sábado, 19 de noviembre de 2011

NEGRITA PURA VIDA CAPITULO 25- LAS PRIMERAS SOSPECHAS

 - CAPITULO - XXV -  

                                     -  LAS PRIMERAS SOSPECHAS.

Quince años fuera de Puerto Viejo mantenían al “gringo” en un estado lamentable. Había perdido cuanto tenía, incluido su prestigio y sus contactos con los productores. Los grandes le fueron abandonando al tener noticias del control al que era sometido por las autoridades del vecino país. Incluidas las más manejables. El desmantelamiento de los cauces de introducción del producto por Puerto Manzanillo y Puerto Viejo se rompió. Pero lo más grave fue las enormes dificultades que encontraban para abrir nuevas vías por esa zona. Nuevos canales fueron surgiendo al otro lado del país, por la costa del Pacífico.
   Fue precisamente “el gringo” quien los inició cuando comenzó a tener problemas por Puerto Viejo.
   Ese último año se instaló en una isla de Panamá en el cantón de Bocas del Toro. Mas concretamente en la localidad de Boca del Dragó. Vivía de la caridad de las personas. Algunos de sus enlaces antiguos le proporcionaban el polvo blanco que precisaba para mantenerse en pie. Había sido un déspota pero con cierto grupo de personajes, principalmente en esa zona del país vecino fue realmente espléndido. Algunos no todos, le devolvían ahora los favores cuando en un tiempo no muy lejano controlaba el catarro.
   Una pelea callejera lo llevó a la posta sanitaria con una herida profunda de arma blanca.
La primera asistencia la recibió de una enfermera de mediana edad. Y pronto se interesó por la mujer al confirmarle que trabajó varios años en Puerto Viejo como sanitaria.
   - La verdad. Llevo aquí ahora diez años. Tuve algunos problemas y no me quedó otra alternativa que buscarme la vida en otro lugar.
   Mientras le atendía intercambiaron recuerdos, manifestando ambos su añoranza por aquellos parajes, sobre todo esa magia de Puerto Viejo.
   -  No se que tiene ese maldito pueblo pero te embruja desde el primer día que lo pisas. Como no está muy lejos, suelo dejarme caer por ahí principalmente los fines de semana.
   La conversación entre paciente y sanitaria fue animándose.
Poco a poco fueron descubriendo personajes comunes, pero el “gringo” mintió en su identificación. Consciente que la verdadera era conocida por todo el mundo de Puerto Viejo. El nombre de don Julián, del “gringo”, como no, salió en la conversación. Resaltando la desaparición de los personajes de la vida de Puerto hacía ya  la friolera de quince años. Don Gonzalo, El Negro, Negrita y demás paisanos de la zona fueron apareciendo en aquella distendida charla mientras ella proseguía con su trabajo tratando de desinfectar primero, y coser después la herida de arma blanca. El recuerdo de otros tiempos en aquel paraíso de embrujo les aportó una buena dosis de alegría, añoranza y recuerdos.
   Compartir nombres, lugares y situaciones familiares, que les eran tan lejanos en el tiempo, pero no en el recuerdo, les proporcionó unos minutos de distensión, de olvidar las penalidades o la vida rutinaria.
   - Ciertamente don Gonzalo ha mejorado notablemente la vida de nuestros paisanos. Es buena gente pero muy ligado al poder. El Negro era un don nadie y ahora parece el amo de Puerto Viejo. La verdad no me molesta. Tampoco es mala persona. No se como lo lograron pero consiguieron que esos dos rufianes desaparecieran del la región logrando en estos años que Puerto Viejo prospere como pocas localidades en Costa Rica.
   El “gringo” asentía las afirmaciones de la enfermera. De pronto se sobresaltó al escuchar el relato.
  - Recuerdo que asistí a Ana Guadalupe, mas conocida como Negrita, en varias ocasiones. Siempre como consecuencia de las agresiones del “gringo” y sus secuaces. La ultima fue brutal, le pegaron violaron, siendo necesario su traslado a Puerto Limón. Esa noche el “gringo” y sus amigos se pasaron. A las dos semanas más o menos acudió a la posta de Puerto Viejo y la pobre Negrita estaba....
