Transcurridos catorce meses desde la
desaparición de Neus y José. No tenían una sola pista de su posible paradero.
Sus hijos invirtieron una verdadera fortuna para poder conseguir algo que le
pudiera dar con la localización de su padre. Las esperanzas estaban casi
perdidas. Solo Rita y Brisite tenían noticias todas las semanas de su paradero.
Pero aunque su trabajo les costó mantuvieron el secreto, por expreso deseo de
José
Esa mañana del sábado le telefonearon desde
Hawai. Pudo hablar con José y su hermana no pudo retener las lágrimas. Era la
primera vez que hablaba directamente con él desde su desaparición y las
sensaciones invadieron su ser, siendo incapaz de contener tantas emociones.
Pero al confesar personalmente que en menos de una semana se podrían abrazar
el sofoco lo pudo controlar y evitar que su familia le interrogase. Tras
conversar con su familia bajaron a la playa particular del hotel y se tumbaron
al sol mientras trataban de relajar sus cuerpos.
Desde su llegada a la isla, tanto Neus como
Caterine eran solicitadas por numerosos conquistadores. El atractivo físico de
las dos mujeres y su soledad junto al anciano que les acompañaba invitaba a
ello. Pero siempre se encontraron con la negativa de las dos señoritas, eso si
con una dulzura y ternura que los dejaba destrozados.
Neus comenzaba a sentir algo más que afecto
por aquel personaje. Educado, correcto, alegre y siempre con la chispa, capaz
de hacer pasar horas entretenidas a la gente que lo rodeaba. Todas las mañanas
desde la terraza de su habitación o junto a la piscina sobre una de las
tumbonas lo contemplaba nadar. Era un gran nadador y a primeras horas del día,
por regla general sobre las siete de la mañana, sé hacía varios largos a la
piscina por espacio de más de una hora.
José comenzaba de nuevo a sentirse vivo, la
vitalidad que siempre le había caracterizado la encontró de nuevo. En todo el
tiempo transcurrido para su recuperación jamás le había visto un mal gesto.
Siempre con la sonrisa en su rostro y dispuesto a regalar felicidad. Por la
noche solían bajar a la sala de fiestas del hotel y compartía con Caterine la
compañía de aquel maravilloso hombre.
Neus sacó de su bolsa unas cremas bronceadoras,
en el preciso instante que Caterine se levantaba para ir al bar y pedir el
aperitivo, le rogó a José que se las aplicase en la espalda. Servicial, como
siempre, se arrodilló junto a la joven enfermera y derramó el fresco líquido
blanco sobre su piel, a continuación inició un suave masaje para distribuir el
líquido por la espalda. La dulzura, el cariño y el arte que poseía aquel hombre
embriagaron a nuestra joven, que relajada se concentró para captar todas las
sensaciones producidas por el contacto de aquellas manos sobre su cuerpo. Giró
en varias ocasiones su cuello para encontrase con su mirada y al hacer amago de
detenerse, esbozando una picara sonrisa rogó
- Por favor, José, no te detengas me
encantan tus manos.
Se sonrió y continuó aplicándole el masaje
sobre aquella piel, suave y sensual. Caterine regresaba con un camarero
portando el aperitivo. Al ver a su amor reclinado y aplicando aquel sensual
masaje sobre Neus, sintió unos celos indescriptibles. Por ello cuando llegó a
su altura con un tono tenso, que sorprendió a José, comentó
- ¿Espero que tendrás tiempo para aplicarme
a mi un masaje parecido?
José, sonrió. Le chocó enormemente la
actitud de Caterine. Dejó de aplicar el masaje y con esa ternura y cariño que
enloquecía a su joven amiga, tomó con sus manos sus mejillas y depositando sus
labios comentó en tono pícaro.
- Esperaba a la intimidad, pero si lo
prefieres en público no tengo inconveniente.
La salida de su amigo le devolvió la
seguridad en si misma, se abrazó a él y se sentaron a degustar el aperitivo que
el paciente camarero aguardaba para servir.
