- UNA VISITA
INESPERADA -
Infinidad de cadenas de televisión y
emisoras de radio quisieron contactar con José pero no estaba dispuesto a que
perturbaran su vida cotidiana. Le quedaba mucho por investigar y trabajar como
para perder el tiempo con programas sensacionalistas. Le llegaron a ofrecer una
verdadera fortuna por su presencia en una emisora de televisión, pero se negó
en rotundo.
De nuevo a la rutina diaria. Marie, había
percibido un cambió en “su hijo” seguía siendo atento y cariñoso con ella, pero
también había notado que era algo más distante. Le hubiera gustado conversar
con él del tema. De hecho tanteó en más de una ocasión pero comprobó que él no
quería tocarlo. No comprendía el porqué de ese cambio pero aceptó la nueva
actitud de José. Tal vez con el tiempo pudieran conversar sobre todo lo que le
inquietaba. Sé encontraba muy cansada, la edad había hecho mella en su
castigado cuerpo y sentía que la vida se le iba. Deseaba con todas las fuerzas
de su corazón que aquel hombre recuperase su pasado, lo adoraba. Nunca se pudo
imaginar que ese personaje llagase a calar tan profundamente en su corazón.
Se había enterado por Bernard y Gerardo que
estaba enamorado de su propia esposa y rezaba para que Amparo, si él no
conseguía recordar su pasado, correspondiera a ese amor. No había día que no le
diera vueltas a la cabeza y las lagrimas florecían con una facilidad increíble
y eso que Marie siempre había sido una mujer fuerte.
Era viernes, “su hijo” se encontraba en
Signone entrenando a sus pequeños, cuando el servicio le avisó pasando a
continuación la visita al salón. Al entrar por la puerta su rostro se inundó de
felicidad al tiempo que sus lágrimas florecían perturbando su visión. Se abrazó
a ella como si de su hija se tratase y no la viera desde hacía tiempo.
- ¡Amparo!
Tan solo se escuchó el nombre de la visita.
Abrazada a ella lloraba de felicidad. Sorprendida y algo cortada se abrazó a la
anciana y le acariciaba con tal ternura que Marie sintió el cariño de una hija
hacía su madre.
Se sentaron en el tresillo mientras, Amparo,
trataba de calmar la emoción de la anciana. Cuando las cosas se serenaron un
poco comentó, que había decidido visitar el complejo deportivo e intercambiar y
contrastar con su hijo algunas cosas sobre el mismo.
- ¿Dónde tienes el equipaje?
Le interrumpió Marie. Cuando le comentó que
se había instalado en un hotel. Le cogió de la mano, avisó a su ch
Ófer y fueron
hasta el lugar, anularon la reserva, abonando Marie la cantidad de un día de
estancia. Mando a su chófer que cogiera el equipaje de la señora y de nuevo
regresaron a casa. La instaló en la mejor habitación de la casa y le aseguró
que si otra vez se enteraba que iba a Bordeaux y no iba a casa se enfadaría con
ella.
- Esta casa es la tuya y permanecerá abierta
las veinticuatro horas del día.
Amparo sonrió al tiempo que agradecía su
ofrecimiento de todo corazón y juntas entraron en el salón para conversar. Le
preguntó por sus hijos y por el complejo deportivo. Todo marchaba perfectamente.
Estaban enfrascadas en la conversación cuando hizo acto de presencia José que
regresaba cansado, aunque feliz, de entrenar a sus chicos. Cuando entró en el
salón y se encontró cara a cara con Amparo, no podía creer esa aparición. Ella
le sacó de su asombro al aproximarse y tras fundirse en un abrazó unió sus
labios con él. Marie intentó contener las emociones que inundaban todo su
cuerpo, pero como se dio cuenta que no sería capaz, se levantó y tras besar a
“su hijo” dejó a solas a la pareja.
- ¿Cómo tu por aquí?
Consiguió articular por fin sus cuerdas
vocales. Ella con esa sonrisa que le enloquecía argumentó.
- La promesa de no encontrarte conmigo hasta
que lo de mi marido se resolviera la hiciste tú. No yo. Y como tenía ganas de
verte he aprovechado el fin de semana para escaparme sola.
