- EL NUEVO
COMPLEJO DEPORTIVO -
De nuevo en casa, José, se dedicó a trabajar
por las mañanas en el holding y las tardes las empleaba en su hobbies, el
equipo de fútbol siete de pequeños. Se reunió con los arquitectos y realizó
algunas modificaciones al proyecto después de su visita a la Ciudad del Deporte. Había
quedado impresionado por aquellas instalaciones modélicas y se asombró de su
rentabilidad. Pero lo que más le había impresionado fue la forma de trabajar de
sus empleados. Estaba claro que se encontraban a gusto y se sentían bien
tratados, tanto, en el ámbito económico como humano y según su anfitriona se
debía a la mujer que dirigía aquel gigantesco complejo. Le confesó que le gustaría
conocerla e invitó a ella, a su tía y a familiares a visitar Bordeaux. Serían
sus invitados de honor. Con la simpatía que le caracterizaba, al menos durante
su estancia, le contestó que le tomaba la palabra y en la primera oportunidad
que tuviera lo haría. Bernard era ajeno, pues desconocía la entrevista nocturna
de su jefe con la joven, de lo contrario el nerviosismo se habría apoderado de
nuevo de él. La situación no estaba aún controlada totalmente. José comenzaba a
recordar cosas de su pasado y tarde o temprano todo saldría a la luz. Era
necesario moverse con prontitud. Pero el problema estribaba en que era José
quien debía firmar los documentos y era una persona que leía todo lo que le
caía en sus manos especialmente aquellos en donde tenía que plasmar su firma.
La misma tarde de su regreso a casa Bernard
aprovechó, que José se había ido a supervisar las instalaciones deportivas en
Signone, para hablar del asunto con Marie. Le expuso la urgencia de resolver la
situación lo antes posible. Discutieron varios puntos y pensaron en la
estrategia más apropiada para presentárselo.
Las ciudades del deporte, la de Valencia y
la que estaba construyendo en Signone se vendería, de forma simbólica, a Paco y
su mujer. Uno como pago a su colaboración involuntaria a mantener el holding y
a ella como pago a esos años de sufrimiento. También decidieron que el resto
pasaría a Marie, cediendo ésta la mansión y sus tierras adyacentes a Bernard.
Dentro del acuerdo estaba el testamento de Marie que dejaba todo cuanto tenía
al matrimonio. No tenía más familia que la de su difunto esposo y a esos
buitres no les pensaba dejar ni las migas de pan. Era consciente que todos los
empleados con su muerte gozarían de un patrón justo, pero especialmente humano.
En Signone, José había alquilado un
despacho. Se encontraba reunido con los abogados y con los arquitectos
encargados de levantar aquel complejo deportivo. Deseaba informarles de los
cambios a realizar y les sugirió que debían visitar la Ciudad de los Deportes. Al
finalizar la reunión quedaban algunas dudas por resolver. Ni corto ni perezoso
tomó el teléfono y se puso en contacto con la Ciudad de los Deportes. Preguntó por la directora
de las instalaciones. Al comunicarle que seguía de vacaciones rogó que le
pusieran en contacto con la sobrina de Amparo. La conversación se desarrollo
con soltura. Esa noche que estuvieron juntos conversando se identificaron
plenamente y pudieron hablar con naturalidad, incluso intercambiando alguna
broma que otra. Durante la misma le invitó a desplazarse a Signone, durante una
semana, junto a su esposo, para que les orientara sobre el personal y demás
asuntos de un complejo deportivo de esas magnitudes. Ella le sugirió que
esperara el regreso de su tía. Pero la obra ya estaba en marcha y tal vez fuera
tarde para resolver algunos temas. Finalizada la comunicación le aseguró que se
podría en contacto con ella.
- Consúltalo con tu marido y dentro de un
rato te volveré a telefonear.
No llegó a colgar el aparato, marcó un nuevo
número y se puso en contacto con Gerardo. Era imprescindible que les
concedieran permiso para desplazarse a Bordeaux, al menos durante una semana.
También le ordenó que fuera a sacarle los pasajes para la mañana siguiente en
el primer vuelo que saliese.
