martes, 7 de febrero de 2012

EL PRIMER AMOR -CAPITULO XI-EL GENERALISIMO

- CAPITULO XI -

- EL GENERALISIMO -

Al finalizar la selectividad, los vecinos del Coeter, padres de Paco, mandaron a su hijo a Barcelona con unos familiares. Rita obtuvo el consentimiento de su padre y le acompañó en la aventura de iniciar ingeniería agrónoma. Se presentaron algunas dificultades para matricular a Rita. “No era carrera para una señorita”. Pero gracias a Don Andrés y a un movimiento feminista que le apoyó consiguió ser matriculada.

Sus escasos momentos libres lo dedicaba la pareja en ayudar. Él a su tío en el negocio, unos ultramarinos, y ella a la señora de la casa con las faenas típicas del hogar. El matrimonio no tenía hijos y aquella pareja fue una bendición. Tanto en sus sentimientos paternales como en la ayuda recibida. Eran dos trabajadores natos. Para Rita todo aquello era un sueño. Si bien, añoraba con frecuencia la alquería, su familia, pero especialmente a su hermano José.

Iniciado el curso la familia Carbonell fue requerida por la presidencia del gobierno, para acudir a palacio del Pardo. Su Excelencia el Generalísimo les otorgaba uno de los premio de natalidad.

Esa mañana soleada de octubre un pequeño autobús se presentaba en la alquería. Descendiendo del mismo una bella azafata. Las presentaciones de rigor e invitó a la familia a subir. Allí se encontraba la huerta en pleno. Don Andrés, don Fulgencio y como no Elisa. Todos engalanados con sus mejores trajes se subieron y los llevaron hasta el aeropuerto de Manises. Una empresa comercial corría con todos los gastos. Los pequeños daban saltos de alegría. Iban a subir en avión. Marta y el Coeter se hacían constantes señales de la cruz, pidiendo a los cielos que esa caja de lata no se estrellara.

El avión tomó tierra en Barajas. Allí un nuevo autobús los esperaba al pie del avión. La familia expectante y maravillada al circular por las avenidas y observar aquellos edificios colgados del firmamento. Con la excepción de Rita y José la mayoría no se movieron del entorno de la huerta.

Conforme se aproximaban al palacio del Pardo la presencia de la policía en la carretera se hacía cada vez más patente. Las medidas de seguridad eran extraordinarias. Revisaron a los componentes de la familia de arriba abajo y por fin los entraron en un salón. Los nervios se los comían. Un personaje que por las trazas parecía un marques les indicó como debían saludar a su Excelencia y a su digna esposa. Tras dos largas horas les hicieron ponerse en pie. Aquella puerta de casi tres metros se abrió para aparecer ante ellos un hombre de no más del uno sesenta engalanado con su uniforme de Capitán General. La familia se puso junto el Generalísimo y las fotos de rigor con la prensa. El premio que le otorgaba su Excelencia al jefe de familia. Cuando el acto parecía concluido, el general se dirigió al Coeter y le preguntó.

- ¿Quién es ese fenómeno que hay en la familia?

José, a petición de su padre, adelantó un paso, a modo militar, y se cuadro ante el dictador.

- Su Excelencia, el alférez José Carbonell a su servicio.

Aquel hombre que hacía temblar a media España se acercó al muchacho.

- Descanse soldado. Sé que ha sido el número uno de su promoción y le queda poco para ser médico.

- Su Excelencia lo ha dicho.

La conversación prosiguió entre ambos soldados y ésta iba tomando cada vez mayor interés para su Excelencia, le invitó a seguirle y ambos se perdieron tras unas enormes puertas. Todos los presentes. Periodistas, políticos y militares se quedaron mirando como extrañados. Pronto se escucharon sonrisas, risas y por último carcajadas detrás de aquella puerta. Su Excelencia estaba entusiasmado con aquel adolescente, sabía más de temas castrenses que sus generales.

La incertidumbre de los presentes se prolongó por espacio de más de una hora. Nadie de sus asistentes se atrevió a interrumpir al Generalísimo y cuando la puerta se abrió. Los dos aparecieron riéndose y comentando la última conversación mantenida. Se cuadró a modo militar incorporándose al grupo familiar. El Generalísimo se acercó al padre de José y con la sonrisa en los labios le confesó.

- Cuide a esa criatura. Tiene en ella un verdadero filón.

De regreso a casa, cada miembro de la familia se fue a sus ocupaciones. Alex, siguiendo las pautas marcadas por Don Andrés había montado una empresa de mayoristas del campo. Compraba los productos a los huertanos y luego los distribuía por las diferentes capitales españolas. Jaime fundó una de exportación y asesorado por Don Andrés comenzó a funcionar. Principalmente era fruta lo que exportaba. El auge, de todas aquellas empresas montadas en torno a la cooperativa, iba creciendo por momentos.

Una tarde cuando José regresó de la facultad su hermano Andrés le comunicó la gran noticia. Estaba convocado con el primer equipo, para jugar contra el Barcelona, en la ciudad condal. Contaba con catorce años, pero su cuerpo atlético, su desarrollo y su condición física aparentaba cuatro años más. Si debutaba entablaría negociaciones para hacerle un contrato profesional. José le prometió que iría a verlo jugar.

Así pues ese viernes cogió el tren y se presentó en casa de los tíos de Paco, de inmediato le hicieron hueco y se quedó a dormir. Los tres jóvenes se acercaron al hotel de concentración del Valencia y en la recepción preguntaron por Andrés. No llegaron a consumirse más de dos minutos cuando salía del ascensor para atender a sus hermanos. No podía estar mucho tiempo, pues iba a un salón donde el cuerpo técnico los había citado para la charla técnica. Les proporcionó cinco entradas. Las recogieron, abrazaron a su hermano, le desearon suerte y regresaron a casa. Al tío de Paco también le gustaba el fútbol, aunque era aficionado del Barcelona y cuando le ofrecieron una entrada parecía haber sido agraciado con el gordo.