De nuevo se abrazó y el cielo se le abrió de
par en par. Por un momento pensó que era otra de sus alucinaciones, pero aquel
cuerpo era real, suave, dulce, cariñoso y cálido como nunca había sentido un
cuerpo. Se abrazó con fuerza a ella, si bien no quiso tomar en ningún momento
la iniciativa. Temía que su pasión le traicionase y pudiese cometer alguna imprudencia
de la que sé arrepintiese posteriormente. Por ello dejó toda la iniciativa a su
razón de vivir. No podía creer tanta dicha, contemplaba a su amor con tanta
ternura con tanto cariño que sin llegar a tocarse llegó a sentir toda la pasión
de su compañera. Conversaron de la marcha del complejo deportivo. Le preguntó
por sus hijos. Para terminar invitándola.
- Salgamos a cenar.
Aceptó encantada de nuevo unieron sus
labios. Amparo, fue a sus aposentos a darse una ducha y cambiarse de ropa. José
que tardó en reaccionar. Deseaba deleitarse con esos momentos vividos y seguir
sintiendo el calor de ese cuerpo que lo embriagaba con más rapidez que los
caldos de más alta graduación. Degustaba con inmenso placer la química
intercambiada en ese último beso y un agradable escalofrío recorría su cuerpo
desde los dedos de los pies hasta la punta de sus orejas. Tras varios minutos,
reaccionó, abandonó el salón, avisó al servicio y a su madre, que no cenarían
en casa, y entró en su habitación para darse una rápida ducha y ponerse
elegante para tan distinguida compañía.
Fueron a un club privado, del que era socio.
En uno de sus reservados cenaron a la luz de las velas y mientras reponían
fuerzas no apartó su mirada de ella. La comida sobraba, tenía bastante con
contemplar a la razón de su existencia. Tendió su mano acariciando la suya. Una
dulce sonrisa acompañó al gesto mientras le rogaba.
- Hay tiempo para todo, pero hazme el favor
de cenar. Esa mira-da me pone nerviosa.
Se disculpó. Lamentaría, en lo más profundo
de su corazón, molestarla o enfadarla en esos momentos. Tomó los cubiertos y
con gran esfuerzo logró retirar su mirada para iniciar la cena. Cuando Amparo
tomó el café, José sabía que ese reconstituyente era imprescindible para su
compañera, le cogió la mano invitándola a salir a la pista de baile. Sus
cuerpos abrazados con ternura se movían con excitante lentitud. Sus mejillas se
acariciaban por medio del calor que desprendían. Estaba tan enfrascado en
absorber todas esas sensaciones que su cuerpo captaba, que se abandonó por completo
a ese placer. Los labios de su pareja apretando el lóbulo de su oreja derecha
lo desarmaron hasta tal punto que no sabía muy bien si soñaba o realmente
aquello estaba pasando. Acarició con tal delicadeza la espalda de su compañera
que ésta retirando sus labios de su lóbulo buscó con cierta ansiedad su boca.
Ahora fundidos en aquel beso se sintió flotar. La química se encargó del resto.
Regresaron a casa muy avanzada la noche.
José le había acompañado hasta su habitación. Sus rostros mostraban el deseo y
la pasión que sus cuerpos les pedían. Se miraban con tal ternura que las
paredes llegaron a derretirse. Allí estaban los dos en la puerta como dos niños
temerosos. Él no se atrevía a tomar la iniciativa y ella esperaba con ansiedad
que se decidiera. Varios minutos permanecieron contemplándose mientras sus
manos se entrelazaban nerviosas. Amparo giró sobre sus pies, pero sin soltar
las manos de su pareja, entró en la habitación y obligar, no diré que obligó a
José a entrar pero se vieron dentro y fundidos en un abrazo. Sé quitaron la
ropa y desnudos entraron en el lecho. Se abrazaron y se quedaron dormidos.
Ninguno se podía explicar como habían sido
capaces de estar abrazados y con el apasionamiento que guardaban sus cuerpos no
suceder nada de nada.
La claridad del nuevo día despertó a José.
