lunes, 24 de septiembre de 2012

EL PRIMER AMOR- TERCERA PARTE- CAPITULO X- EL MILAGRO


    Se vieron en la necesidad de retrasar el viaje una semana. Era necesario conseguir identidades falsas para Neus y José, de lo contrario la INTERPOL podría descubrirlos y detenerlos antes de llegar a su destino. Los contactos de Caterine se movieron con rapidez y justo a la semana el avión, que los conducía a París y de allí a Wasintong, despegaba de las pistas de Lyón.
   José no tenía muchas esperanzas. Había leído mucho sobre la enfermedad y nuca había podido encontrar algo donde poder albergar esperanzas, pero estar junto a Caterine y libre del agobio de la clínica, le hizo aceptar encantado la sugerencia de su amiga.
   Se instalaron en un hotel, próximo al campus universitario. En un principio pensaron hacerlo en el hotel utilizado por Caterine cuando realizaba algún pase en la capital norteamericana. Allí todos le conocían y se desvivirían por atenderle, pero también conllevaba el no pasar desapercibida. Como llegaron muy cansados y hasta el lunes, era sábado, no debían presentarse en la universidad, decidieron descansar unas horas.
   Esa primera mañana al levantarse cogió el teléfono y se puso en contacto con su tía. Su estancia en Norteamérica se prolongaría durante varios meses. Brisite le tranquilizó se haría cargo de todo, podía tomarse todo el tiempo necesario. Se encargaría del negocio, incluidas las presentaciones. Ella le aseguró seguir trabajando y todas las novedades se las mandaría por mediación de algún correo. Tras colgar, Brisite, se puso en contacto con sus colaboradores y organizó su personal para tomar las riendas de los talleres y de la tienda mientras se hacía cargo de los pases. Le iba a tocar viajar mucho. Desde luego el viajar no le apasionaba demasiado, pero por José era capaz de hacer cualquier cosa. Consciente que nunca podría compensar la entrega de aquel ángel. Se extrañó al comprobar como aquello, no precisamente santo de su devoción, el solo hecho de hacerlo por él le llegó a entusiasmar.
   Hacía un calor insoportable, el agradable clima disfrutado en el lujoso hotel contrastó al salir por la puerta. Una ola de calor golpeo con un enorme desagrado en el rostro de la pareja. Pero el coche estaba en la puerta y al entrar en el vehículo acondicionado a cualquier circunstancia, alivió a la pareja de aquel golpe de calor. Esa mañana la pasó sufriendo infinidad de pruebas, pero tener a Caterine a su lado le ayudó a soportarlo. Cuando le comunicaron la necesidad de ingresar en el hospital, su primer impulso fue negarse en rotundo, no quería pasar ni un solo minuto más metido entre cuatro paredes. Caterine abarcó su rostro, con una ternura y cariño que le recordaron a Linda. Le explicó la necesidad de sacrificase un poco para luego poder disfrutar de una calidad de vida mucho mejor.
   - Además, amor mío, no te dejaré solo ni un solo instante. Saldremos todos los días a pasear por este espléndido jardín y podrás respirar aire puro.
   La dulzura de su amiga le fue convenciendo se abrazó a ella, obligándole a sentarse sobre sus piernas. Sus labios se buscaron con ternura hasta encontrarse.
   Las sesiones diarias eran agotadoras hubo momentos a punto de abandonar pero el tesón, la motivación y el cariño desplegado por Caterine consiguieron elevar su moral y lograr su objetivo. No desistir.
   A los dos meses el equipo médico consiguió detener el avance de la enfermedad y comenzaban a ganarle terreno. Iba logrando valerse por sí solo. Se mantenía de pie sin necesidad de ayuda y cuando consiguió dar sus primeros pasos la humedad se hizo con los ojos de Caterine. No podía dar crédito a sus sentidos. Los acontecimientos de ese momento y el recuerdo de su madre le pudieron, rompiendo en un desconsolador llanto. José con la mirada turbia le abrazaba y trataba de consolarle. Aquello era un milagro. Elevó la mirada al cielo mientras su mente se llenaba de gratitud a los cielos. “Gracias Dios mío por haber sido justo con este hombre. Tú sabes que se merece cualquier cosa y tu infinita misericordia ha llegado a él” Mientras agradecía al cielo por atender sus suplicas, sintió como todo su cuerpo se embriagaba de una felicidad indescriptible. Esa tarde de final de verano la recordarían el resto de sus vidas. Le permitieron abandonar la clínica, si bien debía regresar todas las mañanas para continuar el tratamiento.
