jueves, 12 de marzo de 2015

UN AMOR ETERNO NACIDO CON LA CRACIÓN TERCERA PARTE ESTER CAPITULO DÉCIMO OCTAVO. CONFIRMADA COMO OLÍMPICA.

CAPITULO DÉCIMO OCTAVO 

CONFIRMADA COMO OLÍMPICA

                                       

 

   Rafael se reunió con todos los técnicos y directivos desplazados a Australia y por medio de conferencia acordaron con el presidente que la participante en la clase Laser iría a la olimpiada. Terci iba a ser seleccionada para la olimpiada. Recalcó a los directivos que ese gesto de generosidad debía tener premio. Supo exponer ante el presidente que debían mover ficha. Pues si la prensa comenzaba a destacar el gesto sin haber reaccionado antes dejaría mal a la federación.

   Unos minutos antes de reflejar en todos los telediarios el gesto de aquella niña llegaba a todas las redacciones españolas la nota de la federación donde su campeona era seleccionada por su gran calidad, ensalzando al mismo tiempo su gesto, esa acción que dignificaba a la deportista, al deporte, y en general a todos los españoles.

   Al entrevistarle rebajó la importancia a su gesto, mostrándose muy orgullosa de poder representar a su país. Pero no se olvidó de mencionar a su abuelo. Su participación era un homenaje a una de las personas que más había y seguía queriendo en el mundo.

    Rafael perdió su papel de hombre moderado, tranquilo, sensato y llegó a afirmar que Ester sería la próxima ganadora del oro olímpico en Laser. Estaba convencido que haría historia al inscribir su nombre como la regatista más joven en lograr un oro olímpico.

   Vicente recibió dos llamadas que le emocionaron, en primer lugar fue su padre. No fue excesivamente prolongada pero le emocionó. Luego con su madre habló largo y tendido. Le confirmó que aquel diseño tenía muchísimas posibilidades y deseaba poder contactar con los padres de la joven para solicitar su permiso e intentar fabricar un casco con esas características. Llamó a Ester y le informó lo solicitado, al tiempo que le comentó que también Rafael se había interesado por el mismo diseño y que no estaría mal que se pusieran en contacto los dos. Le proporcionaron el móvil de Rafael y se despidieron.  La fiesta estaba montada en la delegación española. Robert no faltó a la invitación y su padre le acompaño a la fiesta. Estaba impresionado con aquella joven, primero ayudando a su hijo a sobreponerse y ahora hacía lo mismo con aquel compatriota suyo. No era una mujercita normal. Desde luego ahora comprendía como una niña había impresionado a un muchacho como su hijo.

   No volaban hasta el miércoles. Tendrían dos días para recuperarse de un trimestre de gran intensidad pero lo que les esperaba hasta el acontecimiento olímpico no iba a ser menos duro. Debían disfrutar de esos dos días de relax. Robert suplicó a su padre que retrasasen su regreso hasta que Ester se fuera. No lo tenía nada fácil pero aquella cría le había llegado e hizo lo imposible por permanecer esos dos días. Tampoco le vendrían nada mal unas cortas vacaciones. 

   Por fin Andrea y Greet pudieron contactar con su hija. Lo habían intentado en numerosas ocasiones. Y por fin daban con ella.

    Andrea al ponerse su hija al teléfono comenzó a llorar, era incapaz de articular palabra la acción de su niña había tocado la fibra floja de todo el mundo. Sabía que tenía una criatura única pero ver cómo tanto la prensa nacional como extrajera destacaba y ensalzaba el gesto era algo que le podía.

 

    ¿Mamá por Dios tú también en ese plan? Sabes perfectamente como soy. Lo de hoy ha sido pura anécdota lo podía haber realizado cualquiera. 

 

    Su niña siempre restando importancia a sus acciones era su pequeña y el mérito ni era suyo ni de su marido, la mano de Julián en esas acciones se veía por todos lados. Cuando Andrea logró controlarse hablaron largamente. Les comentó tanto a su madre como a su padre el interés por uno de sus diseños de los dos ingenieros navales. Notificando a sus progenitores que se podrían en contacto con ellos. Se miraron y no fue menester una sola palabra esa criatura suya era capaz de educar hasta a los adultos. Andrea volvió al sofocó inicial veía a Julián en todas las acciones de su pequeña y no llegaba a medio año que lo habían perdido para siempre, o al menos hasta que se encontraran en la otra vida. Julián había supuesto demasiado para esa familia como para no soltar la fibra floja cuando se le recordaba. Como se notaba que se iba haciendo mayor. Su adolescencia comenzó excesivamente dura hasta que se tropezó por el azar de la vida con aquel maestro, como le gustaba que le llamaran. Como se enfadaba en broma, porque nunca lo vio enojado, pero le molestaba que le llamaran catedrático en la facultad, o profesor en bachiller o en la enseñanza secundaria. Para él la palabra maestro le comprometía mucho más en la educación que en la formación pura y llana académica, de la que huía constantemente, aquello era instruir, crear robots para obedecer o realizar una labor determinada. Siempre había soñado con inculcar en su alumnado a ser capaces de pensar por sí solos, con capacidad de criticar y tomar ellos solos una determinación, una solución o un camino propio.

