sábado, 11 de octubre de 2014
UN AMOR ETERNO NACIDO CON LA CREACIÓN- SEGUNDA PARTE- ANDREA- CAPÍTULO 33 CAPÍTULO TRIGÉSIMO TERCERO GEERT
CAPÍTULO TRIGÉSIMO TERCERO GEERT
El mes de agosto estaba ahí, Julián contactó
con un arquitecto para la remodélacion de la propiedad recientemente adquirida.
Con permiso de los dos ancianos invadieron su casa en dos ocasiones para tomar
medidas y comprobar diferentes aspectos necesarios para un cambio de esa
envergadura. La propiedad ya figuraba a su nombre pero acordaron en dejar la
finca a finales de agosto tras pasar toda la familia las vacaciones.
Conscientes que podían ir cuando quisieran pues les reservaba tres habitaciones
para ellos cuando llegaran, ya que el matrimonio tenía un hijo un año mayor que
Andrea, también estudiante de medicina.
La parte de la cabaña que más interés tenía
era la torre, Su intención pasaba por quitar la terraza para sustituirla por
una gran bóveda acristalada. Con la intención de instalar su despacho, su
habitación y un aseo con hidromasaje. Las otras cuatro habitaciones de la
primera planta, solo las retocaría para adptar algo y añadiría un baño
más. En el bajo todo seguiría igual, salvo una mano de pintura y algunos
retoques. Como en la parte trasera de la casa había un claro, justo donde se
encontraba un pequeño hangar, pensó construir un pequeño pasillo acristalado
hasta el hangar sustituyéndolo por una piscina cubierta y un garaje cerrado
para los coches. Luego otra de las ideas que tenía era la limpieza de todo el
terreno sin tocar las plantas autóctonas, para dejar la parcela como un hermoso
jardín de plantas y flores propias de la región. En las palmeras de la playa
acoplaría unas cuantas hamacas de cuerda con estuche incorporado, para
guardarlas mientras no se usaran. Todo estaba estudiado hasta el mínimo detalle
y pensaba tener su casa donde poder aislarse del resto del mundo y seguir con
los objetivos que se había marcado. Andrea andaba ensimismada con la medicina
natural y en su habitación se había montado un autentico laboratorio. Maureen y
Roberto le ayudaban a la recopilación de hojas y tallos para su estudio e
investigación. Justo un día antes de la llegada de la familia holandesa Julián
le había comprado una casa móvil y la instalaron junto a la cabaña, donde amen
de un dormitorio, un despacho, una pequeña cocina, un comedor salón y un
servicio, que ocupaban la mitad de la casa, habían instalado un laboratorio en
la otra mitad con todos los utensilios necesarios para la investigación. Cuando
Andrea se vio aquello chillaba como un Congo, entraba en la casa, salía con el
primero que se cruzaba se abrazaba para nuevamente entrar y volver a salir.
Maureen se quedó boquiabierta allí se podía disfrutar de lo lindo. Cuando en
una de sus salidas y entradas se topó con Julián se lanzó a sus brazos como una
chiquilla, chillaba, reía, lloraba de emoción. Calmada un poco volvió a entrar
con su amiga y fueron investigando cada rincón de aquella casa. Al salir
llegaban los abuelos y de nuevo a sus brazos para mostrar su alegría. Tomó de
la mano a su amiga y a la carrera subieron a su cuarto para desmontar todo lo
que tenía allí y llevarlo al laboratorio. Dos empleados de la casa le llevaron la
nevera donde guardaba hojas y tallos para que no se secaran en demasía. Entre
ella y Maureen fueron llevando cajas hasta dejar la habitación para lo que era.
Se pasó todo el día en el laboratorio, tanto ella como su amiga y ni se
acordaron de comer a pesar de las reiteradas llamadas de su abuela, de su
abuelo y del mismo Julián.
En la tarde solo se quedaron ellas,
organizando el laboratorio. Los abuelos se fueron a la finca y Julián se pasó
por el centro deportivo para dar un vistazo y trabajar un poco con el grupo de
chiquillos y chiquillas. Todos iban con sus flamantes equipajes. Unos del Barça
otros del Real Madrid pero a pesar de ello no había rivalidad entre ellos.
