sábado, 13 de septiembre de 2014

UN AMOR ETERNO NACIDO CON LA CREACIÓN- SEGUNDA PARTE- ANDREA- CAPÍTULO 29-EL INCIDENTE, TENÍA QUE LLEGAR

CAPÍTULO VIGÉSIMO NOVENO EL INCIDENTE, TENÍA QUE LLEGAR


 

 

  Andrea dormía, desayunó solo y procurando no hacer ruido salió de casa para pasar por la fábrica y consultar ciertos asuntos que el padre de la criatura le había solicitado. El gerente se alegró de verlo, hacía tiempo que el nuevo socio de su jefe no se dejaba caer por ahí. Julián no se quiso involucrar en el negocio, recibía sus dividendos al final de la gestión anual y si había necesidad de aportar capital solía responder. Todo el activo que recibía de la empresa su cuñado se encargaba de gestionar en valores y empresas con cierta seguridad y todos los beneficios iban a parar a una cuenta especial que recibía todos los beneficios de la empresa hispano costarricense. Su idea era que cualquier beneficio que saliera de la empresa recayera en la empresa. Visitaron las embarcaciones que se encontraban en esos momentos en el puerto de Bilbao, para ello se desplazaron hasta la capital vizcaína y allí se reunieron con los dos capitanes de las embarcaciones. Las instrucciones que le había dado el padre de Andrea las cumplió a rajatabla controlando personalmente. Subieron en las dos naves y las recorrieron de cabo a rabo y como se aproximaba la hora del almuerzo, aquellos dos marinos les invitaron a “Acacias”, una sociedad gastronómica muy conocida de la capital y próxima al puerto. No se explicaba como aquellos hombres eran capaces de comer como lo hicieron. La calidad estaba fuera de toda duda y durante la sobremesa pudo cumplir con su cometido en Bilbao.

   A media tarde partían de la capital Vizcaína. Llevó hasta la misma puerta de su casa al gerente y tras despedirse y desearse lo mejor puso el coche en dirección a casa. Durante la jornada su cuñado le había telefoneado para algunos asuntos comentados la semana pasada, cuando estuvo en Madrid y donde le advirtió que tal vez tuviera que regresar esa semana. Pero ahora le confirmaba que no era necesario y que todo se resolvió sin el menor problema. Eso le permitía volver a Costa Rica antes de lo previsto. Al llegar al palacete y comprobar que Andrea no había regresado optó por ir a darse una buena ducha y con prendas más cómoda meterse en su despacho para fijar la fecha de regreso. Lo había comprado en Costa Rica de ida y vuelta pero la fecha de regreso era flexible, con un plazo máximo de un mes. Ese martes salía un vuelo, pero era demasiado precipitado, el siguiente lo tenía el jueves o el domingo y optó por el jueves. Gestionó muy temprano para ese día un vuelo a Madrid y si todo se desenvolvía normalmente el mismo jueves a las diecisiete horas de Costa Rica estaría por la cabaña de Puerto Viejo.

   En su mesa volvió a retomar los documentos heredados y un pliego dina dos, cosa extraña, por su tamaño y poca manejabilidad, comenzó a desplegarlo y de inmediato recordó las circunstancia que le llevó a los dos a escribir sobre aquel enorme papel. Habían ido a pasar un fin de semana a uno de los molinos en los países bajos, que pertenecía a un familiar, un artista de la pintura que instaló su estudio en uno de esos monumentos que heredó de un abuelo. Aquel pintoresco personaje le gustaba utilizar ese tamaño para bocetos o apuntes y cuando la pareja le pidió algo para escribir le dio uno de esos mastodontes de papel. Como rieron desplegando aquel papel. Lo pusieron en el suelo proponiendo un juego. Consistía en poner una frase teniendo el otro que rematarla, para volver a escribir otra y así hasta que se cansaran. Sobre el suelo de la habitación que les ofreció aquel familiar la extendieron y con una pluma comenzaron el juego. Ahora la tenía extendida en su mesa de despacho y comenzó a disfrutar con las frases escritas.

 

He aprendido que el silencio enseña mucho más que las palabras.

He aprendido que la persona culta, es la que más escucha.

He aprendido que el sabio no se forma en el colegio, ni con los libros, sino reflexionando sobre lo vivido.

He aprendido que se aprende mucho más de las vivencias, que de los libros.

He aprendido que aprender sin reflexionar, es malgastar la energía.

He aprendido que la enseñanza que deja huella, no se hace de cabeza a cabeza. Sino de corazón a corazón.

He aprendido que para educar, hay que predicar con el ejemplo.

He aprendido que enseñar sin motivar, es como sembrar un campo sin ararlo.

He aprendido que hay tantas cosas para gozar y nuestro tiempo en la vida es tan corto, que sufrir es una pérdida de tiempo.