Esa tarde noche se arreglaron, como si fueran de boda. Llenos de felicidad y nerviosismo entraron en el campo. El ambiente era sensacional. El Barcelona encabezaba la clasificación y el Valencia era segundo junto al Madrid a dos puntos del líder.

Cuando anunciaron la alineación, Andrés salía de titular. Se iba a dar el debut más joven en la liga española. Pronto la gente comprendió porque aquel chaval de tan corta edad debutaba precisamente ante aquel equipo. En la primera jugada lanzó un pelotazo que casi rompe la escuadra derecha del Barcelona. El equipo local dominaba pero el peligro lo creaba aquel joven jugador. El portero del Valencia estaba batido y el delantero tiró a puerta vacía, se cantaba el gol cuando lanzándose en plancha Andrés consiguió despejar la pelota, se incorporó de inmediato y ante la pasividad del resto de los jugadores esperando que el balón entrara le dio tiempo a evitar el saque de banda. Regateo, a uno, a dos, se apoyó en un compañero. Realizando la pared salvó la entrada de dos jugadores seguidos, se escoró en exceso hacia la línea de fondo y cuando creían que no llegaría al balón se lanzó metiendo la pierna contraria. Tomó tal efecto que se coló por la escuadra contraria ante la impotente estirada del guardameta. A pesar de estar en campo contrario los pañuelos comenzaron a salir en las gradas. Todos comentaban el gran gol de aquel muchacho. Paco, Rita y José se abrazaban por la felicidad que les embargaba al saber que había sido su hermano. El partido prosiguió. Las emisoras de radio relacionaron al jugador con la familia agasajada y premiada por su Excelencia en el palacio del Pardo, para hacerles entrega del premio de natalidad. Los comentaristas sensacionalistas, comenzaron a sacar la vida y milagros de la familia. Pronto comentaban las cualidades de su hermano José. Y sin saber el porqué, en el descanso, un grupo de periodistas rodeaba a los hermanos.

El partido finalizó, uno a dos, y los dos goles conseguidos por el joven debutante. Los intermediarios comenzaban a moverse avasallando a Andrés, quien lo único que pretendía era llegar hasta sus hermanos para abrazarse. Aquello se lo debía en gran medida a José, cuantas veces había realizado trabajos que le correspondían a él para poderse ir a entrenar. Cuantas veces le había protegido inculpándose para que su hermano pudiera ir a jugar un partido y no lo castigaran. Andrés se acordaba ahora de todo aquello y a todos los periodistas les decía lo mismo se lo dedico a mi hermano José especialmente. Cuando llegó hasta él se fundió en un abrazo y comenzó a llorar como un chiquillo, no sabía como agradecer, en esos momentos, todo los desvelos de su hermano.

En la rueda de prensa se volcó en elogios. A él le debía aquel triunfo. Sus ojos se le nublaban cuando pronunciaba su nombre. Ante la perspectiva los reporteros más despabilados consiguieron contactar con José y quisieron sacar sus impresiones tras las declaraciones de su hermano menor.

- La noticia está en él. Yo lo único que os puedo decir. Es que si uno no trabaja y lucha por lo que desea, ya puede tener la ayuda del Señor que no llegará a nada. El mérito es de él, que después de unas jornadas agotadoras en el campo tenía agallas de irse a entrenar. Cuando terminaba era el único que se quedaba media hora, tres cuartos, una hora o más lanzando faltas. Tirando desde todas las posiciones. Os aseguro que no se como puede aguantar ese tren de vida.

Los periódicos deportivos destacaban las declaraciones de José en primera página y en las secciones correspondientes el resto de la prensa.

Esa misma noche los directivos del club se reunieron con Andrés para hablar sobre su contrato. Él comentó estar contento, pero era menor de edad y lo debía decidir su padre. Así pues quedaron el lunes en las oficinas del club al medio día para tratar el tema. Pidió permiso para acercarse a casa de su tío, al concedérselo se fue como una bala en taxis para contárselo a sus hermanos. Luego el tío de Paco en el coche lo acercó al hotel para cenar. Tras la misma emprendían el regreso a casa en autobús.

José se quedó con Rita y Paco, junto con sus tíos, a cenar. El establecimiento estaba próximo al campo del Barça. En la sobremesa Rita propuso preparar todo tipo de bocadillos y disponer de la mayor variedad de bebidas los días de celebración de partidos. Pensó, no sin razón, en la explotación comercial. El matrimonio reflexiono sobre la idea de la joven, que con el apoyo de su hermano y de su amor, los convencieron y decidieron ponerla en práctica.

Ese lunes Don Andrés, el Coeter y Andrés, tras recogerlos un coche oficial del club se presentaron en el despacho del presidente. El acuerdo fue sencillo, el contrato se lo harían por cinco temporadas. Las cantidades les parecieron desorbitadas, pero Don Andrés consiguió sacar una serie de cláusulas que aumentaban considerablemente esas astronómicas cantidades a razón de partidos jugados, a ser internacional, a ganar algún titulo, etc.

Cuando llegaron a la alquería el Coeter soltó un taco.

- ¡La ostia! Uno se parte el culo en el campo para sacar dos pesetas y el maricón éste en cinco años va a ganar más que mi padre y yo durante toda nuestra vida.

El Coeter se había moderado en cuanto a las blasfemias, pues siempre se encontraba con la reprimenda de don Andrés.

No hay comentarios: