- CAPÍTULO SÉPTIMO.
- LA INAGURACIÓN.
El vuelo procedente de España llegaba sin
retraso. Pierre y Bety se despidieron en el avión pues como grupo pasaban por
otro control aduanero. Le dio su dirección quedando en llamarse una vez
instalado en el hotel para ir a comer y pasar el día.
Cuando Jorge y su hermana pasaban los
trámites de la aduana vieron a sus padres que aguardaban su llegada. Saludaron,
recogieron los equipajes y partieron hacia el hotel. Se asearon, cambiaron de
ropa para despedirse a continuación, pues habían quedado con Bety a comer. José
se enfadó un poco con sus hijos, pero la tensión y el trabajo de ese último día
tampoco le iba a permitir disponer de mucho tiempo. Así pues, mientras sus dos
pequeños subían al taxis, para acudir a la cita los dos matrimonios entraban en
el comedor. Linda y su familia se habían quedado en la pasarela para controlar
todo y evitar el mínimo fallo. La prensa especializada y las mejores casas del
mundo les estarían mirando con lupa. Sabían, temían y respetaban la fuerza, el
empuje, la calidad y la creatividad que en los últimos tiempos tenía la joven
firma Revaud. Estarían al acecho ante cualquier fallo. Habían trabajado mucho y
llevaban una semana casi sin dormir. La única que se metió en su habitación
ocho horas diarias era Linda, por orden de su médico personal. José. Aunque no
pudo descansar mucho, pues los nervios también le llegaban a ella. Pero no era
menos cierto que estaba muy ilusionada. Había visto el trabajo de su pequeña y
sabía de la calidad del mismo.
Esa tarde José recibió una llamada de sus
pequeños. Les habían invitado a quedarse en casa de Bety y por tanto debía
anular las habitaciones reservadas para ellos. Calmaron a su padre asegurándole
no faltar a la inauguración de la firma.
La tensión se mascaba en cada rincón de la
galería. Linda sabía que acudiría Pierre y se quedó junto a su hermana e hija
entre bastidores, evitando encontrarse con él. No era menos cierto que deseaba
ver a su otra hija, pues hacía cerca de doce años que no sabía nada de ella.
Pero ya tendría oportunidad de verle a continuación en la fiesta.
José y Silvia recibieron, en los preámbulos
del pase a sus invitados. Cuando iban a entrar Bety y su padre con los dos hermanos,
las mujeres se acercaron al servicio. Jorge y Pierre, saludaron a los
anfitriones y pasaron a ocupar sus asientos. Al salir del servicio coincidió
con una pequeña aglomeración de gente y Reme saludo a sus padres y fue a
sentarse junto a su hermano y Pierre.
Se abría la pasarela. La tensión era grande.
Los primeros modelos fueron abriendo el fuego. Tímidos aplausos, pero se
palpaba una gran expectación. Conforme el pase iba tomando cuerpo los aplausos
se sucedían con mayor frecuencia e intensidad. Pierre y su hija se miraban.
Realmente aquello poseía una calidad fuera de lo común. Había toneladas de
creatividad, de buen gusto y de una riqueza de colorido que los sorprendió a
ellos y a todos los presentes. Hubo innovaciones en la presentación, en la
forma de pasar las modelos. El éxito estaba asegurado. Proseguía el pase cuando
en la oficina abierta, para la venta de modelos, comenzaban a aglomerarse las
más importantes tiendas de moda.
Improvisaron varias mesas más e incluso
tuvieron que ponerse José y Silvia para atender al público. Aún faltaba la
última parte del pase cuando la gente sé puso en pie y reclamaba la presencia
de las diseñadoras. Fue algo no visto en el mundo de la moda. Cuando Brisite y
Caterine, Linda no quiso salir, hicieron acto de presencia el rostro de Pierre
palideció. Bety no estaba presente, pues había salido con su amigo a tomar un
refresco aprovechando el tumulto de los invitados. No podía creerlo. Si estaban
más en el otro mundo que en este. ¿Quién les apoyaba económicamente? Aquello
era un riesgo de muchos millones. Fue el único que permaneció sentado y no
porque no desease levantarse y huir de allí. Las piernas se le habían
bloqueado, no podía dar crédito a sus ojos. Todo su cuerpo temblaba como si
hubiera visto salir a alguien de ultratumba. Cuando la imagen de Linda se
dibujo en su mente temiendo su presencia. El terror se apoderó por completo de
todo su ser. Esa firma le había ganado terreno palmo a palmo y ahora se
encontraba en una situación difícil. Estaba claro que iban a por él, querían
vengarse de lo que años atrás había hecho. Por fin sacando fuerzas de donde no
las tenía, salió precipitadamente del local y se fue a un bosque cercano a
París a pasear y poner en claro sus ideas. Al regresar Bety y Jorge se pusieron
a buscar a Pierre. Al no encontrarlo decidieron ir cada uno por su lado.
