- LA GRADUACIÓN -
Marie disfrutó de esa velada junto a la
pareja como no recordaba otra desde hacía tiempo. Las atenciones que esa mujer
tenía con ella le cautivaron hasta tal punto que no pudo retener las lágrimas.
Se recogió pronto a sus aposentos, deseaba dejarlos solo y que pudieran
compartir todo el cariño y amor que se notaba que tenía el uno por el otro. Sus
miradas, sus expresiones, sus gestos, sus actos. Todo cuanto hacían llevaba
toneladas de amor, de ternura y de cariño. Amparo acompañó a Marie hasta sus
habitaciones y antes de abandonar la alcoba se abrazó con tal ternura que, la
anciana, sintió el cariño que ponía en todos sus actos, sin falsedades aquello
se notaba que era espontáneo y que lo hacía con el corazón.
- Buenas noches hija. ¿No te molestará que
te llame hija? ¿Verdad?
Amparo con la sonrisa en su rostro se volvió a abrazar al tiempo que le
besaba en sus mejillas y contestaba.
- Es un honor para mí. Mama. Buenas noches y
si deseas algo me tienes a tu disposición.
Amparo fue al salón a encontrarse con José.
Al tiempo que, la anciana, con los ojos bañados en lagrimas se quitaba la ropa
para ponerse el camisón y abandonarse al mundo de los sueños. Solo le faltaba
verlos casar. Después de eso, si el Señor sé la quería llevar. No le importaría
en absoluto.
Antes de llegar se cruzó con José que iba a
su encuentro. No podía desperdiciar un solo segundo de su compañía y sabía la
labia que tenía su madre. Se besaron levemente y ella le pidió salir a pasear
por el jardín. Sus deseos eran órdenes. Abrazados por la cintura y el hombro se
perdieron por aquel interminable laberinto de plantas y flores.
- Me gustaría pasar la noche, como la última
que compartimos. Estoy segura que te quiero y precisamente por esa razón deseo
pedirte algo.
- Soy, todo oído.
Fue su respuesta inmediata. El paseo
continuaba pero el silencio se había adueñado de la pareja. Amparo trataba de
decirle algo, pero le resultaba difícil exponérselo. Al llegar a una fuente, sé
sentaron en un cómodo banco, rozaron sus labios y por fin se decidió a lanzarle
el ruego.
- Me gustaría que me ayudaras a
controlarme. Me prometí no tener relaciones íntimas con ningún hombre mientras
no supiera el paradero de mi esposo. Tú estas llenando ese hueco que quedó en
mi cuando él desapareció. Pero quiero seguir siendo fiel a mi promesa, por eso,
necesito tu ayuda y si en algún momento comienzo a cruzar esa línea te rogaría
que me ayudaras a no pasarla. Sé que lo que te pido no es fácil, pero también
soy consciente que si te comprometes lo cumplirás. Deseo dormir a tu lado en el
mismo lecho. Si piensas que no puedes cumplirla, también estoy segura que me lo
dirás. Y entonces será mejor que cada uno lo haga en su habitación.
José le escuchaba llenó de amor.
Verdaderamente lo que le pedía iba a ser duro, pero se comprometió. Estar
cuatro, cinco, seis, o las que descansasen separados sería mucho más difícil
que lo otro.
Permanecieron unos minutos más conversando y
decidieron acostarse, pues a la mañana siguiente tenían que madrugar. Antes de
entrar en casa, José, tomándola en brazos, condujo sus pasos hasta la
habitación de su invitada. Abrió la puerta, tras hacer equilibrios, dejó con
dulzura a su compañera de sueños sobre la cama, se abrazó al cuello y se
fundieron en un abrazo, al tiempo que sus bocas se buscaron con desesperación.
En aeropuerto de la pequeña localidad
norteña aguardaban la llegada de la pareja Alín y sus padres. El encuentro fue
emotivo, las lágrimas de aquellos agradecidos padres saltaron de sus ojos. Al
verse lo abrazaron y tras las muestras de afecto le fue presentada su
encantadora pareja. Alín, mientras besaba las dos mejillas de Amparo, dirigió
una picará mirada hacía su salvador al tiempo que le guiñaba su ojo derecho. Recogieron
el equipaje, como Amparo se había quedado con los padres de Alín, aprovecharon
la situación para conversar.
