Al abrir los ojos esa mañana y comprobar como los cansados pero fuertes
brazos de José le abarcaban se sintió la mujer más feliz del mundo. Era la
segunda noche durmiendo junto a su gran amor. Lo contemplaba con una ternura y
cariño, inundando de amor aquella pequeña pero acogedora habitación. Permaneció
observando como dormía. Al abrirlos, él, aproximó sus labios y se unió en un
dulce beso. Le hubiera gustado permanecer el resto de su vida en esa situación,
pero debía seguir la representación de su papel en el plan trazado regresando a
New Ville y cuando le informaran actuar. Preparó el desayuno, vistió a su amor
y junto a Neus desayunaron en el salón. Contemplando el paisaje brindado por el
lago y las localidades alpinas.
Se despidió y en coche emprendió el regreso a su casa en New Ville. No
había aparcado cuando su tía, Brisite, le daba la trágica noticia.
- Han secuestrado a José. Tu hermana ha estado telefoneando toda la
noche y me ha suplicado buscarte para comunicártelo cuanto antes. He estado a
punto de ir al refugio, pues tú móvil estaba fuera de servicio.
Caterine tranquilizó a su tía, al comprobar su estado. Adoraba a José y
la noticia le impresionó profundamente. Cuando lo consiguió, entró en casa,
cogió el teléfono y reservó dos billetes en el primer vuelo a Madrid. Se dio
una ducha rápida, se cambió de ropa y junto a su tía abandonaron el hogar para
dirigirse al aeropuerto.
En el trayecto, Caterine comenzó a confesarle todas las peripecias. Si
alguien en esta vida podía confiarle algo, fuese lo que fuese, esa era Brisite.
Conforme se iba desvelando su locura la expresión de asombro en el rostro era
fiel reflejo de la sorpresa producida por el relato de su sobrina.
- Si lo vieras ahora.
Proseguía.
- La felicidad inunda todo su ser. Hasta creo que esta mejor de su
enfermedad. Tanto anoche, mientras cenaba, como esta mañana en el desayuno
observaba el lago y la felicidad de su rostro reflejaba toda esa felicidad
embargando hasta el último rincón de su ser. Pensaba en Silvia y en mama. Estoy
convencida de ello. Al contemplarlo no he podido reprimir mis emociones. Me he
refugiado en el servicio para descargar toda la tensión acumulada estos últimos
días. Necesito tu ayuda y colaboración. Sabes muy bien que mi locura por él no
tiene limites. Por ello nunca llegaría a realizar algo en contra de su
voluntad. Pero tampoco te voy a mentir. Esta noche he dormido abrazada a él y
ha sido la noche más maravillosa de mi vida. Como te he dicho si no estuviese
convencida de su deseo de estar en New Ville, no lo dudaría un solo segundo y
lo devolvería.
Brisite estaba atónita, no podría creer que los hijos de José fuesen
capaces de retenerlo contra su voluntad, ni el comportamiento mantenido con su
padre. Pero también le sorprendía la acción de su sobrina. Sin embargo, le
prometió guardar el secreto y ayudarle en todo lo posible.
El avión comenzaba a tomar tierra. Bety esperaba impaciente la llegada
de su hermana y tía. Al hacer acto de presencia, por la puerta de llegadas
internacionales, las dos viajeras, se fundieron en un abrazo mientras sus ojos
se bañaban en lágrimas. No daban crédito a lo sucedido. Toda la familia estaba
consternada y la preocupación inundaba a todos sus componentes. Los
secuestradores no habían dado ni la mínima muestra de vida. La policía se
movilizó desde el primer momento y pronto encontraron el coche.
Pasaron por casa y de inmediato pusieron rumbo a Valencia. Un trayecto,
en coche, de escasamente tres horas, les llevó hasta la alquería. Allí
permanecía reunida toda la familia abrumados por las circunstancias.
La noticia del secuestro la daban todos los periódicos en primera plana.
Entrevistas en radio y televisión a los hijos de José y la movilización por
parte de los medios de comunicación era algo increíble. La alquería fue tomada
por los diferentes medios de comunicación. Hasta siete cadenas de televisión
pudieron contar Brisite y Caterine cuando detuvieron el vehículo.
Rita fue quien salió al encuentro de la familia Revaud. Con los ojos
rotos por el llanto recibió a las tres y las invitó a entrar. Los saludos de
rigor al resto de la familia, para
sentarse en el salón.
Rita sabía del amor profesado por Caterine a su hermano y se quedó
perpleja al comprobar la serenidad de aquella mujer. Ella tampoco estaba muy
convencida, cuando iba a visitarlo, que su hermano estuviese siempre dormido.
Se extrañaba del enorme control al que era sometido. Le resultaba raro esperar,
en sus visitas al hospital, antes de poder entrar a verlo y darle un beso en la
frente. Ahora la actitud de Caterine le comenzó a preocupar. No era normal que
aquella gran mujer, entregada como nadie a su hermano, se encontrase tan entera
y aunque por su rostro se deslizaba alguna lágrima no percibió tristeza alguna.
Es más, le dio la sensación de encontrarle radiante, hermosa como siempre e
incluso algo más. Segura de sus movimientos y con una entereza cuanto menos
sospechosa. Percibía en ella esa falta de espontaneidad, en una mujer
caracterizada precisamente su sinceridad. Se pensaba mucho las palabras a
decir. Deseaba encontrarse a solas, charlar y poder aclarar cuanto le
preocupaba. Llevaba tiempo, molesta por la actitud de sus sobrinos. Y ahora
Caterine. Algo no encajaba en todo eso y no estaba dispuesta a seguir con la
incertidumbre del último día. Se lo comentó a Paco, su esposo, pero éste menos
observador. Le respondió.
- Cariño como sigas viendo fantasmas donde no los hay vas a terminar mal
de la cabeza. Tranquilízate, sé muy bien
lo que José ha supuesto para ti y para todos, pero ahora más que nunca
necesitamos tener las ideas claras para conseguir su regreso lo antes posible.
Besó a su esposo dándole la razón pero sin estar convencida, ni mucho
menos. No tenía la menor duda de la existencia de “gato encerrado” y tarde o
temprano lo descubriría.
Caterine se encontraba molesta en la casa, no era una mujer mentirosa y
la situación le estaba pudiendo. Por ello decidió salir y tomar un poco el aire
para conseguir mantenerse lo mejor posible en su papel. Rita le seguía con la
mirada desde su primer contacto, al entrar en la alquería. Al verle salir, no
sé lo pensó ni un segundo y fue tras ella.
Caterine se adentró en el huerto de naranjos lindante a la casa. El
azahar estaba en su máximo apogeo. El aroma, y el recuerdo de José, en su casa,
hicieron sentirse la mujer más afortunada del mundo. Su rostro reflejaba toda
la felicidad brindada por la situación personal. Andaba tan abstraída en sus pensamientos
que hasta no sentir la mano de Rita en su hombro no se dio cuenta de su
presencia. La acción de la hermana de José le sobresaltó hasta tal punto que
llegó a lanzar un grito, por la sorpresa de la acción.
- ¡Lo siento! ¿Te he asustado?
Se apresuró a decir. Para añadía.
- No era mi intención. Todos estamos muy tensos con los últimos
acontecimientos. Pero pensaba que me habías oído llegar.
Caterine se abrazó a Rita,
consciente de ser la hermana preferida de su amor y de su sufrimiento,
por el secuestro de su hermano. Permanecieron abrazadas paseando entre los
naranjos, con una temperatura ideal y una fragancia causante de la elevación de
todo el espíritu.
Durante más de treinta minutos caminaron sin pronunciar una sola
palabra. Rita se extrañaba de sentirse bien, su hermano había sido secuestrado
y, sin embargo, no se sentía preocupada. Caterine, por su parte caminaba
mientras mantenía en su mente recuerdos de José.
Por fin y sin saber muy bien el porqué Rita comentó.
- ¿Tú sabes donde está José? ¿Verdad?
De nuevo un agradable silencio se apoderó del lugar. Seguían paseando
una junto a la otra. Solo sus manos permanecían en contacto por medio de sus
meñiques. Caterine, se detuvo, miró fijamente a Rita y tras un leve silencio,
lo rompió para decir.
- Sí. A ti no te puedo mentir. Sé que tú quieres a José por encima de
casi todo y al igual que yo, solo deseas lo mejor para él. Aunque esto suponga
ir en contra de sus hijos.
La sonrisa se dibujó en el rostro de Rita. Lo había intuido desde la
llegada de Caterine. El agobio y la angustia de un principio desaparecieron por
completo. Era consciente que José se encontraba bien y estaba a buen recaudo.
Pero sobre todo sabía que su hermano lo había hecho por propia voluntad.
- ¿Está en New Ville? ¿Verdad?
Estaba claro, si José se encontraba voluntariamente en algún lugar ese
sería sin duda New Ville, pues desde la muerte de Silvia y Linda lo había
deseado con todas sus fuerzas.
Durante más de veinte minutos Caterine le fue relatando todo lo sucedido
y el porqué de su comportamiento y su forma de realizar las cosas. Ahora
empezaba a entender el desarrollo de los acontecimientos desde el funeral.
Rita le juró guardar el secreto, incluso le prometió. No comentarlo ni a
su esposo.
Al entrar en la alquería la familia estaba terminando de cenar.
Recriminaron con amabilidad y cariño el retraso y sin pronunciar palabra se
sentaron a la mesa.
Seguían sin noticia del paradero de José, ni señal de sus
secuestradores. La policía se personó en varias ocasiones para interrogar a
familiares y mostraban su extrañeza al no haber recibido la menor señal.
Caterine fue uno de los miembros por los que se interesaron los agentes de la
ley. Pues la voz de los secuestradores al ponerse en contacto con la enfermera
jefe, ésta aseguraba reconocer la voz de Bety y el timbre de su hermana era muy
similar. Pero la coartada de Caterine fue reafirmada por su tía Brisite y por
otras personas en New Ville. Las investigaciones del coche no revelaban nada
nuevo, ni siquiera proporcionaron una sola pista en la investigación. Estaban a
cero, desconcertados y extrañados por el desarrollo del secuestro.
Rita invitó a instalarse en la alquería a
Brisite y Caterine, aceptando encantadas. Aunque esto molestó algo a su hermana
Bety convencida de instalarles en su casa. Caterine alegando su deseo de poder
respirar aire fresco y alejarse del jaleo de la ciudad se disculpó y se instaló
junto a su tía en una de las habitaciones de la alquería.
Los primeros rayos solares de esa mañana comenzaban a penetrar por los
grandes ventanales del desván cuando Rita se encontraba buscando recuerdos, de
su niñez junto a su hermano, en un gran baúl. De pronto se encontró con su
primera cartilla. Aquella que la señorita Elisa les dio para aprender a leer.
La tomó en sus manos con tal delicadeza que las hojas de papel llegaron a
sentir el cariño de esas manos. Cuando comenzaba a ojear Caterine se presentó y
girándose hacía la recién llegada comentó
- Este fue el primer libro que
José y yo tuvimos cuando no levantábamos más de un palmo del suelo.
Se sentó junto a ella y escuchó recuerdos de la infancia de su gran
amor.
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