   Paró la conversación. El secreto debía guardarlo. Aunque no era una persona  de una ética muy firme, si cumplía sus promesas, y más si había sido retribuida. Pero el “gringo” se dio cuenta que la enfermera se detuvo para ocultar algo. Sin darle importancia, aparentemente, trató de averiguar algo más.
- ¿Llegó a conocer a ese cabrón del “gringo”?
   - Lo cierto es que oí hablar mucho de él, pero solo llegué a verlo en un par de ocasiones y siempre desde lejos.     
   Difícilmente lo reconocería si se cruzara en mi camino.
   Esa última puntualización calmó al degenerado desviando la conversación para iniciar un tanteo de flirteo con la facultativa en cuestión. A pesar de su estado parecía que la enfermera le seguía el juego. Le hubiera gustado abordar el asunto en esos momentos, pero el “gringo” si se caracterizaba por algo era precisamente por la paciencia.
   Salió tarde de la posta sanitaria. Necesitaba con urgencia más información. Pero recapacitó por unos instantes y decidió instalarse para preparar una estrategia que le llevara a descubrir toda la verdad sobre lo sucedido años atrás. Recordaba la reacción de Negrita cuando se presentó en el chiringuito y le confesó lo sucedido. Sentado sobre unas rocas, junto al Caribe, recapitulaba todas las imágenes y conversaciones mantenidas con Negrita. Volvía a ser aquel hombre astuto. Necesitaba controlarse con las drogas, buscar un sitio de residencia fija y desde ahí manejar los hilos que aún era capaz de mover. Lo primero era instalarse en algún lugar que le permitiera rehacerse. Olvidarse por una temporada del polvo blanco y la bebida.
   Luego tras recuperarse volver a entablar una conversación privada con la enfermera y tras sonsacarle la máxima información contrastarla con una investigación exhaustiva para averiguar hasta el último detalle. Era de noche pero fue directo a la playa y se metió en el Caribe para darse un baño y relajarse. Necesitaba urgentemente aclarar sus ideas.
   Flotaba en las tranquilas aguas caribeñas con su mente a pleno rendimiento. La herida la olvidó por completo. Sin tener en cuenta los consejos de la enfermera de no mojarse para nada.
   Ezequiel tenía una deuda pendiente con cierto personaje no muy lejano a la isla. Pensó que si resolvía el asunto podría contar con él para dejar zanjada la primera etapa.
   El personaje en cuestión disponía de una casa en una isla contigua. Concretamente en Tucker Bight. Decidido a resolver el primer paso, no lo pensó. En esas situaciones era un hombre con iniciativa y calculador. Nunca se adelantaba hasta cumplir con lo planificado y desde luego lo tenía muy claro. Emplearía el tiempo que fuese necesario.
   Ezequiel le abrió las puertas de su casa y le permitió darse una buena ducha y asearse. Al verle la herida sangrando le atendió desinfectándosela y cubriéndola de nuevo con gasas y vendaje. Cenó en compañía de la familia del personaje pero luego abandonaron la vivienda para pasear por la playa y hablar de sus asuntos.
   - Ten, “gringo”, es de inmejorable calidad.
Rechazó el polvo blanco que le ofrecía ante el asombro de éste. Pero pronto pudo comprender el motivo. Sonrió al escuchar al “gringo” y pensó para si. “Creo que vamos a tener” “gringo” “para rato. El muy cabrón vuelve a ser el hijo de su chingada madre. Frío y calculador”.
   La conversación se prolongó por espacio de varias horas y Ezequiel aceptó encantado el trato que le ofrecía el “gringo”. Aquel personaje de California, ciudad fronteriza con Costa Rica a escasos kilómetros de Puerto Manzanillo, le había jodido en repetidas ocasiones y buscaba la forma de vengarse. Pero él jamás se habría atrevido con un asesinato. Le puso al corriente sobre los movimientos del personaje en cuestión, asegurándole como día mas propicio ese viernes.
- En esa fecha va a recibir un importante cargamento. Aproximadamente diez veces más de la que me ha chingado el cabrón. Creo que puedes preparar una buena coartada, con ese importante alijo de drogas.