 

   Cuando leyó ese párrafo comenzó a llorar, su mente le llevó de nuevo a la playa levantina cuando desesperada le confesó que le amaba y pronunció una frase similar. Cuánta razón tenía, que verdad tan inmensa. Pero sobre todo que filosofía de la vida más bella para encontrar la felicidad que uno porta en su interior. Se controló de inmediato y prosiguió con la lectura de aquel pergamino. 

 

He aprendido que el bien es mayoría, pero no se nota porque es silencioso.

He aprendido, que una bomba hace más ruido que una caricia. Pero por cada bomba que destruye hay millones de caricias que alimentan la vida.

He aprendido que la vida no te quita cosas. Te libera de cosas… te alivia para que vueles más alto. Para que alcances la plenitud.

He aprendido que nunca perdí nada, porque todo me fue dado.

He aprendido que no hice ni un solo pelo de mi cabeza. Por lo tanto no puedo ser dueño de nada.

He aprendido que la felicidad está más cerca de las cosas sencillas, que de la riqueza.

He aprendido que la felicidad está más cerca, de las cosas cotidianas, que de la fama.

He aprendido que la felicidad está más cerca, de las cosas que no valoramos, que de los lujos.

He aprendido que para ser feliz. Hay que aprender a ser feliz.

He aprendido, que la felicidad está, en la capacidad de asumirse a sí mismo, de aceptarlo y sentirse satisfecho.

He aprendido que para ser felices. Hay que vivir el presente, olvidando el futuro y sin lamentar el pasado.

He aprendido que sé es más feliz, ayudando que siendo ayudado.

He aprendido que sé es más feliz. Dando que recibiendo.

He aprendido que sé es más feliz. Compartiendo que poseyendo.

He aprendido que para encontrar la felicidad, hay que tener momentos de soledad.

He aprendido que para encontrar la felicidad, hay que compartir momentos con la Naturaleza.

He aprendido que para encontrar la felicidad, hay que sentir la sonrisa de un niño.

He aprendido que para encontrar la felicidad, hay que asimilar las experiencias de los ancianos.

He aprendido que la felicidad la llevamos cada uno dentro.

He aprendido que para ser feliz, basta con descubrirla en nuestro interior y hacerla florecer en el exterior.

He aprendido que la felicidad no es material.

He aprendido que la felicidad tampoco es espiritual.

He aprendido que la felicidad, son sentimientos, son sensaciones.

He aprendido que el amor duradero. Consiste en compartir.

He aprendido. Que he aprendido a aprender.

 

    *Nota del autor: Aunque no todas muchas de las frases escritas el autor las ha escuchado al cantautor y escritor argentino Facundo Cabral

 

   Recobró su posición en el asiento mientras saboreaba las frases leídas. No volvió a derramar una sola lágrima pero se mantuvo en esa posición hasta que sintió la puerta. Dobló aquel tratado sobre el aprendizaje y regresó a su asiento. Los golpes en la puerta solicitando permiso para entrar le devolvieron la sonrisa. Se lanzó en sus brazos sentándose sobre sus rodillas y abarcando su cuello mientras le confesaba que le había salido de cine. Le felicitó, le rogó que se levantara, hizo lo mismo y juntos fueron hacia la cocina. Le preguntó que le apetecía cenar y se negaba a que la realizara él. Pero al confesarle que llevaba dos horas sin hacer nada y ella debía ducharse y ponerse cómoda aceptó con la condición que le sorprendiera. Mientras se relajaba en el jacuzzi, preparaba una ensalada y una sencilla tortilla de patatas con algo de cebolla. Estaba en su faena cuando entró en la cocina con las dos toallitas de rigor y la ropa que se había acabado de quitar para depositarla en la cesta de la ropa. Julián estaba en su labor y no llegó a percibir su entrada. Había dejado la ropa en el cesto y al observarlo tan metido en su trabajo se quedó contemplando cómo se desenvolvía. Estuvo tentada a dejar las toallas en el cesto y aproximarse a él con el traje del nacimiento, pero en esos periodos de convivencia había percibido que no era una persona que le agradara en demasía el desnudo. Y entonces se acordó de una frase que pronunció en el centro educativo en su primer año en España. Una compañera había asistido a clase con unos pantaloncitos minis, hasta tal punto que parte de sus posaderas se dejaban ver junto a sus muslos. Un alumno en plan de guasa le comentó a su maestro.

 

   “Don Julián que pierde los ojos”

 

   Con su parsimonia, su chispa y oportunidad, le soltó otras dos que le dejó roto.

 

   “Cree el ladrón que todos son de su condición”.

 

   Para añadir de inmediato.

 

   “Mi querido alumno te enseñaré algo que solo los años dan. En el sexo soy como Santo Tomas, si no toco no creo”.

