- EL REENCUENTRO -
Desde aquella noche, a José, le costaba
concentrarse en el trabajo. Intentaba quitarse de la mente a esa mujer para
atender a sus obligaciones, resultando imposible apartarla de sus
pensamientos. Habló con Bernard, asegurando que precisaba tomarse el día
libre. No podía concentrarse y necesitaba estar solo. Subió a su flamante Mercedes
y se dirigió a la playa. De pronto, cambió bruscamente de dirección, entró en
la autopista y puso su vehículo en dirección a Signone. Tal vez preparando los
entrenamientos de esa semana con sus chicos, consiguiera apartar a esa
increíble mujer de la cabeza y concentrarse un poco en lo que tenía que hacer.
Pero al darse cuenta que no conseguía centrarse optó por regresar a casa.
Al verlo tan temprano Marie se extrañó. Pero
luego se acordó que esa tarde volaban a París a la fiesta que daba la familia
Champagne, con motivo de la celebración del aniversario del jefe del clan. Al
comentarlo, con su hijo, fue consciente
que lo olvido por completo. “Dios, ahora no solo, olvido esos años de mi vida.
Esta mujer me ha hecho borrar de mi mente lo que hice ayer”. Meditaba para sí,
al tiempo que contestaba a su madre.
- Por supuesto, mama, he venido para
prepararme el equipaje.
La anfitriona instaló a sus invitados de
Bordeaux en el ala derecha del castillo, junto a los aposentos de la familia.
Adoraban a esa familia y deseaban poder unirla a la suya, casando a su hija mayor con aquel hombre.
Estefania estaba enamorada de José desde niña. Contaba con quince años,
mientras que José ya había cumplido los veintiocho. Era su día bueno, de los
pocos que tenía por esa época y le lanzó un cumplido a la señorita que se quedó
prendada de él. No se habían visto mucho y ella lo había idealizado hasta tal
punto que no pensaba en otro chico. En la actualidad se acercaba a los treinta
años y deseaba conseguir los favores de aquel personaje. Trató
de acapararlo y no disimulaba su interés por él. José deseaba desprenderse de
su compañía pero no encontraba el momento oportuno, sin dañar sus sentimientos.
Por fin tras más de dos horas de agobio alguien se la llevó para presentar a
un importante banquero suizo. No lo pensó dos veces besó con dulzura a su madre
y le confesó al oído que se iba de París, que diera la excusa que se le
ocurriera en ese momento, pero tenía que huir de aquel castillo.
Fue directo al aeropuerto, contrató un jet
para que lo llevara a casa. Pero de pronto cambió de opinión, deseaba volar a
Valencia. No hubo prácticamente pegas, la única que tuvo que retrasar algo más
su partida.
Durante el vuelo contactó con Gerardo y le
pidió que consiguiera un coche para cuando llegase a Manises.
Al bajar del aparato, el corazón se le
aceleró inexplicablemente estaba cerca de ella y todo su cuerpo lo percibía.
Gerardo le esperaba. Se había desplazado en compañía de su chófer y llegaron al
aeropuerto en dos vehículos.
- Te llamaré un día de estos. Tenemos que
resolver varios asuntos.
Un apretón de manos dio fin al encuentro. Se
sentó al volante del vehículo y puso rumbo a la Ciudad del Deporte. Sabía que
Amparo vivía junto al complejo deportivo. Iba por la autopista que le conducía
a la capital del Turia, cuando se dio cuenta que el coche volaba, levantó el
pie del acelerador y trató de calmar al vehículo y a su corazón.
En el preciso instante que el día cambiaba
de dígito se detenía frente a la puerta de la mansión. Las piernas le temblaban
y el corazón de un momento a otro se saldría de su sitió. No podía levantarse y
salir del coche para llamar. Se encontraba bloqueado. Hasta que las luces de un
coche que pretendía entrar en la casa le sacaron del himpas. Bajó y entabló
conversación con la recién llegada. Se trataba de la hija mayor de Amparo, que
regresaba de una reunión. Al comentarle de quien se trataba. Sonrió de forma
picara lo que le hizo sonrojar. Le invitó
a entrar en casa, al tiempo que accionaba el mando para que las puertas
se abrieran y uno detrás del otro penetraron en el garaje. Subieron juntos en
el ascensor. Ana pulsó el botón de la
planta baja y se adelantó para encontrarse con su madre, que tumbada descansaba
sus pies y su cuerpo en el tresillo del salón, mientras contemplaba una
película aguardando la llegada de su mayor.
- Mama. Te traigo una sorpresa.
Cuando Amparo vio ante ella a José se quedó
de piedra. No lo esperaba y al verle, asustado, con la timidez de un
adolescente le regaló una de sus sonrisas que bloquearon más si cabe a nuestro
personaje. Se aproximo a él le dio dos besos en las mejillas y le invitó a
tomar asiento.