- Ahora les volveré a telefonear y les
pediré que se pongan en contacto contigo. Un saludo y te deseo lo mejor.
Gerardo se despidió de su jefe
tranquilizándole que cumpliría cuanto le había pedido. No había transcurrido
las tres horas cuando de nuevo se puso en contacto con la joven. Al aceptar su
propuesta, tras consultar con su marido,
le comunicó que se pusieran en contacto con Gerardo, él se había
encargado de sacarles pasajes para la mañana siguiente a primeras horas de la
mañana. Sonrió, y en tono pícaro replicó.
- ¿Tan seguro estabas que aceptaríamos?
Él, en broma, le comentó que al fin y al
cabo era su jefe y si ahora les necesitaba allí no pensaba que le iban a poner
pegas. Al colgar, fue al encuentro de su esposo para reunirse con Gerardo. No
tardaron más de quince minutos en abandonar el complejo y preparar el equipaje.
Al regresar a casa, entró como de costumbre
en el salón para saludar a “mama”, se encontraba con Bernard, personaje
habitual en la mansión, a quien saludó y cuando se disponía a abandonarlos,
para entrar en su despacho, finalizar la
faena del día y preparar la del día siguiente, Marie le detuvo.
- José, quédate, deseo hablar seriamente
contigo.
Él con su acostumbrada alegría y con la
sonrisa dibujada de oreja a oreja le respondió con una pregunta.
- ¿Me he portado mal, ó he hecho algo que no
debía?
Marie, que tenía el semblante serio, pues la
circunstancia lo requería sonrió. Aquel “hijo” había sido una bendición del
Señor después de más de cuarenta años de padecer y sufrir por el hijo de sus
entrañas.
Iba a iniciar la conversación con él cuando
le interrumpió.
- Perdona mama. Antes que se me olvide,
mañana vienen a casa la sobrina de Amparo y su esposo. Mi deseo era que fuera
la propia directora, pues todos me hablan maravillas de esa mujer. Pero he
tenido tan mala suerte que está de vacaciones. Aunque, ya he comunicado, que en
cuanto regrese me avisen. Deseo intercambiar varios asuntos sobre la dirección
del complejo deportivo. Ella es quien mejor me puede orientar y deseo comenzar
con buen pie aquí.
El rostro de Bernard se desencajó, José no
fue ajeno a ello y de inmediato interrumpiendo su comunicado, preguntó.
- ¿Te sucede algo Bernard?
Rápidamente cambió el semblante, últimamente
no vivía para sustos. En tono pausado y tranquilo contestó a su jefe.
- No, don José en estos momentos tenía la
mente en otro lugar y como no era muy agradable tal vez mi expresión fuera de
preocupación.
Marie aseguró a su hijo que no había
inconveniente en instalarse en casa y a continuación le rogó que se sentara
junto a ella. Así lo hizo y comenzó el discurso que se había preparado para la
ocasión. Al terminó José le sonrió, al tiempo que se levantaba sacaba la pluma
de su americana y le respondía.
- Madre, no me ha de dar ninguna clase de
explicación, todo cuanto hay aquí te pertenece y si crees que lo mejor en estos
momentos es lo que propones dame los papeles y documentos que los firmó ahora
mismo.
De nuevo la sorpresa se reflejaba en el
rostro de Bernard. Aquel hombre era increíble, recto, trabajador, compasivo,
solidario, y con una entrega a los suyos hasta límites poco comunes. En esos
momentos le llegó a su mente el verdadero José, alzó la mirada a los cielos y
agradeció que se llevaran a ese demonio del mundo.
Se levantaron, subieron al coche y se
presentaron en el despacho del registrador de propiedades. Permanecieron por
espacio de noventa minutos y cuando abandonaban el edificio todo estaba en
orden. Marie miraba el semblante alegre de “su hijo”, se abrazó a él y sin
pronunciar palabra continuó en esa posición hasta llegar a casa. Bernard podía
descansar al fin, todas sus preocupaciones y tensiones habían desaparecido. No
podía creer tanta tranquilidad y también observaba la imagen de aquel hombre
que con un cariño estremecedor abrazaba a la anciana. Ahora ya no le preocupaba
que se pudiera ver con su esposa y la reconociera. Es más deseaba con todo su
corazón que esa familia reanudase su vida de nuevo.
