miércoles, 16 de noviembre de 2011

NEGRITA PURA VIDA CAPITULO 24 TALAMANCA

  - CAPITULO  XXIV -
 
            -  TALAMANCA -

Tres años desde la comunión de las pequeñas. Tres años de rehabilitación diaria, con el mismo cariño y esmero del principio. Gonzalo tenía que hacer un esfuerzo sobrehumano para cumplir con los ejercicios impuestos por Negrita. Observarle con ese amor y entrega le permitía sacar fuerzas del fondo de su alma. Unido a los avances conseguidos le aportaba esa dosis de fuerza de voluntad para superar cualquier sacrificio. El Viejito se desenvolvía con bastante soltura. No en los niveles anteriores al susto, pero era autosuficiente. 
   Los cuidados, la sistemática en la conducta, tanto alimenticia como de hábitos saludables impuestos y seguidos a rajatabla bajo la inspección directa de Negrita tuvieron mucha culpa del éxito alcanzado. Controlaba sus pasos, sus comidas, su ejercicio incluso velaba sus sueños. La movilidad de su lado paralizado mejoró notablemente. Le quedaban algunas secuelas pero se debía uno fijar mucho para apreciarlas. Al mar prácticamente no salía, solo se adentraba en sus aguas cuando la calma era manifiesta. Montaron un artilugio, una especie de ascensor, dándole acceso a la segunda planta, la de las habitaciones.
   Pero desde que el médico le aconsejo realizar ejercicio suave. Las escaleras, siempre y cuando se las tomara con calma, eran ideales y dejó de utilizar el mecanismo elevador.
Pero el ejercicio más practicado por Gonzalo eran esos paseos nocturnos, a los que se le sumaron los mañaneros y algún que otro al finalizar la comida fuerte del día.
  Siempre bajo la supervisión, y como no acompañándole en sus paseos, su enfermera, su cuidadora, su sombra. Su Negrita. La siesta que tanto le gustaba tuvo que suprimirla o posponerla tras la digestión.
   No le convenía reposar en posición horizontal mientras mantuviera en activo su aparato digestivo.
Y aunque no le agradaba mucho Negrita le “obligaba” a realizar pequeños paseos tras la ingestión de alimentos. Ahora a su mente acudían esas caminatas con Ana, su esposa, muy aficionada a realizar su paseo correspondiente tras las comidas o las cenas.
   Sonreía al pensar que aun le “obligaba” a realizar esas caminatas en su reencarnación en aquella nativa. Negrita le animaba y ayudaba a superar esa pereza por los paseos.
   Un día. Durante la comida sugirió al Negro realizar un viaje por la cordillera de Talamanca. No conocía esa zona del país y desde su primera visita a Costa Rica se había quedado con ganas de visitar esos parajes pero especialmente convivir con sus gentes.
   En su día no lo realizaron porque llegaban escaldados de tanto coche al desplazarse de Quepos a Puerto Jiménez. Pero ahora tenían tiempo de sobra para tomárselo con calma y realizarlo. Se estudiaron las ventajas e inconvenientes. Negrita era algo reacia al cambio de costumbres. A Su Viejito le convenía una vida tranquila, sosegada y rutinaria.
   Evitando todo tipo de esfuerzos o tensiones y sabía muy bien que esas carreteras, precisamente en época de lluvias no era una zona muy recomendable. Pero cuando Su Viejito le tocó el corazón no tuvo más remedio que claudicar.
   - No me quedan muchos años de vida, Mi Negrita, y es uno de los parajes que mas he deseado conocer desde que aterricé por estas tierras.
   Especialmente ese pueblo que no se dejó someter por los españoles en los años del descubrimiento. Y aunque las autoridades no lo quieran reconocer esa gente son los verdaderos dueños de esta nación.
    El párrafo lanzado por Su Viejito llegó a la fibra sensible de Negrita. Pero puso una serie de condiciones para acceder al viaje.