    “El gringo” sonrió. Ezequiel lo conocía demasiado bien para saber que el golpe sería perfecto y ambos sacarían lo que buscaban. Esa misma noche montaron en una moderna y rápida lancha que lo transportó hasta la isla contigua. A las afueras, escondida en una espesa selva, de Tucker Bight se encontraba la cabaña. Le proporcionó las llaves y bajaron de la lancha algunas provisiones. Una vez instalado regresaron con la intención de finalizar el aprovisionamiento.
  Puesto todo en orden, en el muelle, los dos  amigos se despidieron hasta el domingo donde  Ezequiel acudiría al nuevo alojamiento del “gringo” para analizar el resultado de la operación.
    El aspecto del “gringo” era inmejorable. Alto, atlético y con ese don de hombre duro. Cuarentón pero con un gran atractivo personal. Se levantó temprano. Deseaba encontrarse con la enfermera, convencido que su nuevo aspecto le permitiría acceder a ella sin grandes dificultades. Pensó no sin razón que si con el aspecto de la noche del accidente cuando comenzó a lanzarle los tejos parecía que reaccionaba. Ahora con el lavado de imagen caería en sus brazos. Sus indagaciones le llevaron a encontrarla en un pequeño bar cercano a su casa. Entró dirigiéndose directamente a la barra.
La enfermera captó de inmediato la presencia de aquel apuesto hombre. Pero le tenía desconcertada, pues creía conocerlo. De lo que estaba segura era que nunca olvidaría a un hombre como aquel. Recapitulando cayó en la cuenta que sin lugar a dudas se debía de tratar de algún paciente. Pero por mucho que estrujaba su cabeza no conseguía localizarlo. De pronto la imagen de aquella profunda herida y el rostro deformado lo asoció. Le había atendido hacia tan solo un par de noches. “Menudo cambio”. Sin duda la paliza y su estado por la herida no le permitieron en un principio reconocerlo. No se lo pensó, se levantó y acercándose al individuo preguntó.
   - ¿Como se encuentra su herida?
   Se hizo el sorprendido pero dando de inmediato una respuesta que permitiera la conversación entre los dos. La barra podía romper el dialogo emprendido y optó por invitarle a proseguir en la mesa que ella había dejado. Los cubalibres y Wiskis fueron cayendo uno tras otro. Él tenía una buena capacidad para absorber el alcohol, pero se cuidó de no ingerir en exceso. Ella se dejó llevar por la situación y no calculó bien, pasándose en la cantidad de bebida etílica ingerida. Salieron del bar. Ella no estaba muy católica pero seguía a su compañero riendo y cometiendo las mil tonterías que se suelen hacer cuando se va pasada. Se sentaron en la playa y el “gringo” atacó de inmediato sobre la conversación interrumpida en la posta sanitaria.
   - La verdad es que me preocupe por Negrita.
   Era y supongo que seguirá siendo una mujer increíblemente hermosa. Pero aquel cabrón se ensañaba con ella. La última vez que se sobrepasó le destrozó las posaderas. Pobre criatura. Sentía verdadera lastima por ella.
   Las palabras se entrecortaban, mientras reía con histeria o se tambaleaba. Pero el “gringo” consiguió su objetivo.
   - Aquella mañana se acercó a la posta sanitaria para comprobar sus temores. Estaba embarazada. Ese hijo de su chingada madre le dejó preñada.
   La confesión de la enfermera, confirmaban las dudas surgidas la otra noche, pero también le aportó un mar de interrogantes. Debía mantenerse frío y calculador. Una sonrisa maléfica se dibujó en su rostro.
 Tal vez su sueño se podría cumplir. Una nueva luz se encendió en su endemoniado cerebro. “Según pude escuchar Negrita desapareció de Puerto Viejo por espacio de un año”. Una estancia tan prolongada fuera de su Puerto Viejo era muy extraña. Negrita nunca habría abandonado Puerto Viejo por un periodo tan largo de no haber un motivo que lo justificara. Comenzaba a hilvanar las diferentes situaciones e informaciones que había conseguido a lo largo de esos años. Estaba convencido que Negrita había dado a luz un hijo suyo y lo había ocultado a todos.