- Es encantadora. Y a ti se te ve más joven.
Te sienta muy bien su compañía.
Se limitó a sonreír. Acoplaron en el coche
el equipaje y en el vehículo de sus padres abandonaron el aeropuerto. Alín
había sido advertida que se instalarían en un hotel. Lo comprendió perfectamente,
precisaban de intimidad, pues no disponían de mucho tiempo para estar juntos.
Los acompañaron hasta su alojamiento, donde había reservado la suite nupcial.
Una vez instalados quedaron con la pareja en recogerlos, transcurridas dos
horas, e ir juntos hasta la universidad donde se iba a celebrar el
acontecimiento académico.
Ordenaron el equipaje y a continuación se
metieron en el servicio. Una enorme bañera con jacuzzi invitaba a relajarse.
José sé introdujo en aquella enorme bañera, conectó el hidromasaje y cerró los
ojos mientras abandonaba su cuerpo a las relajantes caricias de las burbujas de
agua. Cuando Amparo deshizo el equipaje, sé desprendió de sus ropas y
sorprendió a José que no se dio cuenta de su presencia hasta que se abrazó a
él.
- ¿Podrías darme un masaje en los pies? Los tengo destrozados.
Con suma delicadeza comenzó aplicándole un
agradable masaje. En primer lugar por los dedos, luego la planta, el empeine y
continuó por sus gemelos. Tuvo la tentación de proseguir hacía arriba, la
pasión le estaba cegando, pero desgraciadamente en esos momentos le llegó la
promesa que le había hecho. Volvió a descender y prosiguió la manipulación de
los pies.
Abandonaron la bañera, desconectaron el
jacuzzi y tras cubrirse con albornoces fueron al armario y sacaron la ropa que
iba a ponerse para el acontecimiento.
El discurso de graduado le correspondió
prepararlo y leerlo a Alín, estaba emocionada. La presencia de sus familiares,
de su profesor y señora. Pero especialmente de José y su incomparable compañera
le hicieron sentirse la mujer más afortunada de la tierra. Pero había un motivo
más, que hasta la fecha no le había comentado con nadie. La presencia de un
compañero de promoción que le había devuelto la ilusión por la vida, y recobrar
ese amor arrebatado por las circunstancias. En el discurso salieron frases dirigidas
a José, a su profesor, a sus padres y a sus compañeros.
- Si me podéis escuchar se debe a la fuerza
de la amistad. A esa energía que conecta a las personas hasta tal grado que son
capaces de llegar a las últimas consecuencias por un amigo.
Con el inicio del párrafo. Alín quería
agradecer a José lo que había hecho por ella. Las primeras frases llegaron a
emocionarlo pero conforme iba leyendo el resto, las lágrimas iniciaron su recorrido
por las mejillas. Con esa sonrisa que lo enloquecía, Amparo, sacando su pañuelo
las enjugó.
Durante su discurso, a sus compañeros, dirigió
reiteradas miradas, a un compañero de promoción próximo a ella. José no fue
ajeno a la circunstancia y pudo captar la expresividad de sus rostros. Fue algo
que le impactó agradablemente y se propuso resolver, su curiosidad, en el
momento oportuno. ¿Qué había detrás de esos cruces de miradas?
La comida, que celebraba la graduación, se
realizó en los comedores de la universidad. Un acontecimiento de gala donde se exigía
a sus asistentes corrección en el vestir. Amparo se puso uno de los trajes que
le había regalado Marie y estaba increíblemente maravillosa. Hubo baile y José
compartió con Alín y Amparo las diferentes piezas musicales. De nuevo cuando Alín
y aquel compañero se buscaron para bailar varias piezas José se alegró al observar
a su amiga que estaba completamente recuperada. La chispeante mirada de
una enamorada se reflejaba en su rostro
cuando la cruzaba con aquel joven.
Esa noche habían invitado al matrimonio, su
hija, su profesor y esposa a cenar a un lujoso club privado. Unos amigos de Marie
se lo aconsejaron y le facilitaron la posibilidad de reservar mesa. Nada fácil
para el resto.
