viernes, 24 de enero de 2014
UN AMOR NACIDO CON LA CREACIÓN- SEGUNDA PARTE - ANDREA - CAPITULO II - SU PRIMER DÍA DE CLASE
SU PRIMER DÍA DE CLASE
No podía dar crédito a lo cansado que estaba
pero esas dos horas de juego le pasaron factura. Ya no era un chiquillo. Se fue
alejando de sus compañeros de juego con paso firme y soportando, como soldado
herido en el frente, unos fuertes pinchazos en su rodilla derecha. Al llegar a
casa no se detuvo hasta entrar en el servicio. Se desnudó por completo dejando
toda la ropa sucia en el cesto. Entró en el plato del saneamiento, pues amen
del jacuzzi, contaba con una ducha en forma de tubo de cristal donde una
infinidad de chorros de agua se abrieron, al instante de entrar, proporcionando
un masaje hídrico por su cuerpo.
Envuelto en el albornoz abandonó el aseo
para entrar en la cocina y con lo primero que encontró se preparó una cena
fría. No tardó mucho tiempo en limpiar el plato, recogió la mesa, colocó los cacharros en el
lavavajillas y regresó al cuarto de aseo para la pertinente limpieza dental.
Concluida la higiene personal fue a su habitación para ponerse el pijama, una
bata y entrar en el despacho. Encendió el ordenador para comenzar a trabajar lo
rutinario y decidió conectar el ipod a los medios acústicos de la habitación.
Las listas proporcionadas por secretaría le ahorrarían unos cuantos minutos.
Comenzó por confeccionar el horario de la semana. Los lunes, miércoles y
viernes su horario era de ocho de la mañana hasta las quince y quince de la
tarde. Siete clases de cincuenta y cinco minutos con dos descansos de treinta y
veinte minutos respectivamente. Los viernes tenía una hora menos saliendo a las
catorce horas. Mientras que el jueves no tenía clase en
el centro educativo y el martes solo impartía las dos primeras horas de la
mañana. Para desplazarse hasta Victoria
donde era el profesor titular de natación en la facultad de ciencias de la
actividad física y deportes. La semana en la facultad comenzaba los martes de
doce de la mañana hasta las dieciocho horas de la tarde. En la primera hora
impartía una asignatura del segundo ciclo denominada Iniciación a la natación y
actividades acuáticas. A continuación una del segundo ciclo. Estructura de la
natación y actividades acuáticas del primer ciclo. Ya por la tarde en horario
de dieciséis horas a dieciocho impartía rendimiento de la natación, asignatura
del segundo ciclo. El otro día de la semana que impartía clases en la Facultad
era el jueves. Su primera clase asignada era a las nueve de la mañana para
transmitir, fundamentos de los deportes individuales, concretamente sobre
natación del primer ciclo. A continuación daba su segunda sesión de la
semana sobre iniciación a la natación y actividades acuáticas en sus diferentes
ambientes de aplicación también perteneciente al segundo ciclo. Disponía de una
pausa de media hora y las dos últimas en el centro universitario era de nuevo
para el rendimiento deportivo en natación del segundo ciclo. Los lunes,
miércoles, jueves y viernes si no tenía reunión en alguno de los dos centros
educativos donde impartía clases solía dedicarlos a investigar o corregir
sesiones dadas donde había detectado algo para cambiar. Llevaba treinta y seis
años en la enseñanza en el mismo centro educativo y veinte en la facultad de
ciencias de la actividad física y deportes en Victoria. Solía tardar entre los
sesenta y noventa minutos dependiendo del día en desplazarse desde Donostia hasta
Victoria y siempre lo hacía tomando la autopista A-8 y luego la A-1,
invirtiendo el orden cuando regresaba a casa.
Había editados una docena de libros
principalmente sobre natación aunque en los últimos años se había atrevido a
escribir sobre la educación en general. Amén de su columna semanal en el
periódico.
Sus expectativas estaban en la finalización
de esos dos próximos cursos escolares pues tenía la opción de una jubilación
parcial en el centro educativo de secundaria y bachillerato con tan solo siete
horas de dedicación a la semana con alumnos. Reducción muy considerable si las
comparábamos con las veintidós que daba en la actualidad.
Buscó las orlas del alumnado, al que
impartiría clases ese curso académico, en la página Web. Las imprimió junto a
las listas de los diferentes grupos y se detuvo en repasar e ir aprendiendo los
sesenta nuevos alumnos de tercero de secundaria. Impartía clase en los dos
niveles del segundo ciclo. Dos cursos de tercero y otros tantos de cuarto.
Luego se desplazaba a un centro cercano perteneciente al mismo distrito
educativo donde daba clase en bachiller. Concretamente a tres
secciones de primero y a los alumnos de segundo, que optaban por la educación
física como asignatura optativa. Ese curso tendría dos grupos de segundo, y no
hubo más por decisión de la dirección que optó por cortar el número de alumnos
en dicha asignatura. La popularidad de Julián llegaba hasta tales límites que
todos deseaban disfrutar de sus clases. Fue introduciendo en los portafolios
con fundas de plástico las listas y orlas del alumnado. Repasó las
presentaciones tanto personal como la de contenidos, objetivos y criterios de
evaluación. Siempre se apoyaba con power point para explicar con detenimiento
como iba a desenvolverse la asignatura en ese incipiente curso. Se detuvo en la
orla de tercero B donde la fotografía de Andrea no le hacía mucha justicia.
Sería la primera clase de la mañana, luego los dos cuartos seguidos. Después del primer recreo, que lo aprovecharía para irse al
pabellón de bachiller a escasos metros, de once quince a doce diez, se reuniría
con los primeros, el A y el B. Por último, para finalizar la mañana, los dos
grupos de segundo de bachiller en las dos últimas horas, con el segundo recreo
de por medio.
Las clases en la facultad no las iniciaría
hasta mediados de Octubre, por tanto dispondría de un mes para vivir un poco
más relajado ese comienzo del curso. Repasó su cartera, el ordenador portátil,
el proyector, los cables, el PEN donde guardaba toda la información y tras
comprobar que todo estaba en orden miró la hora. Tenía intención de navegar un
poco por la red pero eran cerca de media noche y las persianas comenzaban a
cerrarse. Optando por apagar el ordenador y tras el aseo personal se enredó
entre las sábanas para descansar.
Se levantó a
la hora acostumbrada, las seis de la mañana. Siguió la rutina diaria, ducha
rápida sin enjabonarse, descarga de aguas menores y entró en la cocina para
prepararse el desayuno. Un zumo de naranja, un par de huevos fritos con dos
cortadas de beicon, dos tostadas, a las que bañó con aceite de oliva, una
cortada de queso manchego y otra de jamón serrano. Un tazón de leche con café
instantáneo y cuatro galletas. Repuestas las calorías necesarias para la
jornada entró de nuevo en el servicio. La limpieza bucal ritual. Aguas mayores.
Era un reloj para los menesteres fisiológicos.
Luego en chándal abandonó el palacete atravesando el cercano parque
próximo. A las siete cuarenta y cinco se encontraba en la clase de tercero B en
la primera planta del edificio con el proyector, su portátil y todo a punto
para recibir, por primera vez, al grupo de jóvenes que durante todo el curso
escolar convivirían.
Iban entrando en el aula, temerosos, algo asustado al observar a Julián
de pie con los brazos cruzados y junto a su mesa. Unos tímidos buenos días
trataban de subsanar los primeros miedos y tanteos al profesor. Se sentaban en
silencio mirándose unos a otros y expresando con sus rostros algún que otro
gesto de extrañeza o sorpresa por la situación. Cuando el timbre del centro
sonó anunciando el comienzo de la jornada. Julián se desplazó unos pasos hacia
la puerta, cerró y de nuevo regresó a su posición inicial. Había un pequeño
murmullo pero pronto se fue apagando al observar la actitud del profesor. Iba a
iniciar su jornada, pasaban dos minutos del último sonido emitido, cuando una
jovencita tocó a la puerta con una suavidad exagerada. De no haberse producido
ese silencio casi sepulcral difícilmente lo habrían oído. Con una indicación de
su mano derecha al joven más próximo a la puerta, éste saltó como un resorte y
atendió la petición por gestos de su
profesor.
- ¿Da su permiso señor profesor?