- ¿Ocurre algo?
No sabía que contestar y aunque lo supiera
en esos momentos le resultaba imposible articular sus cuerdas vocales. De nuevo
aquella embriagadora sonrisa se dibujaba en el rostro de aquella mujer. “Dios”
“Ayúdame”. Se repetía mentalmente
tratando de conseguir que los cielos le dieran un pequeño empujón y lo sacaran
de aquel trance.
Transcurridos varios minutos de absoluto
silencio, Ana había dado puerta, para dejarlos solos, y Amparo contemplaba a
José con la ternura de una madre. Por fin se arrancó.
- Gerardo me dijo que tendría que venir para
solucionar el papeleo de los títulos de propiedad y he pensado que era el
momento adecuado.
Amparo le ofreció un sitio junto a ella.
Nada más sentarse tomó su mano y la entrelazó con la suya. De nuevo un silencio
tenso se pudo sentir. A él le costaba mantener su mirada en la de ella, y como
la tensión iba en aumento intervino para solventar la situación.
- ¿Te apetece tomar algo?
Preguntó al tiempo que se levantaba y
desligando su mano de la de él se acercó al mueble bar y sirvió dos copas.
Luego llamó al servicio y le rogó que les sirvieran algo para picar. Los
nervios le podían. No sabía como empezar, pero si se había desplazado hasta
allí era por algo. Se levantó del sillón, y anduvo por la habitación
dotoreando, primero el acuario, luego se acercó a las cortinas y al mirar
detrás de ellas pudo observar a Ana que se zambullía en la piscina. Lo comentó
y ella le aseguró que lo solía hacer todas las noches antes de irse a dormir.
Le relajaba. En esos momentos pensó que también le vendría bien a él relajarse
un poco, pues los nervios le estaban haciendo sudar. Pero la conversación
emprendida por el comentario permitió rebajar la tensión del momento.
Se armó de valor y aproximándose a ella,
tomó sus manos entre las suyas y se decidió a lanzarse.
- No se como empezar. Desde la otra noche,
no he podido dormir. Sé que es increíble, pero ha sucedido. Te quiero.
Bajó la cabeza, hizo aman de abrazarse, pero
la timidez en esos momentos le volvió a jugar una nueva pasada y se quedó
bloqueado. No se atrevía a elevar la mirada del suelo. Parecía un adolescente
que se declara a la chica de clase de la que esta enamorado. Con la sonrisa en
sus labios Amparo le abrazó con ternura, pero sin pasión. Él se sentía
desorientado. “Tal vez tenía que haber esperado” “Soy un estúpido” y frases
similares rondaban su mente. Ella dejó que el silencio serenase la enorme
tensión que existía. Continuaba abrazada a él y por fin se decidió a responder.
- No somos ningunos niños. Como sabes mi situación
es muy difícil.
Deseaba seguir pero le fue imposible, las lágrimas
habían acudido a sus sorprendentes ojos verdes y el sofoco que se apoderaba de
su cuerpo le impedía proseguir. José se sobresaltó. No sabía que hacer. El
aliento le faltaba. Lo que menos deseaba en esos momentos era haberle
molestado. Acariciaba con suavidad la espalda de su compañera y espero
pacientemente a que se calmara un poco. Se disponía a preguntar cuando se le
adelantó. Se sentó en el tresillo, invitándole a él a sentarse a su lado. Él no
quiso tomar ninguna iniciativa y aguardó a que lo hiciera ella. Amparo cogió
sus manos con dulzura y aclaró la situación.
- Mi marido lleva más de dos años,
desaparecido. Le quiero como ni siquiera había imaginado. Tú, eres encantador,
me recuerdas mucho a él y no soy la única que lo dice. Mi sobrina también me lo
ha comentado. Por otro lado nos conocemos por comentarios de los demás. Aunque
en este escaso tiempo me consta que, eres una persona generosa, sensible, pero
especialmente muy humana. Por eso me atrevo a decírtelo con toda la confianza.
Mi principal preocupación es averiguar algo sobre mi esposo. Lo que sea. Si ha
muerto, que me lo digan pero que no me tengan co...
No pudo seguir, de nuevo el llanto acudió a
su cuerpo y sus ojos se bañaron en lágrimas, al tiempo que se abrazaba al
cuello de José y se abandonaba a un llanto desconsolador. Él no sabía dónde
colocar sus manos por fin las puso sobre sus cabellos y le acariciaba con tal
ternura que poco a poco volvió a recobrar la serenidad. Estaban recostados en
el tresillo, ella apoyaba su cara en su pecho, mientras él le aplicaba un suave
masaje en sus sienes, con increíble cariño, consiguiendo su objetivo.