Neus se quedó tomando el sol, mientras la
pareja se levantó a dar un paseo por la playa. Le tendió la mano y entrelazadas
dejaron a las olas bañar sus pies desnudos mientras caminaban por la orilla. A
su mente llegaron recuerdos de su adolescencia, cuando por primera vez
disfrutaba de unas vacaciones. La imagen de Linda, madre de Caterine, llegó con
una realidad increíble. Uno de los pasajes más triste de su vida, grabado en su
alma y en su corazón, se le presentaba con una claridad sorprendente. Fue
aquella noche cuando se separaron del grupo y él le declaró su amor. Recordó
una por una las palabras dulces y cariñosas de su gran amor, confesando que
ella no sentía lo mismo por él. Sin explicarse muy bien el porqué comenzó a
sollozar y sus ojos se cubrieron de lágrimas. La preocupación de Caterine le
hizo regresar al presente.
- ¿Qué te ocurre mi vida?
Fue la pregunta nerviosa y llena de temor de
su compañera ante aquel sofoco tan profundo. Él mismo se sorprendió al volver
al momento y lugar presente. Se había abstraído hasta tal punto que creyó
ciegamente revivirlo de nuevo. Su cara recuperó la alegría de siempre y su
rostro se inundó de una feliz sonrisa, mientras tranquilizaba a su compañera.
- No me sucede nada. Son recuerdos. ¿Sabes?
Me había alejado de este lugar y de este tiempo.
Caterine se tranquilizó al observar que
había recobrado la expresión en su rostro. Volver a verle sonreír le relajó. Se
colocó a su lado y reanudaron el paseo al tiempo que la conversación prosiguió.
- Recordabas a Silvia. ¿Verdad?
Una picara sonrisa se dibujo en su rostro.
Caterine se dio cuenta de inmediato. No era el recuerdo de su mujer quien le
había alejado de allí. Aguardó pacientemente a que se arrancara y confesara
quien había conseguido apartarlo de su lado y de aquel paradisíaco lugar. Por
fin tras varios minutos caminando, ella estaba a punto de romper el silencio,
pues la curiosidad le podía más que la paciencia, pero consiguió aguantar lo
suficiente. Con naturalidad, como si no hubiera esperado tantos minutos en
contestar, con la mirada al frente comentó.
- Recordaba a tu madre. He vuelto a vivir,
como si me estuviese pasando en estos momentos, el día, mejor dicho, la noche
cuando me declaré a ella y me encontré con la sorpresa de no ser correspondido
ese amor profundo y sincero que sentía. Aunque no te lo puedas creer tan solo
ha habido una situación tan dolorosa como aquella en mi vida y fue cuando las
perdí a las dos.
José continuó relatando el encuentro con su
madre y los veranos que pasaron juntos. Caterine le escuchaba entusiasmada y
pudo comprobar los cambios de expresión en su compañero en cada uno de los
relatos. Su rostro se le iluminaba al contarle la delicadeza y encanto que
poseía Linda.
De nuevo tras varios minutos de
conversación, aunque Caterine prácticamente se limitaba a escucharle, el
silencio se apoderó de la pareja. Seguían con su paseo, disfrutando de aquel
clima y plasmando en sus retinas todo el colorido de sus playas. De pronto, se
detuvo, se colocó frente a él y en tono solemne, con esa ternura que tanto le
entusiasmaba, rompió de nuevo el silencio.
- Cásate conmigo. Vamos al hotel. Pongámonos
lo primero que pillemos del armario y unamos nuestras vidas para siempre.
Se abrazó a ella, no sabía que decir. No se
lo había planteado. Desde la muerte de Silvia, no le había pasado por la cabeza
volverse a casar. Adoraba, quería y le entusiasmaba aquella criatura. Pero
nunca había pensado casarse de nuevo. Le llevaba la friolera de treinta y dos
años. Estaba en el esplendor de su vida, no había cumplido aún los treinta y
sus relaciones, con la salvedad de aquella noche loca, se había limitado a la
que podía llevar un padre y una hija. Era consciente que ella estaba locamente
enamorada de él pero a raíz de conocer a Ignacio pensó que había sido una
locura de adolescente. Ahora, tras la otra noche y la propuesta hecha, le
convencían que la locura de adolescente fue su matrimonio. Se encontraba muy
solo, a pesar de su numerosa familia. Desde que se cruzó con los Revaud, su
corazón y su mente estaba más con esa familia que con la suya y especialmente
desde la muerte de Silvia. Y, a sus hijos, solo se les había ocurrido separarlo
más de aquel entorno familiar al que adoraba. Incluso sus propios hijos lo
secuestraron en la clínica. Ahora era libre, había vencido a la enfermedad y
estaba pendiente día y noche de él aquel ángel de le guarda, que seguía
ciegamente enamorada. No pronunció una sola palabra, tras abrazarse le dio la
mano, se acercó al paseo de la playa subieron a un taxis y solicitó ir a su
hotel. Subieron a la habitación y antes de una hora eran oficialmente marido y
mujer.