   Gonzalo las aceptó de inmediato y desde ese momento se pusieron a planificar las tres semanas previstas para llevarlo a cabo, con pausas, avanzando muy poco cada día. En condiciones normales les hubiera llevado no más de ocho. La parte que mas discutieron y ahondaron fue la escolta.
   Gonzalo pretendía salir sin ningún tipo de protección. Hacerlo de madrugada y desplegar las patrullas por la cabaña como si permanecieran en ella. Pero como El Negro no podía desplazarse con ellos, por la dinámica de los negocios, optaron por ir en compañía de dos hombres de las patrullas,  uno  de  ellos  indio  Bribri, y un representante de la fuerza secreta de seguridad.
  Con una semana de antelación Gonzalo reunió a las tres personas que se desplazarían con ellos en aquel sugestivo viaje para planificar, como a él le gustaba. En la reunión Diego, hijo del actual Blu de los Bribri, llamado por su gente Kabsi aconsejó a los viajeros ir en coche hasta Taberi y a partir de dicha población descartar el todo terreno.
   Para proseguir el viaje a caballo. 
   Saliendo, con los vehículos de Puerto Viejo, se encontrarían con las siguientes localidades hasta alcanzar Taberi. En primer lugar cruzarían Bribri, Loma Bonito, Chase, Quebrada Endi, Bratsi, Suretka, Xíroles, y Tabari, donde dejarían los coches. Aunque con dificultad hasta esa población podrían acceder en los vehículos. Pero a partir de allí los coches regresarían a Bratsi, permaneciendo hasta el regreso de la expedición.
   De Taberi a Kody, de esta a Dikoguicha, para ascender hasta el pico Chirripó grande, desplazarse luego a Lotsinyak, acercarse a Túnsula, luego pasando por Punta Bichirri Turrialba alcanzar Amubri, continuar por Katsi y por fin llegar a Bratsi.
   De nuevo con los coches llegar a Quebrada Endi, Chase, Lomas Bonito, Bribri y de vuelta a casa en Puerto Viejo. Un total de unos trescientos y pico kilómetros. De ellos los primeros ochenta serían en coche para finalizar el recorrido de unos cuarenta kilómetros para regresar a Puerto. El resto del kilometraje lo realizaría a caballo. Cerca de doscientos y pico. Comerían en Bratsi y las primeras noches la pasarían en Taberi.  Luego a caballo reanudarían viaje siguiendo el cauce del río Teleri hasta alcanzar los lagos en Kody.
   Su segunda parada para pernoctar. Con toda probabilidad en esa población permanecerían más de una noche.
Demasiados lugares de gran belleza para visitar añadiendo el aliciente de poder compartir la vida cotidiana con un nutrido grupo de nativos.  Precisamente el poblado de Kabsi se encontraba en sus cercanías. Gonzalo se alegró de poder contar con aquel lugareño, conocía perfectamente la región. Además al ir con aquel personaje le permitiría entablar conversación con los nativos de las poblaciones, o simples aldeas.
   Les informaron sobre la necesidad de proveerse de ropa contra la lluvia. Era una zona donde la época seca no estaba definida, pues solía llover en todas las estaciones, especialmente al atardecer.
   Confirmándoselo Diego en la reunión que mantuvieron.
   Las primeras dificultades con los vehículos, se desplazaron dos, aparecieron en los primeros kilómetros. Iban camino de Bribri, población que se encontraba a menos de diez kilómetros de Puerto Viejo. El Negro mandó un vehículo, con dos personas más, con la excusa de regresarse con los coches al llegar a Taberi.
   Pues fue la estrategia que empleó para asegurarse una vigilancia hasta adentrarse por esos parajes.
Sabía perfectamente que dentro de la sierra de Talamanca la seguridad estaba garantizada con los nativos, especialmente al ir acompañados por Diego.
