sábado, 5 de octubre de 2013

UN AMOR ETERNO NACIDO CON LA CREACIÓN- PRIMERA PARTE- ANKI- CAPITULO VIII

   CAPÍTULO VIII

 

                            TERMINÓ EL COLEGIO

 


     Los fines de semana de junio se desplazó al levante para los entrenamientos con su compañero. Pues ese verano disputaban el campeonato de España en la categoría Star. La temporada del Voleibol había concluido y debía preparar con su pareja esa competición. Tenían grandes posibilidades de participar en las olimpiadas de Múnich. Un periodo de cuatro años les daba margen para ir bien preparados ya que ese verano se celebraban las de Méjico.

   El día veinticuatro, San Juan, recibió las calificaciones de quinto. Obtuvo una mención especial con matricula en las asignaturas. El veintiséis se presentaba por libre a los exámenes de sexto y de aprobar, el dos de julio la reválida. Fue un mes muy duro con demasiadas tensiones, demasiadas presiones, deseando que le dejaran en paz. Todos esos intereses de unos y otros sobraban. Sabía muy bien lo que quería. Los de Voleibol que se olvidara de la vela, los de la vela que se olvidara del voleibol. Sus padres, partidarios de la vela, le animaban e insistían para que se volcara en la mar. Una olimpiada no la disputaba todo el mundo. Pero a él le apetecía lo que se había marcado y nada ni nadie le haría variar sus planes. Mientras disfrutara con ambas actividades lo estaría haciendo, aun a pesar de no llegar a la olimpiada.

   Los exámenes por libre se iniciaron, su tutor le acompañó en las dos jornadas que estuvo enfrentándose con ellos. Iba preparado a conciencia. Antes de ser publicadas las calificaciones su tutor se las comunicó. Debía prepararse la reválida. Solo había sacado un sobresaliente el resto con Matrícula de Honor. Cuando sus padres se enteraron de los resultados académicos de su hijo cesaron las presiones sobre la vela. Había triunfado donde verdaderamente debía triunfar. En sus estudios. La reválida fue un mero trámite. Tenía muy reciente los conocimientos tanto de quinto como de sexto y aunque gran parte de los controles se basaron en conocimientos de quinto Julián no tuvo el menor problema. De nuevo una distinción especial se llevaba aquel joven en su expediente.

   El mismo día de recibir los resultados de la reválida le convocaban para la selección absoluta de voleibol. Un partido contra la actual campeona del mundo se mediría a la selección española para preparar la olimpiada. España estaba ya eliminada y no participaría. Se celebraba en Barcelona y precisamente ese fin de semana había quedado con su compañero de equipo de vela en entrenar en la capital catalana. Cuando Julián le expuso su compromiso con el seleccionador de Voleibol, éste con la tristeza en su rostro le confirmó que debía decidirse por uno u otro deporte. Lo tenía muy claro para Julián la palabra era sagrada y esos entrenamientos los tenían planificados desde hacía meses. Le expuso la situación al seleccionador y renunció al Voleibol. Aquel entrenador quedó decepcionado pero valoraba al muchacho mucho mas como persona. Estaba convencido que ningún otro hubiera renunciado a la selección por haber dado la palabra. Pero aquel muchacho no era normal. Era una persona fuera de lo común. Con un fuerte abrazo se despidió del muchacho valorando su categoría, no ya como jugador que lo tenía demostrado, como persona superaba al deportista.

   Se quedó sin ir a la selección, entrenó duro con su compañero, quien le suplicaba descansar un poco. Pero Julián era consciente que si se había sacrificado por no faltar a la palabra quería estar en la olimpiada de Múnich.

  En octubre iniciaría el preuniversitario con dieciséis años recién cumplidos. Por el contrario en septiembre reanudaba los entrenamientos con el primer equipo del Atlético de Madrid. Era consciente que la selección terminó para él. Pero a decir verdad no lo lamentaba. Se volcó en su hobbies, sabedor que además ahora suponía la capacidad de ser autosuficiente.

   Los resultados de ese verano en la clase Star con su compañero de equipo, les hizo recapacitar a los dos deportistas. Mantuvieron una larga conversación y acordaron intensificar los entrenamientos si se pretendía llegar se hacía imprescindible salir prácticamente todas las semanas a la mar.