   Esa noche el “gringo” no pudo dormir. Se pasó en vela cavilando para atar todos los cabos de su plan. Muy temprano subió a la embarcación y se aproximó al continente.
Se adentró hasta la población de Torres Bluff, donde se hizo con un todoterreno. Por supuesto lo robó. Once kilómetros escasos le condujo hasta Finca cuarenta y uno y de ahí solo cinco kilómetros hasta California. Abandonó el vehículo y se dispuso a inspeccionar la vivienda y los alrededores del personaje. Tres intensos días de observación y anotaciones con pernoctaciones en la montaña cercana. Casi ni llegó a comer. No probó el alcohol ni otra droga y bebió en abundancia del manantial cercano donde pernoctaba. Al llegar el viernes tenía planificado el golpe hasta el último detalle. Y sin duda las investigaciones conducirían a un simple intento de robo.  
   Fue un golpe rápido y efectivo, con su sello, sin el menor sentimiento de culpabilidad.
   Parte del botín lo desparramó y lanzó al río el contenido junto a todas las bolsas de plástico que guardaban la droga. Previamente la casi totalidad de la mercancía la pasó a unos  recipientes preparados para tal efecto. El cadáver lo dejó tirado donde cayó y le arrebató la cartera, sacó el dinero, para lanzarla junto al cadáver. Subió la mercancía a una camioneta, también “prestada” y salió a toda velocidad de regreso a Torres Bluff donde había dejado la embarcación. Transportó la mercancía al barco y volvió a dejar la camioneta en el mismo lugar donde la sustrajo. Luego los dieciséis kilómetros que le separaban del Torres Bluff los realizó andando, con parsimonia, relajándose y deleitándose por su acción perfecta.
   En las dos horas que transcurrieron hasta llegar a la embarcación fue masticando el segundo paso. La enfermera era su segundo objetivo. Su entrevista “voluntaria” la llevaría a cabo en una embarcación que se agenciaría.  
   Ese domingo muy temprano “El gringo” recogía a Ezequiel en el muelle cercano a su casa. Embarcaron y pusieron rumbo a Tucker Bight, lugar de residencia del “gringo”. En la casa le mostró la prensa de la zona. Todo se desarrolló tal y como lo había planificado. Pero Ezequiel se quedó perplejo al comprobar la cantidad de producto que logró rescatar. Tal y como describía la prensa le dio a entender que no recuperaría prácticamente nada. Pero la realidad era muy diferente.
   Se fundió en un abrazo con aquel personaje y tras asegurarle que podía quedarse incluso con la casa le prometió un gran pellizco en dólares, cuando consiguiera colocar la mercancía. La noticia la recibió con júbilo. Sin duda ese dinero le proporcionaría mucha de la información que pretendía sonsacar. Pero primero debía asegurarse la que personalmente fuese capaz de lograr.
   El lunes volvió a madrugar. No contaba con la embarcación pues Ezequiel se la llevó. Optando por el servicio de los pescadores que en ocasiones alquilaban sus embarcaciones para transportar turistas con la intención de practicar el buceo. Al desembarcar en Boca del Drago se aposentó en las proximidades del centro de salud controlando todos los movimientos de la enfermera.
    Le estuvo observando por espacio de tres días y la última noche, concluida la vigilancia y toma de información fue a cenar con Ezequiel, quien le telefoneo al celular para saldar deudas. Al finalizar la velada Ezequiel le regaló un maletín.
   - Muchacho el negocio ha sido redondo. La pérdida de la mercancía del personaje de California había puesto en situación muy delicada a su grupo y ha dado la casualidad que yo he podido proporcionarles la que precisaban. Pero el precio se disparó y han tenido que claudicar con el impuesto. En este maletín tienes cerca de doscientos mil dólares.
   La noticia no le sorprendió. Conocía demasiado bien ese negocio y estaba convencido que Ezequiel habría sacado bastante mas.
Cuando Ezequiel le sugería que anduviera con cuidado. Largándole un largo discurso que no llegó a concluirlo pues el “gringo” estaba demasiado cansado para seguir escuchando idioteces.
   - Querido amigo. Creo que estás gastando saliva. Estoy en esto antes que te amamantaran.
