miércoles, 19 de marzo de 2014

UN AMOR NACIDO CON LA CREACIÓN - SEGUNDA PARTES- ANDREA- CAPITULO IX -MAUREEN LE DESNUDA

CAPITULO IX                 MAUREEN LE DESNUDA

 

 

   Al igual que le sucedió a Andrea le extrañó que no tuviera pareja. Se le veía un hombre encantador, educado, atento e incluso descubrió la parte sensible y romántica de aquel personaje. Detalle que sorprendió a Julián pues no llegaba a los tres días que se conocían. En esos momento recordó que en las lecturas, la zona sur este de Costa Rica una de las características de los nativos era su capacidad de lectura corporal que tenían cuando conversaban con alguien y aquella jovencita lo estaba desnudando interiormente. Pero no solo fue el despojar su intimidad llegó a conseguir que se confesara con aquella criatura. Le comentó lo sucedido con sus amigos y como aquel terrible accidente le marcó para el resto de su vida.

    Transcurrieron tres largos años donde le costó rehacerse y volver a llevar una vida más centrada en sus estudios y en su comportamiento. Pero desde luego no consiguió su integración plena en la sociedad. Rehuía nuevas amistades y la soledad fue haciéndose cada día más hueco en su vida cotidiana. Hasta que aquel verano, en el chalet de la playa, caminando una tarde noches por el paseo marítimo se cruzó con ella. Desde el primer momento que se miraron la conexión fue total. A la semana no había transcurrido unos segundos sin verle, sentirle, escucharle, olerle aceleraba sus sentidos para captar esa alma gemela que penetró en su alma y su corazón. Desde el primer segundo fue consciente que aquella mujer sería la de su vida. Casi desde ese instante de sentirle como parte suya y ella parte de él. Alertó a todo su organismo a protegerse para no perder a esa mujer por nada. Ese verano, prorrogó más de lo normal sus vacaciones. Circunstancia que le llevó a un nuevo enfrentamiento con la familia.

    Al comenzar los relatos más duros de aquel tiempo, describiendo esos momentos angustiosos agónicos que vivió  durante esos meses. Maureen comenzó a llorar y contagió a Julián.

    Se abrazaron como padre e hija ante una desgracia familiar consolándose mutuamente.  Besó su frente, enjugó esas gotas saladas abandonando los lagrimales de aquella criatura. A continuación enjugó las suyas y sobreponiéndose al dolor del recuerdo prosiguió confesando el relato.

    Paseaban por el linde de la playa con sus pies descalzos mientras las cálidas aguas del Mediterráneo acariciaban la cadencia de sus pasos. En un determinado momento él se giró hacia su pareja y lanzó, lo que sus ojos, su rostro, su cuerpo, sus conexiones cerebrales le habían estado confesando durante toda la semana. Ahora era su voz quien expresaba lo que se escuchaba a gritos. Lo temía. Comenzó a llorar, ella tenía las mismas sensaciones que él pero era consciente de su enfermedad que iba apoderando de su cuerpo y de su alma. Por nada del mundo deseaba hacer sufrir a esa parte de su química que había conectado y reaccionado perfectamente con la de ella. Entre lagrimas y mordiéndose los labios, mientras retiraba su mirada de la de él confesó que ella no sentía lo mismo. Lejos de sentir dolor ante la declaración de su amiga no hizo el menor caso de sus palabras. Consciente que aquella mujer estaba tan prendada de él como él de ella. Lo percibía en las ondas que transmitía uno a otro. Lo sentía con los roces de sus manos, de su piel, de sus cuerpos, al jugar en la arena, en el agua o en la discoteca. Tan convencido estaba que no le dejó el resto del mes de vacaciones que le quedaba. Le seguía a todas partes. Un día hasta llegó a entrar en los servicios de señoras sin darse cuenta, hasta que ella le llamó la atención. Le perseguía e incluso por las noches montaba guardia bajo la ventana de los apartamentos donde estaba alojada. Esperando que esas interminables horas de la noche finalizasen para verle bajar y salir por el portal de los apartamentos. Varias noches ella se quedaba junto a la ventana contemplándolo y sus lagrimales liberaban auténticos torrentes.