   Tuvo que dejar el instituto y matricularse por libre en una academia de prestigio. Ahí tuvo un nuevo encuentro con sus padres. Discutieron durante meses esa determinación de su hijo. Pero eran conscientes que el muchacho no iba a dar su brazo a torcer. Si era necesario abandonaba el hogar, ya se las agenciaría para salir a flote. No tenía miedo a nada ni a nadie. Consciente que su padre comenzó de forma similar.

   Julián tenía claro cuál iba a ser su camino profesional. El mundo de la educación le fascinaba y más concretamente el de la actividad física y deportiva. Conocedor de la nueva carrera universitaria que se estaba gestando. Con el instituto de educación física y deportes en Madrid. Apoyado económicamente por la delegación nacional de deportes y al mando de la incipiente institución un filósofo de la actividad deportiva Don José María Cajigal. Pero estas intenciones no las desveló en casa. No deseaba abrir un nuevo frente en la familia, conocedor de las pretensiones tanto de su madre como de su padre. El mundo de la arquitectura le esperaba para realizar grandes proyectos que estaban en mente de su progenitor. Consciente del enfado y la tensión que crearía ahora después de dejar algo los estudios por sus dos compromisos. Uno con su compañero de equipo y el otro con el Voleibol. Además tenía un curso adelantado y aunque perdiera uno no iba a pasar nada. Pero era consciente que eso no iba a suceder. Tenía tiempo para todo. Especialmente en los trayectos del TALGO a Barcelona, Valencia o Alicante donde se desplazaba para entrenar la vela tendría horas para ir asimilando las distintas asignaturas de ese último curso del bachiller.

      De nuevo se le complicaba la vida a ese muchacho pero sus ocupaciones le tenían tan metido que no llegó a tener tiempo para asimilar lo que le había sucedido y lo que le ocurría. Vivía a un ritmo frenético, sin tiempo para pensar, para saborear la vida. Pero la palabra era la palabra y para él era sagrada. Algo que había aprendido de su padre. Entonces de qué carajo se extrañaba ahora  que su hijo la cumpliera.

  Se le presentaba un verano libre, un verano cuya única ocupación iba a ser la vela. Ahora tenía tiempo para reflexionar, para pensar, para recrearse en el tiempo, cosa que hasta la fecha le había sido imposible desde la pérdida de sus amigos. Era consciente lo que suponía en esos momentos. Decidió perderse en la costa levantina pues había quedado el resto del mes de julio con su compañero para prepararse bien. El campeonato de España estaba a la vuelta de la esquina. A primeros de Agosto y esa prueba les podía marcar o borrar el camino para Múnich. Adquirió los libros del preuniversitario los iría ojeando y realizando algún que otro ejercicio. Sin una asistencia a clase regular, no le suponía ponerse cuando le pareciera y poder llevar un buen ritmo de estudios. La nota, pensaba que no iba a tener problema pues llevaba una gran base del bachiller. Fue a Gandía donde su padre disponía de un chalet cercano a la playa, a no más de doscientos metros, y a menos de quinientos del puerto deportivo donde guardaba la embarcación. Sus primeros entrenamientos los harían por esas aguas para luego desplazarse a Alicante donde se celebraría la prueba. Necesitaban familiarizarse con el mar, con el ambiente, con sus corrientes y con los cambios de viento tan clásicos en la zona.

   Su compañero ocho años mayor que él trató de introducirlo en el grupo de amigos, pero a Julián no le hizo mucha gracia y así se lo confesó, optando por no volver a convivir con aquel grupo. Entrenaban y luego cada uno se iba a su casa. Alguna vez comieron juntos en el Club Náutico, pero la mayoría de las veces Julián se preparaba la comida en el chalet. No quiso que le mandaran servicio desde Madrid. Los días que pensaba pasar los quería a solas. Por ello cuando la última semana de julio se presentó su madre y hermana con el servicio optó por irse a Alicante como tenía planificado con su compañero y entrenar en aquellas aguas. Se alojó en casa de unos tíos de cierta edad, que adoraban al joven, pudo entrenar, relajarse y estudiar algo conviviendo con el viejo matrimonio.