La presencia
tímida de Andrea hacía su aparición, pero ante la potente y cortante voz del
educador se quedó paralizada en la puerta que aun sujetaba su compañero.
- ¡Buenos días…! Señorita ha cometido dos
grandes errores en menos de cinco segundos. Mal comenzamos.
Su tono alto,
firme e incluso seco cambió el rostro de todos los presentes. Y no digamos el
de Andrea que lo había conocido la mañana anterior y había estado afable y
alegre. Pero pronto la relajación volvió al aula. Con la misma mano que indicó
a su compañero que abriera la puerta gesticuló para que ambos se sentaran en
sus respectivos pupitres. Su tutora ya les había designado el día anterior en
la presentación del curso.
- ¡Andrea! No.
Fueron las
siguientes palabras que aquel grupo de treinta escuchaba de su maestro. Julián
dio los buenos días y aclaró a la señorita los dos errores cometidos.
- El primero y todos deben tenerlo en
cuenta, si quieren llamarme de alguna forma que no sea los nombres que aparecen
en mi presentación háganlo con el termino de maestro. ¿Por qué? Pues por la
razón siguiente. El profesor se dedica más a instruir, a transmitir, a
sancionar y respetar a su alumnado. El de catedrático, que también tengo el
honor o deshonor de sustentar queda demasiado académico, muy alejado del
alumnado. Por último, y no por ello menos importante, el maestro acompaña,
motiva, orienta, aconseja, pero especialmente ama a sus pupilos. Pero con un
pero importante su única intención es que cada persona tome su camino, su
rumbo, sus valores.
Un
pequeño paréntesis para que asimilaran sus palabras y cuando de nuevo el
ambiente se podía cortar añadió.
- El segundo está relacionado con una de
las costumbres que más valoro en las personas, pero especialmente para que lo
sepáis no lo negocio nunca. La puntualidad.
Tras la
aclaración a la clase y en especial a la
señorita conectó el proyector para comenzar la presentación personal. Del
silencio inicial comenzaron las sonrisas y las carcajadas. Aquel video
preparado por el profesor estaba cargado de buen humor y sobre todo de
sencillez. Habían escuchado de su tutora las cualidades de aquel maestro de
educación física, pues era una de las personalidades con más prestigio fuera
del centro. Profesor titular en la universidad de Victoria, Campeón olímpico en
vela, jugador de elite de balonvolea. Con más de diez libros editados y con
presencia en las más prestigiosas revistas relacionadas con el deporte de alta
competición. En fin que el currículo que Julián expresó en aquella presentación
era una ínfima parte de la relatada por la tutora.
Finalizada la
sesión los jóvenes irrumpieron en un apoteósico aplauso. Salió del aula con las
pautas bien aprendidas por todos para funcionar ese curso. Pero antes de abandonar el
aula se aproximó a Andrea para comentarle que el sábado esperaba verlos por la
playa para jugar un partido de Balonvolea. La mañana se le hizo un poco
repetitiva pero cuando finalizó sus siguientes seis clases, esa tarde la
tendría para descansar, al día siguiente era jueves y tendría el día
completamente libre. Además las muestras de cariño de su alumnado le motivaban
para seguir en la brecha y luchar contra quien fuera por corregir el rumbo que
estaba tomando la sociedad, pero especialmente el rumbo de la educación.
El
jueves y la tarde del viernes se la pasó en la secretaría del centro. Conversó
con alguno de sus sesenta alumnos nuevos. Precisaba conocer profundamente a su
alumnado, sabía que junto con la cercanía era la base de su éxito con la
juventud. En sus indagaciones pudo descubrir que Andrea había aterrizado ese
año procedente de Costa Rica y concretamente de la localidad de Limón. Su padre también era tico, mientras que su madre era
vascuence. En concreto de la localidad de Irún, cercana a Donostia. Tenían una
pequeña flota de tres embarcaciones de pesca y se habían asociado con un
español que manejaba una empresa de conservas, principalmente de pescado y sus
derivados. Las empresas se habían unido y mientras el padre de Andrea se
dedicaba a ir con las embarcaciones a la mar su socio controlaba y dirigía las
fábricas de conservas. Su socio al igual que la familia de Andrea vivía en
Donostia. En una urbanización de chalet
cercana a la zona colegial. En esos dos días y aprovechando el sábado pudo
poner en orden todas las direcciones de correo de sus nuevos alumnos reservando
una cuenta para los alumnos de secundaria. Tenía dos más, que empleaba para los
de bachiller y la otra la más personal también la compartía con el alumnado de
la universidad. Durante el sábado añadió tanto al Messenger como en Facebook a
varias personas que se lo solicitaron entre ellas aparecía la petición de ser
agregada Andrea.
Últimamente estas dos redes sociales le aportaban bastante información
para conocer un poco más a su alumnado. Parece increíble lo que pueden contar
en sus muros o simplemente en sus comentarios o perfiles los jóvenes de hoy en
día. Cuantas situaciones difíciles había resuelto gracias a tener conocimiento
del problema a través de las redes sociales.
Entró en la página de Facebook de Andrea y le chocaron algunas cosas. Su
madre no era santo de su devoción por el contrario adoraba a su padre. La
mayoría de los amigos que tenía adjuntos a su página eran procedentes de Costa
Rica. Aunque se alegró de ver a David y a varios chicos y chicas que jugaron el
otro día en la playa con él. Señal inequívoca que la jovencita se iba
incorporando a su nueva situación. De gran dificultad de adaptación
especialmente con su edad. Fue
investigando en el resto del alumnado que habían solicitado que los añadiera en
su lista y Julián cuando se trataba de un alumno de inmediato los adhería, pues
era consciente del enorme valor que le proporcionaba para conocer más
profundamente a su alumnado. Las conversaciones que pudo mantener hasta la
fecha le sirvieron para completar los datos que iba acumulando de los
diferentes grupos a los que daría clase ese año.
Estaba enfrascado en la confección del dossier
de sus alumnos cuando se sorprendió al ver la hora. La una de esa madrugada.
Apago el ordenador, la cadena de música y tras el oportuno aseo se metió en la
cama.
A pesar de
ser domingo se despertó como tenia acostumbrado a las seis de la mañana. Se
puso bajo la ducha para quitarse un poco el sudor de la noche. Preparó el
desayuno recogió un poco la cocina. Después de haber
desayunado entró en el garaje del palacete vestido con chándal para coger la
bici y dar un paseo por la playa. Le habían invitado a ver el campeonato que se
iba a disputar de vóley-playa por parejas y no quería perderlo. Pues seis de
las que participaban pertenecían a su centro escolar. Al pasar por la zona delimitada para el
campeonato se detuvo para saludar a sus alumnos. Pudo constatar como Andrea
pedía, a su reciente amigo David, que regresara a su casa, pues la fiebre le
estaba pudiendo. No quería dejar sin jugar a su joven compañera pero al ver a
Julián comentó.
- ¿Maestro porque no juega con Andrea, se
queda sin pareja?
El
campeonato era absoluto, por tanto no había problema de edades. La única
condición impuesta era que fueran parejas de hombre y mujer. Andrea le animaba
a que jugase con ella. Le apetecía jugar y si a eso le añadíamos el estado de
David la participación estaba asegurada.
En la mesa de secretaria del campeonato, cambiaron el nombre de David por
Julián. El chico les deseó suerte y regreso a su casa para guardar cama.
Amarró a unos
aparcamientos de bici su máquina e
inició un calentamiento lento, largo y progresivo. Lo cierto es que jugar al
Balonvolea era algo que le fascinaba a
pesar de su lesión de rodilla, y siempre que podía se apuntaba a jugar con los
chavales y chavalas del centro educativo.
El primer
partido lo jugaron a las ocho de la mañana y no tuvieron el menor problema para
superarlo. Eran muy superiores a la pareja que les tocó con un tanteo algo
escandaloso, veintiuno a cinco. Se notaba bastante la falta de compenetración
de los dos jugadores pero aún así lograron jugadas de un gran merito. Julián
debido a su rodilla no podía rematar pues lo peor para sus rodillas eran las
caídas tras cualquier salto. Se habían apuntado treinta y dos parejas y las
primeras dieciséis jugaron a primera hora. Se
aposentaron junto a la valla del paseo de la concha para descansar y estudiar
la siguiente eliminatoria mientras observaban a las otras dieciséis parejas que
jugaban a continuación. La competición en sus tres primeras rondas se jugaba a
un set mientras que la final, las semifinales, el tercero y cuarto puesto, se
jugarían al mejor de tres.