   Cerca de una hora les llevó recorrer esa pequeña distancia.     La niebla, a esas horas de la mañana cubría por completo el paisaje. Impregnando sus cuerpos de humedad y por un calor sofocante. Sin embargo la temperatura no sobrepasaba los veintidós grados.
   En el primer vehículo iban los dos nativos de la patrulla que había enviado El Negro con Diego. En el segundo los cuatro viajeros restantes.
   El miembro de las fuerzas y el otro componente de la patrulla que realizaría el viaje con ellos. Negrita y Gonzalo botaban en los asientos traseros del todo terreno. La dificultad de circulación era manifiesta. El terreno muy embarrado obligaba a circular con la tracción en las cuatro ruedas. Se detuvieron en el poblado de Bribri donde Diego era conocido por la población y permanecieron en la localidad hasta la hora de la comida. Diego le presentó a un compadre que se dedicaba a la ganadería. Éste ensilló unas cabalgaduras invitándoles a un increíble y espectacular recorrido.
   El agua abundaba por esos parajes y los saltos de los ríos se convertían en impresionantes cascadas. Mostrando el encanto y la furia de la naturaleza. La sencillez y al mismo tiempo la cultura de aquel personaje entusiasmó a Gonzalo quien incrédulo al decirle que debían regresar a comer, tuvo que mirar en varias ocasiones su reloj de pulsera. Más de tres horas llevaban por un terreno abrupto. Pero de una belleza difícil de describir.  Fue  un  paseo  sosegado y tranquilo para los viajeros pero no tanto para los caballos que en más de una ocasión encontraban dificultad para mantenerse en equilibrio.
Concluida la comida optaron por reanudar el viaje. Les quedaba algo más de cincuenta kilómetros para alcanzar su objetivo de ese día. Tabari. Donde pensaban pernoctar y pasar varios días visitando Hitoy Cerere. Una reserva biológica de gran importancia aunque no muy visitada. Pronto comprenderían el motivo. Y desde luego no era por falta de encanto. Aquello era el paraíso. Pasaron, como tenían programado por las siguientes poblaciones:
   Loma Bonito, la habían atravesaron en su paseo matutino con el pastor sobre sus cabalgaduras esa mañana. Al igual que la siguiente localidad, Chase. Luego accedieron a Quebrada Endi, y por fin Bratsi, cabecera de la zona de Talamanca.
De esta población salieron cuando comenzaba a oscurecer y ya en Suretka, Xíroles, circulaban con las luces de los vehículos. Por ultimo sobre las veintiuna horas llegaban a Tabari. Se separaron un  poco de la población para subir por una carretera que bordeaba un cerro hasta alcanzar una propiedad de los familiares de Diego donde les tenían preparada una guardilla de la vivienda. Aquel recinto se lo repartieron entre los siete viajeros que sobre unos camastros, tras una ligera cena, se tumbaron a descansar.
   Cuando Gonzalo despertó se encontraba a solas en aquella estancia. Al aproximarse a la pequeña ventana el corazón se le paralizó por unos instantes ante tanta belleza.
Permanecía extasiado contemplando aquel lugar de ensueño cuando Negrita le abrazó por detrás y le susurró al oído.
   - Estamos en Hitoy Cerere, que en lenguaje nativo, la primera Hitoy hace referencia al manto verde que cubre todo ese abrupto lugar y Cerere se refiere a la claridad y transparencia de sus aguas.
   Gonzalo permaneció expectante ante el paisaje mientras saboreaba las sensaciones que aquellas manos le transmitían al abrazarle. Percibió el calor, la suavidad y la firmeza de sus pechos oprimiendo su espalda y disfrutó del momento.
   Abrazada le informó que a partir de ese día los desplazamientos  se realizarían a pie o a caballo, Pues los vehículos habían emprendido muy temprano el regreso. 
   Durante el desayuno Diego les comentó que ese día lo emplearían para visitar parte de la reserva. Comentándoles que se encontraban rodeados por cuatro mas. Al norte la de Tayni, al sur Talamanca, mientras que el Valle de la Estrella se situaba al este. Por ultimo Telire se ubicaba al oeste.