   La competición se desarrollo con mejores pronósticos de los esperados por la pareja. Fueron muy superiores al resto de los participantes. Los conocimientos de las aguas, corrientes y vientos de la zona por parte de su compañero eran asombrosos, no en balde vivía en la ciudad todo el año. Allí mismo tras la entrega de los trofeos como campeones de España en la clase Star les comunicaron que pasarían a entrenar con los seleccionados que se prepararían para la próxima olimpiada. Al enterarse sus padres no cabían de felicidad. Habían asistido a la competición y se congratularon del alto nivel que poseía la pareja formada por su chico. De nuevo el roce entre adultos y el muchacho se hizo patente en la comida de celebración. Su padre estaba empeñado en que dejara el voleibol ahora que pertenecía al equipo olímpico pero se negó en rotundo. Dos fueron las razones que expuso a su progenitor. La primera había dado su palabra ya al equipo y sabía muy bien que para él era sagrada. La segunda razón era su medio de vida. Era consciente que no le hacía falta nada. En casa lo tenía todo pero él se sentía mejor consigo mismo sabiendo que podía ser autosuficiente. A pesar de las dos poderosas razones su padre insistía y con esa serenidad que sorprendía a todos le comentó la decisión que tomó cuando le seleccionaron para la absoluta de voleibol. Le costó tomarla pero al igual que ahora había dado su palabra anteriormente a otra propuesta y aunque le hubiese gustado medir sus posibilidades en esos niveles nunca faltaba a la palabra. Lo cierto es que su padre tuvo que claudicar. Una vez más su hijo le daba lecciones, aprendidas de él. Pero ya en esa comida comenzó a contactar con dirigentes de la federación de vela para tantear la posibilidad de conseguir una beca al muchacho que le permitiera dejar el voleibol y dedicarse de lleno a la vela. Fue hábil, procurando que todos sus contactos fueran con muy pocas personas y con poca relación con su hijo, pues de enterarse el muchacho posiblemente la vela terminaría después de esa temporada a la que se había comprometido con la federación. Lo primero que consiguió fue el compromiso del muchacho con la federación de no dejar la vela hasta la conclusión de esa temporada. Dicha propuesta no se la hicieron en aquella velada pero a las escasas semanas en el primer encuentro entre todos los seleccionados de la federación se lo propusieron y el muchacho ajeno a las maniobras de su padre aceptó encantado.

   Le quedaba una semana de descanso, iba a perderse solo a Donostia, al palacete que tanto adoraba, pues allí se iniciaron sus primeros pasos en su infancia. Había quedado con su compañero para navegar por el Cantábrico el último fin de semana que le quedaba, pues a primeros de septiembre comenzaba con los entrenes del voleibol.

   Nada más entrar en el palacete el teléfono sonaba. Lo tomó y cuál fue su sorpresa al comprobar que era Sara. Estaba en Madrid con su pareja, el inglés, y deseaba encontrarse con él. Al invitarle a ir a Donostia aceptó. Aquella ciudad le encantaba, además andaban ya escasos de recursos y allí con Julián la estancia les saldría gratis. No lo pensaron y tomaron el primer tren para la bella localidad vasca.

   La pareja se presentó en el palacete en las primeras horas de la tarde noche. Una vez acoplados en la habitación y tras el aseo personal necesario después de un largo viaje, se cambiaron de ropa para ir a cenar a La Perla. Paseando por las calles y luego por el paseo marítimo de la playa de la Concha se acercaron al complejo deportivo gastronómico. Julián ya se había encargado con anterioridad de reservar mesa para tres. Le sorprendió la actitud a la defensiva de su pareja. Ella seguía tan encantadora y espontánea como siempre. Pero la conexión entre el inglés y Julián no se produjo. Había algo en aquel muchacho que no le cuadraba y le dolía que pudiera hacerle daño a su amiga. Pero estuvo discreto, educado pero muy alejado de lo que él era. Sara no se dio cuenta de ello y eso que se percibía a las mil maravillas, pero al estar tan enamorada de aquel joven solo captaba la presencia de su enamorado. Concluida la cena bajaron a la sala de baile del complejo y ella se puso a bailar con Julián. Éste comprobó como aquel individuo los observaba, Sara se comportaba como siempre con esa alegría que portaba, con esa naturalidad y desparpajo que le caracterizaba. No llevaban ni dos minutos bailando cuando interrumpió a la pareja de forma descortés e incluso violenta. Hasta tal punto que hasta Sara se percató del fuera de tono de su pareja. Cuando se lo recriminó aquel joven le propinó un bofetón que dejó descolocado a todo el mundo. La reacción de Julián fue inmediata. Lo tomó de los brazo y en tono amenazador soltó.