Entre sus brazos tenía a la mujer de sus sueños proporcionándole todo el calor
y toda la sensualidad que aquel cuerpo desnudo le transmitía. La felicidad
entrecortaba su respiración. Por un momento pensó que era otra de sus
alucinaciones, pero de ser cierto, con seguridad le gustaría conservarla el mayor tiempo posible. No daba
crédito a lo que le estaba sucediendo. Contemplaba su rostro, suave, dulce y excitántemente
femenino. De pronto, al abrir sus ojos, le deslumbró el verdor de su
mirada. Sonrió mientras aproximaba sus
labios con dulzura. Un instante duró aquel contacto, que le llenó de placer, de
sensualidad, de cariño. Al tiempo que sus oídos sentían el cálido tono de su
voz.
- Gracias por portarte como un caballero.
Eres encantador, adorable. Hacía tiempo que no dormía tan maravillosamente bien
como esta noche.
José se había concentrado deseaba captar
todas esas sensaciones que su cuerpo le ofrecía, al sentir el calor de ese
cuerpo desnudo abrazado al suyo. Cerró sus ojos con la única intención de
captar a través de sus otros sentidos hasta la mínima sensación que pudiera
captar. Le hubiera gustado permanecer así el resto de su vida. Pero como todo
lo bueno, tenía que finalizar. Abandonó la alcoba para ir a su habitación,
darse una ducha y vestirse para ir a desayunar. Cuando salió, ella entró en el
baño, llenó la bañera y se relajó con un buen baño caliente. Conectó el jacuzzi
que disponía la bañera y se dejó acariciar por las burbujas a presión. Cerró
los ojos y recordó a su esposo. No había sucedido nada entre los dos pero sé sentía
algo culpable por haberle permitido entrar en su habitación. Luego, tratando de
disculparse recapacitó. “Pienso que Paco lo comprendería era tan maravilloso”
Fue pensar esa frase cuando sintió que sus ojos se nublaban y las lagrima
acudían a su rostro. De pronto sonrió pensó en José y se estremecía al
comprobar el dominio que había tenido. Sabía lo enamorado que estaba de ella.
Era consciente de lo mucho que le amaba y deseaba. Su pasión, por su persona,
superaba todo. Se había comportado con una exquisitez difícil de igualar.
Recordaba su dulzura y la sonrisa se dibujó de nuevo. No era muy
apasionada pero las sensaciones que
aquel personaje le había transmitido a lo largo de esa jornada le habían hecho
sentirse enormemente feliz. No recordaba un momento tan agradable como el que
había vivido esas últimas horas.
Tardó más de una hora en salir al comedor
para desayunar. Allí sentado en la mesa le esperaba pacientemente aquel
encantador amigo. Se disculpó por su tardanza y José avisó al servicio para que
sirvieran el desayuno. Lo hicieron ellos solos. Marie ya lo había hecho y
estaba paseando por el jardín cuidando las plantas y flores. Su hobby preferido. Cuando vio salir por la puerta a “su hijo” de la mano de Amparo la
felicidad inundó su cuerpo. Era consciente que pasaron la noche en el mismo
lecho, pues al entrar en la habitación para darle los buenos días pudo
comprobar que la cama estaba impecáblemente hecha. Tomó la iniciativa y se
acercó hacía ellos. Se abrazó en primer lugar a su invitada y la dicha que
inundaba su cansado cuerpo le hizo rejuvenecer varios años. Luego abrazó a su
hijo e intercambió una sonrisa picara con él.
Marie estaba abonada al palacio de la música
de Bordeaux, poseía uno de los mejores palcos de la sala e invitó a la pareja a
asistir a una audición de música que se daba esa mañana. Amparo aceptó
encantada y aunque a José le hubiera gustado perderse a solas con ella al
observar el entusiasmo que su amor ponía aceptó encantado.
Se arreglaron y en el coche de Marie, con su
chófer al volante partieron con destino al palacio de la música. Acoplados en
el palco ella se sentó junto a Marie y José. La anciana esbozó una sonrisa al
comprobar como “su hijo” tomaba la mano de aquella mujer con una delicadeza y
dulzura que le hicieron sentir a ella esa sensación indescriptible que se
experimenta cuando la persona amada muestra su ternura y cariño hacía una.
