jueves, 1 de agosto de 2013

TRES AÑOS EN EL LABERINTO -CAPITULO - XXII-LA SALIDA DEL LABERINTO -

- CAPITULO - XXII -

                                   - 

   Esa mañana fue distinta a todas las vividas hasta el momento. José se despertó abrazado a su mujer. La contemplaba lleno de amor y cariño. Había estado especialmente cariñosa con él y aunque no llegó a ocurrir nada entre los dos su estado de satisfacción y placer superaba cualquier otra situación vivida, al menos que recordara. Mientras contemplaba su rostro reflexionó. “No recuerdo haber hecho el amor con ninguna mujer”. Pasaba de los cuarenta. ¿Y seguiría siendo virgen? En ese momento, su mirada contemplaba a su amada y a su mente llegaron nuevas imágenes que captaba con claridad digital. El rostro del hombre que estaba haciendo el amor con Amparo era el de su marido. Llegó a alterarse hasta tal punto que ella sintiendo el calor y la fogosidad del cuerpo de su esposo. Se despertó, se abrazó fuertemente a él y le pidió hacer el amor. 
   La excitación lo embriagaba hasta el punto de perder la cabeza. Pero la imagen de Paco volvió a su mente, con dulzura y un gran dolor en su corazón le contestó.
   - Sabes que no hay nada en el mundo que me gustaría más. Mi amor. Pero nos prometimos ayudarnos uno a otro en estas circunstancias y no me gustaría que por la pasión de un momento pudiera perderte para siempre. 
   Las palabras de su esposo le emocionaron hasta tal punto que con lágrimas en los ojos, por la felicidad que cubría todo su cuerpo desde los pies hasta su cabeza, se abrazó fuertemente a él. José le rogaba. No podría controlarse. Que no quería perderla. La quería demasiado como para tirar por la borda esa amistad por una situación placentera del momento.
   - Olvida todo y abandónate por favor. Te deseo como no he deseado nunca a un hombre.
   La pasión se fue sofocando con la entrega mutua mientras sus cuerpos temblaban del placer por aquel inolvidable momento. La sexualidad había inundado sus cuerpos, sus mentes y hasta sus pensamientos. Abrazados sobre el lecho, se acariciaron, unieron los labios y dejaron que la energía de uno conectara con la de su pareja. 
   Al levantarse, la ducha fría calmó sus ardientes cuerpos y con el bañador puesto se fueron a la piscina a relajar sus cuerpos en la pileta. 
   Durante el desayuno Pierre le comentó que necesitaba que le acompañara. Debían seguir con el plan trazado para tratar de desenredar toda aquella historia que diera con la solución. Lo último que deseaba en esos momentos era separarse de Amparo. Esa mujer le había llenado plenamente. Temía alejarse y al hacerlo romper esa maravillosa conexión entre los dos. Pero ella tenía que ir a su trabajo y uniendo sus labios delante de sus hijos le comentó.
   - Tenemos toda la vida por delante. Ve, habías prometido una cosa y de esa no te he liberado. 
   La reacción de sus hijos, ante el gesto cariñoso de su madre con ese hombre, fue diversa. Ester no percibió esa muestra cariñosa como algo fuera de lo común, estaba tan enfrascada con Pierre que no le dio importancia. Ana sintió como la emoción se hacía con su cuerpo y dos lágrimas de felicidad se le escaparon de sus ojos. Gema expresó un gesto de desagrado, pero se contuvo y no hizo comentario. Bajó la mirada y en su interior recordaba a su padre al tiempo que un rechazo hacía aquel hombre invadió su estado de ánimo. Al pequeño se le vino el mundo encima. Mama había olvidado a papá. ¿Cómo era posible? Ana que captó su reacción sé aproximó a él y le abrazó con el cariño de una madre. Comenzó a llorar y los dos hermanos abandonaron con discreción el comedor. Las palabras de su hermana fueron tranquilizando al pequeño y fueron convenciéndole que mama seguía locamente enamorada de papá. Aquella muestra de cariño hacía ese personaje era lógica les había ayudado tanto cuando papá desapareció que era lógico que mama apreciara a ese hombre. Entraron en los servicios sé lavaron la cara y entraron de nuevo para seguir con el desayuno. El pequeño miraba con algo de recelo a  José pero la charla con su hermana lo había convencido en parte. Especialmente al no volver a haber una nueva muestra de cariño entre los dos. 
