miércoles, 11 de febrero de 2015
UN AMOR ETERNO NACIDO CON LA CREACIÓN. TERCERA PARTE. ESTER. CAPITULO DÉCIMO CUARTO. LA REVANCHA A ROBERT
LA REVANCHA A ROBERT
Regresaron a la cabaña entusiasmados y con
ganas, que el tiempo corriera más de la cuenta, para que llegase el mes de
Diciembre pues amen de regatear en la alta competición volvería a encontrarse.
De nuevo los libros se hicieron sus compañeros hasta la hora de la cena. Luego
tras la sobremesa que compartieron con la familia fueron a la bóveda. Ester
colocó la hamaca en el centro del despacho, apretó el mecanismo que abría la
bóveda e invitó a Robert a tumbarse juntos para contemplar la inmensidad del
firmamento en esa noche estrellada. Robert logró con arte excusarse y alegando
el tremendo calor, aproximó un sillón al artilugio colgante y se puso a
contemplar la noche junto a la joven. Adoraba a esa niña, sentía algo especial,
pero temía no poder controlar sus impulsos, era una niña, por muy madura que se
mostrara al conversar. Eran nueve años y punto. Andaban enfrascados en la
contemplación del universo cuando le tendió su mano y la entrelazó con la de
él. De nuevo los temores, quería a esa chiquilla pero esos sentimientos de
hermano ya no se daban. Se levantó alegando una necesidad. Interpretó como una
necesidad fisiológica. Pero Robert bajó al salón y al ver a Andrea leyendo una
novela, Greet se había perdido en su laboratorio, le rogó si podía hablar con
ella. Dejó de inmediato el libro y salieron los dos de la cabaña para charlar
con la tranquilidad de ser escuchados solo por los animales del lugar. Andrea
abarcó al muchacho por la cintura, él se cortó un poco, al percatarse la mujer
le preguntó si prefería ir caminando uno junto a otro sin contacto. Dudó pero
colocó su mano abarcando su cintura y prosiguieron la marcha. Andrea intuyó
desde el primer momento la preocupación del muchacho. Julián le había
descubierto todo el entramado que les sucede a todo adolescente y especialmente
a los varones con esa edad. Pero siguiendo los consejos de su gran maestro se
mantuvo en silencio paseando junto a él. Cuantas cosas se captaban con el
silencio, cuantos sentimientos volaban de un ser a otro. Cuantas confesiones
sin palabras se producían. No sabía cómo iniciar aquella conversación. Andaba muy tenso, pero la naturalidad de
aquella mujer al caminar sin soltar prenda le fue calmando. Sentía las ondas de
aquella persona que le invitaba a la calma, a la serenidad, a la seguridad en
sí mismo. Conocía algo a la madre de su querida amiga y era consciente que si
con alguien podría hablar del asunto era con ella. Por eso se decidió a
realizarlo y cuanto antes.
Mientras tanto Ester comenzó a concentrarse
en aquella estrella que le aseguró su abuelo que por las noches moraría en ella
para velar sus sueños. Fue poco a poco logrando entrar en ese trance de los
brujos Bribris para conectar con los seres que nos abandonaron para
reencontrarse con Sibú. Comenzó a sentir como su cuerpo se elevaba para flotar
en el espacio y tomar rumbo a la estrella. No tardó en aterrizar en una playa
llena de luz, junto a la palmera más cercana a su yayo, de pie, tendiéndole los
brazos para fundirse sus espíritus en uno solo. Se produjo el abrazo y con la
misma posición de la pareja de abajo caminaban por la playa a la misma altura
de su madre y Robert. Parecían su
reflejo en el agua. Paseaban las dos parejas por el linde de la playa, sus
zapatos se mojaban, pero parecía que eso no tenía la menor importancia. El
silencio reinaba en ese paraíso al tiempo que el intercambio de sentimientos y
sensaciones volaban de uno a otro sin pausa, transmitiendo todo su amor y afecto.
Llevaban cerca de la hora paseando cuando
Julián llamó la atención de su nieta. Escucha lo que hablan tu madre y Robert.
Ester miró hacia abajo y la arena que pisaba se convirtió en un cristal
transparente. A menos de un metro de sus pies andaban paseando Robert con su
madre. De pronto se detuvieron, se miraron y la expresión preocupada de su
amigo le chocó con la respuesta sonriente de su madre.