   Salían los amigos de la cena cuando ante su sorpresa y la de sus acompañantes, el americano se le acercó para disculparse por su maniobra. Justificándose que no lo había hecho a propósito. Intentaba algo a la desesperada y las consecuencias aunque la pagó él, también le perjudicaron a ella. Habían sido demasiadas envidias demasiado ego por parte de aquel muchacho pero aquel gesto le emocionó, convencida que a su abuelo le saltarían las lágrimas al observar aquella escena. Esos gestos era lo que más valoraba su yayo. Siempre decía que era la demostración que no andaba nada equivocado con su concepto de la educación. Los contenidos eran importantes pero por delante de ellos estaban los valores, esos que dignificaban a ser humano del resto de los seres vivos. Se abrazó al muchacho y con las lágrimas imposibles de retener le plasmó dos sonoros besos uno en cada mejilla. Aquel joven tuvo que tragar saliva para deshacer el nudo que se le había formado en la garganta, pero sus dos compañeros y amigos no le iban a la zaga. Esa chiquilla era un ángel que el Señor había puesto en la Tierra para los que compartieran algo con ella supieran de la grandeza de Dios. Mientras el americano le tendía un pañuelo ella comentó.

 

   Esperó que seamos buenos amigos y dignos rivales en la olimpiada.

 

   Interrumpió unos segundos para enjugarse las lágrimas y añadió

 

 A propósito ¿Cómo te llamas? Porque entre nosotros decimos el americano.

 

   Sonrió para darle un nuevo abrazo.

 

  Albert, así me llaman.

 

   Ok Albert. El americano

 

    Apuntilló riendo y provocando la sonrisa de sus compañeros y rivales en la vela.

    Juntos entraron en la cafetería del hotel para sentarse en una mesa y conversar. Albert se iba a la mañana siguiente y no era cuestión de cerrar esa incipiente amistad dejándole en ese simple saludo disculpa.

     Fueron unas horas increíbles, sus compañeros mientras mantenían su escucha pensaban exactamente lo mismo.

 

    ¿Cómo una cría como esa era capaz de generar ese ambiente entre todas las personas con las que compartía momentos, actividades, entrenamiento, trabajo?

 

   Era adoración la que sentía cualquier persona que tenía la suerte y la dicha de cruzarse con ella. Al despedirse para recogerse en sus habitaciones y dormir un poco después de esos dos intensos días se intercambiaron direcciones, teléfonos, tuenti, twitter, facebbok y todo tipo de correo.

    Todos cogieron la cama con satisfacción. Sus juveniles cuerpos estaban agotados, pero especialmente a Ester le cansó tanta entrevista y tanta parafernalia por algo que debía ser el comportamiento común de las gentes. Ahora entendía mucho mejor la historia que le contó su madre sobre su actitud de su yayo en la olimpiada y el por qué no quiso seguir compitiendo. Observó algo de eso entre los directivos de la federación pero estaba Rafael y su actitud y comportamiento se asemejaban bastante más a la actitud que Julián mantenía con cualquier actividad. Siempre le había comentado que lo importante era el equipo y no el personalismo. Que los éxitos o los fracasos eran del conjunto de personas que participaban directa o indirectamente en un logro o gesta. Esa era la actitud que se debía tomar siempre ante la vida y el deporte proporcionaba de una manera más directa y clara lo que trataba de transmitir a su alumnado.

    Se daba cuenta que la suerte le sonrió al cruzarse con Rafael era una persona que apoyaba hasta el final a sus regatistas aunque solía personalizar cosa que no le gustaba y se propuso hablar con él del tema. Estaba agotada y sin embargo no podía descansar habían sido demasiadas emociones juntas en un solo día. Tan pronto le llegaba a la mente una imagen de ese día como otra. Pero la que más se repetía y contemplaba con una claridad cinematográfica era la de su yayo llorando de emoción por el gesto de su pequeña princesa.

 

    ¡Yayo, yayo quiero estar a tu lado!

 

    El lloro y el recuerdo de su abuelito se unían constantemente. No podía más, se levantó y decidió dar un paseo por la playa. Caminaba pausadamente buscando el encuentro del agua con la arena. Se descalzó y con paso rítmico pero de paseo se iba mojando los pies con el frescor del Índico por esas latitudes. Ciertamente la temperatura de la noche era agradable. Iba poco a poco concentrándose, buscando ese estado que le permitía a su espíritu viajar al más allá para reencontrarse con su abuelo. Lo necesitaba muchísimo más que el dormir o descansar. Al fin tras unos mil metros paseando sintió como sus pies se despegaban del suelo, al mirar hacia abajo su cuerpo seguía en un estado hipnótico, paseando por la playa, mientras su espíritu viajaba a la velocidad de la luz para encontrarse con él. Allí junto a la palmera de la cala de la cabaña, esperándole para darle la mano y seguir el paseo por su cala, por su Caribe.