Relajar. Dejaron que el silencio se adueñase del salón. La calma colmó sus
cuerpos, el magnetismo de sus seres conectaron y la felicidad los cubría hasta
tal punto que prefirieron seguir en esa posición sin comentar ni tratar de
romper esa situación placentera.
Trascurrida una hora aproximadamente la
puerta del salón se abría y hacía su entrada Ana. Ninguno de los dos se inmutó.
Su mayor se aproximó, besó a su madre, le tendió la mano a él y con la sonrisa
medio oculta abandonó la estancia para retirarse a su habitación, recuperar el
descanso de su cuerpo y su mente con el sueño reparador.
La entrada fulminante del pequeño en el
salón despertó a la pareja. Se habían quedado transpuestos en el tresillo. La
tensión, el nerviosismo, las emociones y la relajación final los había calmado
hasta tal punto que el sueño se apoderó de sus cuerpos. Con desparpajo el
pequeño preguntó
- ¿Quién es este señor?
La sonrisa apareció en los rostros de la
pareja al tiempo que se miraban. Amparo se levantó y abrazándose a su pequeño
le presentó al personaje en cuestión. Luego le acompañó a la cocina para que
desayunara y mientras, su pequeño daba
cuenta de esos alimentos, invitó a José a instalarse en casa, en una de las
habitaciones para invitados. Bajó con él al garaje y tras recoger el equipaje
volvieron a subir a la planta baja, para instalarse. Le dejó duchándose, fue
junto a su pequeño para que no se entretuviese y pudiera llegar tarde a la
escuela. Tomó un café con leche y en compañía de su hijo, bajaron al garaje,
subieron al coche y lo llevó al colegio.
José salía de su habitación, tras
cumplimentar el aseo personal y el correspondiente cambio de ropa. El servició
le rogó que pasara al comedor, el desayuno estaba preparado. Le comunicó que la
señora se había ido a llevar a su pequeño y luego iba al despacho en el
complejo deportivo para comenzar el trabajo diario. Mientras desayunaba
entraron en el comedor, las señoritas de la casa. En primer lugar lo hizo Ana,
que con la sonrisa en sus labios saludo al invitado. Luego se presentó la
mediana. Ésta al verlo se fue cara a él y le estampó dos sonoros besos en sus
mejillas al tiempo que le comentaba que se alegraba de verle por casa. Por
último hizo acto de presencia la pequeña de las chicas. No conocía a José y fue
su hermana mayor la que los presentó. Se levantó de la silla y besó en las
mejillas a la jovencita. Se iban a la facultad, para iniciar un nuevo día de
obligaciones con los libros.
Antes de partir Ana preguntó si deseaba algo
y ante la negativa se despidió hasta la cena, pues tenía clase por la tarde y
sé quedaría a comer en la facultad, lo mismo esgrimieron las otras dos
hermanas.
Hacía fresco, pero José decidió dar un paseo
por los alrededores de la casa. Al ver el green preguntó a Ramón, sí había
palos para patear. De inmediato se presentó con tres pares, para que el señor
seleccionara el que más se acoplase a sus características, junto a dos cajas de
bolas nuevas.
Se entretuvo pateando por espacio de una
hora, luego entró en casa. Se metió en su habitación y a los pocos minutos
abandonaba la casa en coche.
Fue en
busca de Gerardo, deseaba cerrar el asunto de los títulos de propiedad del
complejo. A los pocos minutos salía en su compañía con destino a la notaría.
Anteriormente estuvieron visitando a los abogados y llegaron a la conclusión
que la operación más rápida y sencilla era realizar como una operación de
venta y compra. Se resolvieron todos los asuntos y papeleo necesario y antes de
comer se presentaba Amparo en el despacho del Notario para plasmar su firma y
finalizar el trámite de traspaso de propiedad.
Desde ese momento y de forma oficial. La
ciudad de los deportes era propiedad de Amparo.
Se disponían a ir a casa para comer cuando
le propusieron a Gerardo que les acompañara, pero tenía otros asuntos que
resolver y no le era posible aceptar tan tentadora invitación.
Antes de pasar por casa, lo hicieron por el
colegio, recogiendo al pequeño.
Al llegar, la mesa estaba preparada para
servir. Entraron en los lavabos para adecentarse un poco, limpiarse las manos y
en torno a la mesa repusieron calorías.
Reposaron en el salón, mientras conversaban,
y cuando se hizo la hora de nuevo bajaron al garaje subieron a coche y
acompañaron al chico a la escuela.
A su regreso a casa, les estaban esperando
la hermana de Amparo y su esposo, ya que habían quedado en ir a tomar café y
saludar a su anfitrión de Bordeaux. Que con tanta exquisitez los atendió.
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