En
esa primera ronda no logró pasarla una de las seis parejas del centro
educativo.
Andrea y Julián iniciaron su segunda ronda. El azar les había
proporcionado una de las mejores parejas del campeonato, habían jugado en la
segunda partida inicial y los habían estado observando varios minutos. Él puso
al corriente a su compañera de la estrategia a seguir. Los saques aunque los
debía variar la mayoría los debían realizar flotantes y evitar en lo posible
los saques en potencia. Poseían una gran recepción especialmente en los saques
en potencia. Fue un set muy igualado y todos los espectadores aseguraban que
esa era la verdadera final del torneo. Se
llegaron a ver tantos de verdadera calidad y la pelota en cada punto tenía
continuidad. Al final de la jornada sería por mucho el partido con mayor
duración a excepción de las semifinales y final, aunque de duración similar a
uno de las semifinales. Terminaron ganando el set treinta a veintiocho. En esta
segunda ronda de las ocho parejas que quedaron tres pertenecían al centro donde
Andrea estudiaba. No pudieron descansar ni un solo segundo, su partido había
durado en exceso y tenían que comenzar esa tercera ronda. Una pareja al menos
del centro iría a semifinales pues en esa fase de cuartos les tocó a dos
parejas disputarse el puesto. Andrea y Julián, tal vez para compensar, los
cielos le proporciono en la suerte la pareja más floja de esa fase. Superaron
el set con bastante facilidad en los dos primeros cambios de campo la pareja
rival no había logrado ni un solo punto, al final el set terminó veintiuno a
nueve. Cada vez se iban compenetrando más. Julián era
un autentico maestro y aunque mermado por la edad pero especialmente por las
facultades físicas en sus rodillas logró sacar lo mejor de Andrea en el juego.
Ella estaba fascinada con la capacidad de aquel personaje para leer el juego,
los contrincantes, al juez de silla. En el anterior partido logro puntos al
juez de silla por su experiencia. Aunque también le asombró en un par de puntos
que ponían seriamente en peligro el partido, cuando el árbitro les había
concedido el punto rectificó al juez asegurando que la pelota había salido
fuera. Con ello también se ganó al público quien desde ese mismo instante se
volcó en apoyar a la pareja. Ella cada vez que sucedía algo así lo miraba con extrañeza.
Aquel personaje no solo jugaba como los ángeles, era un ángel, con su ejemplo,
su deportividad, su entrega y especialmente el cariño y los ánimos que le daba.
Sin duda otro de los aciertos de aquel personaje para que no se hundiera
cuando cometió en momento claves fallos de principiante. Pero realmente aquella
criatura comenzaba a dar sus primeros pasos en un deporte tan técnico.
Antes de
disputar la semifinal y la final tuvieron tiempo para recuperarse. De jugar al
mismo nivel ganarían el torneo sin problemas. Cuánta razón tenía la gente al
decir que la final se jugó en los octavos de final. La otra pareja compañeros
de ellos no lograron acceder a la final y en el partido de consolación quedaron
en cuarta posición.
Efectivamente
las semifinales ganaron dos cero con un tanteo igual en los dos set. Veintiuno
doce. La final fue incluso más sencilla terminaron ganando veintiuno a ocho y a
nueve. Ciertamente no hubo color.
La
ceremonia de entrega de trofeos se inició cerca de las tres de la tarde. Sus
compañeros se habían ido a casa, quedando solo las dos parejas que habían
llegado a semifinales. Como ya en los cuartos de final llamaron a casa
asegurando que no irían hasta la noche, Julián los invitó a comer en “La
Perla”. El centro deportivo y de relax donde se ubicaba uno de los mejores
restaurantes de la bahía con unas vistas increíbles a la playa de la Concha.
Mientras los tres jovencitos se duchaban y vestían en los vestuarios
improvisados para el campeonato. Julián con su bici se acercó a casa y tras la
ducha pertinente y el cambio de indumentaria entró en el garaje, cogió el coche
para reunirse con los chicos e ir a comer.
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