 

   “Coge tus cosas y vete de mi casa, si Sara se quiere ir contigo no se lo impediré es una mujer libre, pero en mi techo no vive un salvaje que no sabe respetar a las mujeres”.

 

   Intentó golpear a Julián pero en una maniobra de defensa personal lo redujo mientras se personaba la seguridad del local para deshacerse de ese indeseable. Sara se protegió en Julián y abrazada comenzó a llorar desconsoladamente. Hasta esos momentos no se había percatado de cómo era su pareja. Pero ahora comprendía muchas cosas.  Aquel animal abandonó el local, casi inmediatamente después la pareja de amigos invitándolo a llegar juntos al palacete. Le dieron sus pertenencias y lo pusieron de patitas en la calle. Mientras lanzaba maldiciones sobre Sara. Hasta que harto Julián salió y emprendió la huida.

   No podía entender aquella situación. Julián trató de restar importancia a lo sucedido y ahora debía olvidarlo y charlar con su amigo. Se sentaron en el salón conectaron la caja boba y recostados en el sofá contemplaron una película que comenzaba en esos momentos. La ternura, el cariño y la acogida de su amigo, le serenó hasta tal límite, que se quedó antes de finalizar la película, completamente dormida. Le tomó en brazos y retirando la colcha y la sábana de la habitación donde los había acoplado la recostó. Con una delicadeza enternecedora, retiró los zapatos de sus pies, al tiempo que la introducía en el lecho y la cobijaba con la sábana y la colcha. A continuación apagó la luz de la mesita de noche y con precaución abandonó la estancia cerrando la puerta tras de sí. Se metió en la ducha para ponerse el pijama a continuación y perderse entre las sábanas de su cama.

   Lo encontró enredando en la cocina mientras preparaba el desayuno para los dos. Se aproximó y besando sus mejillas, regresó a la alcoba para darse una ducha y vestirse con otras ropas. Cuando se presentó de nuevo, los zumos de naranja, las tostadas, la mantequilla, la mermelada, los fiambres, la fruta, la leche y el café humeante les aguardaban para hacerse con los primeros alimentos del día. Desayunaron en silencio, el lenguaje corporal sustituyo al hablado y sus expresiones de una ternura estremecedora, acompañadas de esa sonrisa picarona de Sara les transmitían todo cuanto se querían decir.    

   Al terminar el desayuno Sara telefoneo a su madre y le contó el incidente, tranquilizándole al confesarle que se encontraba con Julián en Donostia. Esa mañana iban a sacar el billete al aeropuerto para el sábado si era posible pero que le llamaría para confirmárselo.

   El día lo pasaron primero en una agencia de viajes donde adquirió el billete de avión para ese sábado a las doce de la mañana, con destino a Madrid y de ahí en otro vuelo a Paris. A media tarde más o menos llegaría a Francia. Hacía un día soleado, sin viento y la temperatura era más que aceptable. A Sara le apetecía darse un baño en la playa por lo que regresaron a casa y tras ponerse los bañadores se encaminaron de nuevo al paseo para entrar en la playa y nadar durante unos minutos. Al principio el agua estaba congelada pero poco a poco el cuerpo se fue haciendo al frescor de sus aguas y pudieron nadar durante un buen rato.

   Al llegar el jueves Julián acudió con Sara al Club Náutico, mientras él se embarcó con su compañero para entrenar, ella se quedó por la ciudad para visitarla. Tomó prestada una bicicleta del palacete y recorrió la ciudad. Fue una jornada dura, la mar no andaba muy tranquila y sudaron de lo lindo. Finalizado el entrenamiento en el coche de su compañero le acerco al palacete donde había quedado con Sara donde tenía preparada la comida. Su compañero prosiguió pues él había quedado con sus padres en La Perla. Hasta la hora de la cena se la pasaron viendo unos álbumes familiares que databan de su nacimiento hasta las fechas actuales. Pudieron reírse de lo lindo con las fotos y recordar a los amigos perdidos, pues en más de una de las páginas aparecían con Julián.

   El viernes se acercaron sus padres para pasar el fin de semana, recoger a su hijo y regresar a Madrid. No perdieron la oportunidad y aprovechando la ocasión para que ese sábado les acompañaran a Irún para llevar a Sara, donde debía embarcar en un avión y regresar a Paris. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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