Había finalizado su entrenamiento entró en
el despacho y se conectó a Internet para leer noticias, el correo y enviar su
artículo al periódico, como tenía costumbre semanalmente. Mientras los críos se
aseaban y vestían para regresar a casa cenar y acostarse. De pronto al alzar la
vista, al otro lado de la mesa y del monitor una pequeña de unos cinco años.
Morena como la arena de Limón y unos ojos negros como el carbón, redondos y
ocupando casi todo el chupado rostro. Se sorprendió, pues no la había oído
entrar. Se quedó mirándole mientras sus comisuras de los labios esbozaba una sonrisa
llena de ternura, de cariño, de cercanía hacía ese pequeño ser. Permaneció
callado esperando al más puro estilo Bribri que rompiera el silencio del
despacho. Por fin la niña sonrió y soltó dos palabras.
¿Lo curará?
Estupefacto en su sillón no entendía nada.
Iba a preguntarle de que se trataba cuando una joven, no llegaría a los
veintiocho años, con seguridad la madre de la criatura, entró recriminando a la
pequeña.
Marta Elena deje al señor, está muy ocupado.
Julián rogó a la señora que tomara asiento.
Él se había puesto en pie, rodeo la mesa y tomando a la niña en brazos la sentó
junto a su madre en el otro sillón.
¿Qué desean tomar?
Ante las reiteradas negativas Julián fue a
la nevera del despacho y sacó unas aceitunas, fiambre unas cervecitas y un
refresco de naranja y de limón. Luego unas pastas y unos dulces. Los colocó
sobre su mesa retirando la pantalla y arrimando la silla de la niña le invitó a
coger lo que le apeteciera. Lo primero que ese microbio hizo fue en un papel
lleno de porquería y doblado hasta el derrumbe, comenzó a colocar varios de los
alimentos que le ofrecía. Su madre le recriminó una vez más y la niña con su
espontaneidad replicó.
Son para papá y mis hermanitos.
Julián a punto estuvo de liberar alguna
lágrima que otra. Esa criatura debía tener un hambre increíble y lo primero que
pensó fue en los que no estaban allí. Se volvió a levantar, tomó a la niña en
brazos y mientras le abrazaba con la ternura de un abuelo le comentó.
No te
preocupes os mandaré una buena cesta con todo lo que más les guste a tus
hermanitos y a tu papá.
De nuevo aquel renacuajo volvió a
paralizarlo.
Prefiero que cure a mi papá.
Tuvo que sacar el pañuelo y con disimulo
enjugar unas lágrimas. Mientras la niña comía tras convencerle, los dos adultos
platicaron sobre el asunto.
Su marido no podía trabajar por una
enfermedad muy grave y no tenían cobertura médica. Los únicos ingresos los
aportaba el padre y ahora andaban sin nada. Hasta el hermanito que iba al
centro deportivo a jugar fútbol se desprendió de los dos equipajes que les
habían regalado en el trofeo para conseguir algo de comida esos días. Julián se
enfadó con aquella mujer. Él estaba allí para ayudar en lo que pudiera a todos
sus alumnos y tenía que haber acudido antes. De inmediato puso en marcha la
ayuda a esa familia. Les llevó comida y en su propio coche llevó al padre, en
compañía de su mujer a un hospital de San José donde le atendieron haciéndose
Julián cargo de cualquier necesidad del paciente. Al día siguiente reunió a
todos los familiares de los muchachos y muchachas que iban a jugar y les
planteo claramente que ante cualquier problema de la índole que fuera acudieran
al centro deportivo donde les atenderían y tratarían de solucionar el problema.
Pronto se encontró con la falta de trabajo par a un buen número de familiares
de aquellas criaturas. Se puso a trabajar codo con codo con el Abuelo y los
adultos de aquellas familias con problemas laborales. Crearon una cooperativa
agrícola e iniciaron la compra para su explotación de varios terrenos. En un
principio no daba para muchos, el trabajo era duro. Pero Julián durante el
siguiente año desvió sus ganancias de la empresa hispano costarricense, que
antes revertía para imprevistos, a la ayuda a la cooperativa. No comprometía
patrimonio y ayudaba a esas familias.