   Esa mañana Pierre y José acompañaron al pequeño al colegio. El primero deseaba que José se moviera por los ambientes donde se había dejado más de veinte años de su vida peleando con esos adolescentes. El pequeño miraba con recelo al intruso, pero cuando recordaba la conversación con su hermana mayor comprendía que se había portado extraordinariamente con todos los de la familia. Se pararon en la pastelería cercana al colegio y le compró algo para almorzar. Aquel gesto fue limando un poco esa tirantez hacía esa persona. 
   Al entrar en el patio del colegio, la algarabía de chiquillos llamó la atención del personaje. Se parecía a los días de entrene de los chicos en su complejo deportivo, pero con mayor cantidad de gen-te. Alguien se acercó y le saludo.
   - ¡Que alegría! Volver...,
   Las palabras se cortaron al comprobar que no se trataba de la persona que creía. Pierre le había pedido que se pusiera un chándal, pues luego irían a jugar un partido de paddle en casa. Lo hizo con toda la intención deseaba que entrara en aquella casa en las mismas condiciones que lo hacía tiempo atrás. Uno de los profesores lo había confundido con Paco y deseaba saludarlo. Ante la cara de sorpresa del personaje el profesor en cuestión se disculpó.
   - Lo siento, señor pensaba que era un compañero. 
   Verdaderamente su parecido físico era idéntico no en balde era la misma persona. Pero sus rostros no coincidían. Al escucharle José se quedó bloqueado. Ante él, la imagen de varios personajes, que en torno a varias mesas intercambiaba opiniones de diversos cursos. Sin duda era un claustro de profesores y la figura del profesor que le había saludado era con quien intercambiaba opiniones. Sin saber muy bien el porqué contestó.
   - No te preocupes Juan. 
   Tanto él como Pierre se quedaron asombrados. Pierre esperaba que reaccionara, no sabía que hacer en esas circunstancias por fin actuó intuitivamente y dirigiéndose al profesor en cuestión le preguntó.
   - ¿Es usted Juan?
   - Sí. ¿Nos conocemos de algo? 
   Pierre se separó unos metros con el profesor en cuestión, José seguía perplejo. ¿A que santo sabía el nombre de aquel maestro? ¿Porque la imagen de Paco se le presentaba con tanta asiduidad? Comenzó a temblar. El miedo le invadía el cuerpo. Tuvo que sentarse sobre unos escalones próximos para no caer redondo al suelo. Alzó la mirada. Lo veía todo borroso. Manchas que correteaban delante de él, pero sin distinguir un solo rostro, Cerró los ojos y de nuevo la escena de Paco rodeado de adolescentes se le presentó con una claridad asombrosa. Pierre se disculpó y fue rápidamente a su lado. Al contacto de sus manos volvió a la situación presente.
    - ¡José! ¡José!.¿Te encuentras bien?
   Se había asustado. Al confesarle.
   - Estoy perfectamente. De nuevo imágenes, tal vez del pasado, se me han presentado con una claridad cinematográfica.
   Pierre se lamentaba por haberle interrumpido, pero ya no había solución. Fueron al bar del colegio y mientras se tomaban un café comentaron los últimos incidentes. 
   - Creo que estoy recordando cosas de mi pasado. Pero no salgo en ninguna de esas imágenes que se me presentan con una claridad pasmosa. 
   Interrumpió su reflexión. El tabaco le estaba ahogando. Sé levantó y decidió regresar al patio para respirar aire, si no limpio al menos sin humo. Pierre le acompañó. El patio estaba completamente despejado. Los niños y niñas habían desaparecido por arte de magia. La voz de un profesor en chándal a unos sesenta metros de ellos le llamó la atención. Era el de educación física que dirigía a un grupo de adolescentes ejercitándoles con los primeros ejercicios de esa clase. Observó un rato pero pronto retiró su atención del grupo y se dedicó a pasear por el patio junto a Pierre. De nuevo un hombre del personal de servicio hizo aman de saludar, creyendo que le conocía pero su expresión cambió por completo al comprobar que no se trataba de quien pensaba. José y Pierre sé miraron al tiempo que sonrieron. Pero Pierre había captado perfectamente lo que ocurría la constitución era la de Paco, pero como el rostro no coincidía el personal se quedaba algo cortado al compro-bar que no era la persona que pensaban.