 

   Como recordaba el cachondeo de todo el curso incluso de aquel payaso que trató de ridiculizar a su maestro. Pero luego sería consciente que jamás se ofendía por las bromas de su alumnado. Porque luego ellos fueron conscientes que el que se arriesgaba, siempre tenía una respuesta adecuada. Retiró sus manos de la toalla medio suelta en el escote y volvió a colocarlo como entró. Cuando salía por la puerta Julián se percató de su presencia y le comentó que aligerara. La cena estaba ya a punto de servirse. Cuajaba la tortilla y todo estaba listo. Mientras se vestía, fue poniendo la mesa y cuando apareció en pijama y bata se sentaron a la mesa para degustar las calorías de esa cena. 

   Durante la velada le confesó que el jueves regresaba a Costa Rica. Había finalizado tolo lo que tenía previsto y por tanto tornaba a casa. Su expresión cambió radicalmente, esperaba tenerlo toda la semana y ese jueves le abandonaba. Por supuesto que le acompañaría al aeropuerto e incluso se ofreció para llevarle hasta Barajas, pero al confesarle que también tenía el billete quedó en llevarle a Irún. Le confesó que había hablado esa tarde con su padre y le propuso la posibilidad de adquirir los terrenos adyacentes a la cala de la cabaña asegurándole que lo intentarían. Ella protestó.

 

   - La cabaña te pertenece Julián si alguien se debe de ir de allí es el resto de la gente.

 

   Le confesó que eso le correspondía a su persona pues siempre supo que la compraba para ella como presente de boda. Pues así obraba en el pacto oral entre su abuelo y él. Era una persona solitaria y le gustaba tener su espacio, su intimidad por ello se había propuesto construir una nueva cabaña en la cala para que fueran vecinos. Se levantó de la mesa, volvió a sentarse en sus muslos mientras abarcaba su cuello y con una pícara mirada le confesó que sería un detalle que se la regalase a si mismo pues pensaba casarse con él sí o sí. Mientras caminaba desde su asiento hasta sentarse en sus muslos, realizó una maniobra que pasó desapercibida para él. Se había desabrochado la bata y retirado levemente hacia los laterales mostrando el encanto de unos muslos que el pijama que portaba mostraba con generosidad. Por su parte superior también el escote generoso aireaba los encantos de aquella mujer. Cuando intentó que su maestro se perdiera, fue consciente de las intenciones de la joven. Tomándole de la cintura la elevó para ponerle de pie, haciendo la misma maniobra él. Se abrazó al cuello e intentó poner sus labios en los de su maestro.

 

     Sabes mi niña que no es posible. 

 

   Pronunció esas palabras con una ternura, un cariño, un respeto por aquella joven, capaz de sobrecoger a cualquier hombre. ÉL juntó los laterales de su bata, buscó el cinturón y lo amarró a la altura de su vientre, al tiempo que dejaba descansar sus labios en la frente de aquella mujer.

   En un tono que incluso a ella le sorprendió le comentó

 

     Julián somos dos adultos, no hay excusa posible.

 

 Sonrió seguía con sus manos en su cintura mientras le confesaba.

 

    Mi niña, llevas cuatro años junto a mí y todavía no me conoces.

 

   Fue una noche de charlas, de exposiciones de puntos de vista, de recordar frases que le había enseñado. En un momento de rebatir una y otra vez los argumentos, intervino para confesarle.

 

     Es posible que mi amor por ella ni esté de moda, ni tenga sentido para mucha gente. El sexo es otra cosa. Tampoco te podría hablar mucho sobre él. Mi única relación fue con ella. El Señor me tenía reservada a esa mujer y ahora me espera para juntos vivir la eternidad. Como quieres que me presente con otra. Soy hombre de una sola mujer y de ello estoy convencido totalmente. Tal vez sea tonto, irracional, pero tú sabes muy bien que soy persona de convicciones y las llevo al extremo máximo. Cueste lo que cueste y afecte a quien afecte. Me dolerán ciertas decisiones, como cuando renuncié a mi familia, a mi posición a mi trabajo porque ella era todo para mí. Pero era algo que tenía que hacer y lo hice. No te puedes imaginar lo que sufrí por mi madre en especial. Pero era algo que tenía que hacer y lo hice. Pero…

 

   Andrea le pidió que lo dejara, le entendía, lo comprendía y lo último que deseaba en este mundo era preocuparlo o entristecerlo. Lo amaba y él lo sabía, estaba a su disposición para lo que quisiera. Pero por nada en el mundo le gustaría desligar esa relación con él y con su familia. Le abrazó con toda la ternura de un padre. Y aunque no hacía falta ya sabía donde le tendría siempre. Un beso en cada mejilla selló la conversación de la noche y cada uno se perdió en sus aposentos.

 

 

 


 

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