   Era su última noche en la playa, sus vacaciones finalizaban y regresaba con sus padres a su país. Iban de la mano con todo su ser encogido. No se atrevían ni a respirar. De pronto un suspiro profundo de uno alteraba al otro para dirigir su mirada en la de su pareja. Unas veces era ella, otra él. Se notaba que algo iba a suceder, algo que por fin terminaría con esa incertidumbre. No pudo más y se rompió confesando a su gran amor que el cáncer de pulmón le estaba comiendo terreno a marchas forzadas. Sus padres no querían ir de vacaciones ese verano pero al decirles que sería su último verano. Lloroso y hundidos no pudieron negar a su tesoro ese último deseo, temiendo que su hija falleciese durante esas vacaciones, pues los médicos no le daban más de dos meses de vida. Habiéndose cumplido con creces ese tiempo. Estaba convencida que su ángel de la guarda le comunicó a Dios las circunstancias de aquella joven y enterneciéndose le concedió unos días más de vida para poderlo compartir con Julián De nuevo detuvo el relato, las lágrimas le ahogaban y por supuesto Maureen le acompañaba.

 

   - Creo que el nivel de las aguas del mar aumentaron con nuestras lágrimas, robadas por las olas. Jamás había llorado tanto. Comenzaba a amanecer y seguíamos llorando como dos idiotas. Entonces me planté y dije. Se acabó. Vamos a vivir con intensidad cada momento que nos quede juntos, vivamos cada décima, que digo, cada millonésima de segundo con todas nuestras fuerzas. Así tendremos millones de instantes para estar juntos.

 

   Le comentó que le vio sonreír y desde aquel instante ninguno de los dos soltó ni una sola lágrima. Hasta que cuatro meses después ella falleció en sus brazos mientras contemplaban los acantilados de Bretaña su tierra natal. Entonces volvió a llorar durante más de veinticuatro horas hasta que los padres de ella los encontraron y avisaron a los servicios necesarios para atender a su hija y a aquel joven que permanecía como si se tratase de un autista.

 

   - Recuerdo que al entrar en casa el comentario de mi hermana me enervó hasta tal extremo que me marché de nuevo y permanecí más de una semana perdido. No recuerdo donde estuve durante ese tiempo. Un coche patrulla de la policía me localizó y tras la identificación me llevaron a un hospital de la capital donde acudieron mis padres. A la mañana siguiente llegó mi hermana con sus disculpas pero lo cierto es que no le nacía de dentro. Estoy convencido que fue obligada por mis padres. Nunca podré comprender a mi hermana.

 

    Maureen, con los ojos bañados en lagrimas, permanecía encogida por aquella historia. Mientras Julián se dio cuenta de las consecuencias de las vacaciones, uno se relaja tanto que llega a sacar lo que llevaba guardando décadas. El relax, se había olvidado de todo en esas escasas horas, la selva, el colorido, el Caribe, la luna, la cabaña, aquella criatura, pero ahora estaba convencida de la magia de Puerto Viejo. Había logrado lo que en cerca de cuarenta años escondía en lo más profundo de su alma. Ella se volvió a abrazar a aquel hombre mientras el llanto y el sofoco le invadieron contagiando a Julián. En ese preciso instante salían al pórtico de ese primer piso Andrea y David. Fue observar la escena y quedarse completamente bloqueados. Como si lo estuviese visionando con una cámara lenta giraron sus cabezas para cruzarse la mirada y transmitir sin una sola palabra todas esas incógnitas que se les planteaba ante aquella escena.  Deseaban respuestas pero era demasiado tarde y aunque a la mañana siguiente no había prisas, pues Maureen no tenía que acudir al chiringuito y ellos estaban de vacaciones decidieron dar por cerrada la noche e ir a sus habitaciones. Tanto Andrea como David no se fueron muy convencidos deseaban aclarar aquello, pero Julián se había repuesto y consiguió convencerse que a la mañana siguiente sería más sencillo aclarar las circunstancias.

   Las luces de la cabaña permanecían apagadas, el único sonido que se percibía era el romper de las olas y algún que otro animalillo nocturno. Andrea no pudo aguantar, despertó a su amiga y aunque andaba adormilada consiguió que espabilara y comenzaron a charlar. La claridad del nuevo día sorprendió a las dos adolescentes charlando mientras alternaban las palabras con los llantos y pucheros al relatar el contenido aquella historia que Julián le confesó hacía unas horas. Andrea se arrepentía de haberse perdido con David, le hubiese gustado vivir aquello en primera persona. Proseguían sollozando y conversando cuando Julián se levantó, al escucharles se deslizó con el mayor sigilo posible por la casa hasta alcanzar las escaleras sin ser visto y perderse en la playa. A los sesenta minutos de estar refrescándose los pies por la orilla de la playa las vio llegar a la carrera desde la cabaña. De inmediato Andrea se lanzó en sus brazos mientras le besaba una y otra vez en sus mejillas. No le iba a perdonar en la vida que le contase esa historia antes a su amiga que a ella. Julián sonrió.