Fue una interpretación fuera de lo
corriente. Consiguieron que el público se levantara de sus asientos a lo largo
de la representación de esas piezas musicales.
Salían comentando lo emocionadas que se
había sentido con aquella increíble audición. Cuando José, dirigiéndose a
Amparo, le invitó a comer fuera de casa, se encontró con la sorpresa, su madre
se le había adelantado y tenía reservada mesa en “Estéfano”. El mejor
restaurante de todo Bordeaux. Al comprobar la
expresión de” su hijo se arrepintió de su torpeza y quiso rectificar
pero Amparo no lo consintió. José comenzaba a atraerle demasiado como para
quedarse a solas los dos por mucho rato.
Al regresar a casa, tras aquella deliciosa
comida, era tarde. José tenía partido con su equipo y como a ella no le
apetecía mucho ir se quedó con Marie. Habían decidido, que tras reposar un
poco, saldrían de tiendas para comprar algún detalle a sus hijos. Y aprovechar
para ver si le hacía algo de lo que viese por allí.
- Después del partido regresare a casa. No
os retraséis mucho.
Fue el comentario que hizo mientras abandonaba
la casa dispuesto a pelear con sus pequeños.
Aunque intentó concentrarse en lo que estaba
haciendo le resultó imposible. Sus pensamientos estaban con aquella mujer
increíble a la que adoraba y veneraba hasta tal punto de perder la noción de
todo cuando se encontraba lejos de ella. Estaba tan fuera de lugar que hasta
los pequeños lo notaron y el más lanzado
le hizo la observación.
- ¡Macho! Tú estas muy lejos de aquí. ¿Té
pasa algo José?
Se disculpó pero el pequeño estaba en lo
cierto. Aunque físicamente estaba con ellos su mente, sus pensamientos, sus
anhelos, esperanzas y deseos estaban lejos de aquel lugar. En concreto junto a
la persona amada.
El inicio del partido le permitió regresar
un poco, sus chicos movían la pelota con una soltura y una rapidez que
sorprendieron al entrenador del equipo contrario. No había transcurrido más de
diez minutos cuando el Signone ganaba por un contundente cuatro a cero. Estaba
claro que ese partido no se les podía escapar de las manos. Eran muy superiores
y aunque su entrenador no estuviese ese día muy centrado, tampoco hubo
necesidad de sus intervenciones.
Marie y Amparo pasaron una tarde deliciosa,
se entretuvieron en todas las tiendas que encontraron a su paso y ella pudo
comprar algún detalle para sus hijos. Iban a regresar cuando Marie le comentó
que deseaba hacerle un regalo. Ella no quería que se molestara. Bastantes
atenciones habían tenido, pero ante la insistencia claudicó y aceptó
acompañarle. Entraron en uno de los salones de moda más conocidos de la ciudad.
Durante varios minutos mantuvo una conversación con la encargada del local. Al
finalizar el diálogo con aquella persona. Les rogaron que pasaran a una sala.
Habían improvisado un pase de modelos exclusivamente para ellas. Una vez acomodadas
en sus asientos. Marie le comentó.
- Permanece a la expectativa, en el momento
que creas que algo de lo que pasen te puede hacer papel, dímelo sin titubear.
Deseo hacerte un regalo. Eres la hija que siempre me hubiera gustado tener.
Un encantador traje de noche, negro muy
sencillo pero de una clase envidiable fue el elegido. Cuando se lo puso, le
caía increíblemente bien. Parecía que la diseñadora le hubiera ideado pensando
en ella. Estaba encantadora, realzaba su maravillosa figura y Marie abrazándose
a ella le lanzó un cumplido.
- Lo cierto es que, con esa figura, lo que
te pongas te tiene que caer bien.
Amparo le tendió la mano y ambas entraron en
el probador para cambiarse de ropa y seguir conversando.
Salieron abrazadas y tras unos minutos en la
entrada de aquella tienda para que le preparasen el vestido y liquidar la
cuenta. Abandonaron el local dispuestas a regresar a casa.
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