Caterine estaba atendiendo a los medios de
las diferentes revistas cuando se encontró cara a cara con su hermana. Sus
rostros palidecieron, sus miradas fijas y sus corazones acelerándose de forma
escandalosa. Fue Caterine quien se disculpó y dejó a su tía proseguir con los
informadores. Se aproximó a su hermana y con un gesto de cabeza le invitó a
entrar en un reservado. Tras cerrar la puerta las dos permanecieron inmóviles durante
unos segundos mirándose. Sin saber de quien partió la iniciativa se encontraron
abrazadas, mientras un llanto lleno de emoción se liberaba en las hermanas.
Tenían miedo a separarse, a mirar el rostro de la otra, temían hablar, hasta
temían respirar. Por fin tras unos largos diez minutos fue Bety quien rompió
aquel silencio.
- Felicidades Caterine, ha sido increíble.
Habéis conseguido unos diseños fuera de lo común.
Caterine le besó mientras se abrazaba. No
quería hablar. Deseaba tenerle, estrecharle contra si, como hacían de pequeñas,
cuando una no sabía estar sin la otra. Pero de nuevo la curiosidad de Bety fue
quien rompió una vez más el silencio.
- Papá me aseguró vuestro fallecimiento.
No dejó responder y de inmediato lanzó la
pregunta que le ahogaba.
- ¿Mamá vive?
Tras la afirmación las lágrimas brotaron de
sus ojos y no precisamente de tristeza. Todo su ser se había inundado de una
inmensa felicidad. Deseaba con toda la fuerza de su corazón ver a mamá y
abrazarse. Pero Caterine le aconsejó esperar y con calma aclarar la situación.
Debía contarse la versión vivida desde su separación. Luego contrastar esas
historias y tratar de conocer toda la
verdad de lo sucedido.
Comenzó Bety con su versión de los hechos.
En líneas generales. Sus padres se separaron porque mamá se enamoró de otro
hombre. No permitiendo a su padre entrar en casa y obligándole a marcharse con
ella.
Papá se repuso y conoció a una mujer que les
ayudó a recobrar sus propiedades. Había estado viviendo todos esos años en
París. Estudió diseño y compartía la profesión con su padre. La empresa había
funcionado muy bien hasta la entrada en liza de la firma Revaud. Desde hacía
dos años las ventas de Pierre Valery habían bajado, pero especialmente esos
últimos meses. Y la situación era crítica. La única noticia sobre mamá, tía
Brisite y ella se remontaba a tres o cuatro años atrás. Papá le notificó el
fallecimiento de las tres. Victimas del SIDA... Adquirida por la vida que
llevaban.
Caterine no salía de su asombro al escuchar
la versión relatada por su hermana. Cuando finalizó, comenzó ella con la
historia vivida. Al mostrarle una foto de su madre, tomada en la semana
critica, comenzó a llorar como una Magdalena. Las dos abrazabas daban rienda
suelta a toda la tensión acumulada durante esos últimos días.
A Bety le costaba asimilar el comportamiento
de su padre. Sus engaños y mentiras. Le dolió especialmente cuando se negó a
prestarles ayuda en una situación crítica. Pero mentirle sobre su fallecimiento
fue la estocada final. Eso le dolió hasta en el último rincón de su alma.
Permanecían abrazadas, permitiendo que por sus encantadores ojos corrieran
libres torrentes de lágrimas que a la postre liberarían todo la agonía y
angustia de tantos años. Cuando Alan, el hombre de confianza de Pierre Valery
desde sus comienzos entró, trató de eludir el encuentro con las hermanas. Pero
Bety impidió su marcha. Se sentaron y cuando especialmente Bety se calmó
comenzó a interrogar al fiel servidor de su padre. Todas las sospechas, todas
las preguntas realizadas confirmaban la versión de su hermana, sintió como si
en su corazón se clavasen agujas. De no haberle llegado a la mente en ese
momento la imagen de Jorge tal vez hubiera cometido una locura. Lloraba en
brazos de su hermana. De pronto se detuvo y sin saber el porqué preguntó.
- ¿Conoces a Jorge?
Caterine le miró extrañada, no sabía a quien
se refería. De inmediato se aclaró la situación. Se trataba del hijo pequeño de
José. No tenía el placer de conocerlo aunque le comunicó.
- Creo que está en París.
Bety sonrió. Comenzando el relato de su
estancia en Madrid, donde lo conoció enamorándose locamente de él.
Caterine comenzó a reírse.
- Pensabas que yo lo conocía y tal vez nos
hubiera confundido.
No permitió responder. De inmediato añadió.
- Mi amor es su padre.
Pausa para añadir.
- Adoro a José y creo que no podré querer a
otro hombre. Mi problema es su mujer, es maravillosa. Y lo peor que él la
adora.