 

   - Jamás me lo has preguntado.

 

   Era cierto, la intensidad, las prisas, el estrés de los europeos contrastaba con la parsimonia hecha ceremonia en aquel rincón del mundo. Pero no era menos cierto que en una ocasión ella le preguntó por qué no se había casado o si había tenido pareja y recordaba que le salió con una clásica suya para evadir preguntas

 

   -Debo ser un poco mariquita.

 

   De nuevo ambas adolescentes se abrazaban a él mientras dejaban corretear sus lágrimas. Julián se controló y propuso regresar para desayunar y planificar lo que harían ese día.

   Así pues el trío entró en la cabaña y sentándose en la mesa el servicio atendió a los huéspedes. Ya finalizando esa primera carga de calorías se levantó David. Los planes ya se habían confeccionado. Se desplazarían a Cahuita para ver el parque nacional del mismo nombre. 

   Fue Andrea la que puso al corriente a David lo sucedido la noche anterior en la cabaña y se lo fue relatando mientras aguardaban para bucear en el parque. Maureen se quedó con ellos en el pequeño embarcadero de la localidad de Cahuita mientras que Julián encontró a un rival australiano de la olimpiada que estaba pasando sus vacaciones en la zona. No podían creerlo más de cuarenta años y aun consiguieron reconocerse. El personaje iba acompañado de su esposa se había jubilado recientemente y estaban realizando su tercer viaje de novios pues ya en las bodas de plata realizaron el segundo y como nunca se sabe cuando uno se va a ir, aprovechando su jubilación decidieron dar una vuelta por Centro América. Cuantos recuerdos, cuantos sacrificios, cuantos entrenamientos, cuantas horas de mar para intentar la gloria. A la pregunta de aquel contrincante Julián respondió.

 

   - La gloria amigo mío se encuentra en la paz de cada uno. Los triunfos los reconocimientos son pura anécdota. En las cosas más sencillas de la vida es donde se encuentra la Gloria.

 

   No había duda que aquel español había comprendido la vida. Cayeron unas cuantas imperiales mientras relataban como les iba tratando la vida. Cuando los tres jóvenes le avisaron que iban a embarcar para practicar el buceo por aquel paraje natural la esposa del Australiano le preguntó, en su inicial español si eran hijos suyos. Sonrió y sin dejar la expresión en el rostro contestó.

 

   - Casi, casi.

 

   Luego le fue aclarando la situación y le confirmó que en parte los consideraba como hijos adoptivos pues al fin y al cabo trataba de colaborar con sus padres en la educación de sus adolescentes hijos. David observaba la alegría de su maestro, pero fue consciente que siempre estaba en ese estado anímico después de todo lo que la vida le deparó. No hacía ni medio año que a punto estuvo de abandonar este mundo por la banda terrorista vasca y conocía las constantes amenazas que recibía de esa tribu. Siempre con su sencillez, con su verdad por delante, como solía comentarles en clase aunque se estuviese equivocado, pero era necesario luchar por lo que uno creía dejando siempre la violencia a un lado. Y verle llorando la noche anterior le impresionó de tal forma que pensaba que lo debía haber soñado. Su maestro era humano. Durante el día estuvo tentado a comentar esas inquietudes con su maestro, pero no encontraba el momento oportuno. Lo cierto es que no disfrutó de aquella situación, envidiable, increíble y maravillosa en medio de la naturaleza. Recapitulando se percató que en muy pocas ocasiones a lo largo del día sus voces se escucharon. Tal vez el deseo de captar toda la magia de aquellas latitudes, pero cuando se paraba a pensar un poco se convenció que a sus compañeras les ocurría algo parecido a lo de él. La escena de la noche anterior no la podían apartar de las mentes. Julián también andaba algo inquieto. No había desvelado a nadie su pasado y ahora ante aquellos jóvenes, ante aquella mujercita, sin duda con sangre bruja de las tribus de África occidental le había desnudado completamente. Se mostró tal y como era. Y la verdad le preocupaba. No por él todo aquello lo tenía más que asumido pero había comprobado en esas horas el enorme impacto que provocó en aquellos adolescentes.

