
descansar para recuperar fuerzas y regresar a la carga ilusionando a esos
pequeños que le adoraban. Pero no logró su propósito, Andrea se apuntó,
pretendía recuperarse de un intenso curso. Pero tras las entrevistas con sus profesores
el interés por la medicina natural, la medicina indígena aumentó muchos
enteros. Hubiera preferido ir solo, es más, pensaba moverse por la zona donde
se perdió con aquel loco cantante. Además el abuelo le había dado tres o cuatro
indicaciones sobre nativos que estaban perdidos por la península de Osa, donde
podría ampliar sus conocimientos sobre la medicina nativa, otro de los temas
por el que se estaba preocupando últimamente. Amén del conocimiento lo más
profundo posible de los Bribri.
Llegaron pronto en avioneta a Puerto
Jiménez. Contactó con un ganadero conocido del abuelo, que les proporcionó
alojamiento. Los llevó personalmente con su coche hasta las cabinas Jiménez
donde a primeras horas de la mañana un empleado suyo con dos monturas y una
tercera para el equipaje las acercaba a las cabinas para iniciar el viaje
bordeando la península de Osa a caballo, como habían planificado. La primera
etapa, corta, iba a ser su primer día y precisaban no castigar en exceso sus
posaderas sobre el vaivén de las cabalgaduras, los llevó hasta otras cabinas en
Bosque del cabo. No más de veinticinco, treinta kilómetros según el camino
escogido. Desayunaron copiosamente se acercaron a comprar provisiones y con las
hamacas, los salva insectos, e incluso la abuela de Andrea les ideó una especie
de protector sobre el protector contra insectos, pero en este caso era contra
la lluvia. Si tenían que dormir algún día a la intemperie no era asunto de
empaparse de agua. Sobre sus monturas iniciaron el viaje. Tanto uno como otro
iban muy relajados, los últimos acontecimientos libraron esa tensión por la
obsesión de ella. Las últimas confesiones les proporcionaron la tranquilidad y
el sosiego de disfrutar de la compañía del otro con mucha más naturalidad,
compartiendo su descanso como lo harían un padre y una hija. Se compenetraban a
la perfección y una vez liberada la tensión, resultó una experiencia deliciosa.
Fueron directamente en dirección a la playa, para desplazarse entre la maleza y
la arena en busca del cabo Matapalos. Pasaron por diversas playas y en muchas
ocasiones se debían alejar de la costa o dar un rodeo para salvar ciertas
propiedades. La primera parada la hicieron en la playa de Matapalos muy próximo
a su destino. Bebieron, dieron de beber a los animales y repusieron energías.
Andrea se atrevió a alquilar unas tablas y deslizarse junto a la ola hasta
donde Julián cómodamente bajo la sombra de la maleza descansaba.
Un par de horas permanecieron y mientras
ella quemaba calorías con la tabla. Mientras él meditaba en solitario,
contemplando el paisaje, la vegetación, las diferentes especies que se
desenvolvía por su cercanía. De vez en cuando contemplando la belleza de
aquella mujer que se deslizaba sobre la tabla.
Reanudaron la marcha y pasaron por un lugar
llamado Pan Dulce y adentrándose un poquito llegaron hasta la catarata de
Matapalos. Los dos portaban sus cámaras digitales, donde iban plasmando la
belleza del paisaje o inmortalizando gestos, andares, nados, caídas,
deslizamientos sobre la tabla, o siestas al más puro estilo del slogan de Costa
Rica. ¡Pura Vida!. Una tras otra se grababan en las respetivas tarjetas para
inmortalizar esos momentos, de distensión, de descanso, de compartir juntos
unos días sin nadie más. De vivir con intensidad. Por fin llegaron a su destino
a las cabinas de Bosque del Cabo donde próximas a ellas encontraron un lugar
donde poder recuperar, alimentar, saciar la sed e incluso cepillar a los
caballos. Debían descansar pues al día siguiente les esperaba justo el doble
del camino, sobre los cincuenta kilómetros, que pensaban realizarlos en dos
etapas, con un descanso de unas dos horas, para que las cabalgaduras se
recuperaran y al mismo tiempo sus posaderas. Instalados y bien comidos,
salieron a pasear para tomar con sus cámaras toda la belleza de aquel paraíso.
Pero especialmente cuando llegó el atardecer sus espíritus se elevaron un
peldaño, ante la belleza del paisaje, del momento, de la relajación, del
silencio.