   Recorrieron todas las instalaciones y regresaron a casa. No hubo más situaciones como las iniciales pero en la cabeza de José le rondaba todas esas preguntas. Al llegar jugaron una partida de Paddle y tras una buena ducha se relajaron en la piscina. Sobre las catorce horas llegaba a casa la anfitriona. José salió a su encuentro y se fundieron en un abrazo. 
   Amparo estaba resplandeciente, la felicidad invadía todo su ser, el tener a su marido en casa, le había rejuvenecido varios años. Se sentaron en el tresillo del salón. Ella se descalzó y rogó a José que le realizara un masaje. Fue tomar aquellos delicados pies en sus manos cuando de nuevo su vista se nubló, cerró los ojos y pudo ver de nuevo la misma escena que se estaba produciendo pero el lugar cambiaba al igual que el personaje que le aplicaba el masaje, lo único que permanecía era ella. Majestuosa y tan hermosa como siempre. De nuevo había reconocido a la persona. Era Paco. 
   Se encontraba en el garaje de la casa. Iba a salir con Pierre al Parador Nacional del Saler a jugar nueve hoyos. Mientras Amparo se iba a trabajar. Estaba en el coche cuando al ver a Ana se dirigió a ella.
   - Ana me he dejado la cartera en el vestuario. ¿Te importaría traérmela?
   - Claro que no. Papá.
   Ana se dio cuenta inmediatamente de su metedura de pata pero se giró apretando los labios y se metió en el vestuario a recoger la cartera de su padre. José se quedó parado, había oído bien. Cuando Ana le entregaba la cartera con una dulce sonrisa su padre le comentó
   - ¿Por qué me has llamado papá?
   Ana se quedó parada no sabía que responder. El silencio sé adueñó del escaso espacio que los separaba. Por fin consiguió reaccionar y respondió.
   - Mama te adora y a mí me caes maravillosamente bien. Además, quien sabe. Tal vez seas mi padre.
   José se limitó a sonreír, pero era una sonrisa forzada por las circunstancias se quedó pensativo, entró en su vehículo con Pierre y salieron de la casa camino del campo de Golf. Pero las palabras de su hija se repetían una y mil veces en su mente. Él ya había intuido la posibilidad de que estuviera ocupando el lugar de otra persona y su verdadera identidad fuera la del padre de familia. 
   Comenzó recordando su encuentro con Marie. Cuando llegó a Bordeaux, alto dijo su mente interiormente. Estuvimos en Suiza antes de ir a casa. En una clínica de cirugía plástica. “Dios” “El rostro de la persona que entró en esa clínica era la de Paco. Pero cuando los doctores retiraron su vendaje tras la intervención el rostro era el de José. ¿Qué había pasado? Paró el coche. Un temblor se apoderó de todo su cuerpo. Lloraba, gemía, le costaba respirar. No comprendía nada. Ni oía, ni veía, en esos momentos. Las preguntas de Pierre no las escuchaba estaba completamente bloqueado. Él no era José, era Paco. Pero de ser cierto cuantos interrogantes se le venían encima en esos instantes. De repente comenzó a escuchar a Pierre que estaba muy excitado y preocupado por el comportamiento de José. Sus palabras lo tranquilizaron un poco, pero continuaba temblando. 
   - Pierre coge el coche y regresemos necesito estar solo.
   - ¿Te puedo ayudar en algo?
   - Si, ya te lo he dicho, coge el coche y regresemos a casa.
   No volvió a preguntar, era consciente que había descubierto algo. No sabía hasta donde pero algo con seguridad. Descendió del vehículo y se puso al volante. En el primer cambio de sentido se desvió y regresaron a casa. En el garaje. José había bajado del coche y Pierre le comentó
   - ¿Te encuentras bien?  
   Ante la respuesta afirmativa le dijo.
   - Si no te importa iré a dar algunos golpes para relajarme.
   José asintió se subió a su habitación conectó la cadena musical se tumbó en la cama y comenzó a darle vueltas a la cabeza. 
   Pierre puso el coche en marcha y fue directamente a buscar a Amparo, sabía que José estaba a punto de reencontrarse y tal vez la ayuda de Amparo fuera imprescindible para dar el último empujón para que entrara de lleno en su pasado.