   Era aun temprano cuando la expedición partió a caballo. Diego iba acompañado por un primo conocedor al milímetro del terreno que pisarían ese día.
La expedición la completaron Negrita y Gonzalo. Talany, nombre indio del primo de Diego se puso al frente de los componentes. Iba a pie y provisto de un gran machete. Gonzalo al ver el enorme cuchillo comentó con Negrita.
   - Con Talany es mejor estar de acuerdo, especialmente si lleva ese machete.   
   Negrita sonrió. Circulaban por una senda por donde se desplazaban en zigzag entre abundante vegetación. El paso era lento pero inicialmente se realizaba sin grandes dificultades, aunque la pendiente era pronunciada. El agua y la vegetación dominaban el paisaje por donde cabalgaban.
   De pronto comenzó a percibirse el zumbido provocado por el chapotear del agua y a medida que avanzaban el ruido comenzó a ser ensordecedor. Al salir a un pequeño claro de la selva, como por arte de magia surgió una gigantesca cascada de aguas cristalinas que morían en una gran poza tras una caída de unos treinta metros. La presión del salto convertía la poza en un descontrolado oleaje cargado de espuma. Quedaron postrados ante el poderío de la naturaleza. Desmontaron de sus cabalgaduras y permanecieron contemplando el espectáculo. Al verlos tan entusiasmados Talany les invitó a seguirle, previamente amarró las cabalgaduras a unos árboles.
La ruta tomada los llevo a pasar por detrás de la catarata. El ruido impedía cualquier tipo de conversación salvo la mímica, por la que optaron para expresar su entusiasmo. La luz atravesando las aguas proporcionaba una imagen plástica de una belleza indescriptible. No permanecieron excesivo tiempo, pues el ruido era demasiado violento como para mantener su nivel durante mucho tiempo. Regresaron a los caballos, se desplazaron unos metros para huir del ruido y allí tomaron el primer tente en pie. Reanudaron la marcha sobre sus cabalgaduras mientras Talany proseguía a pie abriendo camino, su primo, portaba su montura detrás de la suya, cerrando la marcha.
   Después de unos cuantos minutos de ascensión comenzaron a bajar para llegar a un valle completamente boscoso con árboles que superaban con creces los treinta metros de altura.
   Negrita fue pendiente durante toda aquella visita de Su Viejito y le preguntaba con frecuencia si no se fatigaba. Lo cierto era que Gonzalo se encontraba perfectamente. El ritmo de marcha era muy lento y en la montura no suponía el menor esfuerzo. Cruzaron innumerables ríos y pudieron disfrutar de incontables cascadas, algunas de dimensiones superiores a la primera.
   Diego se encargó de ilustrar a los viajeros indicándoles las diferentes especies de arbolado. El cedro macho, el gavilán, el maría, el ceiba, el javillo, el guayabón, el pilón, el indio desnudo y el lechoso. La mayor parte estaban cubiertos por una capa de musgos y líquenes y en las ramas proliferaban las orquídeas y otros tipos de plantas epifitas. Asegurándoles que en el sotobosque, se encontrarían con abundancia de los helechos arborescentes y sobre el piso era muy común la selaginela. Les confirmó que la fauna era rica y variada aunque la mayoría de las especies, por vivir en las copas o ser nocturnas eran poco visibles.
La reserva albergaba  unas cuarenta especies de mamíferos, incluyendo algunas en peligro de extinción. Entre ellas el manigordo, la ceibita, la danta, el jaguar y el sahíno. Incluso pudieron observar alguno de esos mamíferos como los tepezcuintles, las guatuzas, los conejos, mapaches, pizotes, ardillas, el perezoso de tres dedos, la ceibita o serafín de platanar, el zorro cuatro ojos, la nutria, el zorro de balsa, el cabro de monte, el tolomuco, el tigrillo, y los monos congo y carablanca.
