viernes, 7 de noviembre de 2014
UN AMOR ETERNO NACIDO CON LA CREACIÓN- SEGUNDA PARTE- ANDREA- CAPÍTULO 37- EN BUSCA DEL MILAGRO
CAPÍTULO
TRIGÉSIMO SÉPTIMO EN BUSCA DEL
MILAGRO
Al levantarse Julián la pareja le aguardaba
con el desayuno preparado en el comedor. Sonrió, aquella criatura era
increíble, pero no le extrañó en absoluto. Estaba convencido que habría dormido
en la cabaña y eso que no les oyó llegar. En el transcurso del desayuno Greet
le confesó que no les acompañaría, deseaba seguir investigando en el
laboratorio permitiéndoles mayor libertad en sus desplazamientos por esas
selvas perdidas.
El vuelo de Limón a Golfito fue tranquilo. Recostados
en la avioneta llegaron sin altercados recreándose con el paisaje que bajo
mostraba la cordillera de Talamanca con el Cerro Chirripo, dominio de los
nativos ticos. Andrea estaba especialmente cariñosa, con su maestro. Parecía
que la medicación que le habían recetado al menos retardaba los efectos de la
enfermedad y Julián se desenvolvía con bastante normalidad. Se instalaron en un
pequeño hotelito junto al elemento geográfico llamado Golfito. Contactaron con
uno de los amigos del abuelo quien quedó en llevarles a la mañana siguiente
unas cabalgaduras y luego les acompañaría hasta las proximidades de la cabaña del
Usekör.
Madrugaron con las
primeras luces de la mañana y ante la puerta del recinto hostelero se
encontraba el nativo con las tres monturas. Unas pequeñas mochilas a sus espaldas
eran todas sus posesiones. Pegada a la base de su equipaje Andrea había
acoplado un pequeño maletín con instrumental de primeros auxilios. Los saludos
de cortesía y emprendieron la marcha.
A la hora aproximada se detuvieron en una pequeña población para reponer
fuerzas y allí se despidieron de su guía. La pareja en sus respectivas
cabalgaduras se adentraron por la selva siguiendo los pequeños caminos que
conocían con anterioridad.
Fue un trayecto tranquilo y sosegado, sin prisas, recreándose en el
paisaje, en los animales, en la música continua de unos parajes poco
transitados por seres humanos. Andaba con su mirada puesta en su hija adoptiva
y poco a poco su silueta se dibujaba marcando sus perfiles una luz intensa.
Llegando a percibir solo la silueta. Al seguir concentrándose en lo que el
sentido de la vista le mostraba comenzó a reír. Quien cabalgaba a su lado era
Anki, delgada, como la recordaba, pero con la belleza en ese rostro que le
enamoraba. De pronto todo se nubló. Pensó que había cerrado los ojos pero no,
los tenía bien abiertos y las últimas horas se mostraban allí con una realidad
cinematográfica.
Abandonaban la casa de sus padres, pues se lo había pedido. Presentía
que iba a abandonar este mundo. Su último aliento deseaba darlo en los
acantilados de su Bretaña. Contemplando la furia del Atlántico en esas
latitudes. Al ser incapaz de negarle nada, le tomó en brazos, le sentó en el
vehículo para colocarse el de piloto y abandonar la pequeña población. Llegaron
al lugar, junto al océano, donde se perdieron durante esos seis meses en
infinidad de ocasiones. Algunos días acudían por la mañana y luego de comer
regresaban por la tarde a reposar la comida. Hacía mucho frío y Julián no
olvidó los sacos de montaña, una gran lona de plástico y un par de buenas
mantas. Gracias a los cielos, aunque cubiertos de espesas nubes, no llovía. El
trayecto, que les llevó de casa al lugar donde deseaba terminar sus días, se lo
pasó, sin despegar su mirada cansada y su cuerpo derrotado por la enfermedad,
contemplando a ese joven que se había entregado a ella en cuerpo y alma. Le
hubiera gustado incorporarse para besarlo, aunque estuviese conduciendo, pero
las fuerzas se habían agotado para tal esfuerzo. En su rostro se reflejaba el
dolor físico pero también delataba el estado de felicidad que portaba su alma.
En dos o tres ocasiones Julián retiró la mirada de la carretera para mirar a su
dueña e inmediatamente sus comisuras de los labios se rasgaban para ofrecerle
con las pocas fuerzas que le quedaban toda la ternura y amor que le profesaba.