   Ezequiel comprendió de inmediato. El maldito “gringo” tenía toda la razón del mundo y le estaba tratando como a un principiante. Se dieron un fuerte abrazo despidiéndose a continuación....
   - ¡EH, amigo! ¿Me puedes proporcionar una embarcación a motor?
   Ezequiel no le hizo esperar demasiado. A la media hora escasa se presentaba con una.
- Quédatela es un regalo de tu amigo. Te la has ganado “gringo” cabrón. Te la has ganado. Para ti. Si no la utiliza puedes amarrarla aquí y si va a estar mucho tiempo sin hacerla navegar avisa a Juan Bautista. Te la conducirá hasta  la casa y allí la puedes guardar en el hangar.
   De nuevo un fuerte apretón de manos dio por concluida la velada. Esa noche se metió en casa dispuesto a descansar. Habían sido unos días de mucha intensidad y poco descanso. Precisaba reposar y asentar toda la información recogida. Iniciar el segundo paso e ir buscando información para dar oportunidad al tercero. Sabía que ese no lo controlaría directamente y tal vez fuera el más largo. Pero no se durmió en los laureles.
   De allí en poco más de una hora, pasando por Bahía del Almirante, lanzar el ancla de la embarcación en las proximidades de una de las islas del Valle del agua. Había estudiado las costumbres de los pescadores de la zona. A escasos doscientos metros le había echado el ojo a una embarcación. No se lo pensó y lanzándose al agua, con un remo en las manos, nadó hasta ella. La abordó y con la ayuda del remo descorrió la distancia que le separaba de su embarcación. Cogió el motor auxiliar y lo acopló en la de los pescadores. Todo lo tenía calculado al milímetro. No se entretuvo demasiado, fue terminar de conectar el depósito de gasolina al nuevo motor cuando abandonó a toda velocidad la zona. En esta ocasión puso rumbo a Boca del Drago.
   Anduvo por las calles hasta las  proximidades  del centro de salud. Se dio prisa pues sabía que solo faltaban quince minutos para que la enfermera abandonara su trabajo. En el cruce de calles próximo al muelle, donde tenía preparada la barca, provocó el encuentro. Unos segundos de conversación para invitarle a dar un paseo por el muelle. La enfermera se alegró de encontrarse de nuevo con aquel hombre al que creía haber perdido. Su comportamiento de su último encuentro había sido ejemplar. Fue un caballero. No se aprovechó de su estado, aunque a ella tal vez le hubiera gustado otra actitud. Solo recordaba que le condujo hasta su casa sana y salva. Ahora tenía una nueva oportunidad de pasar una noche agradable, y porque no algunas más, con aquel educado personaje. Evitó a la gente.
   El estudio efectuado durante esos días de observación le proporcionó la información necesaria para conducir el paseo por los lugares menos habitados. La enfermera estaba enfrascada con él, en la conversación que mantenía, siendo ajena al camino tomado.
   - Hace una noche maravillosa. ¿Te apetece dar un paseo en barca?
   Lucia una espléndida luna. No dudo un solo segundo en aceptar encantada la invitación. Se sentaron juntos en popa, puso en marcha la embarcación y con una mano en el timón y la otra abarcando los hombros de la enfermera abandonaron el pequeño puerto. Reían a carcajadas, para acallarlas durante unos minutos mientras sus bocas se comían.
Poco a poco “El gringo” fue llevando la conversación hacia sus intereses. Al principio la enfermera contestó a las preguntas sin más, pero conforme insistía en el tema comenzó a ponerse a la defensiva. En ese momento detuvo la embarcación. Le miró a los ojos y pudo comprobar el cambio radical de su expresión. No era esa cara agradable, dulce y amable del encuentro. Su rostro reflejaba la maldad que encerraba el personaje y comenzó a temblar. Intentó articular sus cuerdas vocales pero le fue imposible. Una sonrisa maléfica se dibujó en la cara del “gringo” mientras era él quien las articulaba.
   - ¿No sabes quien soy? ¿Verdad? Trata de poner en funcionamiento tus neuronas. Fui muy conocido por esas tierras y tú me has nombrado en más de una ocasión. Por cierto sin demasiado cariño.