Antes de acudir a la cita José y Amparo
decidieron pasarse por el hotel, para darse una ducha y cambiarse de ropa para
la cena. Al ir a dejar les invitó a entrar. Se sentaron en la cafetería y
permanecieron conversando por espacio de dos horas. En un momento que José se
encontró a solas con Alín le preguntó sobre el muchacho en cuestión. Ella se
sonrojó un poco pero luego le confesó que estaba olvidando a su profesor y
aquel muchacho le había devuelto el amor
perdido. Al comentarle que iba a telefonearle, le ofreció su móvil, se separó
unos metros del grupo y mantuvo una pequeña conversación con él.
Era tarde, Alín y sus padres tenían que
pasar por casa, cambiarse y reunirse para ir a cenar. No tenían que volver a recogerlos, pues José había
alquilado un vehículo para su desplazamiento de esos días. Al quedarse solos se
subieron a la habitación para darse una ducha rápida y cambiarse de ropa. No
había tiempo para más. Mientras Amparo se terminaba de arreglar, José tuvo una
feliz idea, cogió el móvil y telefoneo al joven. El muchacho en un principio se
extrañó, pero la conversación se desarrollo con tanta naturalidad que aceptó la
propuesta de aquel hombre. Le había invitado a cenar con ellos, deseaba darle
una sorpresa a su amiga. Pierre, que así se llamaba aceptó encantado. Conocía
la historia radiofónica y todo el desarrollo de aquel día que mantuvo a Francia
en vilo. Cualquier cosa que le pidiera ese personaje sería capaz de hacerlo.
Era la persona que había salvado al gran amor de su vida y sin lugar a dudas
gracias a él pudo conocerla y contactar con ella.
Quedaron en el Club, el problema tal vez se
diera en poder acceder pero le aseguró que telefonearía y trataría de
solucionarlo. Si no le volvía a llamar de nuevo era porque el inconveniente sé
había resuelto y tenía vía libre. Nada más finalizar su conversación trató de
comunicarse con sus amigos, pero no hubo forma de hacerse con ellos. Telefoneó
al Club y le aseguraron que si iba con ellos en el coche no habría ningún
problema, de lo contrario podría tener dificultades en acceder al Club.
Solicitó un nuevo cubierto en la mesa, colgó y avisó a Amparo. Iba a recoger al
joven y volvía a por ella. Avisó en recepción que tuvieran preparado el coche y
de nuevo se puso en comunicación con Pierre. Iba a recogerlo, para poder
asistir a la cena. Le pidió la dirección, llamó a un taxi y tras entregarle la
calle donde deseaba llegar, subió a su coche y se dispuso a seguir al taxista.
En la puerta del inmueble aguardaba vestido
de etiqueta el joven en cuestión. Pagó el taxi y se saludaron cordialmente.
- Por fin conozco al personaje que salvó a Alín.
Es un honor para mí saludarle.
Subieron al coche y emprendieron el
regreso al hotel para recoger a Amparo. Durante el trayecto salió a la
conversación el tema de la desaparición de Paco. Alín se lo había contado y se
interesó por las investigaciones que estaba realizando.
- Tengo una agencia de detectives, casi a
punto de abrir, y esos temas me apasionan.
Pierre le confesó que había terminado su
carrera y había realizado varios cursos sobre el tema. Le apasionaba la
investigación, de ahí que se interesara por ese problema en concreto. José fue
relatándo lo poco que hasta la fecha habían conseguido avanzar. Cuando,
dentro de la conversación él le comentó que no recordaba su vida anterior,
comenzó a indagar por ese campo. Pierre parecía interesado con el asunto y cada
vez profundizaba un poco más en sus preguntas. Pensaba que estaba encontrando
alguna pista para poder seguirla. Por eso aunque llegaron al hotel, continuó
con su interrogatorio. Mientras descendían del vehículo. José con la sonrisa en
sus labios comentó.
- Se nota que te apasiona el tema, muchacho.