Regresaron a la playa junto a Neus. Salía en
esos momentos de darse un baño en el mar. Al verlos se aproximó y cuando le
confesaron su locura le sorprendió, sentándose en la silla más próxima para
evitar desvanecerse. Vencido el primer impacto se repuso y felicitó a la
pareja. Adoraba a ese hombre, a pesar de conocerlo, escasamente, un año.
- Al menos seré la primera en besar al
novio. ¿No?
Comentó de inmediato, felicitándolo, y
aproximando los labios besó sus mejillas mientras se abrazaba. Luego fue cara a
Caterine para darle la enhorabuena.
Decidieron ir a uno de los restaurantes
típicos de la isla para celebrarlo. Abandonaron la playa. Mientras Caterine y
José tomaban un refresco en la cafetería del hotel. Ella se subía a su
habitación para darse una ducha, quitarse la sal, la arena y ponerse un vestido
para la ocasión. No tardó más de treinta minutos, salieron del hotel en taxis
se dispusieron a ir al restaurante recomendado y reservado por la recepción del
hotel.
Fue una comida distendida, llena de alegría
y bromas por parte de todos, pero especialmente José estuvo ingenioso y
consiguió que sus dos compañeras pasaran una velada inolvidable.
Hablaron del regreso a casa. Sin duda lo
primero debería ser aclarar la situación a sus hijos. La verdad no iba a ser
fácil ese encuentro, pues aunque con seguridad se alegrarían de la recuperación
de su padre los métodos empleados los enfadaría y no sin razón. Los mantuvo,
más de un año sin noticias y pendiente de cualquier pista para localizar su
paradero. No sería de fácil asimilación por la familia. Tampoco estaba muy
seguro de comunicarles su enlace matrimonial. Pero le quedaba cinco días de
vacaciones donde podría meditar la mejor forma de explicar lo sucedido.
Tenía la intención de desplazarse a Corea
para saludar a los viejos amigos y ver como andaban las cosas por la fundación.
Comprobar si recibían las subvenciones necesarias para proseguir su labor en
aquella región asiática. La idea del viaje a Corea entusiasmó a Neus, había
oído hablar tanto de aquella fundación que cuando José dijo de ir se apuntó de
inmediato. Caterine estaba totalmente de acuerdo con su nuevo marido, pero
también expresó su deseo de pasarse previamente por New Ville y ver como
andaban las cosas por el negocio. Pues aunque había decidido dedicar plenamente
su vida a su gran amor estaba obligada a avisar a su tía de sus intenciones. Le
tocaría a ella llevar las riendas tanto de fabricación y venta como de la
sección de diseño y presentación de las colecciones. Pero esos cinco días les
iba a proporcionar el tiempo suficiente para aclarar las ideas y organizar a la
perfección su regreso a la vida de sociedad y familiar.
Neus comenzó a expresar sus temores. Pensaba
que tal vez fuese una intrusa y tanteo a la pareja. Pero tanto Caterine como
José le comunicaron que le consideraban de la familia y, por tanto, las puertas
de casa estaban abiertas día y noche para ella. La forma, el cariño y la
ternura mostrada por el matrimonio a la joven, le conmovieron, hasta tal punto,
que no pudo evitar derramar unas lagrimas de felicidad y gratitud hacía esa
pareja. Por fin había encontrado una familia.
Una de las tardes, estaban en la terraza de
la habitación de la pareja cuando Neus mostró su interés por permanecer
trabajando en la fundación de Corea. José se alegró al oírlo, sabía que le
gustaría y se enamoraría de aquel lugar pero con tacto y cariño le confesó
- Cuando lleguemos, como pasaremos una
pequeña temporada, podrás comprobar si aquel lugar te llena o no, y tras esa
estancia decidir el quedarse o proseguir por otro camino.
La última noche de esas cortas vacaciones
cerraron el plan de regreso a casa. Caterine y Neus irían directamente a New
Ville mientras José se presentaría solo en la alquería. No tardaron en irse a
la cama. A la mañana siguiente debían madrugar, pues el vuelo salía temprano de
la isla.
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