El segundo día de estancia, de la familia
holandesa al completo, los abuelos organizaron una gran comida en la finca para
conocerse las dos familias. Allí se juntaron, los abuelos de Andrea, su padre,
su madre adoptiva, sus hermanos Roberto y seis bichillos más, Maureen y Julián
por una familia. Por los holandeses, los dos abuelos, su hijo, la esposa de
esté y Greet el hijo de la pareja al que le acompañaban dos compañeros de
estudio. Cuando Andrea y Greet cruzaron su mirada, algo saltó entre los dos. Se
sentaron juntos en la mesa y terminaron los primeros para perderse en el
laboratorio. Era un enamorado de la medicina natural. Sus amigos preguntaron
por él al finalizar la comida y Julián les acompañó hasta la casa de la playa
donde estaba convencido que lo encontrarían en compañía de Andrea. Maureen se
apuntó en compañía de Roberto y llamó a dos compañeras de facultad que pasaban
esos días por Puerto Viejo para formar un grupo y salir juntos esas noches.
Efectivamente los sorprendieron enfrascados en el laboratorio. Se quejaron pues
estaban de vacaciones pero Greet no quería desperdiciar esa oportunidad. Ellos
siguieron encerrados entre aquellas cuatro paredes, mientras que las tres
parejas se fueron a Puerto Viejo a tomar unas copas y conversar.
Regresaron algo tocaditos por el alcohol,
caminaban con el calzado en la mano refrescando sus pies con el venir y devenir
de las olas. La luna les proporcionaba esa luz tenue, pero perfecta para
caminar, distinguiendo objetos y al personal. Fueron las amigas de Maureen
quienes sin previo aviso mientras se despojaban de la ropa invitando a que el
que se quedara en la playa era un cobarde. No se lo pensaron sus compañeros e
imitando a sus amigas se introdujeron en la mar. Roberto y Maureen se miraron
sonrieron, se desprendieron de sus ropas y se adentraron con el grupo. Se
bañaban a una distancia prudencial, el mar parecía esa noche una balsa. A los
diez minutos de haber entrado en el agua Julián paseaba por la playa
meditabundo, cuando primero un zapato, luego unos pantalones, una blusa una
prenda intima de mujer, otra de hombre, fue recogiendo las prendas y las colocó
tras sacudirlas de arena sobre la maleza. Miró y al observar al grupo sonrió
para proseguir con su meditación. Se había separado unos quinientos metros de
donde dejó las ropas cuando la magia del Caribe y los recuerdos le bloquearon.
De nuevo el silencio, de nuevo la oscuridad, de nuevo ella frente a él. Pensó
en extender sus brazos y abrazarle pero el temor que desapareciera se lo
impidió. Ya le había ocurrido otras veces cuando se precipitaba y trataba de
atraparle. Tan hermosa, tan magistral, tan dulce, tan llena de vida. De nuevo
el recuerdo de aquel verano, de aquel tiempo vivido con una intensidad difícil
de explicar. Contemplaba con veneración aquel rostro enamorado hasta la medula
de sus huesos y con la preocupación dibujada, mientras el dolor de su
enfermedad aunque intentaba distraerle, no lo lograba. Su amor por ella y el
amor que le transmitía su compañero mitigaban cualquier posibilidad de
sufrimiento. Fue la que se abalanzó sobre él, le abrazaba, le acariciaba y le
entregaba es premio nobel que le suplicaba. Sentía su química, su saliva, su
lengua jugando en su interior y provocando la secreción de todas las glándulas
salivares. Saboreando aquella miel de sus besos. Era real, pero de no serlo
mejor no darse cuenta de ello. El aire le faltaba, su corazón desorbitado,
derramaba unas lágrimas de una felicidad indescriptible. Enredado en ella
perdió la sensación del tiempo, del lugar. Abrazados se dejaron caer sobre la
arena, mientras las olas los bañaba. Sus ropas volvían a evaporarse y de nuevo
el calor de sus cuerpos desnudos se mezclaban, se enredaban.
Se levantó del suelo estaba completamente
desnudo y sus ropas sobre la arena empapadas de ese barrillo de arena y agua.