Comenzó a llorar, intentó por todos los medios impedirlo pero comenzó
con pucheros para terminar gimiendo hasta tal punto que la selva enmudeció. Andrea
se sobresaltó e inmediatamente se interesó. La imagen desapareció, tardó varios
minutos en regresar al lugar. Que estúpido había sido se repetía mentalmente la
he perdido de nuevo. Por fin le aseguró encontrarse en perfectas condiciones.
Al comentarle el motivo, aproximó su cabalgadura y le tomó la mano con una
dulzura sobrecogedora. Se sonrieron e intentaron abrazarse pero poco faltó para
caer del caballo.
Tras la aclaración no volvieron a cruzarse palabra alguna hasta que
llegaron a la poza junto a la cabaña de Usekör. Los estaba esperando y eso que
nadie le había informado de su presencia pero la magia de aquel lugar desvelaba
el futuro. Nada más cruzarse con el español adivinó su estado, abrazándose sin
pronunciar palabra alguna. Se transmitían uno a otro todo lo que andaba por sus
mentes manteniendo una conversación en silencio, las ondas de uno a otro
cerebro se transmitían con mayor claridad que las palabras. Andrea expectante,
en absoluto silencio, disfrutando de cada instante y captando todos esos
momentos que vivían. Llegó a captar alguna de las ondas pero no con la fluidez
y claridad que los personajes mantuvieron durante ese encuentro inicial.
Portando a un lado a Julián y al otro a Andrea el Usekör los encaminó
hacia su choza en el árbol. Allí sobre unos troncos tenía preparados los
alimentos que ingerirían en esa comida. Un silencio solo roto por la armonía de
la selva acompañó ese encuentro. Notó el cansancio de sus invitados y sin
mediar palabra abandonó la cabaña, sabedor que se tumbarían en la hamaca y
descansarían unas horas. Tiempo para conversar habría de sobra. Amén de haberse
transmitido ya lo más importante. Julián sonrió al ver abandonar la cabaña a su
dueño y no tardó en acoplase en aquel artilugio de descanso. No lo dudó ni una
décima de segundo, se colocó junto a él, para abrazados abandonarse al mundo de
los sueños.
De nuevo y por sorpresa la imagen en que se quedó cuando cabalgaba
regresó a sus sueños.
Con que dulzura aquel ángel le miraba. Anki era la misma definición del
amor, era la felicidad, era su Dios en la tierra mostrándose para que creyesen
en Él.
Dos profundas bocanadas para paliar la falta de oxigeno y concentrarse
en la carretera. Se había jurado y perjurado que no lloraría mientras le
quedara un soplo de vida a su compañera, a su amor.
Al ayudarle a bajar del vehículo se percató de las escasas fuerzas que
le quedaban. Tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no derrumbarse en ese
mismo instante. Pero por nada en este mundo estaría triste mientras su corazón
funcionara. Subió un poco más el brazo para sujetar mejor la cabeza y con toda
su ternura la depositó sobre el saco abierto de par en par sobre la gran lona
que previamente había extendido en el suelo. Anki respiraba con dificultad y
contemplar la bravura del océano le sobrecogió. Abrazada a ese hombre que había
sido su bendición daba gracias al Señor por haberle permitido vivir todo ese
tiempo que no esperaba para compartir su vida hasta la eternidad con aquel
hombre.
Anki, sus lagrimales dejaron escapar dos lagrimas que no pudo retener,
pues fuerza no le quedaba. Julián con el rostro sonriente lloraba por dentro
mientras su corazón se hacía añicos. Con las escasas fuerzas que le quedaban le
contó sus deseos.
Busca una buena mujer para que
te acompañe el resto de tu vida. Eres muy joven y seguro que la agraciada
alabara al Señor por tal regalo. Me voy Julián, allá te esperaré para compartir
la eternidad por los siglos de los siglos. Y recuerda esa frase que me contabas
de Gabriel García Márquez.
“No llores porque pasó, sonríe
porque sucedió”
Has sido mi mejor medicina,
todos los médicos lo han dicho. Pero yo sé muy bien que no hacía falta fui
consciente de ello desde mi primer cruce de mirada contigo allí en tu país. Me
encontré con el Paraíso en aquella playa. He de agradecerte...
No le dejó seguir.
Debes estar delirando porque el
afortunado he sido yo. Con respecto a buscarme otra chica sabes que no es
posible. Ya te comenté que creo ciegamente en esa frase
“Todos tenemos un amor designado
desde el principio de la creación y al igual que está es eterna. Por eso es
importante acertar con él. Y Tú mi amor eres ese amor designado y nunca podrá
haber otra mujer en mi vida”
Te imaginas que cuando nos
encontremos en el mas allá se interpusiese otra persona entre los dos. No tiene
sentido. Mi amor y fidelidad a ti comenzó con la creación y se mantendrá por
los siglos de los siglos.