Bernard habló con varios especialistas y todos
le aconsejaron que la mejor forma de volver sin traumas ni problemas fuera facilitar encuentros con sus seres queridos y
que él fuera quien descubriera quien era en realidad. De lo contrario los
problemas podrían ser más graves.
Esa misma noche se traslado a su
nuevo hogar. Ya se había instalado en la mansión recuperada a los tíos de José,
desde hacía meses, pero a partir de esa tarde era suya. Al llegar a casa lo
primero que hizo fue telefonear a Gerardo, todas las ordenes de obstaculizar
los encuentros entre José y Amparo debían desaparecer. La situación había
cambiado y la estrategia a seguir también. Finalizada su conversación con
Valencia se metió en la biblioteca, descorchó una botella de Bordeaux de precio
prohibitivo y, vaso a vaso, se la engulló
entera. A la mañana siguiente no acudió por primera vez en su vida a su puesto
de trabajo se pasó el día durmiéndola.
A las ocho y media de esa mañana de otoño
José esperaba en las llegadas internacionales a sus invitados. Los trámites de
rigor y el encuentro con el joven matrimonio. Ella se abrazó y besó con cariño
las dos mejillas de aquel hombre, su esposo estrechó su mano y en el coche los condujo a casa. Los instaló
en el cuarto de invitados y tras la pertinente ducha bajaron a desayunar al
comedor en compañía de Marie.
Ese día trabajaron codo a codo en el
despacho y sobre el propio terreno del nuevo complejo. Una hora escasa para ir
a comer al mejor restaurante de Signone y de nuevo al trabajo. Ella alucinaba
con aquel hombre y con la sencillez que le caracterizaba le soltó.
- ¿Sinceramente crees que te podemos enseñar
algo? ¡Eres increíble!
Sonrió y con parsimonia, en tono académico
y dulzón replicó a su joven invitada.
- Señora de todo se aprende. Y vosotros con
el ejemplo que dais, de entrega y amor a vuestro trabajo, supone, para los
demás empleados, mucho más que cualquier
planificación y previsiones que se tengan por muy buenas que estas sean.
Te aseguro que es contagioso y cuando el personal ve que sus jefes directos
trabajan tanto o más que ellos se ven arrastrados por ese ímpetu, especialmente
si les ven realizarlo con alegría y amor hacía lo que hacen.
De nuevo aquel hombre volvía a maravillar a
la joven. Sin saber muy bien, al principio, el porqué comenzó a corretear por
sus mejillas unas lágrimas. Pero inmediatamente fue consciente del motivo de
las mimas. Aquel personaje le recordaba a su tío. Había sido más que un padre
para ella y ahora la actitud, la expresión y la entrega de su jefe se lo
recordaban.
Casi al unísono, esposo y jefe preguntaban
si se encontraba mal o le dolía algo. La sonrisa de la joven les devolvió la
tranquilidad que por unos momentos perdieron.
- No os preocupéis, son cosas mías.
Recuerdos.
No dieron importancia al incidente y prosiguieron
con su trabajo. Esa noche cenaron en casa y pudieron conversar de sus
ilusiones, de sus vidas y dejar por el momento las cuestiones de trabajo para
el día siguiente.
En el dormitorio para invitados le preguntó
a su esposa que recuerdos le habían llevado a dejar escapar esas lágrimas. No
espero respuesta, la conocía lo suficientemente bien como para detectarlo.
Ahora que lo pensaba a él también le había recordado a alguien y con toda
seguridad por la reacción de su esposa se trataba de la misma persona.
- Te recuerda a tu tío. ¿Verdad?
Su esposo lo había adivinado. Comentaron
mientras se ponían el pijama, se arropaban bajo las sabanas y aquella colcha de
pieles.
Fue una semana de trabajo intenso, el
matrimonio se encontraba seguro y relajado trabajando junto aquel personaje. Él
le ayudaba por las tardes con el equipo de fútbol, pues era una persona que le
gustaba y practicaba dicho deporte. El cariño de aquellos niños hacía José no
le extrañó, se volcaba en atenciones, pero sin dejar de exigir lo que cada uno
tenía que dar.