   Se abrazaron, se mimaron, se dieron la mano y comenzaron a caminar para transmitirse todo lo que necesitaban decirse uno al otro. Sin una sola palabra, el ritmo de sus ondas cerebrales, siguiendo la cadencia de su paso y acompañando al rítmico romper de las olas de ese mar que los tenía enamorados, llegando de uno al otro todas las preguntas, todas las respuestas, envueltos en esa felicidad sin límites que sus seres, sus almas experimentaban cuando iban al encuentro del otro. 

   Se estaban abrazando para despedirse cuando Ester notó una mano en su hombro. Se asustó al tiempo que regresaba de su viaje, al girarse para comprobar quien rompía su conexión. Era Rafael. Se estaba disculpando por el susto que le había dado y con la sonrisa en el rostro le expresó que él tampoco podía dormir. Su acción de ese día le había llegado al fondo del alma. Como siempre con la espontaneidad de una niña se abrazó a su entrenador y comenzó a recriminarlo por personalizar algo que era de todos. Ese era el espíritu que él trataba de inculcar a todos los regatistas y que esta vez le toco a ella pero en cualquier otro momento el gesto sería de otro. Rafael sabía muy bien que esa filosofía la había introducido ella en el grupo y hasta los directivos parecían más humanos. Era cierto que era la filosofía que deseaba ver en el equipo. Por las conversaciones mantenidas con aquella jovencita era consciente que esa filosofía era la de su abuelo. Daba gracias a los cielos por haberle permitido cruzarse con aquella niña que estaba transformando a todo el mundo con su entrega, su cariño, su humildad pero sobre todo por la entrega a cualquiera que lo estuviera pasando mal. Le habló de lo que le preocupaba y Rafael le prometió que no personalizaría nunca más.

 

     Ni para los fracasos

 

   Saltó de inmediato, pues sabía que cuando las cosas no salían bien siempre se hacía responsable exculpando siempre a sus pupilos. Sonrió esa chiquilla era única. Hablaron del diseño suyo y le confirmó que había estado dialogando con la madre de Vicente y que ese próximo fin de semana se verían en Algeciras donde tenían una cita para entrenar el equipo de vela. Le contó que habían quedado de acuerdo para que en el caso de dar resultados el diseño formarían una sociedad con una participación del cincuenta por ciento para ellos y el otro para ella. Sonrió y confesó que como no se hicieran tres partes iguales no lo aceptaría. Tampoco se iban a poner a discutir ahora sobre algo que estaba en el aire, pero tanto él como la madre de Vicente eran conscientes que aquello tenía grandes posibilidades de triunfo, pues el rozamiento del casco sería menor y el peso se reducía en más de un treinta por ciento, pero especialmente la estabilidad aumentaba también considerablemente lo que le daba al diseño todas las facetas que requería un casco para ser efectivo y por tanto comercial.

   Tras cerca de dos horas paseando con una interesante conversación regresaron al hotel para entrar en sus habitaciones y descansar. A la hora y media de haber recuperado su posición horizontal en la cama se volvió a levantarse para despedirse de Albert. En recepción se encontraba Robert y Vicente dialogando con él. Al acercarse fueron todos a saludar a la jovencita

 

    Compañeros ahí está la princesa del mar, la reina del Laser y próxima campeona olímpica.

 

    Sonrió pero una inmensa felicidad inundo su pequeño ser. Oír esas palabras de boca del americano. Perdón de Albert, corrigió de inmediato su mente, era algo que como a su abuelo esos gestos nacidos del corazón le confirmaban que su labor estaba dando resultados.

 

     Con el permiso de los presentes. ¿No?

 

    De inmediato puntualizó las palabras de Albert. Provocando, como no, la sonrisa en el grupo.

    Desde el autobús que llevaba a la delegación norteamericana al aeropuerto saludaba Albert a sus nuevos amigos. Ester le lanzó un beso con todo su cariño y le rogaba que se conectara por Internet para hablar entre otras cosas de su preparación. No iba a consentir que le ganara en la olimpiada. Sonrieron ambos con los móviles en la mano se comunicaban y bromeaba el uno con el otro. 

   De camino al aeropuerto no se explicaba cómo había podido ser tan canalla con aquel ángel. Ya estaba mal hacer algo antideportivo con cualquier deportista pero con una niña como esa era algo imperdonable. Se sentía admirado al comprobar cómo le aceptó sus disculpas de inmediato. Él estaba seguro que si alguien le hubiera hecho la mitad de cosas que le provocó en las dos últimas competiciones no se lo perdonaría en la vida. Pero Ester era especial.


 

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