No sé cómo
empezar. Me da vergüenza, incluso tengo miedo de mi mismo.
Andrea abarcó al muchacho contra su pecho.
Consciente que si no ayudaba a Robert le resultaría imposible arrancarse. No
era un muchacho con excesiva confianza en sí mismo, y eso le privaba de ser un
excelente muchacho. Sin más se lanzó. Tenía sangre Bribri y había desnudado la
mente de aquel muchacho.
Sientes
algo por Ester y su edad te impide expresarlo. Pero para tu tranquilidad te
confesare que el solo intentar hablarlo conmigo te honra y me demuestra que
eres una gran persona. Con un fondo sensato y bueno. Es raro porque cualquier
muchacho de tú edad suele buscar descubrir los secretos de la vida con mujeres
de la misma edad. Es lógico que esos impulsos los quieras controlar con una
mujercita por madurar. Y eso te ensalza todavía más.
Robert se separó ligeramente de aquella
mujer, estaba sonrojado pero los besos en la mejilla y la invitación a nadar
vestidos se le pasó de inmediato. Como una adolescente Andrea entró con aquel
muchacho en el agua nadaron unas brazadas y salieron riendo y cogidos de la
mano. Estaba desconcertado pero totalmente relajado. Andrea había sabido salvar
aquella situación con naturalidad y con una reacción totalmente acorde con la
filosofía de un adolescente. Como les quedaba un buen trecho hasta llegar a la
cabaña y cambiarse de ropa siguieron, aunque mojados, mucho más relajados, la
conversación. Debía comportarse con normalidad eran amigos y posiblemente con
el tiempo, con la maduración, por parte de su niña podía llegar a otro tipo de
relación, le confesó que su niña también andaba algo enamoradilla de él, pero
solo el tiempo diría como proseguiría esa relación. Robert se calmó era
consciente de cómo debía ser su actitud, de total respeto por una criatura de
esa edad. Esa relación de hermanos de un principio era la correcta, hasta que
el tiempo permitiera madurar un poco más especialmente a ella. En un impulso se
abrazó a Andrea y le agradeció su comprensión, su cariño y la invitación a la
locura de meterse en plena noche en el Caribe completamente vestidos.
Arriba Ester cruzaba su mirada con su
abuelo.
Me
ama abuelo. Me ama.
También mantuvieron una conversación al
respecto y cuando finalizó, la madurez increíble de aquella chiquilla entendió
a Robert, el comportamiento y las orientaciones de su madre y por supuesto las
palabras sagradas de su abuelo. Justo cuando Ester regresaba del trance Robert
entraba duchado y con ropas limpias a sentarse junto a ella. Fue él el que le
tendió la mano y cogidos sin pronunciar palabra se quedaron completamente
dormidos sin desunir sus manos.
Las primeras gotas de lluvia de la madrugada,
eran las cuatro y cuarenta y cinco y aunque la luz natural no se percibía en
absoluto. Fue Robert quien se levantó para cerrar la bóveda y regresar junto a
su amiga. Tumbados con sus respectivas manos unidas continuaron descansando
hasta que las llamadas de los Congós les invitaron a levantarse. Bajaron a sus
respectivas habitaciones y tras el aseo personal, provistos de la vestimenta
para navegar de nuevo esa mañana pues al concluir la primera regata Ester le
ofreció la revancha.
Por la tarde ambos partían de nuevo a sus
hogares en distintos países pues el lunes se reanudaban las clases. Al llegar
al embarcadero se encontraron con la sorpresa del padre de Robert se había
desplazado a Panamá por unos asuntos de su empresa y no quiso perderse la
regata de esa mañana. Luego tras comer en familia llevaría a Ester y su familia
hasta Alajuela para que tomara su vuelo a España y ellos volar hasta Cancún
donde tenían su rancho y su cuartel general.
El matrimonio en compañía de Pedro y el
padre de Robert abordaron la embarcación de recreo de gran cilindrada, mientras
que nuestros amigos subieron a las mismas embarcaciones de la primera regata.
El honor de dar la salida le correspondió al invitado. Fue mucho más reñida que
la tarde anterior, el mar presentaba algo más de complicación pero se asemejaba
mucho a lo que estaba acostumbrado Robert. Ester volvió a ganarle por poco. El
padre del muchacho se quedó maravillado con esa jovencita que manejaba la
embarcación como los ángeles. Pero se enorgullecía por el enorme avance de su
hijo.