   El coche estaba en la puerta, pero José tomando la mano de Caterine le rogó salir de allí andando. La felicidad inundaba a la pareja que cogidos se perdieron por el inmenso “campus” de la universidad.
   Al entrar en el hotel, lo primero que hizo fue meterse en la ducha. Deseaba recordar las cosas cotidianas. Un nuevo placer se apoderó de su cuerpo al entrar por su propio pie, enchufar el chorro de agua y moverse sobre el plato del saneamiento. Se secó, se vistió y esas pequeñas cosas, que normalmente no solemos valorar, a él le parecieron uno de los momentos más maravillosos, más enternecedores y felices vividos desde hacía mucho tiempo. Durante la cena les invitó a salir esa noche a bailar. Suplicó que se pusieran sus mejores modelos, mientras les invitaba a no retrasarse demasiado.
   Al entrar en la cafetería del hotel, donde les esperaba, el encanto de esos frescos, suaves y majestuosos cuerpos llamaron la atención de los presentes. Estaban radiantes. Con la sonrisa dibujada en sus labios se aproximaron a él, colocándose una a cada costado y cogiéndose del brazo salieron del hotel. Anduvieron unos cuantos metros hasta llegar a una acogedora sala de fiesta.
   Bailó como no recordaba haberlo hecho anteriormente. No era una persona apasionada por el baile pero esa actividad le llenó de satisfacción al comprobar que era capaz de hacer una vida normal. Por otro lado la felicidad reflejada en los rostros de sus compañeras le hizo sentirse maravillosamente bien.
   Al regresar estaba destrozado. Neus se despidió de la pareja y se metió en su habitación para descansar y recuperar fuerzas. Cuando se quedaron solos en aquella inmensa suite se miraron  fijamente. Estaban uno frente al otro mientras sus manos se mantenían unidas por sus dedos centrales. La expresividad de sus rostros gritaba todo lo que la pareja sentía y deseaba. No se pronunció ni una sola palabra. La ternura, el cariño, el amor y la pasión que ambos cuerpos anhelaban del otro no las precisaban. Muy lentamente como si estuviesen representando una escena en una película sus cuerpos fueron acercándose escandalosamente despacio. Tan solo una hoja de papel sería capaz de entrar entre sus cuerpos cuando se soltaron las manos. A cámara lenta fueron desabrochando los botones de sus respectivas prendas superiores. A continuación las pertinentes maniobras para desprenderse mutuamente de las inferiores. Por fin, cuando sus cuerpos despojados de toda prenda, percibían el calor, la sensualidad, la pasión radiada por su pareja se fundieron en un solo cuerpo dejándose caer sobre la alfombrada. La pasión de los amantes hizo el resto.
   A la mañana siguiente Caterine abrió los ojos la felicidad inundaba hasta el último rincón de su alma. Lo había deseado desde que lo conoció y ahora por primera vez había conseguido entregarse por completo a la persona que le quitaba el sueño. Por la que merecía la pena vivir y luchar. Lo estuvo contemplado durante muchos minutos, abrazada a su cuerpo y sin apartar la mirada de su rostro. Al despertar y observar como su compañera le miraba aproximó los labios y de nuevo la pasión los envolvió. Los golpes en la puerta requiriendo su atención los sorprendió. Era Neus recordándoles su cita en la clínica universitaria. Muy a pesar suyo se levantaron y tras una ligera ducha se vistieron para acercarse y proseguir el tratamiento.
   Aquello era un milagro. José se recuperó totalmente. Le iban a dar el alta esa tarde y podría regresar de nuevo a New Ville. Ahora debería plantearse cómo aclarar su situación a la familia. Pues no era empresa fácil, los había engañado a todos y tendría dificultades en conseguir su perdón, pero especialmente como él solía decir, su comprensión.
   Se encontraban en el salón de la suite, con el alta en la mano, Caterine, Neus y José. Mientras planteaban lo que iban o debían hacer a partir de ese momento. A ninguno les apetecía regresar directamente. Era necesario reflexionar durante unos días para luego decidir lo más correcto.
     
     




                         



 
















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