Por fin las primeras sonrisas. Poco a poco
fueron calmándose. Las cosas iban colocándose en su sitio. El dolor y la
inmensa alegría se mezclaban. Se prometieron no separarse nunca más. Caterine
le rogó esperar en el salón, iría a buscar a mamá y a tía Brisite para poder
abrazarse sin la presencia de los invitados. De camino se tropezó con Jorge. Al
verle se abrazó e intentó besarle mientras le confesaba no haber localizado a
su padre. Caterine se lo quitó de encima propinándole un sonoro bofetón,
llamando la atención de todos los presentes y en especial a los allegados a
Jorge. Que no salía de su asombro. Intentó buscar una respuesta a la reacción
de su amiga, pero se había quedado tan sorprendido que era incapaz de
reaccionar, mientras Silvia consciente del incidente, como tantos de los presentes,
se aproximó a su hijo y le recriminó.
- ¿Pero Jorge? ¿Que le has hecho a Caterine?
Su hijo no sabía que contestar. Estaba tan
bloqueado que no escuchó ni el nombre pronunciado por su madre. Por fin tras la
insistencia consiguió articular sus cuerdas vocales para confesar que él era el
primer sorprendido por la situación. Estaban intercambiando palabras madre e
hijo cuando hacia ellos se aproximaban las tres mujeres al encuentro de Bety.
Silvia detuvo a Caterine y le interrogó si su hijo había sido descortés con
ella. Comenzó a reírse, mientras el resto se miraban unos a otros sin entender
nada. Cuando consiguió calmarse cogió la mano de Silvia invitándole a seguirle
y con ella el resto. Al abrir la puerta del salón pudieron comprender las carcajadas
de Caterine. Las muestras de cariño, sorpresa y saludos se sucediera en aquel
salón. Linda no podía creer compartir con sus hijas esos momentos mientras que
Jorge permanecía incrédulo ante esa visión. Eran idénticas. Hizo un gesto de
dirigirse hacia una de ellas pero se retuvo. Al darse cuenta de su acción Bety
le comentó si era capaz de distinguirlas. Fue hacia una de ellas, aunque no muy
convencido, y aproximó sus labios. Era Bety quien levantó la mano retirándola
con prontitud. Sonrió, se abrazó y le besó con ternura. Aquel monumental lío
fue resolviéndose, sintiéndose enormemente felices y contentos hasta que
Linda acabó con
aquella bella alegría. El
semblante de felicidad cambió en todos los presentes ante la pregunta.
- ¿Y tu padre?
La formuló de forma seca y con el semblante
preocupado. Lo cierto es que hacia mucho tiempo que no lo había visto nadie.
Ese momento tenso se volvió a romper al entrar José. Con la alegría, simpatía y
dulzura característica. Caterine se lanzó a los brazos del recién llegado y
dirigiéndose a su hermana comentó.
- Y éste es mi amor.
Miró a Silvia y con una picara expresión y
añadió.
- Con el permiso de mi segunda mamá.
Aquel comentario permitió recuperar la
alegría en el grupo. Las presentaciones y la felicidad volvían al seno de
aquella habitación testigo de una buena parte de la historia de aquellas
familias.
Las perspectivas de la empresa eran
inmejorables. Ahora les tocaría a los talleres trabajar día y noche para
atender toda la demanda que se les venía
encima. Los elogios y
felicitaciones estaban en boca de todos los presentes. Había sido un rotundo
éxito y esa noche disfrutaron de una jornada de gloria. Solo Linda y Bety
estaban preocupadas por la misma persona, aunque por distinto motivo.
En un momento de la fiesta Linda pudo
aislarse de todos y conversar con su pequeña Bety como solía llamarle. Lo
hicieron durante varios minutos. Su hija le confesó su deseo de no volver con
su padre.
- Pagarle a Papá con la misma
moneda es lo que se merece, pero estoy preocupada por él. He convivido muchos
años y su comportamiento conmigo ha sido ejemplar. Sé que no se merece nada
pero tengo miedo. Temo que cometa una locura. Al fin y al cabo es mi
padre.
Linda le tranquilizó asegurándole que su intención no pasaba por comportarse como
él. Aunque en realidad lo mereciera.
- Yo sé hija por lo que hemos pasado tu
hermana y yo. Te puedo prometer que aquel infierno no se lo deseo ni a mi peor
enemigo.
Se abrazó a su pequeña y le prometió
resolver aquella preocupación lo antes posible. Salió de la fiesta, solicitó a
un camarero la presencia de José. No pasaron más de treinta segundos cuando
estaba junto a ella. Le explicó la situación. No lo dudó un solo segundo, salió
con Linda en su coche y fueron directos al hotel. Allí llamó a sus abogados y a
los sesenta minutos de colgar el teléfono se personaban.
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