A la mañana siguiente fueron a por los
caballos. Como andaba lloviznando y con toda seguridad sería una jornada de
agua, se protegieron contra la lluvia y de la misma forma hicieron con las
cabalgaduras, especialmente la que portaba el equipaje y los alimentos. Los pantalones
y botas contra el agua y la gran capa para cubrir el cuerpo y caballo. El
avanzar se hacía con lentitud, hubo que rodear para salvar zonas demasiado
enfangadas. Descubriendo lugares encantadores. El caminar era lento y la lluvia
arreciaba. Cerca de Garate se pudieron refugiar en unos cobertizos,
desmontaron, aliviaron los caballos, consiguiendo comida y con unos trapos que
les dejaron secaron un poco a los animales. Los dueños de aquel lugar comieron
con ellos. Mantuvieron una larga sobremesa y cuando se quisieron dar cuenta era
muy tarde y aunque aquel matrimonio insistía en que se quedaran, reanudaron la
marca.
Era de noche y la lluvia caía con
insistencia, adentrarse por la selva era poco más que suicidarse. Sin pensarlo
mucho al pasar por Lodge Ten Camp y antes de llegar a La leona, al parar junto
a una cabaña donde residía un matrimonio americano, al ver a esa pareja de
aventureros que andaban calados hasta los huesos les ofrecieron
alojamiento. Julián prefirió instalarse
en el pórtico, en su hamaca y el artilugio para protegerse de los mosquitos,
mientras que Andrea ocupó la habitación. Le había insistido que podían estar
los dos sin problemas pero que en todo caso era ella la que debería ir a la
hamaca. Asegurando que prefería su hamaca. Discutieron un poco pero ambos
sabían que no cedería e instalado en el porche se quedó a los pocos segundos
profundamente dormido.
Le despertó el tempranero sol. El
matrimonio tenía preparado un suculento desayuno. La vista era increíble,
saludó dando los buenos días y fue a avisar a Andrea que dormía plácidamente.
Repusieron fuerzas y tras despedirse e insistir que aceptaran algo de dinero,
cosa que se negaron en rotundo, partieron en busca de su destino. Estación
Sirena Corcovado. No había mucha distancia pero ya tenían pensado instalarse
allí y aprovechar para conectar con uno de los nativos que les indicó el
abuelo. A media mañana se instalaban en un cómodo cobertizo y pudieron también
resguardar a los caballos. Se asearon un poco y a una hora de camino andando
cerca de la estación de los Patos tenía su cabaña el nativo. Tras la
presentación, aquel personaje Bribri se emocionó al comprobar como aquel
extranjero dominaba su lengua y de inmediato se puso a disposición. Con él de
guía y portando un buen machete se adentraron en la selva. En primer lugar
siguieron el cauce del el río Pavones y en sus veredas, descubriendo los
secretos de varias plantas. Andrea quiso llevarse muestras pero el nativo le
comentó que estaban dentro de un parque nacional y no se podía cortar ni
llevarse ninguna planta sin un permiso especial. Aceptó la información y se
contentó con dibujar con anotaciones a pie del dibujo. Luego siguiendo el curso
del río Sirena, les condujo ya entrada la tarde hasta su lugar de descanso en
la estación Sirena. Había sido el primer día que Andrea pudo iniciar su estudio
sobre las plantas medicinales. Pero Julián le aseguró que durante los
siguientes tres días se volverían a encontrar con gente que les ayudaría pues
su abuelo se encargó de ello. Esta etapa
se les hizo algo más dura pues tuvieron que desviarse alejándose de la costa
hasta que llegaron a Cascada Llorona. Anduvo buscando siguiendo las
indicaciones del Abuelo y tras hora y media encontraron la cabaña. No había
nadie, aguardaron hasta la hora de la comida y tras la misma reanudaron la
marcha deteniéndose en playa Llorona. Se dieron un bañito y prosiguieron el
camino. Como anochecía sobre una elevación del terreno próximo al mar se
instalaron con las hamacas. El tiempo no auguraba nada bueno instalándola con
el arreglo de la abuela. Como llovía fuerte solo montaron una y allí juntos se
acostaron. Julián se durmió pronto pero Andrea saboreó la situación. No cesó de
llover en toda la noche pero allí dentro no entró ni una sola gota. Al amanecer
la lluvia había cesado y un tenue sol, cubierto de vez en cuando por las nubes
se dejó ver durante toda la mañana. Recogieron todo y de nuevo camino a su
siguiente parada en playa San Padrillo. Se instalaron en unas cabinas y de
inmediato fueron a buscar al tercer nativo, siguiendo las indicaciones
recibidas. En esta ocasión lo realizaron andando pues no andaba muy lejos de
donde se instalaron.
Esa jornada Andrea disfrutó como ninguna
otra. Julián al observarle con esa ilusión e interés cuando finalizo la
jornada, solicitó al nativo volverse a encontrar al día siguiente. Aceptó
encantado y cuando le confirmó que la siguiente jornada seguiría allí con aquel
personaje se levantó de la silla y abrazándose le plasmó dos besos en sus
mejillas. Alguien había organizado una fiesta en las cabinas y nuestra pareja
se apuntó. Bebieron, comieron. Bailaron y hasta casi se pasó la joven con la
bebida.
Esa nueva jornada fue maravillosa y aprendió
infinidad de trucos y mezclas sobre las plantas. Pero se fueron pronto a la
cama. Los caballos estaban descansados y les esperaba la jornada más dura a
caballo, entre treinta y cuarenta kilómetros serían los que deberían realizar.
A las cinco de la mañana estaban ya en las
cabalgaduras. Con las primeras luces del día la primera parada la tenían
programada en Bahía Drake, solo se detuvieron para tomar un café con leche, y
dar de beber a los caballos para de inmediato y adentrándose por esos caminos
del demonio llegar hasta La Palma de Puerto Jiménez en Osa Corcovado. Realizaron
tres paradas de quince minutos para descansar los caballos pero sobre todo para
que bebieran. Llegaron a su nuevo destino a la hora de la comida, tal vez un
poco más pronto de lo previsto, por ello optaron por descargar las cabalgaduras
y darles dos horas de descanso, alimentándolas bien y proporcionándoles agua en
cantidad. Repusieron fuerzas y de nuevo a reemprender la marcha. Solo
estuvieron sobre los caballos una hora pues en Cañazas Aguja tenían que buscar
al último nativo. Vivía solo y les invitó a su choza. Les ayudó con las
cabalgaduras y luego con los alimentos que ellos traían se prepararon la cena.
Fue amable, pero fue el más distante de todos, cuando comenzó hablándole en la
lengua de los Bribri se quedó algo avergonzado pues él no la hablaba. Se
lamentó de su fallo pues le había advertido el abuelo de esa circunstancia y lo
había olvidado. Aquel pobre hombre ver que un extranjero dominaba su lengua
madre y el solo conocía alguna palabra le resultó violento y aunque Julián trató
de restar importancia, al personaje se le notó distante durante esa jornada.
Pero en el campo de la medicina nativa, sin duda era el que más conocimientos
tenía y Andrea no desperdició la oportunidad para avanzar. Luego por Puerto
Viejo trataría de buscar esas hierbas y plantas e investigar con algún
animalito. De la localidad donde se encontraban hasta Puerto Jiménez no llegaba
a los quince kilómetros los que les faltaban por recorrer. Descansaron lo que
les pidió el cuerpo y antes de las diez de la mañana devolvían las cabalgaduras
y contrataban una avioneta para regresar a Limón.
Como eran los únicos pasajeros, pidió precio
por alargar el viaje y realizar el recorrido que habían hecho a caballo. Luego
si era posible llevarlos hasta Limón. No hubo ninguna pega. Tras llenar los
depósitos y abonar lo acordado en vuelo más bien bajo recorrieron lo que acababan
de realizar con los caballos. Para concluir su jornada aérea en el aeródromo de
Limón.
Allí les esperaban con el coche, su padre y
su segunda mamá. Por medio de los celulares se pusieron de acuerdo para que los
recogieran. Se pasaron el viaje hasta Puerto contando aquel fabuloso viaje y lo
mucho que había conseguido aprender de los nativos. En la cabaña les aguardaba
el resto de la familia. La mesa estaba preparada y si no querían que se
enfriara la comida debían acudir prestos.
Esa noche Julián se metió en su cuarto sin
cenar. Cerró la puerta cerró ventanas y con el ventilador a toda marcha se
quedó profundamente dormido. Andrea aprovecho para salir con sus hermanos. No
había tenido bastante fiesta.
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