Hizo aman de abrazarse pero no le
daban sus fuerzas, al percatarse le abrazó y sus labios se rozaron en un beso
lleno de todo el cariño que se profesaban.
Un te quiero
Para descifrar, fueron sus últimas palabras. Julián sintió como aquel
cuerpo perdía toda tensión hasta desparramarse entre sus brazos como un
elemento que comienza a derretirse. Se la aproximó al pecho, para comenzar con
un llanto que nunca supo lo que duró. En un principio pensó lanzarse por el
acantilado y acompañarle en ese viaje a la eternidad, pero como buen cristiano
no podía cometer el mismo error que Adán. Si por no sufrir en la Tierra el
dolor y la desesperación que sin duda ya le invadían, se quedaba para toda la
eternidad sin Anki, sin duda por muy duro que fuera debería asumirlo. No le
cabía la menor duda que era una prueba del Señor. El don que le había concedido
al permitirle cruzarse con aquel ángel. Cuan cierto era aquello que había
escuchado en multitud de ocasiones.
Todo sucede por algo.
Fue de nuevo Andrea quien le regresó al mundo consciente despertándole
de su sueño al sentir las lágrimas bañando su blusa. Se incorporaron sentados
sobre la cama flotante y mientras le abrazaba y mimaba fue aclarando la nueva
visión.
Él en bañador, ella con un bikini se acercaron a la poza para lanzar y
relajar sus cuerpos en aquellas cálidas aguas. Nadaron, flotaron, se relajaron
y en uno de los giros hacia el exterior de la poza Julián vio al Usekör sentado
en una roca, en el mismo linde de la poza y abandonó el baño para sentarse
junto a él, al tiempo que iniciaron una pequeña conversación, con frases
cortas, espaciadas y con una gran carga de contenidos.
En el hogar del anciano permanecieron dos noches y fuera de Puerto fueron
tres. Recibieron algunos consejos de aquel anciano y les indicó que plantas
podían estudiar para paliar la degeneración de las células nerviosas.
Aconsejando que la propia piña de Costa Rica contenía elementos químicos que
protegían contra el deterioro de las células nerviosas. También le habló de
unas legumbres en concreto las judías, y más concretamente en las vainas de
estas plantas. El tomate y la hebra del banano poseían propiedades para tal
fin. Andrea no perdió comba poniendo los seis sentidos en todo lo referente a
las plantas y sus posibles beneficios.
En el vuelo de regreso le abarcaba la cintura y su rostro descansaba en
sus pectorales. Su mente ocupada por completo en cómo iba a planificarse su
vida para poder seguir estudiando, comenzar a investigar sobre la enfermedad y
atender a su papá adoptivo las veinticuatro horas del día. Las calificaciones
ahora no eran lo importante, lo primero era él. Cuantos momentos desde que le
convenció que no dejara los estudios sacrificándose para instalarse en
Donostia. Como le conocía aquel bribón, se las sabía todas. Pero lo que no
consiguió ni lograría que primero fuera su carrera. Ahora sus objetivos aunque
muy ambiciosos siempre pasaba por que estaba por delante de todo, incluido
Greet. Consciente que no solo le apoyaría sino que colaboraría con para atender
a ese personaje. Pues no en balde se olvidó de sus investigaciones iniciales
para dedicarse al Parkinson por completo. Pues se lo confirmó las veces que se
conectaron por el celular.
¡Dios!,
La expresión favorita de su
maestro, Cuanto se parece este hombre a Julián. El Señor había sido
misericordioso al no tirarse por aquel acantilado y ahora no solo le premiaba
con un hombre excepcional le había concedido el don de dos. Sin duda pilló a
Dios en una oferta de dos por uno y ella era la única agraciada.
Mantenía sus ojos cerrados, aunque no dormía, Julián le observaba lleno
de afecto y agradecimiento hacia aquella joven, le recordaba tanto a Anki, sin
duda en momentos puntuales se reencarnaba en la joven para acompañarlo y
hacerle menos dura la espera hasta su reencuentro para la eternidad.
De nuevo la magia o la reencarnación, no estaba muy seguro. Todo a su
alrededor desapareció y solo la imagen de Anki, seguramente su alma ocupó
temporalmente el cuerpo de Andrea para mostrarse ante él. Poco a poco la imagen
de aquel ser fue desapareciendo para encontrarse de nuevo cuatro décadas atrás.