   Durante la comida en un restaurante aconsejado por las dos amigas, comieron inmejorablemente bien. Un cantautor de la zona deleitó a los comensales con algunas canciones románticas, sensuales de aquellas latitudes. Maureen, al tiempo que su boca se entreabría para deleitar su paladar con aquellos platos, sus caderas se balanceaban de un lado a otro de la silla. El ritmo lo portaba en la sangre y Julián al observarla sonreía al comprobar que aquella criatura no podía estar quieta cuando cualquier acorde sonaba cerca. Recordaba la primera noche cuando le acompaño hacia la cabaña como el compás de sus andares seguía el ritmo del romper de las olas. Portaba el Caribe en el cuerpo. Finalizada la velada gastronómica y esperando a los cafés se levantó e hizo levantarse a Julián para moverse entre las mesas al ritmo de las melodías que envolvían con sus notas el recinto. No era mal bailarín, aunque no solía bailar salvo en sus clases de expresión corporal. Había tomado lecciones sobre los bailes de salón para guiar a su alumnado cuando se los mostrara en clase. El merengue pero sobre todo la salsa le fascinaba. De nuevo aquella criatura se sorprendió del ritmo que portaba aquel maduro personaje, Andrea y David no lo hicieron en la misma medida que su compañera pues lo conocían ya de las clases en el centro educativo. En un momento de aquella expresión por medio del cuerpo, a través de aquel ritmo caribeño, Julián se detuvo y permitió a la clientela del restaurante que se llenaran del ritmo de aquella adolescente. Sonreía, observaba al público, paso rápidamente la mirada por un sector del salón y regresó rápidamente con su vista a la columna junto a los servicios donde un hombre de mediana edad, no pasaría de los treinta y cinco años, observaba de forma pecaminosa a aquella criatura. Le dio muy mala espina y sin pensárselo dos veces detuvo a Maureen tomándole la mano detuvo el espectáculo. La gente protestó pero la pareja ya estaba en sus asientos. Hasta el mismo cantautor detuvo la melodía por unos segundos e inmediatamente, ante el silencio y la tensión creada reaccionó y reanudó la canción. Tanto la joven como sus amigos se quedaron perplejos de la acción de Julián. Se había comportado como un padre celoso al  comprobar cómo observaban a su pequeña. Al constatar los rostros de los jóvenes reaccionó de inmediato.

 

   - Disculpa Maureen, si te ha molestado mi actitud.

 

   Iba a proseguir con su disculpa y justificación cuando se le adelantó.

 

   -  Don Julián usted siempre estará disculpado conmigo haga lo que haga. Ya le hablaré en otro momento del porque de esta afirmación. Creo que se cuál ha sido el motivo de su acción, lo cierto es que estaba a punto de dejarlo, pero mi intención era terminar esa melodía para no llamar la atención de la sala. Ese gringo cabrón anda persiguiéndome por doquier. El hecho de cómo suele mirar a las mujeres y especialmente a mi me dan nauseas. ¿Ha sido por eso verdad?

 

   Aquella criatura volvía a sorprenderlo.

 

¿Cómo era capaz de analizarle con esa rapidez y sobre todo con esa eficacia?

 

   Por primera vez en su vida comenzaba a faltar confianza en sí mismo cuando permanecía junto aquella brujita del sur este de Costa Rica. Tras la ingestión de cafés o hierbas aromáticas fueron a poner sus cuerpos en horizontal en unas hamacas situadas a pie de playa y encaradas hacía el mar. Con la brisa, el sonido emitido al romper las olas, el canturrear de las avecillas y la iniciación de los procesos fisiológicos, se quedaron dormidos.

   Regresaron a la cabaña justo cuando el sol comenzaba a ocultarse entre la selva. Andaban demasiado cansados para trasnochar ese día y especialmente Maureen a la mañana siguiente debía estar en su puesto de trabajo. Realizaron una cena muy ligera preparada por el servicio y a continuación se perdieron en sus respectivas habitaciones. No pasaron ni diez minutos cuando se adentraban en el mundo de los sueños.

 

 

 

 









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