   La mirada de terror apareció en su rostro. Sin duda el personaje en cuestión era “el gringo”. Las fuerzas le abandonaron y apunto estuvo de perder el conocimiento de no haber sido por la pronta reacción de su compañero. Quería hablarle pero las palabras no se articulaban. Las cuerdas vocales se le habían atrofiado por el pánico experimentado. Sus brazos rodeaban su tembloroso cuerpo y su mano acariciaba sus cabellos. Pero ahora esa cálida mano del principio le transmitía un frío terrorífico. Una sensación de muerte, que recorría hasta lo mas profundo de su ser. Intentaba gritar, lanzarse al agua y huir, pero ni su garganta ni sus músculos le respondían. Estaba paralizada. Seguía aterrada pero conforme los segundos pasaban fue recobrándose un poco.
   Al conseguir articular sus cuerdas vocales para responder a las preguntas formuladas por aquel diabólico ser, fue calmándose poco a poco. Ese frío, esa sensación de la cercanía de la muerte desapareció y la tensión bajó muchos enteros. Le contó el estado en que llegó Negrita al centro sanitario de Puerto Viejo. La analítica efectuada confirmaba su embarazo. También le confesó el deseo de la joven de mantenerlo en secreto y accedió a ello anulando la analítica. Solo Negrita y ella misma conocían su embarazo en el centro sanitario. Le confirmó la información que conocía. La desaparición de Negrita, por un periodo de un año de Puerto Viejo. Nadie, ni Don Gonzalo, ni siquiera El Negro reconocían conocer su paradero.
   - Pero hubo rumores que durante los quince días siguientes a la desaparición de Negrita no se vio ni a Gonzalo ni al Negro por Puerto. Alguien llegó a asegurar que se desplazaron los tres a España. Pero solo fueron rumores.  Jamás pude constatar esos comentarios.
   No había transcurrido cinco minutos cuando una embarcación se aproximaba a la pareja para recriminarles la apropiación de la embarcación. Se trataba de un muchacho. No llegaría a tener los veinte años. El “gringo” esbozó su sonrisa satánica y desenfundó un revólver. Obligó a la enfermera a inyectar al joven el contenido de una jeringuilla. Realizada la operación de nuevo le ordenó tomar el remo y golpear al muchacho con todas sus fuerzas.
   En principio se negó pero tras las amenazas reiteradas del “gringo”, cerrando los ojos, le asestó un duro y seco golpe al joven que cayó desplomado al agua. Luego inyectó a la enfermera una nueva jeringuilla con una sobredosis de droga y la arrojó al mar. Los dos desgraciados yacían boca abajo sobre las tranquilas aguas de esa noche. El “gringo” volcó la embarcación del muchacho y con la otra fue en busca de la suya, quitó el motor y lo trasladó de embarcación. Por ultimo dejó anclada, la barca robada, en el mismo lugar donde la sustrajo para regresar al lugar del crimen. Comprobó el estado de los cuerpos. Eran ya cadáveres y sin vacilar un solo instante se alejó de la zona para regresar a casa.
   Se dio una buena ducha y se tumbó para dormir como un lirón. El segundo paso había concluido con éxito, tal vez con un imprevisto, pero analizando en frío el asesinato de la enfermera sería más lógico en compañía de aquel joven. Las investigaciones se dividirían y tardarían mas tiempo en resolver las circunstancia de la muerte de los dos. Eso en el supuesto que las pesquisas las llevaran a cabo personal competente, pues en la mayoría de los casos se cerraban sin más pruebas. Un asunto de jóvenes y droga evitaba demasiadas molestias y horas de trabajo.
   Ahora para el tercer paso disponía de una amplía información que por supuesto debería contrastar. Pero eran claras las líneas a seguir por los investigadores. Solo debían ir tirando de esos hilos para confirmar o desmentir información y luego continuar con la que se constatara. La vía española, sin duda, desvelaría muchos interrogantes. Insistiendo a los detectives privados contratados revisar al milímetro esa vía. Lo hizo por medio telefónico. Ahora les tocaba a ellos profundizar y averiguar todo lo referente al desplazamiento de los tres en esas fechas a España. Buscar contactos y posibles clínicas donde se hubiera podido asistir a un parto.

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