La semana terminó y José les agradeció su
ayuda, los acompañó hasta el aeropuerto y quedaron en verse pronto.
Cuando el matrimonio se incorporó al trabajo
ese lunes, Gerardo los llamó. Al entrar en los despachos de dirección se
encontraron con su tía que había regresado de esas cortas vacaciones. Sé
saludaron y mantuvieron una larga conversación. Había descansado, pero también
les confesó que tanta tranquilidad le había permitido pensar y la tristeza
había inundado su ser. Esperaba involucrase de nuevo en el trabajo para tratar
de mitigar el sufrimiento y la angustia que el estrés de sus ocupaciones no le
había permitido sentir. En esas vacaciones volvió a ser consciente de su drama
y aunque estaba rodeada de amigos, familiares e hijos, añoraba mucho a Paco.
Ellos le contaron su semana en Bordeaux y la calidad humana del principal
accionista del complejo. También le comunicaron que estaba construyendo otro de
características similares próximo a la
ciudad francesa. En concreto en la localidad de Signone. Le mostraron el interés que tenía por conocerla y que con
toda probabilidad esa semana o la siguiente se presentaría de nuevo en
Valencia.
Estaban en plena conversación cuando Gerardo
apareció y tendiéndoles unos sobres comentó.
- Esta gratificación viene directa de
Bordeaux. José me ha pedido que os la diera personalmente con su gratitud por
vuestra colaboración.
Los días transcurrían José telefoneo a
Amparo para comunicarle que por diferentes motivos no podría tener el placer de
conocerla. Se alegraba de poder hablar, al menos, por teléfono con ella y
agradecerle personalmente la magnífica labor que estaba llevando a cabo.
Antes de finalizar la temporada futbolística
el nuevo complejo estaba terminado. La inauguración del mismo se haría ese mes
de Junio con la presencia de las más altas autoridades de la localidad. Los
directivos de la Ciudad
del Deporte de Valencia estaban invitados a la inauguración de las
instalaciones. Por fin José y Amparo se iban a conocer.
Esperaba en el aeropuerto para recibir a sus
empleados de Valencia al ver al matrimonio se dirigió a ellos y tras saludarse
les preguntó.
- ¿Dónde está ese genio de mujer?
Por lo visto el destino no deseaba que ambos
se cruzaran, su sobrina le comentó que sentía decepcionarlo pero la noche
anterior ingresaron a su pequeño en el hospital por un golpe en la cabeza
cuando entrenaba con su equipo.
- No parece que sea grave. Pero como le
recomendaron que debiera estar unas cuarenta y ocho horas en observación, nos
ha rogado que le disculparas pero no podía dejar a su pequeño en esa situación.
José se lamentó, pero por supuesto que
comprendió perfectamente a esa madre. Tras la aclaración solicitó el número de
teléfono del móvil de su tía y conforme se lo iba dictando lo marcaba. Deseaba
transmitirle sus saludos y sus más sinceros deseos para que el pequeño se
recuperarse lo antes posible. Amparo agradeció de corazón la atención que había
tenido, al tiempo que aplaudía su comprensión al no poderse desplazar en un
momento tan importante para él como era la inauguración de ese nuevo complejo
deportivo. Sabía por las conversaciones que había tenido con su sobrina, con
Gerardo y con él mismo, del interés que tenía de poder intercambiar opiniones y
planes de trabajo para los dos complejos.
Aprovechó la conversación telefónica para en
líneas generales exponerle un plan de intercambio de personal, técnicos,
responsables de contabilidad, de mantenimiento, de seguridad, etc., entre un
complejo y otro.
- Con los directivos que se han desplazado
matizaremos un poco más la idea. Pienso sinceramente que puede ser de gran
aprovechamiento para las dos entidades.
La idea le pareció magnifica, era una forma
de intercambiar experiencias, conocimientos, culturas, pero especialmente
romper un poco con la rutina diaria. Uno de los problemas de más difícil
solución, según le expresó Amparo.
Se despidieron con el firme propósito de
poderse conocer pronto y deseando, de todo corazón, que su pequeño se repusiese
cuanto antes.
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