   Durante la comida la lección biológica se basó en las aves confirmando la existencia de más de doscientas treinta especies en el área, incluyendo la oropéndola de Montezuma.
Ave que  se caracterizaba por construir gran cantidad de nidos colgantes en un solo árbol; el zopilote, el loro cabeciazul, el bobo chizo, el oropopo, el colibrí pechiazul, el trogón coliplomizo, el martín pescador verde y el curré negro. Eran otras de sus moradoras así como lechuza de orejas, el gavilán negro y el ave canasta. Mostrándole la grave reducción de ejemplares de estas ultimas aves. Pero nuestros viajeros pudieron contemplar algunas siendo identificadas de inmediato por Diego. Como el mosquero coludo, las oropéndolas y los martines pescadores, el sargento, los tucanes y las pavas, durante el trayecto por los senderos y el río.
   Al regreso, Diego y su primo, los condujo por otra ruta, encontrándose con unas piscinas naturales de increíble belleza. Unas aguas cristalinas y no excesivamente frías. Donde disfrutaron tomando el baño y lanzándose al agua desde las rocas que las bordeaban. No estaban lejos de su destino cuando se adentraron tras conseguir un permiso especial en una cabaña completamente oculta en el bosque. Donde según les comentó Diego conocerían a un personaje que no solía recibir extraños, pero especialmente no contactaba con extranjeros. Se trataba del Useköl de los Bribris, o máximo exponente religioso, según les confirmaron.
Fue un encuentro inesperado. Gonzalo llegó a pensar que sería de puro formalismo. Pero la comunicación fue fluida y Gonzalo permaneció a solas con el personaje por espacio de dos horas. Abandonó aquel encuentro muy a pesar suyo. Nunca llegó a pensar que había permanecido dos horas conversando y no le hubiera importado pasarse varios días con aquel sabio. Le confirmó ser el primer extranjero al que recibía y lo hizo porque se lo pidió el hijo del gran jefe de los Bribris. Había llegado a sus oídos la magnífica labor desarrollada por ese español y no solamente había ayudado a su pueblo y otros de la región sino que su empeño personal por mantener el medio natural le llenó profundamente su anciano corazón.
   Cuando todo extranjero pretendía sacar partido a costa de la naturaleza, El Viejito como le llegó a llamar el  sabio  religioso, pues le advirtieron que era la nominación familiar y que más le agradaba, se dejaba su fortuna por ayudar principalmente al negro. Pero también su labor y su colaboración afectaban a su pueblo.
  Les hubiera gustado permanecer más días en esos parajes pero ya llevaban cuatro días en la zona, bastantes más de los planificados en un principio. Aunque se habrían quedado durante meses para inspeccionar todas las reservas cercanas. A la mañana de su quinto día de viaje montaban en los caballos con destino a Kody.
Los padres y hermanos de Diego vivían en sus proximidades y les tenían preparado un gran recibimiento.
 Poco más de veinte kilómetros les separaba de la población pero tardaron cerca de cinco horas. Las constantes paradas para contemplar la belleza de aquel lugar merecía la pena. Llegaron para comer. Fue lo primero que hicieron para luego aposentarse en una cabaña de paja y madera preparada para los visitantes.
   Diego ya advirtió de la presencia del Viejito en fechas próximas. Todo fueron atenciones. Negrita en compañía de Su Viejito dieron un paseo por el poblado.
En primer lugar para realizar la digestión en movimiento y de paso conocer los alrededores.
   Las tres semanas que permanecieron por la cordillera de Talamanca las recordarían el resto de sus vidas. Fueron unas jornadas inolvidables y Gonzalo pudo conversar con un pueblo oprimido por el poder. Pero a pesar de todo gozaban de un territorio propio. Comprendió porque los españoles fueron incapaces de doblegar a ese pueblo indígena. En sus largas conversaciones constató la información recibida. Aquel pueblo era el auténtico dueño de Costa Rica. 

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