Había desaparecido. Recobró los sonidos, los colores y la luz tenue. Sacudió
sus ropas las enjuagó con el agua y empapadas se las colocó para regresar a la
cabaña. Al pasar de nuevo por donde había recogido la ropa se encontró con el
grupo que finalizaban la recogida y se disponían a regresar. Al ver a Julián
empapado, alegó que se cayó al agua sin dar ningún otro tipo de explicación,
sonrieron y mientras Julián se iba directo a su habitación ellos se dirigían a
la casa portátil de Andrea. No se equivocaban aquellos locos de la ciencia
seguían enfrascados allí. No habían cenado y optaron por salir con el grupo y
prepararse ellos mismos la cena. Todos colaboraron, mientras unos ponían la
mesa otros pelaban cebollas, patatas o batían huevos. El turno de las ensaladas
pasó de inmediato cuando iba a cuajar las tortillas. Estaban enfrascados en la
preparación de la cena cuando Andrea que previamente había preguntado por
Julián al recibir la respuesta y lo que le había sucedido subió a su
habitación. Llamó a la puerta y al no recibir contestación abrió. Pronto se dio
cuenta que se encontraba en el baño. De nuevo unos leves toques en la puerta y
se encontró con él que portaba un pantalón corto, que solía utilizar para
dormir, en zapatillas y el torso desnudo, mientras la espuma cubría su rostro
con el propósito de darse un buen afeitado. Sonrieron y de inmediato recogió
las ropas empapadas de Julián, no sin las protestas de él asegurando que ya lo
haría. Pero las cogió le dio un beso en la mejilla y mientras abandonaba el
servicio le confirmó que lo esperaban para cenar. Bajó depositó sus ropas en
una gaveta llena de agua, tras enjuagar prenda por prenda en la pila, dejándola
con un poco de detergente para cuando el servicio viniera por la mañana las
enjuagara de nuevo para escurrirlas y tenderlas o ponerlas en la secadora.
En el pórtico inferior cenaron en armonía.
Estando en la sobremesa llegaron de cenar la familia. Los cuatro abuelos y los
dos matrimonios. Se habían acercado a Maxi´s a degustar unas buenas fuentes de
marisco y le confesaron que le estuvieron buscando. Pero desistieron al final
porque se les hacía de noche y se fueron sin él. Alegó que no había cenado nada
mal y en compañía de esa juventud. Tal vez se le pegara un poco de esa
enfermedad. Sonrieron acercaron sillas y compartieron la sobremesa con aquel
ramillete de juventud. Andrea y Greet se levantaron para preparar café,
mientras que Maureen y Roberto lo hacían para buscar cucharillas, azúcar,
alguna pasta, con algún vino dulce que acompañara. Los abuelos de Greet
prefirieron té y de inmediato se pusieron manos a la obra. Poco a poco aquella
sobremesa fue menguando, unos ser recogían en la cabaña, mientras que otro
grupo en coche abandonaban para ir a sus respectivas viviendas. Julián se
ofreció a llevar a las jovencitas a sus casas, pero se quedarían con Maureen y
Andrea en casa, por ello se subió a su habitación y se acostó quedando a los
pocos minutos completamente dormido. Pues lo pudo comprobar Andrea ya que subió
a su habitación para comentarle que se iban a dar una vuelta por la playa, por
si le apetecía ir con ellos ya que tendría que regresar sola. Pero como lo vio
durmiendo tan profundamente optó por no molestarle. Los amigos de Greet ya se
habían ido con sus padres y las amigas de Maureen descansaban en la habitación
de la casa móvil, donde Andrea tenía su laboratorio. Greet se negó en rotundo a
que regresará sola, por lo que optaron dar un paseo por la playa y él se
quedaría en el porche superior en una de las hamacas.
Aquel joven holandés se había quedado
prendado de Andrea y su mirar y su atención revelaban a las claras su
encandilamiento por la joven. A ella también le había hecho gracia aquel
muchacho. Y el paseo, que se inició con un caminar, pausado y separados por
unos centímetros, poco a poco la distancia se fue reduciendo y sus manos
contactaban con pequeños roces hasta que sus pulgares se enredaron. Luego los
anulares, el corazón, el índice y por último el pulgar. Abarcando la mano de uno
a la del otro. No llevaban dos pasos con sus manos entrelazadas y en aquella
estampa romántica, del Caribe, las estrellas y una luna llena los invitó a
detenerse, dar un giro de noventa grados hacia su pareja y fundirse en un
tierno beso. A continuación caminaban abrazados, ella abarcando su cintura y
reclinando su cabeza en el brazo, pues era demasiado alto como para apoyarlo en
el hombro, mientras él abarcaba con su mano la espalda a la altura de sus
hombros.
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