Avisaron a la señora y mientras se hacía
esperar ellos prosiguieron con el asunto. Había datos que aislados no decían
nada, pero Pierre comenzó, por casualidad, por intuición o por ser
verdadera-mente un fuera de serie en las investigaciones, a atarlos y a relacionar
unos con otros. Tenía sus sospechas pero era demasiado precipitado comunicar
nada. Continuaría todo el tiempo que pudiera interrogando a él y a su
compañera, si se lo permitían. Desde luego no perdió oportunidad. Y el tiempo
que duró el trayecto del hotel hasta el Club continuó con su obsesión. Pero en
esta ocasión a quien bombardeaba con sus preguntas era a ella. Al verlo tan entusiasmado
colaboró con él, pues su mayor deseo era tratar de solucionar esa angustia que
tenía más de dos años en vilo, a ella y a sus hijos. Lo estaban pasando muy
mal. En especial los dos pequeños.
- Creo que Pierre sé está ganando la cena.
De inmediato el muchacho se sonrojó y con
cierta timidez, la pasión por la investigación no le había dejado reflexionar
si les molestaba con tanta pregunta, se disculpó al tiempo que preguntaba.
- Siento de corazón mi intromisión.
Perdonarme no pretendía molestarles.
De inmediato tanto Amparo como José,
salieron al paso. El comentario que habían hecho no era en tono de
recriminación y que desde luego le agradecían su interés por el tema. Fueron
ellos los que pidieron disculpas al muchacho, pues sin lugar a dudas había
interpretado mal sus palabras. Estaban en las disculpas cuando vieron que
entraban el resto de invitados. José se levantó con Pierre y le rogó que se
fuera a otro salón mientras saludaban a la familia. Deseaba darle una
sorpresa a Alín con su presencia. Aceptó
encantado y se sentó en un salón continuo viendo la televisión mientras aguardaba
a José para sorprender a su compañera.
Después de los saludos se sentaron en el
salón, sirvieron a los recién llegados lo que solicitaron y comenzaron a
conversar mientras entonaban sus cuerpos para hacerse con la cena. José sé
levantó en medio de la conversación y sorprendió a los presentes, pero
especialmente a su amiga.
- Bueno tengo un regalo para mi amiga
radiofónica. He esperado este momento porque no era fácil ni empaquetar lo ni
transportarlo.
La cara de asombró se dibujó en todos los
rostros. Las suposiciones comenzaron a funcionar en las mentes de los presentes
y antes que cavilaran demasiado añadió.
- No es una cosa material. Es un ser vivo.
Pero no diré nada hasta que Alín lo descubra.
De nuevo las suposiciones cambiaron de objetos
para comenzar a imaginarse animales, plantas y no sé cuantas cosas más. José
abandonó el salón al tiempo que le decía.
- Alín. Cuando percibas unos golpes en esta
puerta ábrela, detrás tendrás el regalo.
Unos minutos de expectativa mantuvo al grupo
en vilo, hasta que unos golpes suaves se escucharon en las puertas corredizas. Alín
llena de emoción y curiosidad las corrió y a escasos diez centímetros tenía a
Pierre frente a ella. Los dos enamorados se fundieron en un abrazo lleno de
pasión, ante las miradas de sus acompañantes. Finalizada la muestra de cariño Alín
se ruborizó, mientras los brazos de su madre le abrazaban, para observar a
continuación como lo hacía con él. Pierre fue presentado y ella miraba a José
llena de agradecimiento y con una expresión que relataba a las claras esa
amistad de la que ambos estaban orgullosos. Ese hombre era genial capaz de
captar cualquier detalle, deseo o antojo de las personas que le rodeaban y
quería.
Fue una cena encantadora, fuera de toda
tensión y formalismos, la sencillez, el saber estar de ambos permitieron a los
presentes sentirse como en casa, especialmente a Pierre que era el más desconocido
de la mayoría, pero la pareja de anfitriones les hizo sentirse entre amigos. Se
recordó el incidente, Alín y todos aplaudieron cuando la joven solicitó un aplauso
para aquel increíble hombre. No era fácil conseguir un amigo como aquel
personaje y ellos habían tenido la suerte de compartir su amistad con él.
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