Los dos sentados en la arena y sus espaldas apoyadas en aque
Un día más. Una jornada de veinticuatro
horas. Un tiempo de mil cuatrocientos cuarenta minutos. Un espacio temporal de
ochenta y seis mil cuatrocientos segundos. Un periodo de ochocientas sesenta y
cuatro mil décimas de segundo. Decidirse por una cifra u otra, aun reflejando
la misma cantidad, nos puede aclarar a que intensidad vivimos.
La primera cifra, un día más, podemos
interpretarlo como aquel personaje que vive a velocidad de vértigo. Capta los
avances de la ciencia pero no le da tiempo a recrearse, porque ya hay algo
nuevo que debe asumir para no quedar desfasado. Pero no es consciente que
pierde su vida a esa intensidad. Se olvida de todo y de todos los que le
rodean. Sin capacidad de captar su entorno.
La segunda cifra, veinticuatro horas, nos da
pie a valorar que la intensidad de vida baja un pelín, pero es demasiado rápida para captar los
momentos vividos y suele fijarse en esas cosas materiales que hay que adquirir
siguiendo las pautas marcadas por la sociedad actual de consumismo, sin llegar
ni siguiera a valorar si nos hace falta o no. Lo importante es consumir,
consumir y consumir.
La tercera cifra, mil cuatrocientos cuarenta
minutos. Nos lleva a ese otro modo de entender la vida donde se baja una
velocidad. Percibimos que trabajamos, que hay momentos de distracción, pero las
circunstancias nos hace olvidar al prójimo, como mucho nos permite dar un beso
de buenas noches a la familia que convide con nosotros.
La cuarta cifra, ochenta y seis mil
cuatrocientos segundos. No estamos ni en
la sexta ni en la quinta velocidad. Pero nuestra vida sigue siendo fugaz.
Buscamos algo más que el estar sobre esa bolita que flota en el universo. Especialmente
en vacaciones somos capaces de saborear la familia.
La quinta cifra, ochocientas sesenta y
cuatro mil décimas de segundo. Nos permite recrearnos en cada instante de la
vida. Viviéndola con intensidad y buscando una vida más elevada, más plena. Nos
permite disfrutar de la belleza, de la creatividad, de la inventiva, del arte,
de la naturaleza, porque el tiempo lo hemos fraccionado para recrearse en cada
décima de segundo. Pudiendo percibir por nuestros sentidos cada instante de ese
tiempo, expresando y recibiendo sentimientos. Flotando en la vida. Hurgando en
nuestro interior para encontrarnos con esa vida trascendental. Esa vida, para
la que fue creado el ser humano.
En esta quinta cifra es en la que quiero
vivir. Para gozar cada instante de mi vida. Evitando perder el día. Ese día que
acaba, pero que décima a décima se inicia uno nuevo lleno de expectativas, de
sentimientos, de cariños, de amores, de deseos. De vivir con intensidad cada
instante junto a ti y no cada día. De impregnarme de tu amor. De compartirnos,
de saborear este increíble amor que comparto contigo.
Sus respiraciones se espaciaban, deseaban con
todas sus fuerzas obligar al tiempo a detenerse. Tal vez si sus respiraciones
se detenían el día alargaría algo más. Sus químicas se mezclaban en la entrada
de la vida, de esos alimentos que en esos momentos eran sustituidos por esa
mezcla afrodisiaca que componían la mezcla de sus líquidos en reacción con el
amor que se profesaban.
Se despertaron
con los primeros rayos del sol, manteniendo sus labios resecos pegados
materialmente, pero al igual que una fuente de la sierra volvió a brotar para
volver a fabricar ese líquido milagroso, esa sustancia de amor que compartían.
Se levanta…
Andrea secó sus lágrimas que de nuevo bañaban su rostro. Se incorporó
levemente para depositar por un instante sus labios en los de él. Como veneraba
a ese hombre, estaba convencida que de nuevo los recuerdos de su Anki
regresaron durante ese vuelo, pero quiso respetar su intimidad, sus sueños, sus
recuerdos y no pronunció palabra alguna. Abrazada a su cintura disfrutó de toda
la grandeza de aquel maestro al que adoraba.
En el pequeño aeropuerto aguardaba como guardia real Greet, quien
interrumpió sus investigaciones para recoger a la pareja. Andrea se separó unos
pasos de Julián para abrazarse a su otro amor y compartieron un beso dulce,
tenue infinitamente corto. Subieron al vehículo para regresar a casa.
Al pasar por el chiringuito tomaron unos refrescos, pues el calor
apremiaba a esas horas del día. Conversaron con el muchacho que llevaba el
negocio y tras unos minutos de grata charla, volvieron a subir al todoterreno
para perderse por la selva y llegar a casa.
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