   Los primeros minutos consiguió mantener su mente en blanco. Trataba de realizar ejercicios de concentración para luego comenzar a recordar todo lo que le había sucedido esos últimos días. Era necesario unir todas esas visiones y analizarlas con tranquilidad para conseguir una conclusión que le permitiese reencontrarse consigo mismo.
   La música invadía la habitación. Sobre la cama dejaba que sus oídos fueran acariciados por aquellas melodías que había seleccionado. Poco a poco, los muebles, los adornos, los colores, las formas fueron desapareciendo para convertirse en un solo punto, blanco, de un intenso tal que destacaba del fondo negro. En algunos instantes el punto desaparecía y volvían las formas, los colores, los muebles, las luces. Pero también casi al instante recuperaba de nuevo la concentración y el punto regresaba con una claridad deslumbrante.
   Transcurridos quince minutos con la mente fija en aquel punto cuando comenzó a reflejarse en él las primeras escenas que deseaba recobrar. Se encontraba en la cama de un hospital. Su mujer, Amparo le hablaba con ternura y cariño, él impasible le contemplaba como ido. Luego de repente se quedó solo, se levantó y tras vestirse abandonó el hospital. El saludo del celador y al guarda de seguridad. El paseo por la calle y su encuentro con Marie. El abrazo de la anciana al tiempo que le llamaba hijo. La presencia de Bernard y tras unos días en un lujoso hotel su vuelo hasta Ginebra. Del aeropuerto a al clínica, los análisis, las pruebas y el quirófano. Hasta ese momento el rostro era el de Paco. Despertó y su rostro estaba envuelto de vendajes. Los doctores fueron quitándolos con delicadeza  y de pronto, ante ese espejo el nuevo rostro. El de José. Su regreso a Bordeaux y el desconocimiento del idioma. Como iba a poder hablar perfectamente el francés si no lo dominaba.
   Ahora comenzaba a comprender muchas cosas. Estaba claro que Marie y Bernard sabían todo, como había sospechado desde los primeros momentos. Recordó fugazmente esos años. Ahora comprendía porque había conectado con su mujer. Se sonrió tenía gracia la circunstancia. Se había enamorado por dos veces de ella. Pero de que se extrañaba, no había otra en todo el mundo que pudiera igualarla.
   En esos momentos comenzó a recapacitar sobre los últimos días con ella. Lo sabía, por eso accedió a liberarle de su promesa. Por eso hicieron el amor esa noche. Cuanta razón tenía Pierre al decirme que yo era el que tenía que descubrir el enigma. Todos lo debían saber y por lo visto les habían recomendado que debiera ser yo quien lo descubriera por mi propio bien. Recapacitó un poco, de sus hijos la única que lo debía saber era su mayor, a los otros los había notado distantes. No había duda de ello Ana era la única de sus hijos que era consciente de la realidad. 
   Ahora comprendía la razón por la que Pierre le hizo circular por aquel recorrido que le llevaba a su casa y a su puesto de trabajo. Juan pensó que era Paco, pues somos la misma persona. Pero al ver el rostro se quedó sorprendido. También se explicaba porque llegó a recordar su nombre. Aquel profesor rodeado de adolescentes. El sobrino de su mujer, portero del Valencia, su hijo portero del Bosco. Como había podido estar tan ciego.
  Comenzó a recordar su niñez, sus diez hermanos, sus aficiones. Su primer contacto con Amparo. Su noviazgo, su boda, el nacimiento de sus hijos. Sus ilusiones, que por cierto se había cumplido. Marie quiso pagar de alguna forma a su familia por secuestrarme para salvar el holding. Quiso levantarse ir al encuentro de sus hijos y abrazarse a ellos. Pero estaba claro que era necesario meditar cual sería la forma ideal para regresar con los suyos sin ocasionar problemas a nadie. ¿Seria conveniente recuperar su rostro? ¿De hacerlo tendrían problemas Marie y Bernard? ¿Que problemas legales podrían traer relatar la verdad? Estaba claro que no estaba preparado para tomar una decisión en esos momentos. Era necesario reunirse con todos y tratar de buscar la solución al regreso de su vida anterior.       
   Por fin había encontrado la salida de aquel laberinto. Donde se había visto inmerso durante tres largos años. 































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