El padre de Robert se les había adelantado y
había reservado mesa en Maxi´s, por ello nada más finalizar la competición y
tras asearse un poco a las once de esa mañana estaban degustando una suculenta
mariscada. De nuevo en los coches y directos a jet privado que les aguardaba en
el aeródromo de Limón. Aterrizaban en Alajuela con el tiempo justo para tomar
el vuelo de Iberia que los conduciría a Madrid y de ahí a Donostia.
En el vuelo hacía España Andrea observaba a
su pequeña, sin duda esas dos semanas le habían sentado bien y la encontraba
maravillosa. Por su forma de respirar, por su forma de recogerse los cabellos,
por los cambios de expresión, por su mirar alejado de aquel avión captó que su
niña comenzaba a hacerse mujer. De pronto noto que se levantaba bruscamente del
asiento y como una bala se introducía en los servicios de la aeronave. Andrea
se levantó de su asiento, una anciana le retuvo unos minutos que le parecieron
eternos, para que le bajara su maleta de mano y coger una cosa. Andrea atendió
a la anciana y una vez colocada de nuevo la maleta, consiguió proseguir su
camino. Al llegar a la puerta tocó levemente a la puerta mientras se
identificaba.
Mi
amor, soy mamá. ¿Te encuentras bien?
Unos segundos de una espera interminable
para abrir levemente la puerta y rogar que entrara de inmediato. Dentro del
pequeño servicio se encontró con la noticia.
Soy mujer
mamá. Ya soy una mujer.
Pronunciaba las palabras mientras unas
lagrimillas se deslizaban con extremada lentitud por sus sonrojadas mejillas.
Como no tenían nada, salvo el papel higiénico, su madre salió al pasillo
mientras se cerraba de nuevo. Buscó a una azafata y le explicó el problema le
rogó que con papel higiénico resolviera un poco el problema, para acompañarles
a continuación a los servicios de la tripulación donde el espacio era algo
mayor. Lo hicieron como les aconsejó la auxiliar de vuelo y juntas entraron en
la nueva dependencia. Con toallitas húmedas resolvieron el problema, luego la
azafata les prestó unas compresas para que utilizara una en esos momentos y las
otras se las guardara por si precisaba otra muda. También les proporcionó una
bolsita con tres braguitas de papel para poderse cambiar. Guardó, las que se
habían malogrado por la acción fisiológica, en una de plástico y resuelto el
problema regresaron a sus asientos. Andrea le aconsejó que si lo creía
conveniente se lo contara a su padre, seguro que se alegraría de tener una
nueva mujer en la casa. No lo dudo, se aproximó a su progenitor y dándole un
beso en la mejilla le confesó la noticia. Greet abrazó a su pequeña para
exclamar.
¡Dios que
afortunado es uno dos mujeres en casa!
Sonrió, dejó a su padre y antes de sentarse
en su lugar se fundió con su madre.
Fue llegar al palacete y conectarse a las
redes sociales para confirmar la noticia a todas sus amigas. Tenía algo de
reparo en contárselo a Robert por ello se levantó del sillón del despacho y fue
corriendo a su madre para preguntárselo. La sonrisa se dibujo en su rostro y
comprobó como por cada poro de su piel deseaba contárselo a Robert pero detectó
que precisaba el visto bueno de su progenitora. Sentadas en el sofá del salón
comenzó hablando del milagro que se había producido en su cuerpo. La vida
estaba llena de esos pequeños milagros que la hacían tan maravillosa. El
nacimiento, la primera papilla, el primer diente, las primeras palabras, los
primeros pasos, las primeras lecturas, la primera comunión, la primera menstruación,
otro milagro, reservado solo para las mujeres, de pasar de niña a mujer. A la
capacidad de crear vida. Hablaron de tantas cosas pero al final su madre le
confirmó lo que ya se imaginaba, era como su abuelo, la decisión le
correspondía a ella. Se abrazaron para salir del salón subir a su habitación
para contárselo a Robert. Se encontraba conectado al Skype y de inmediato se
entabló una videoconferencia donde tras los saludos le transmitió la noticia.
Ciertamente se alegró, pero no le dio, como era de esperar por un adolescente
chico, mayor importancia.
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